29 feb 2024

1982- SILVER SURFER – Stan Lee y John Byrne

 

A principios de los años 80 del pasado siglo, el papel que jugaba Stan Lee en Marvel en lo que a comics se refiere, era ya mínimo. Sí, seguía figurando en los créditos de todos los títulos de la editorial, pero su tiempo, atención y carisma los invertía en otro lugar, concretamente en Hollywood, relacionándose y entrevistándose con ejecutivos cinematográficos y televisivos en un intento de llevar al medio audiovisual los personajes que él había ayudado a crear. De hecho, su primer gran éxito, la serie televisiva de “Incredible Hulk”, protagonizada por Bill Bixby y Lou Ferrigno y que había comenzado en 1978, llegaba a su temporada final el mismo año que “Silver Surfer” nº 1 (junio 82) aparecía en los quioscos.

 

Desde que abandonara sus responsabilidades como guionista de series regulares a comienzos de los años 70, Lee vivió principalmente de los beneficios de años de inteligente autopromoción que habían convertido su nombre en sinónimo de Marvel, algo parecido a Walt Disney. Su participación en el devenir cotidiano de la editorial fue disminuyendo pero los propietarios de la compañía, sabedores del peso de su nombre, accedieron a colocar la leyenda “Stan Lee Presenta” en la cabecera de todas las colecciones.

 

Aunque se desvinculó de los comic-books, sí escribió durante años –a partir de 1977- la tira diaria para los periódicos de Spiderman, además de ocasionales incursiones en sus viejos personajes, como la novela gráfica de Silver Surfer que realizó con Jack Kirby en 1978. En años posteriores, colaboraría en proyectos especiales, como la miniserie del mismo personaje dibujada por Moebius: “Parábola” (1988). Y es que Lee siempre sintió una especial predilección por el surfista plateado, al que había concedido su propia colección dibujada por el gran John Buscema en 1968 y cuyos cinco primeros números ofrecían nada menos que 52 páginas de contenido, algo que ya idea de las expectativas que Lee había depositado en ella.

 

La serie regular, no obstante, acabó perdiendo rápidamente su originalidad para caer en una monótona reiteración y terminó su andadura en el nº 18 (sept.70). En los años posteriores, existió una especie de acuerdo editorial tácito en virtud del cual nadie podía escribir a Surfer excepto Lee, que siempre mantuvo viva la esperanza de poder lanzar una nueva colección protagonizada por él. Pero ello nunca ocurrió y con el paso del tiempo, la obediencia a ese pacto nunca explicitado fue diluyéndose, permitiendo que otros guionistas introdujeran al personaje en las series que escribían.

 

Entretanto, en 1980, los esfuerzos de Lee en Hollywood parecen estar fructificando. El éxito de “Superman” (1978) hizo que algunas productoras dirigieran sus miradas hacia otros superhéroes y Silver Surfer parecía ser una buena opción: un personaje carismático, visualmente muy llamativo y cuya historia podía contarse de forma bastante autónoma respecto al resto del Universo Marvel. Se inició la preproducción, pero el presupuesto requerido y los problemas para encontrar actores en una época en la que ni la industria ni el público estaban aún preparados para tomarse en serio el género de los superhéroes, acabaron paralizando definitivamente el proyecto.

 

Ahora bien, existía un tratamiento de guion que el propio Lee había preparado para la película, una historia completa y autónoma, accesible para cualquier lector independientemente de su conocimiento del Universo Marvel y que no merecía ser olvidada en el cajón de algún despacho. Dos años después, Marvel encuentra la forma de darle salida: como un número especial de 48 páginas, sin publicidad, titulado “Huida Hacia el Terror” y dibujado por uno de los mejores y más populares artistas de la editorial en ese momento: John Byrne, entonces todavía recién llegado a “Los Cuatro Fantásticos”, colección en la que realizaría una de sus mejores etapas y en la que Silver Surfer, no podía ser de otra manera, aparecería más de una vez.

 

La historia se abre con la tradicional página-viñeta en la que se ve a Silver Surfer melancólico, atormentado y quejoso, reposando entre las ruinas del antiguo refugio de los Inhumanos en el Himalaya. Las siguientes páginas las dedica a recordar cómo su mundo natal, Zenn-La, fue amenazado por Galactus y él se ofreció como heraldo para buscar otros mundos de los que pudiera alimentarse, ganando inmensos poderes y perdiendo el amor de Shalla Bal. Luego rememora su llegada a la Tierra, la forma en que el contacto con los Cuatro Fantásticos y la invidente Alicia le hizo renunciar a su pacto con Galactus, enfrentándose a él y siendo castigado en consecuencia a no abandonar jamás la Tierra.

 

Decide, no obstante, volver a probar la resistencia de la barrera que su antiguo amo dejó instalada alrededor del planeta para evitar su huida, pero sin éxito. Viendo un haz de energía que está afectando a esa barrera, lo sigue hasta su origen y averigua que el responsable es Reed Richards, de los Cuatro Fantásticos, quien cree haber encontrado la forma de liberar a Surfer de su prisión. Ahora bien, sólo tendrá una oportunidad. Surfer la aprovecha y consigue salir al espacio, dirigiéndose a Zenn-La sólo para encontrarse con un escenario muy diferente al que esperaba. Todo está en ruinas y los supervivientes lo reciben como un traidor…

 

Surfer se reencuentra con el padre de Shalla Bal y el anciano, iracundo y tachándole de malvado y loco, le dice que Galactus regresó a Zenn-La para castigarlo por la traición de su heraldo. Habiendo Surfer roto el pacto que tenían, el Devorador de Mundos ya no se siente obligado a respetar a ese planeta en particular. Al menos, le concede tiempo suficiente a la población para evacuar el mundo antes de que su maquinaria drene todos los recursos naturales y la vida. Cuando regresaron, los nativos de Zenn-La no encontraron más que un lugar desolado y prácticamente inhabitable.

 

Aún peor, cuando Surfer pregunta por Shalla Ball, su padre le dice que había sido secuestrada por un ser maléfico cuya descripción aquél reconoce de inmediato: Mefisto. Aun a sabiendas de que volverá a quedar atrapado allí para siempre, no tiene más remedio que regresar a la Tierra para enfrentarse a su viejo enemigo, que en un giro todavía más cruel envía a Shalla Bal de vuelta a Zenn-La. Pero antes de que esto suceda y ambos amantes queden separados eternamente (o todo lo eternamente que las cosas duran en el Universo Marvel), Surfer consigue imbuirla con parte de su poder cósmico, de tal forma que ella se convierte en la fuente de una renovada fecundidad para su planeta. Por segunda vez, Surfer salva a Zenn-La.

 

“Huida Hacia el Terror” tiene todo el sabor de un comic clásico de Stan Lee aun cuando sea Byrne quien se ocupa de realizar el argumento propiamente dicho a partir del mencionado guion cinematográfico de aquél. Lo que queda intacta es la muy personal forma que tenía Stan Lee de entender al héroe cósmico, ya la considere el lector interesante o cansina. Así, en una historia que tiene más de fantasía que de CF, nos reencontramos con el Surfer perseverante, filosófico, noble y ahogado por la melancolía de su amor perdido que habíamos visto ya en su serie de los 60. Al mismo tiempo y por la misma razón, el aficionado veterano no debe esperar encontrar aquí nada novedoso. De hecho, es fácil ver trazas tanto del nº 3 de la colección regular (nov.68) como de la novela gráfica “Día del Juicio Final” que escribiría Lee y dibujaría Buscema seis años después de este comic que ahora nos ocupa. Digamos, utilizando una terminología hoy en uso, que “Huida hacia el Terror” es una historia que no sale de su zona de confort, lo cual no significa en absoluto que sea un mal comic o siquiera mediocre.

 

Es el caso de los flashbacks, por ejemplo, probablemente añadidos por John Byrne, buen conocedor del Universo Marvel. Se repite el origen del personaje narrado en el nº 1 de su colección (agosto 68), sus primeras apariciones en “Los Cuatro Fantásticos” (nº 48-61, marzo 66-abril 67) y la aventura en la que intervinieron el Doctor Muerte y Shalla Bal (nº 155-157, febrero-abril 75). Para los veteranos que conozcan todo este material, semejante recapitulación puede resultar algo tediosa, aunque hay que admitir que está bien inserta en la historia que se cuenta para dar el contexto adecuado.

 

Hay páginas e imágenes en este comic que son verdaderamente memorables: el retroceso de Surfer al golpear la barrera mientras vuela a su máxima velocidad; la majestuosidad y poder cósmicos de Galactus; la reacción del pueblo de Zenn-La a su llegada; la maldad que exuda el reino de Mefisto; la delicada belleza de Shalla Ball… Es un comic irreprochable en el trabajo de figuras, fondos, composición, ritmo…

 

Sí, Byrne está en este punto de su carrera en uno de sus mejores momentos y “Huida Hacia el Terror” da testimonio de ello. Ahora bien, la opinión respecto a la idoneidad de Tom Palmer como entintador está legítimamente dividida. Palmer, uno de los mejores profesionales de la industria, tenía un estilo muy marcado que convirtió en legendarias algunas de sus colaboraciones con, por ejemplo, Gene Colan o John Buscema. Pero también es cierto que tendía a imponerse a los lápices del artista nominal. Además, los estilos de uno y otro no parecen ser aquí los idóneos para combinarse.

 

Byrne había alcanzado por entonces el equilibrio perfecto en su estilo, a mitad de camino entre el naturalismo realista y la fantasía caricaturesca. Pero el minucioso trabajo de Palmer –que aquí recurre extensamente a las tramas mecánicas consiguiendo un despliegue visual que lo aproxima al grabado- decanta muchas escenas hacia el realismo, sofocando parcialmente el peculiar encanto y personalidad de los lápices de Byrne. De hecho, éste declaró en alguna entrevista su propia decepción por el resultado. Siendo un gran admirador de la etapa de “X-Men” que firmaron Neal Adams y Tom Palmer y habiendo sido él mismo quien solicitó a este último para embellecer su trabajo, cuando vio las páginas terminadas, como digo, no quedó satisfecho.

 

Un comic, en fin, que combina el gusto melodramático de Stan Lee con la aproximación narrativa moderna de John Byrne en una historia con una vena poética que, de haber esperado un poco más, probablemente habría sido publicada como Novela Gráfica y que, sin contar nada nuevo sobre el personaje de Silver Surfer, sí ofrece una lectura agradable punteada por momentos gráficos muy logrados.

 

 

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