En 2019 se produjo cierto alboroto por parte de los fans de DC comics a cuenta del siguiente proyecto reinicio de su Universo. Habría sido el cuarto en la etapa de Dan Didio como editor en jefe de la compañía tras Crisis Infinita, Flashpoint/Nuevos 52 y Renacimiento. Pero, al final, los diferentes planes para el enésimo megaevento remodelador del Universo DC se quedaron en nada. La idea nuclear hubiera sido convertir a Wonder Woman en la primera superheroína oficial de su tiempo, inspirando a los hombres y mujeres de la Edad de Oro a seguir su camino. Superman y Batman habrían salido a la luz bastante después, durante la presidencia de Kennedy.
Al final, Warner Brothers fue objeto de una profunda
reestructuración con motivo de su compra por AT&T y Didio, junto a otros
altos ejecutivos, fue despedido. Ello conllevó la cancelación de los
mencionados planes para el Universo DC, reciclándose las ideas manejadas allí
en otros proyectos, como “Estado Futuro” o “Superman & The Authority”.
“Superman: La Era Espacial”, que apareció originalmente como una miniserie de tres volúmenes, está ambientada en una de las infinitas tierras paralelas del multiverso DC. Clark Kent es un joven vecino de Smallville que trabaja en la granja familiar. El asesinato del presidente Kennedy pone a los Estados Unidos en alerta militar ante la posibilidad de que los rusos aprovechen el momento de crisis y desconcierto para lanzar un ataque nuclear. Clark, afectado, desoye los consejos de su padre y decide que debe hacer algo y su iniciativa se resuelve de forma fallida (es Hal Jordan, un piloto de las Fuerzas Aéreas, quien salva el día derribándole antes de que entre en territorio ruso) pero que le lleva a descubrir los restos de su mundo natal, Krypton, en el Ártico.
Mientras tanto, el millonario Bruce Wayne planea empezar
sus actividades como Batman tras el intento fallido de venderle tecnología
militar al Pentágono. Lex Luthor, que le ha vencido en el concurso, tiene sus
propios y maquiavélicos planes para pasar de ser líder empresarial a amo de un
mundo postapocalíptico. De hecho, aunque este comic lleva el nombre de Superman
en el título, se puede decir que su protagonismo es compartido con Batman e
incluso Luthor. A lo largo de las décadas, vamos siguiendo la evolución de esos
tres personajes mientras, de fondo, Clark Kent recibe el aviso de Paria de que
ese universo en el que vive va a ser destruido inevitablemente por el
Anti-Monitor al cabo de unos años. Esa es también la razón por la que Brainiac
le hace una oferta a Superman: salvarle sólo a él como parte de una fuerza de
choque excepcional que está reclutando por todo el multiverso y con la que
espera hacer frente al Anti-Monitor.
Uno de los aspectos más extraños de esta miniserie es lo
dispersa que es su narración. Con esto no quiero decir que esté mal escrita,
todo lo contrario. Es más bien que tiene una estructura algo confusa. Comienza
en 1985, cuando los acontecimientos de “Crisis en Tierras Infinitas” están a
punto de destruir la Tierra del Superman que se nos muestra. Se encamina
resignado a la Fortaleza de la Soledad para reunirse con su esposa Lois y su
hijo Jon y afrontar juntos el inminente final. Después llega un largo flashback
–que ocupa prácticamente todo el comic y dentro del cual, además, hay otros
flashbacks, como las experiencias en la guerra de los padres de Clark y Lois- desarrollado
con varias elipsis, en el que vamos viendo diferentes facetas de la vida de
Superman/Clark: la relación con sus padres en Smallville y con Lois en
Metrópolis, la llegada de Brainiac, los planes de Luthor, la aparición de
Batman y sus dilemas de cómo y contra quien actuar… hay incluso una versión
bastante trágica del Joker y otra un tanto desconcertante de la Liga de la
Justicia. Pero no se puede decir que todas estas piezas encajen finamente unas
con otras. Todo el conjunto parece más bien una historia condensada de esta
realidad alternativa. Hay, por ejemplo, toda una subtrama sobre la fundación de
la Liga de la Justicia que, en último término, no desempeña ningún papel
relevante.
Esa es la razón por la que “La Era Espacial” tiene
dificultades para funcionar narrativamente. Pasados unos meses de su lectora,
es fácil que su historia quede borrosa en la memoria. El normalmente eficaz
Mark Russell parece aquí bastante disperso. Esto se debe en parte a que el
propósito inicial de esta historia había sido el de recontar los
acontecimientos del nuevo Universo DC una vez se realizara el mencionado reboot
que nunca llegó a cuajar. Se ha dicho que Didio quería utilizar la magnífica
historia de Darwyn Cook, “La Nueva Frontera”, como base de su reformulación y,
de hecho, en “La Era Espacial” pueden verse trazos de aquella miniserie. Pero,
a la postre, lo que tenemos son ideas sueltas recicladas para una nueva cronología
alternativa sin una línea narrativa central firme y clara.
Dicho esto, se trata de una obra muy disfrutable que nos
brinda una versión fascinante de Superman, una buena mezcla de las
sensibilidades de la Edad de Plata y el estilo adulto y reflexivo del comic
moderno. Por ejemplo, se pone un énfasis especial en el trabajo de Kent como
reportero (y uno no particularmente bueno, además, o, en todo caso, muy
inferior a Lois Lane), una faceta que muchas veces se ha solido marginar. Es un
Superman que reflexiona sobre temas trascendentes pero que no es alguien
malhumorado o angustiado. Es un Superman capaz de acometer hazañas épicas,
cósmicas incluso, como las que realizaba en las historias de los años 60, pero
también alguien compasivo que se preocupa por los detalles pequeños como el que
encarnó para el cine Christopher Reeve en 1978. Está claro que Russell
comprende mucho mejor que otros guionistas por qué la gente ama a Superman.
Los regulares encuentros que mantiene Clark con Paria –un
personaje central de “Crisis en Tierras Infinitas”- a lo largo de las décadas
están asimismo muy bien medidos y escritos. Su pesimismo es un perfecto
contrapunto para Superman, campeón de la esperanza: “¡A todos les gusta imaginar que son taaan diferentes…! Que por algún
motivo tienen un billete de lotería que nadie más tiene. Que las muertes y los
desastres a su alrededor…están destinados a otras personas. Que cuando llegue
el fin, lo superarán de algún modo. Pero, tal como ocurre con la mayoría de las
creencias humanas, no creen en ello porque sea cierto. Creen en ello porque es
halagador”.
Russell también imprime un plano metafórico cuyo mensaje se articula a través de las varias subtramas y la caracterización de algunos personajes. Por ejemplo, el padre de Clark, Jonathan Kent, cuya reticencia a que su hijo desempeñe un rol activo en el escenario mundial tiene todo el sentido porque él es un guerrero herido que no ha sanado de las cicatrices espirituales sufridas en la Segunda Guerra Mundial. Tras el dolor infligido a su alma, decidió retirarse del mundo y dedicar su vida... a la Vida, cultivando comida para alimentar a la gente. Las lecciones de su padre llevan a Clark a convertirse en periodista, una profesión con la que comprender el mundo y a la gente que lo habita antes de juzgarla.
He dicho que “La Era Espacial” es una obra dispersa, pero
ello no significa que no tenga claros los temas que quiere abordar y que,
además, los exprese con belleza. Básicamente, es una historia sobre gente que
trata de hacer el Bien en un mundo en constante cambio en el que aparecen
nuevos desafíos y fuerzas negativas que se oponen a la acción positiva de esos
héroes. Aquí Superman y/o Batman se enfrentan a pequeñas injusticias que
afectan a la gente corriente (el maltrato de un proxeneta a sus prostitutas, la
especulación inmobiliaria) o fenómenos o catástrofes que amenazan la existencia
colectiva de la especie (la caída de un meteorito, el ataque de Brainiac).
Pero no se trata solo de héroes perfectos haciendo lo que
mejor saben y pueden para hacer del mundo y la vida algo mejor, sino que
también disfrutan esa misma vida y se aferran a aquello que hace que todo
merezca la pena, ya sea Clark tratando de ayudar a determinadas personas o a
todas ellas como Superman, Lois desempeñando su papel de periodista con
honestidad y valentía o ambos valorando la felicidad que les aporta su relación
sentimental: “Sea lo que sea lo demás que
ocurra en el mundo, la vida sigue al mismo tiempo. Y eso es bueno. No puedes
preocuparte tanto por salvar el mundo como para olvidarte de vivir en él. Ni
como para olvidar por qué es tan importante salvarlo. Es la gente que amas la
que te proporciona el coraje de enfrentarte al mundo. Y el mundo te da mucha
gente a la que amar”.
Por supuesto, para justificar ese mensaje, es preciso introducir algunos contrastes. Es el caso de Lex Luthor, al que solo le preocupa ser el más listo y el más poderoso, el superviviente último, sin importar lo que le cueste y aunque al final se demuestre lo erróneo de su actitud vital. Pero también enemigos sin cara, con unas empresas Wayne devenidas monstruos fagocitadores de la economía y las personas y contra la que el propio Batman deberá luchar manteniendo sus principios personales intactos hasta el final.
Uno de los problemas más evidentes de “La Era Espacial” es
el tratamiento de ciertos personajes secundarios. ¿Qué es lo que pretendía
Russell con Flash, Wonder Woman o Green Lantern? Sus intervenciones parecen
incompletas y por eso la muerte de uno de ellos no causa el impacto que debería.
Da la impresión de que había más historia aquí para ellos, que esto formaba
parte de un intento más amplio de construcción de universo, pero que esa parte
fue desechada para poder comprimir el comic en solo tres números.
Pero los otros dos personajes centrales, bien a través de las reflexiones de Superman o bien de los pensamientos individuales de aquéllos, sí están muy bien perfilados respetando al mismo tiempo su espíritu tradicional. Lois es una periodista inteligente, incisiva y consciente de su valía, aunque ello no la libra de sentir la condescendencia y envidia que le dispensan algunos colegas. “De todas las personas de mi vida, nadie me ha enseñado más acerca del heroísmo que Lois Lane. Me ha enseñado que ser un héroe no consiste en hacer cosas espectaculares. Que no se trata de ser fuerte, ni inteligente, ni de tener poderes de los que otros carecen. El heroísmo es, sencillamente, elk acto de estar donde más te necesitan”.
Batman es un hombre que yerra el objetivo de su lucha y
que, cuando se da cuenta y rectifica, ha de sacrificarlo todo. “La justicia es una mentira que contamos a
los demás. Una plegaria desatendida, la débil súplica por un tiempo muerto que
jamás les concederemos, por mucho que finjamos estar de su parte. En
realidad…la justicia no existe. Pero a veces existen consecuencias. Si juegas
según sus reglas, jamás vencerás. El único modo de vencerlos es dejarles claro
que tú no estás jugando”.
El texto de Russell dista de ser un mero acompañamiento,
complemento o guía del dibujo, sino que tiene entidad propia a la hora de
explicar lo que deberían ser el heroísmo y la esperanza más allá de palabras
bonitas en un discurso, sino conceptos inspiradores para hacer lo correcto. En
último término, Russell no ve salida al dilema ni tampoco quiere presentar una
resolución falsamente optimista. Su mensaje es que sí, el final nos llega a
todos de una u otra forma: “Esa es la
naturaleza de la vida. Lo único a lo que podemos aspirar es a seguir
sobreviviendo. A llegar con vida a la próxima vez tras la próxima. A la próxima
crisis”. Pero, hasta entonces, merece la pena ser alguien decente que trata
de hacer del mundo algo mejor mientras está en él y valorar los momentos que hacen
de la vida algo especial: “A veces, la
esperanza es la mentira que hacemos realidad. Al final, no todo es como debería
ser. No todo irá bien. Y tampoco pasa nada. Lois me preguntó en una ocasión qué
significa ser un héroe. Y no estoy seguro de haber tenido jamás alguna
respuesta válida. Pero la mejor que se me ocurrió es que un héroe es alguien
que nunca piensa en lo mucho que él significa para el mundo, sino alguien que
se da cuenta de lo mucho que significa el mundo para él”.
Más que una historia con trama, por tanto, “La Era Espacial”
es una con mensaje sobre el auténtico heroísmo, no sólo el representado por los
héroes de papel. Y ello lo articula Russell desde el mismo comienzo del comic
con las reflexiones de Superman justo antes del fin del Universo: “Hay algo que mi padre Jor-El me dijo una
vez. Que es mejor vivir con propósito y morir por accidente, que vivir por
accidente y morir sin propósito. No tiene sentido, decía, perder el tiempo
anhelando dinero, fama o aprobación. Vivir una vida que no estaba destinada a ti.
Porque cuando el fin llega de una vez por todas, todo eso, todo lo que habías
considerado logros, se te arrebata. Y lo único que te queda es quien fuiste. La
existencia siempre había sido muy frágil. Cada minuto, un milagro. ¿Cómo era
posible que no despertásemos cada mañana temblando de asombro, maravillados por
el mero hecho de estar aquí? (…) Pese a que el fin nos llega a todos es posible
por un instante asomar la cabeza por encima del agua como un hombre perdido en
el mar, aunque solo sea para gritar “Yo estuve allí” Y hacer eso antes de
sumirse para siempre en la oscuridad, es un acto de heroísmo”.
Mike Allred es el dibujante ideal para una historia como “La
Era Espacial”, pero reconozco que es un gusto adquirido y que su estilo se
adapta mejor a comics, digamos, peculiares, como “X-Statix”. Sus figuras
carecen de la energía, el dinamismo y el poder que uno podría esperar ver en un
comic de superhéroes, pero ofrece a cambio una línea elegante, un diseño
impecable de personajes, una evocadora recreación de la época y un sólido
manejo de la expresividad. Además, su estilo es aquí sutilmente diferente
respecto a otros trabajos, alejándose de la influencia de Kirby para
impregnarse de la de Carmine Infantino o Gil Kane, más apropiada para una
recreación del Universo DC de la Edad de Plata. Apoyado por la excelente labor
de su esposa Laura en el coloreado, Allred consigue capturar la atención del
lector con cada viñeta, ofreciendo además momentos memorables por su intensidad
emocional.
Con los defectos apuntados, “Superman: la Era Espacial” es un comic que le hace mirar al aficionado de forma diferente lugares, situaciones y personajes con los que ya creía estar más que familiarizado. Y eso no es un mérito menor. Aunque se presentó como una precuela de la saga de “Crisis en Tierras Infinitas”, su historia es mucho más que eso; más, incluso, que otra historia alternativa del origen de Superman. Utilizando la cronología histórica de nuestro propio mundo y acontecimientos reales de la historia de EEUU (el magnicidio de Kennedy, la Guerra de Vietnam, el escándalo Watergate, la lucha por los derechos civiles…), Russell y Allred ofrecen una de las versiones más interesantes de Superman en los últimos años: alguien que alcanza la sabiduría gracias a los consejos de sus dos padres, Jonathan Kent y Jor-El, a su experiencia en el mundo y su admiración y respeto por quienes le rodean; que sabe mostrarse resignadamente realista sin caer en la desesperanza o el cinismo. Un comic, en fin, extraño, fascinante, emotivo y muy bien escrito y dibujado.
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