(Viene de la entrada anterior)
Stan Lee levantó Marvel sobre los hombros de personajes lastrados por defectos físicos o inseguridades psicológicas (o ambos), pero no pudo sustraerse a la época en la que llevó a cabo aquella tarea. Millar, a la hora de reunir el grupo, hace observaciones muy interesantes, como que cada personaje encaje en un arquetipo con nada en común con el resto: Thor es un dios; el Capitán América, un soldado; Hulk, un monstruo. Hank Pym es un científico; Iron Man, un playboy pagado de sí mismo; Ojo de Halcón y la Viuda Negra son asesinos…
En la primera película de “Los Vengadores” (2012) que dirigió Joss Whedon y en la que influyó mucho “Los Ultimates”, Bruce Banner verbaliza algo que en el fondo todos saben: “No somos un equipo”. Y así es. Son un conjunto de individuos radicalmente diferentes en sus pasados, personalidades, intereses e ideologías, pero que comparten un par de rasgos: todos son individualistas y todos son personalidades “alfa”. Stan Lee introdujo en el grupo algo de fricción interpersonal (en su momento, toda una innovación), pero prefirió pasar por alto ese conflicto inherente a un equipo compuesto de gente que tira en multiples y distintas direcciones. “Los Ultimates” de Millar funcionan porque se centra en esas dinámicas internas y consigue que, a pesar de sus graves defectos, todos acaben actuando como héroes.
Después de todo, parece que la mayoría de ellos deseen ser héroes, incluso por razones equivocadas. El elenco reunido por Millar es en su mayoría egoísta y arrogante, con variables grados de sinceridad. Incluso a Steve Rogers, la conciencia moral del equipo, le acusa de arrogancia su ex prometida, Gail Richards, criticando como egoísta la decision de aquél de presentarse voluntario al proyecto del supersoldado: "Le dije que nos destruirían en el momento en que comenzaran a inyectarle sustancias químicas en el cuerpo. Pero quería parecer una estrella de cine. Oh, no, ser una persona común nunca fue suficiente para él".
Los genios científicos del equipo, Hank Pym y Bruce Banner, aspiran a ser héroes no para contribuir a un bien mayor, sino como medio de reivindicación personal, una forma de demostrar a todos los que alguna vez los ridiculizaron que son mejores que cualquiera de ellos. “Dios, ¿te puedes creer que vamos a ser superheroes de verdad?”, le pregunta Hank a su esposa. “Tú y yo: los dos mayores empollones de ciencias, luchando por la verdad, la justicia y el modo de vida americano. ¿No te compensa por todos esos años en que nunca te escogían para los equipos deportivos en el instituto?”.
En un raro momento de introspección, al reflexionar sobre cómo se convirtió en el sanguinario Hulk, Bruce Banner admite que deseaba ser algo más. “Yo quería ser el Capitán América, tío. ¿No has leído mi expediente? El flacucho de Steve Rogers se alista en el programa supersoldado y de pronto se transforma en la leyenda viviente de la Segunda guerra Mundial. Eso es lo que yo quería. Sólo quería caerle bien a la gente, ¿sabes? Por eso pasé tantas horas trabajando en el laboratorio”. En resumen, para Banner no se trataba de hacer del mundo un lugar mejor sino reparar su autoestima.
De hecho, Banner y Pym demuestran ser bastante hábiles en el arte de la autojustificación, intentando disfrazar sus acciones egoístas bajo un barníz heroico. Banner toma el suero de Hulk porque su novia lo rechazó, pero afirma que lo hizo para ayudar a unir al equipo. Hank Pym traiciona a sus excompañeros colaborando con las fuerzas invasoras extranjeras, pero cuando se encuentra perdido, asegura que estaba minando al enemigo desde el interior. Nadie cree las mentiras de ambos, pero Banner, al menos, en lugar de proyectar su culpa sobre Betty, acepta su responsabilidad y el castigo que le imponen.
Incluso los dos miembros aparentemente más altruistas del equipo, Iron Man y Thor, cuando se profundiza más en ellos, resultan tener una vena egoísta. Ambos son quizá los personajes que más evolucionan a lo largo de la serie, aunque, en el caso de Thor, ello responde simplemente a que acabamos sabiendo más de él. Lo que realmente da inicio a los Ultimates es la decisión de Tony Stark de unirse al proyecto. Cuando Furia le pregunta a qué obedece su cambio de opinion respecto a su rechazo inicial, éste alega altruismo: "Porque he llegado a un punto de mi vida en que me he preguntado cómo podrían ser las cosas si todos los multimillonarios y los agentes del gobierno intentaran salvar el mundo en lugar de desangrarlo”. Más adelante, nos enteramos de que tiene un tumor cerebral inoperable y que está tratando de dejar un legado por el que le reconozca la posteridad.
Se ha señalado con frecuencia a Thor como el más heroico del equipo, pero esa afirmación debe ser muy matizada. Puede defender el pacifismo, el antibelicismo y otras filosofías morales atractivas para mucha gente, pero también es un individuo arrogante y lastrado por los prejuicios. Cuando Hulk ataca Manhattan matando a cientos de personas, Thor se queda al margen hasta que se cumplen sus exigencias. Sí, quiere que el gobierno estadounidense aumente el presupuesto de ayuda internacional, pero está utilizando como rehén a gente inocente, muchos de los cuales mueren. El equipo se ve finalmente obligado a controlarlo cuando interfiere con los oficiales de policía italianos que dispersan una protesta pacífica, una actuación que, por otra parte y aunque a mayor escala, no es tan distinta a la intromisión de los propios Ultimates en Oriente Medio. Thor esta convencido de que su postura ideológica es la correcta y usa la fuerza contra lo que considera un estado opresivo; el Capitán América hace lo mismo y, sin embargo, Thor lo critica por ello.
Por todo esto y otras cosas que comentaré a continuación, “Los Ultimates” es no poca medida una deconstrucción de los comics de grupos superheroicos. Millar dedica bastante tiempo a meditar sobre lo poco que hacen en realidad. En un momento de la trama que no habría funcionado hace cincuenta años, Nick Furia recibe críticas por el presupuesto gubernamental asignado al equipo y muchos afirman que todo ese montaje no es más que un desperdicio de dinero. “¿Puedes de verdad justificar una sede de cincuenta mil millones de dólares en la costa de Manhattan cuando solo ha habido un ataque importante de un supervillano en la historia de Estados Unidos?”, pregunta Larry King.
David Letterman lanza un ataque mucho más crítico respecto a la utilidad del equipo. “¿Redadas de drogas? ¿Situaciones de rehenes? ¿Incendios en edificios? Eso es justo lo que los equipos de emergencia han estado haciendo durante años, Sra. Pym. ¿Los Ultimates realmente valen esos ochenta y siete mil millones de dólares adicionales que Nick Furia acaba de obtener del Congreso?” El propio Furia llega a admitir en un momento dado que su equipo es el “departamento con menos trabajo y más fondos de la historia de Estados Unidos”, y eso después de frustrar una invasión alienígena.
Tampoco ayuda que los miembros del equipo pasen la mayor parte del tiempo peleándose entre sí. El grupo pasa menos tiempo combatiendo verdaderas amenazas planetarias (solo en el climax de cada uno de los volúmenes) que atizándose unos a otros. Por pura casualidad, Furia consigue presentar públicamente la batalla contra Hulk como un verdadero ejemplo de heroísmo, “olvidándose” de mencionar que Bruce Banner era empleado de S.H.I.E.L.D y no precisamente el más estable psicológicamente. “Mentimos, Nick”, comenta Rogers cuando se da a conocer la noticia en los medios. “Les dijimos que éramos héroes cuando lo único que hacíamos era limpiar nuestro propio desastre”. A estas alturas, es perdonable que el lector se pregunte si a Mark Millar de verdad le gustan los superhéroes.
De hecho, el equipo parece muy poco cualificado para el trabajo superheroico. Cuando le piden a Hank Pym que levante un avión sobre su cabeza para probar el alcance de su fuerza, se queja: "La verdad es que parece que pesan mucho. ¿Y si me hago daño en la espalda?” Antes de marchar a una misión, Tony Stark conversa con Natacha Romanoff revelando cuán inexperto es en realidad el grupo: "Dime, Natacha, tú estás más curtida en esto. ¿Qué posibilidades crees que tenemos de volver y seguir bebiendo tequila?" Cuando ella le pregunta si alguna vez ha hecho algo tan peligroso, Stark responde: “Bueno, una vez crucé el Atlántico en globo para beneficencia, pero casi me da vergüenza compararlo”. Tony sigue delatando su inexperiencia cuando le pregunta a la Viuda sobre la costumbre de Ojo de Halcón de llamar a su casa antes de cada misión. "Un poco morboso, ¿no crees?" La Viuda le da una respuesta franca y tajante que corta por lo sano el cinismo de Tony. “No, porque un día será la última, camarada”. La muerte es una realidad que Stark, simplemente, no considera.
Incluso durante la invasión alienígena, el equipo parece estar más superado de lo que sería deseable. Ojo de Halcón a punto está de morir aplastado por los escombros provocados por los descuidos de sus compañeros: “¡¿Qué estás haciendo ahí arriba, idiota?!”, le grita a Stark. “¡Acabas de eliminar a un equipo de mis hombres!”. Tony explica que ha sido Thor, mientras éste se prepara para iniciar otro ataque más preocupado por Tony que por cualquiera de los anónimos soldados de SHIELD. Todo es mucho más caótico que las ordenadas peleas de los comics tradicionales de superhéroes y, de hecho, Millar insinua que si los Ultimates ganan es porque los agresores ya venían debilitados tras fracasar en otras campañas similares en otros puntos de la galaxia: “¡Nos han expulsado a los límites del brazo espiral occidental!”, admite uno de ellos.
Millar sugiere también y en varias ocasiones que Furia no tiene demasiado interés en su equipo de superhéroes. Sólo los utiliza para manipular a la opinión pública y proporcionarse una fachada legítima que oculte las auténticas actividades de la organización que dirige. “Nadie en S.H.I.E.L.D. tiene un expediente inmaculado”, le dice Hank a Janet, “pero Furia hablaba en serio cuando dijo que quería sacarnos a la luz. Esto de los superheroes va a ser el golpe del siglo en relaciones públicas. Y si Tony Stark está por medio, mejor”. Más claro no se puede decir: los Ultimates, en el fondo, es un ejercicio de relaciones públicas.
Furia, algo incómodo, señala a Betty Ross, responsable de relaciones públicas del proyecto, que la fiesta de presentación de los Ultimates es puro espectáculo. “Esto parece más una fiesta de Hollywood que el lanzamiento de la nueva iniciativa de defensa de SHIELD”; a lo que ella responde: “La diferencia entre Hollywood y nosotros, general, es que yo voy a hacer a los Ultimates realmente famosos”. Después de que Hank haya maltratado gravemente a su esposa, Furia está preocupado sobre todo por el daño que tal agresión pueda suponer para la imagen del equipo. “Esto es una pesadilla. Diseñamos al Hombre Gigante para que tuviera una figurita de acción, por el amor de Dios”. La razón de ser del grupo parece ser vender merchandising y justificar la inmensa financiación que obtiene del Congreso para su organización. Banner así lo da a entender a Hank Pym en un momento dado: “Furia tiene disponible un buen pico de dinero y está desesperado porque se nos ocurra algo genial para vender al público”. Y Janet, en una reunión, se lamenta: “Bueno, ni Thor, ni Suero Supersoldado, ni el menor indicio de un supervillano que atacar, caballeros. Si no fuera porque Stark nos consiguió una campaña de merchandising de dos años, seguro que nos cortarían el grifo”.
Aunque el equipo existe para lucirse en sesiones fotográficas y los actos de caridad, Furia los mantiene al margen de sus operaciones diarias. De hecho, se muestra más cercano con sus agentes de operaciones encubiertas, llegando a ser el padrino del hijo de Ojo de Halcón. La Viuda Negra le dice mientras se prepara una operación contra una base secreta de los alienígenas: “Nick, cariño. Sin ofender a tus fotogénicas estrellas mediáticas, creo que deberíamos dejar las amenazas extraterrestres a los mayores, ¿vale?”. Cuando Furia quiere que se haga algo bien, confía más en profesionales que en famosos.
De hecho, se diría que, como he apuntado, los Ultimates sólo existen para que Furia legitime sus propias ambiciones militares. Al comienzo del segundo volumen, Pym admite: “Creo que nos hemos acostumbrado a hacer que esta aterradora fuerza militar que han montado parezca amigable y maja. Ya sabes, multimillonarios y genios excéntricos que asfaltan el camino a los enormes soldados furiosos que tendrán listos al final del año”. Ese comentario expresa una sana desconfianza hacia la autoridad del gobierno. Millar sugiere que, si existieran superhombres, el Estado querría controlarlos y que eso sería nefasto por multiples razones: no solo porque serían utilizados como herramientas de la política de un gobierno determinado sino porque desataría una carrera de “armamento” en la que otras naciones competirían con Estados Unidos en el desarrollo de “personas de destrucción masiva”, recurriendo si fuera necesario a individuos inestables o fanatizados.
El Capitán América fue creado en respuesta a la tiranía de una nación poderosa que imponía su voluntad a los países vecinos, y Millar, que no es estadounidense sino escocés, se atreve a plantear la situación inversa. Y es que es legítimo preguntarse si las naciones de Oriente Medio que crean su propio supersoldado no lo hacen respondiendo a lo que estiman continuos atropellos de la política exterior estadounidense. “No es justo. No deberían poder echarnos de nuestras casas. ¿Por qué nadie les planta cara?”, pregunta el joven Abdul cuando los Ultimates entran en su país para desmantelar las instalaciones nucleares que mencionaba antes. Es una pregunta que bien podría haber formulado Steve Rogers antes de presentarse voluntario para el suero del supersoldado.
(Finaliza en la próxima entrada)
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