“Círculo Cerrado” comienza una noche lluviosa, cuando un hombre de grotesca silueta se detiene en la calle, frente al edificio Baxter, una viñeta inspirada en la que abrió el nº 51 (junio 66) de “Los Cuatro Fantásticos”, titulado “Este Hombre, Este Monstruo” y en el que la Cosa era misteriosamente atraída hacia la residencia de un desconocido. Es un arranque que ya nos indica el tipo de historia que Alex Ross desea contar: una de sabor clásico que se inspire en el trabajo que Stan Lee y Jack Kirby realizaron durante los 60 en esa colección y que constituya tanto un homenaje como una ampliación de esos comics hoy ya clásicos. Cuatro intrépidos aventureros arrostrando lo desconocido, una familia forjada en el fuego de los misterios del universo…. Así es como se construyeron esos personajes y, alrededor de ellos, el Universo Marvel. Ross se sirve de esa familiaridad del aficionado para guiarle al meollo de su propia aventura.
Cuando esa figura enigmática entra en el Edificio Baxter interrumpiendo la cena tardía de Ben Grimm, éste se da cuenta de que conoce al intruso, habiéndolo encontrado en el mencionado nº 51, cuando mimetizó su aspecto y poderes para infiltrarse en los Cuatro Fantásticos y destruirlos desde dentro como reacción al sentimiento de humillación que le provocaban los éxitos como inventor de Reed Richards. Pero esta criatura, una vez examinada, resulta provenir de la Zona Negativa, esa terrorífica dimensión-espejo de la nuestra (otra creación de Lee y Kirby). Tras neutralizar un enjambre pesadillesco que surge de la boca del cuerpo inerte del desconocido, el cuarteto hace lo que mejor sabe y se zambulle en la Zona Negativa tratando de averiguar el origen de la amenaza, un universo compuesto enteramente de antimateria y bullente de terribles peligros.
Lo más probable es que quien compre este comic ya conozca a los Cuatro Fantásticos, pero si su única razón para leerlo es Alex Ross, éste incluye en las sobrecubiertas un rápido resumen de dos páginas sobre el origen del grupo, la única parte pintada del comic. Es un apunte rápido y superficial que no explica nada sobre quiénes son realmente Reed Richards, Susan Richards, Johnny Storm o Ben Grimm. De hecho, “Círculo Cerrado”, más allá de ese resumen introductorio, no parece un comic de Alex Ross porque, inmediatamente, deja a un lado sus habituales pinturas y acomete la tarea gráfica con los clásicos lápiz y tinta.
Para ser alguien que ha logrado un inmenso reconocimiento gracias a su estilo realista, prácticamente fotográfico, en obras de ventas millonarias como “Marvels” o “Kingdom Come”, Ross demuestra aquí ser capaz de trabajar de una forma mucho más tradicional, siguiendo los pasos de Kirby pero también incorporando las influencias de otros artistas que pasaron por las páginas de la colección de “Los Cuatro Fantásticos” como Rich Buckler, John Buscema y Joe Sinnott; y otros que no se acercaron por la misma, pero cuyo espíritu también invoca Ross, como Stan Drake, Alex Raymond, Jim Steranko o Neal Adams. El guión y el dibujo de “Círculo Cerrado” están tan firmemente enraizados en el segundo centenar de números como en el primero. Tanto, que a veces más parece un Anual o un Giant-Size de los 70 que un comic de 2022.
Aunque la atención que Ross ha prestado aquí al trabajo de entintado pueda parecer un cambio menor respecto a lo que ha sido su carrera en las últimas tres décadas, los resultados son radicalmente diferentes. Previamente, su producción había tendido hacia el extremo más comercial del espectro, utilizando técnicas que daban una sensación de verosimilitud a unos superhéroes inmersos en un proceso editorial de “oscurecimiento” y en una época en la que las películas de superhéroes de acción real no ofrecían la experiencia “realista” que hoy conocemos.
A medida que el siglo XX llegaba a su fin, Ross ofreció a los inseguros editores de Marvel y DC la oportunidad de ver a sus personajes representados con una verosimilitud inédita, iluminados y pintados a partir de sesiones fotográficas con modelos de carne y hueso. Yendo aún más allá en su oposición a la estética “grim and gritty” de los comics de la época, adoptó una estética reminiscente de los seriales de los años 30 y 40 o las películas y series televisivas de los 70 (Superman, Spiderman, Wonder Woman). Sus superhéroes vestían uniformes con un tono carnavalero, sin adornos superfluos, armaduras aparatosas ni detalles militaristas, asemejándose a luchadores mexicanos o héroes japoneses como Ultraman o los Super Sentai.
Este estilo retro se conserva en “Círculo Cerrado”, empezando por el diseño de personajes. Los Cuatro Fantásticos tienen un aire inspirado en el aspecto de estrellas del cine de los 60: Reed Richards parece un galán duro al estilo de Burt Lancaster; Sue Richards es una mezcla de Ursula Andress, Tippi Hedren y Claudia Cardinale; Johnny Storm recupera el glamour de los ídolos adolescentes de aquella década como Jeffrey Hunter o Ricky Nelson; y Ben Grimm es una versión abstracta de la clásica creada por Jack Kirby. Pero la ejecución general también nos habla de un cambio tonal en otros aspectos del estilo de Ross. En lugar de los estáticos y contenidos planos medios que tanto había utilizado anteriormente, en esta obra se zambulle en la hipérbole gráfica.
Es difícil imaginar a un Alex Ross maximalista, pero eso es precisamente lo que hace aquí, saturando cada página de detalles y color para mantener el ojo del lector en continuo movimiento, sobrecargando su vista con angulaciones pronunciadas y composiciones tan abarrotadas de formas y figuras que le obligan a detenerse para descifrar lo que están mostrando.
En varias ocasiones, Ross recurre a viñetas diagonales en lugar de los habituales cuadriláteros con el fin de transmitir una sensación de impulso, de velocidad, de salto a lo desconocido. No hay muchas peleas en el comic (por una vez, Los Cuatro Fantásticos parecen más exploradores que luchadores contra el crimen) pero Ross también las resuelve bien, distribuyendo las viñetas por ambas páginas para maximizar el espacio disponible y crear efectos que contribuyan al espectáculo, como cuando muestra a Johnny dejando un rastro de llamas a lo largo de dos planchas contiguas haciendo que el estilo de lucha de la Antorcha luzca especialmente impresionante.
El formato de lujo le brinda a Ross una ventaja adicional que, probablemente, Kirby hubiera aprovechado de haber estado a su alcance en los 60: prescindir de los márgenes para ocupar la superficie completa de la página. Cualquiera que haya visto en revistas especializadas reproducciones de los originales de Kirby, habrá notado que había partes de los mismos que quedaron mutiladas en su traslación al formato de comic-book, ya fuera por los límites impuestos por las viñetas, la pobreza de las técnicas de reproducción o la pereza de los colaboradores: figuras de fondo detalladamente dibujadas que acababan oscurecidas por manchas de tinta mal aplicadas; o tecnología y alienígenas considerados demasiado complicados por entintadores mediocres como Vince Colletta que, para llegar a las fechas de entrega y/o no esforzarse demasiado, los simplificaban ofensivamente diluyendo la personalidad que Kirby les había imbuido.
En “Círculo Cerrado”, protegido por un prestigio que le permite obtener del editor lo que crea conveniente y utilizando técnicas y formatos hoy razonablemente accesibles, Ross vindica aquella aspiración nunca satisfecha de Kirby, creando páginas explosivas que cubren de tinta y color cada milímetro cuadrado, prescindiendo de los márgenes y la separación entre viñetas, por lo que éstas prácticamente se tocan creando una fusión dinámica de imágenes y una sensación envolvente. Esa libertad contribuye, claro, a potenciar muy especialmente la espectacularidad de las numerosas dobles páginas-viñeta. Aquella en la que los Cuatro Fantásticos “caen” hacia la Zona Negativa es puro estilo Kirby en su etapa más psicodélica, collages incluidos; y la que muestra a Annihilus tomando su cena es tan cómica como terrrorífica; el enfrentamiento cara a cara con la principal amenaza es también sorprendente y abrumadora.
Ross le concede una importancia especial al color (que aplica en colaboración con Josh Johnson), utilizando una paleta limitada a cuatro tonos vivos, incluso chillones, para subrayar la rareza de la Zona Negativa y ponerla en contraste con la dimensión "positiva" de la Tierra Marvel a base de degradados bruscos en lugar de mezclas y transiciones cromáticas más naturales. Ross consigue efectos similares a los de un póster de luz negra, aunque la mixtura y alternancia continuas de esos tonos e intensidades variables difuminan a menudo la separación entre fondo y primer plano, resultando a veces difícil concentrarse en las imágenes. Ross utiliza también técnicas digitales con las que recrear el grafismo pop de Kirby sin perder del todo su propio estilo pictórico (como esos maravillosos y característicos “Kirby dots” con los que representaba la energía chisporroteante), añadiendo, además, en lo que se refiere a los pasajes más terroríficos, toques de H.R.Giger o Bernie Wrightson en el diseño de criaturas pesadillescas y estructuras alienígenas.
Es extraño que, aunque resulta un ejercicio de lectura arduo, el dibujo de Ross parezca más enérgico y vivo que nunca. Obligando al lector a penetrar en cada imagen, lo mantiene siempre atento tratando de separar las capas de cada viñeta. Lo cual, también, puede ser frustrante porque el ritmo ágil y ligero de la historia viene contrarrestado por un dibujo que fuerza a leer lenta y cuidadosamente. A menudo, es necesario tomar distancia y contemplar la plancha entera para descubrir qué es lo que está haciendo Reed Richards.
La abrumadora presencia visual de esta historia es lo que hace de ella algo más que un episodio del montón de Los Cuatro Fantásticos. Porque, sinceramente, eso es lo que el argumento ofrece en esta la primera incursión larga de Ross como guionista: una aventura convencional, como tantísimas otras que hemos visto del cuarteto. No aporta nada verdaderamente nuevo, único o memorable ni en la amenaza a batir, ni en la forma de doblegarla ni en el desarrollo de los personajes. Hay pocos guiños a la continuidad moderna: una brevísima aparición de Valerie Richards, otra a la entonces reciente etapa de Jonathan Hickman (sólo para que Ross demuestre que está al corriente de las cosas que hacen los críos actuales)… Pero no nos dice nada sobre los personajes que cientos de números no nos hayan dicho ya ni se atreve a explorar territorios interpersonales nuevos. Estos Cuatro Fantásticos son modelos de virtud que afrontan el peligro y el mal sin vacilaciones, titubeos ni temores ocultos. De hecho, ni siquiera se puede decir que tengan demasiados problemas en ir superando los sucesivos desafíos, de los que salen airosos sin esforzarse demasiado ni sufrir traumas o heridas, por lo que todo acaba pareciendo una visita guiada a través de algunos lugares levemente peligrosos para regresar por último al edificio Baxter a tiempo para acostar a los niños.
Si “Kingdom Come” y “Marvels” habían resumido décadas de mitología superheroica y examinado la interacción entre la gente ordinaria y los superhéroes, “Círculo Cerrado” se aleja de cualquier pretensión de profundidad para contentarse con ser una sencilla celebración de la Primera Familia de Marvel. El enfoque temático y argumental de Ross es aquí muy básico: su objetivo es contar una historia convencional de los Cuatro Fantásticos y eso es lo que hace, combinando las habituales dosis de aventura, exploración y dinámica familiar y un ritmo, como he dicho, ágil que no pierde el tiempo en presentaciones previas a la acción.
Existe, creo yo, una aspiración clara a crear una historia de Los Cuatro Fantásticos arquetípica, imperecedera, libre de los límites de cualquier continuidad (a excepción de los ocasionales guiños ya mencionados) para llegar hasta el núcleo esencial de los personajes y el tipo de aventuras con el que establecieron su reputación… En este sentido, se fija en la aproximación que con tanto éxito adoptó su colaborador en “Astro City”, Kurt Busiek, en lo que se refiere a mantenerse fiel a los principios básicos del tipo de historia que intenta contar…y de los personajes que la protagonizan. Ross, obviamente, conoce bien a los protagonistas gracias a haber leído todo lo que hicieron con ellos los autores que le precedieron. Ha analizado lo que funcionó y lo que no para sintetizar su esencia y utilizarla en una historia que no es sino una amalgama de elementos ya aparecidos en los primeros tiempos de la colección.
El aspecto y dinámicas de los personajes, la estructura en tres actos y el tono de la historia remiten directamente a la primera etapa de la colección. Y, como sucedía en muchos de aquellos números fundacionales, el foco emocional está puesto sobre Ben Grimm, la Cosa. Como algunos de los primeros superhéroes de Marvel, el origen de los Cuatro Fantásticos es el de víctimas de su propio experimento científico. Pero, en el caso de este grupo y tal como sugiere la propia Susan en la doble página de origen, la verdadera víctima fue Ben, atrapado para siempre en un cuerpo monstruoso. Sin embargo, con el tiempo, aprendió gradualmente a aceptar esa maldición y encontrar la felicidad. De hecho, si hay alguno, ése es el mensaje principal de la historia: al final y aunque durante mucho tiempo no fue consciente de ello, consiguió que la vida de otra persona fuera más feliz, inspirándolo a conseguir grandes metas no con sus poderes y heroicidades, sino con su personalidad y valores. Eso sí, los diálogos suenan fríos y mecánicos y el texto tiene un punto melodramático que, imitando el estilo de Stan Lee, resulta algo cargante añadido al abrumador dibujo.
De haberse tratado de cualquier otro número de Los Cuatro Fantásticos, como un Anual, un prestigio o un especial de aniversario, hubiera sido muy fácil pasarlo por alto y limitarse a leerlo y disfrutarlo como una celebración de las raíces del Universo Marvel. Y, en realidad, eso es lo que es “Círculo Cerrado”, solo que ejecutado con un grafismo muy llamativo sobre un formato de lujo (concebido en alianza con la editorial Abrams ComicArts). Ross demuestra su talento como artista y su profesionalidad como guionista, ofreciendo todos los elementos y situaciones predecibles en este tipo de historia. Nada menos y, por eso supone hasta cierto punto una decepción, nada más. Con todo, siempre es agradable reencontrarse con un comic de Los Cuatro Fantásticos que recupera el espíritu, la inventiva, la ingenuidad y el sentido de lo maravilloso de sus orígenes.
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