(Viene de la entrada anterior)
Al final del nº 70, se prometía al lector que, para la segunda y última parte del enfrentamiento entre Kang y el Gran Maestro en el cual los Vengadores servían como peones al servicio del primero, se contaría con “los invitados más sorprendentes de todos”. Un mes después, los fans que compraron el nº 71 (diciembre 69), no tendrían más que mirar la portada dibujada por Sal Buscema y Sam Grainger para averiguar la identidad de esas estrellas invitadas: el Capitán América, Namor y la Antorcha Humana… en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando se puso a la venta este número, en octubre de 1969, lo más probable es que la mayoría de los lectores no hubieran leido ni un solo comic de la Edad de Oro de Marvel (o Timely, como se llamaba la editorial en los años 40). Es posible que, en el caso de los fans más dedicados, supieran que el Capitán, la Antorcha Humana original y el Submariner habían vivido en aquella década y combatido contra los Nazis. Pero difícilmente conocían a los Invasores; ni siquiera su propio creador, Roy Thomas, puesto que no los inventaría hasta pasados seis años, así que ver a esos tres personajes en acción durante los años de la guerra supuso toda una novedad.
Pero al final del número anterior también sucedía otra cosa: la abrupta interrupción del torneo entre los Vengadores y el Escuadrón Siniestro debido a la intervención de Dane Whitman, el Caballero Negro, que el Gran Maestro utilizó como argumento a su favor para impedir que los campeones de la Tierra pudieran declararse vencedores de todos los duelos individuales. El episodio terminaba con un consternado pero decidido Whitman jurando seguirlos al futuro para enmendar su error. ¿Cómo un tipo con una espada mágica y un caballo volador iba a conseguir tal cosa?
Thomas, Buscema y Grainger entraban en harina ya en la primera página del nº 72: en el castillo de sus ancestros, el Caballero invoca el espíritu de uno de ellos, sir Percy de Escandia (parentesco revelado en “Marvel Super-Heroes” nº 17, publicado un año antes), que le hace un resumen de la situación ya conocida a quien leyera el número anterior: cómo Kang, gobernante del futuro lejano, aceptó jugar una partida contra el Gran Maestro. Si gana, obtendrá el poder sobre la Vida y la Muerte con el que resucitar a su amada Ravonna; si pierde, la Tierra será borrada de la Historia. La partida consistirá en una serie de enfrentamientos entre sus campeones (los Vengadores) y los que elija su oponente.
Contemplando el brasero místico de su antepasado, el Caballero Negro ve cómo Kang visita la sala donde su amada Ravonna se encuentra en animación suspendida (“sin morir…pero extrañamente sin vivir”). La escena sirve para que el héroe (y los lectores que se unieran a la historia en este punto) comprendiera rápidamente la razón que llevó al déspota del futuro a aceptar el desafío del Gran Maestro.
En el número anterior, el Capitán América, Iron Man y Thor derrotaron a sus oponentes del Escuadrón Siniestro, pero el duelo de Goliath fue, como dije, interrumpido por el Caballero. Ahora, sir Percy le muestra cómo Kang envía a Pantera Negra, Visión y Chaqueta Amarilla al pasado, concretamente al París ocupado por los Nazis de 1941, para enfrentarse a los campeones elegidos por el Gran Maestro: el trio fundador del grupo que en el futuro será conocido como los Invasores, los cuales creen que los recién llegados son los responsables de haberles teleportado a esa ciudad.
Al leer el grito de batalla de los Invasores pronunciado por la Antorcha, “¡¡Muy bien, Eje…Allá Vamos!!”, bien podría pensarse que este trio de heroes habían sido una presencia habitual en los tebeos Marvel de los 40. Pero, en realidad, esa frase nunca había aparecido en ningún comic hasta este momento –de hecho, Roy Thomas lo copió del título del artículo de un fanzine de 1961 escrito por Don Thompson, que, a su vez, lo tomó de un anuncio de un comic de Timely de los años 40-. Naturalmente, una vez los Invasores obtuvieron su propia colección a mediados de los 70, Thomas utilizaría la frase como grito de llamada equivalente al que Stan Lee ya había acuñado en los Vengadores, “Vengadores, Reuníos”, en el nº 10 (noviembre 64).
Thomas quería también que estos “proto Invasores” fueran versiones claramente diferentes de las que los lectores de los años 60 ya conocían. Así, hizo que Buscema dibujara al Capitán portando el escudo triangular que sólo se había visto una vez, en el primer número de “Captain America Comics” (marzo 41); y a Namor vistiendo los sencillos calzones negros con los que se había dado a conocer en los 40 en lugar de los fabricados con escamas, más familiares para los fans de entonces. Estas dos decisiones creativas acabarían por causarle algunos problemas a Thomas ocho años en futuro, como veremos luego.
Por el momento, regresemos al Castillo Garrett, donde las visiones de Whitman llegan a su término. En el número anterior, Goliath se había llevado consigo al futuro la Espada de Ébano del Caballero, y ahora éste utiliza su conexión mística con el arma para seguirla hasta donde se encuentra, la recupera y, con la ayuda de la Avispa –que, por alguna razón, no ha sido incluida en el juego, una decisión machista que hoy chirría más que entonces- despierta del estasis en el que se hallan sumidos al Capitán América, Goliath, Thor e Iron Man. Por cierto que, mientras neutraliza a los centinelas, Thomas aprovecha para dejar caer en los diálogos del Caballero algunos nombres que hoy resultarán familiares a los aficionados, como el Príncipe Valiente, John Carter… y Conan. De adaptar al comic las aventuras pulp de este último se encargaría Roy Thomas un año en el futuro, una iniciativa por la que luchó duramente y por la que obtendría un gran prestigio para sí mismo y mucho dinero para la editorial. Nótese también que el Caballero sólo golpea a sus adversarios con la superficie plana de su espada… los heroes no descuartizaban a sus enemigos en aquella época.
Mientras tanto, en París, empieza la batalla, enfrentando a Pantera Negra contra el Capitán, Chaqueta Amarilla contra Namor y la Visión contra la Antorcha. Al aficionado moderno y conocedor del Universo Marvel, le resultará chocante ver juntos a la Visión y la Antorcha Humana original, ya que entonces nadie podía imaginar que, tal y como contaría Steve Englehart en “Vengadores” nº 135 (mayo 75) el cuerpo androide del segundo sería reciclado como base para fabricar el del primero. Esa teoría era muy interesante y funcionó bien durante años hasta que John Byrne resucitó a la Antorcha original en “Vengadores Costa Oeste” nº 50 (noviembre 89) llevado por su deseo de utilizar a este personaje en el Universo Marvel contemporáneo. Esta incoherencia sólo la resolvería Kurt Busiek en “Avengers Forever” nº 8 (julio 1999) a base de dividir en dos la continuidad preexistente. Pero eso es otra historia y, además, muy complicada.
Retomando el episodio que nos ocupa, las tornas parecen volverse en contra de los Vengadores pero lo que parece una retirada de éstos resulta ser una trampa que ha conseguido colocar a sus tres adversarios en posición para que Visión, en su estado semiintangible, los atraviese por sorpresa a todos y les deje inconscientes. Así que los Vengadores han ganado y sin matar o dañar seriamente a nadie. Ahora bien, Thomas hace aquí lo mismo que había hecho con el Escuadrón Siniestro en el número anterior: elimina sin explicaciones de la historia a los Invasores inmediatamente después de su derrota y ni siquiera se les vuelve a mencionar después de la página 14. Sin embargo y aunque hubo que esperar ocho años para saberlo, sí que hubo algo más de interacción entre ambos supergrupos en aquel día de 1941.
En 1977, la colección de “Los Invasores” llevaba un par de años publicándose y el escritor y editor Roy Thomas quería hacer algo especial con ocasión de su primer Anual. Eligió un formato muy clásico de la Edad Oro en los títulos de supergrupos, con el equipo al completo apareciendo sólo en los segmentos de apertura y cierre mientras que en los centrales sólo mostraban a los miembros en solitario (estructura, por ejemplo, habitual en dos colecciones muy queridas por Thomas en su infancia: “All-Star Comics” de DC –con las aventuras de la Sociedad de la Justicia de América- y “All Winners Comics” de Timely –con el All Winners Squad-). Y así lo hizo en aquel Anual dibujado por Frank Robbins y Frank Springer en su prólogo y epílogo y por otros artistas en los episodios centrales, veteranos que habían dibujado a los personajes en las décadas anteriores. Y para hacerlo todavía más especial, Thomas decidió que el capítulo de cierre incorporaría la secuencia de “Vengadores” nº 71 en la que el Capitán, Submariner y la Antorcha luchaban contra aquél equipo, solo que en esta ocasión el incidente se narraba desde el punto de vista opuesto.
Pero para lograrlo, Thomas tuvo que superar algunas incoherencias. Cuando creó los Invasores, estableció como su fecha de reunión la entrada oficial de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, esto es, diciembre de 1941. Para entonces, el Capitán América ya venía usando su conocido escudo redondo. La colección de “Los Invasores” también mostraba a Namor vistiendo su escamoso bañador, aun cuando durante la Edad de Oro, ya lo dijimos, había sido negro. Así que, para que ese Anual nº 1 encajara correctamente con lo que se había visto en “Vengadores” nº 71, Thomas tuvo que improvisar razones argumentales para que el Capi sustituyera temporalmente su escudo redondo por el triangular, así como para que Namor cambiara su bañador. El marco temporal del enfrentamiento Vengadores-Invasores también se adelantó a 1942, y la mención al año 1941 se achacó a un error de T'Challa, que dedujo erróneamente la fecha al ver el escudo original del Capi. Todo esto obligó a retorcer la historia de una forma un tanto artificial, pero, en general, este ejercicio de retrocontinuidad aguantó lo suficientemente bien aun cuando dejaba ver sus costuras.
¿Y qué es lo que pasó entonces en ese Anual con la versión expandida del primer enfrentamiento Invasores-Vengadores?
Parece bastante evidente que, llegado el momento de recrear esta escena en 1977, Roy Thomas no pudo soportar que los Vengadores derrotaran a los Invasores de una forma tan contundente como él mismo había narrado en 1969. ¿Quién puede culparle? Después de todo, los Invasores eran su creación, algo que no podía decir de los Vengadores. Y, además, era su Anual. Así que, en lugar de quedar fuera de combate por el truco de la Visión, el trio de heroes de los 40 sólo queda ahora ligeramente atontado. Respondiendo a una pregunta del Capitán, Hank Pym da una rápida explicación acerca de cómo él y sus compañeros provienen del futuro y se hallan enrolados en “una partida de ajedrez cósmico”. Antes de que las cosas puedan desarrollarse mucho más, los Vengadores se desvanecen y Kang los devuelve al siglo XLI. Los Invasores, todavía confundidos, son atacados por las mismas tropas nazis que se enfrentaron a los Vengadores antes de que ellos se materializaran en París por obra y gracia del Gran Maestro. Éste devuelve a los Invasores de vuelta a su lugar y época apropiados para que sigan con sus tareas, lo que, por supuesto, incluye recuperar el escudo nuevo del Capi y el bañador escamoso que tanto gusta a Namor.
Los lectores más avispados habrán detectado otra incoherencia más. ¿Cómo es posible que el Capitán América y Namor de los 60 no recordaran nada de esa historia de los 40? Bueno, la explicación reside en la siempre socorrida amnesia. El Capitán experimentó una pérdida de memoria producto de los años pasados en animación suspendida antes de ser hallado por los Vengadores en el nº 4. En cuanto a Namor, fue un vagabundo amnésico durante años –o décadas- hasta ser descubierto por la Antorcha Humana de los Cuatro Fantásticos en el nº 4 (febrero 62) de esa colección.
En este punto, volvamos al nº 71 de los Vengadores para asistir al final del drama.
El Gran Maestro le concede a Kang la victoria en esta ronda y trae a los Vengadores de regreso. Pero como la interferencia del Caballero Negro impidió que ganaran también el primer asalto, el Gran Maestro sólo está dispuesto a conceder a su oponente el poder sobre la Vida o sobre la Muerte, pero no ambos. Kang está a punto de elegir el primero y, con él, la posibilidad de revivir a Ravonna, cuando el Caballero Negro y los Vengadores que ha liberado irrumpen para reunirse con sus compañeros recién regresados de la Segunda Guerra Mundial. Dicen que no atacarán a Kang porque acaba de salvar a la Tierra del Gran Maestro, pero exigen ser devueltos a su propio tiempo.
Kang odia la idea de dejar marchar a sus enemigos. Suplica al Gran Maestro que le otorgue ambos poderes para así poder matar a los Vengadores y salvar a su amada, pero aquél se muestra inflexible y le obliga a elegir. Impulsado por el odio y convencido de que su propio genio acabará encontrando la forma de resucitar a Ravonna, Kang elige el poder de la muerte y lo aplica contra los Vengadores. Una decisión estúpida porque sin duda hubiera tenido más sentido recuperar primero a Ravonna y luego utilizar su considerable poder para aplastar a los Vengadores quienes, después de todo, están atrapados en el siglo XLI. Uno de los defectos fatales de su carácter es la incapacidad de dejar pasar su venganza o, por decirlo de otra manera, que le motiva más el odio que el amor.
Mientras les drena lentamente la vida, el Caballero Negro lo noquea con su espada. ¡A él no le afectó el recién adquirido poder de Kang porque no era Vengador! El Gran Maestro envía a los héroes de vuelta a su propia época, donde votan oficialmente la admisión del Caballero a sus filas. Dane acepta, pero les avisa de que no podría participar habitualmente en las misiones, quedando de guardia en Inglaterra. El Caballero será el último miembro admitido en el grupo hasta la entrada en el mismo de la Viuda Negra en el nº 111 (mayo 73).
Como ya comenté en la entrada anterior, Stan Lee, utilizando la columna que escribía para los comics de la editorial, “Stan´s Soapbox”, había anunciado en los números con fecha octubre de 1969 (puestos a la venta, en realidad, en julio), que se iban a abandonar las narrativas extendidas a lo largo de varios episodios para concentrarse en aventuras autoconclusivas de un solo número. Pues bien, en los títulos aparecidos en diciembre de 1969 (distribuidos en octubre), Lee se vio en la necesidad de responder a las misivas que Marvel había recibido respecto a aquel anuncio. Trataba de explicar que lo que se quería eliminar no eran las subtramas sino las historias extendidas dos o más números.
Lo llamativo es que el editor se sintiera obligado a responder, ya que esto implicaba que la mayoría, si no todos, los fans habían reaccionado de forma negativa al cambio de estrategia. Y eso aun cuando, como vemos en este cierre de saga de Los Vengadores, la mayoría de los títulos Marvel todavía no habían hecho la transición a la nueva fórmula. A Lee le costaría todavía un año reconocer su equivocación. En los comics fechados en enero de 1971, anunció que la política de “historias de un solo número” quedaba rescindida. Pero lo cierto es que hacía ya algún tiempo que los guionistas habían ido regresando por su cuenta a la antigua fórmula mágica de la compañía.
Por el momento, sin embargo, la entrada de “Los Vengadores” en la nueva década, sería a base de historias autoconclusivas
(Continúa en la siguiente entrada)
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