(Viene de la entrada anterior)
Tom King no solo respeta el matrimonio ya establecido de Scott Free y Barda sino que ofrece una visión adulta de su relación, la carga que suponen las responsabilidades y los problemas de conciliación entre la familia y sus otras actividades (básicamente, en su caso, líder accidental e involuntario de un ejército inmerso en una cruenta guerra y profesional del espectáculo).
La relación entre ambos conforma el auténtico corazón de la
historia, un vínculo conmovedor, verosímil y a ratos hilarante. Barda tiene una
actitud protectora hacia su marido, atizando a cualquiera que intente hacerle
daño; pero, a pesar de su valentía y fuerza física, ella también carga con complejos
como el de ser demasiado alta. Scott la consuela y le recuerda con frecuencia
por qué la ama. King nos ofrece momentos deliciosos de humor negro entre ambos
y circunstancias delirantes, como esa en la que discuten sobre cómo renovar su
apartamento mientras luchan contra un ejército de furibundos enemigos; o
pasando el rato en un atasco de tráfico decidiendo la canción que mejor
describe su relación.
El trauma afecta a cada quién de manera diferente. “Míster
Milagro” es, también, la historia de un hombre que aprende a superar un trauma
y, en el doloroso proceso, se convierte en alguien mejor, ya sea por sus
propios medios o con la ayuda de otros. Un ejemplo es cuando decide enfrentarse
a Orión en defensa de los Bichos, una especie aliada de Nueva Génesis. Uno de
ellos, Buscador, le informa de las abrumadoras bajas que están sufriendo debido
al desprecio que siente por ellos Orión, que les considera unos seres
inferiores y no valora sus vidas, enviándolos frente como carne de cañón.
Lightray, siguiendo órdenes de Orión, lo asesina por haber tenido la osadía de
buscar la intercesión de Scott.
Esto provoca un cisma entre Scott y Orión que terminará por poner al primero en una tesitura de vida o muerte. Orión, que, como he dicho, es el hijo natural de Darkseid y nuevo líder de Nueva Génesis tras la muerte de su predecesor, Highfather, está lejos de ser un personaje agradable. Esta aproximación no es nueva y, de hecho, el propio Kirby lo concibió así: alguien dividido entre su origen y su crianza. Pero aquí parece un ser particularmente cerrado, cruel y despiadado. Piensa en términos binarios: o estás con él o contra él. Pero incluso a pesar del maltrato y desagradecimiento con que Orión trata a Scott, éste siente dolor cuando aquél muere a manos de Darkseid. Éste, por su parte, también desempeña un papel crucial en el desarrollo de Scott. Representa la peor consecuencia del trauma: la desesperanza. Darkseid puede interpretarse como una constante universal que jamás podrá ser superada, vencida, engañada o manipulada. De ahí esa periódica inserción de desasosegantes viñetas oscuras en las que solo se ve un texto conciso: “Darkseid Es”.
Preguntado al respecto, King explicó las diferencias con
otro villano, este de Marvel, con el que a menudo se le compara: Thanos.
Darkseid no persigue, como sí hace Thanos, la muerte del universo. Lo que desea
es que todo lo que vive quede infectado por su propia visión de las cosas. Todo
ser debería estar sometido a él y toda manifestación de independencia, belleza
y creatividad, suprimida. En el caso de Scott Free, Darkseid lo empuja hacia el
suicidio, la autoaniquilación, haciéndolo sentir débil e impotente frente a la
inercia de las dinámicas iniciadas mucho tiempo atrás por sus ancestros.
Pero incluso aunque Scott tendría todos los motivos para ceder ante la desesperanza, hace honor a su título de Superescapista y encuentra razones para seguir adelante. Él y Barda discuten, sí, pero también expresan su amor, afrontan los problemas juntos y trabajan duro para mantener una relación sana a pesar del inconsumerable sufrimiento que ambos padecieron durante sus respectivas infancias y adolescencias.
Todo el mundo, en algún momento de la vida, ha de lidiar
con familiares con los que no se lleva bien, ya sean de la propia familia o la
de tu cónyuge. Esta ley universal también se aplica a Scott –otra trampa de la
que no puede escapar-. Barda fue una de las Furias de Apokolips, las guerreras
de élite de Darkseid. Cuando se fugó a la Tierra con Scott, traicionó a sus
compañeras, que aún siguen sirviendo al tirano. Eso sí, aunque han jurado matar
a Scott y a todos los habitantes de Nueva Génesis, asisten al nacimiento del
hijo de aquél y Barda, mantienen sus impulsos violentos a raya en la sala de
espera del hospital e incluso ayudan a garantizar su seguridad. Son asesinas y
sicarias de Darkseid, capaces de masacrar a miles sin pestañear, pero su
vínculo con Barda, forjado a través del trauma compartido de crecer en el
Orfanato de Abuelita Bondad, es todavía más fuerte.
Otro subtexto de la historia, un guiño irónico y quizá algo
malicioso, consiste en introducir en la trama a Stan Lee. Es conocida la
insatisfacción, enfado y resentimiento que Kirby fue acumulando hacia Lee y
Marvel Comics desde mediados de los 60. Así, uno de los personajes secundarios que
introdujo en el Cuarto Mundo, ya en DC, fue Funky Flashman, un villano carnavalesco
que era una reconocible caricatura de Stan Lee. Flashman hablaba con arrogancia
y utilizando constantes aliteraciones y un tono altisonante e impostado. Fue
una pequeña venganza de Kirby hacia su antiguo colaborador que aquí King
respeta y recupera convirtiéndolo en el cómico relaciones públicas de Míster
Milagro y luego sufrido canguro del hijo de él y Barda.
En cualquier caso, King logra una peculiar síntesis entre
la grandiosidad cósmica que dominaba todo lo que Jack Kirby escribió y dibujó para
el Cuarto Mundo, y una calidez humana y fino tratamiento psicológico que aquél
nunca pudo transmitir. Sí, tenemos batallas de violencia inconmensurable con
millones de guerreros cubiertos de sangre, combates singulares, criaturas
monstruosas, armas y tecnología futurista y conceptos abstractos como la Fuente
o la Ecuación de la Anti-Vida; pero también el cambio de pañales de un bebé,
momentos de intimidad de pareja, un momento de diversión en la feria local o el
encargo de una tarta de cumpleaños. Pocos autores pasados o presentes serían
capaces de escribir una escena en la que Míster Milagro y Kanto (un sicario de
Apokolips) mantienen una conversación casual mientras orinan en un pozo durante
una pausa en las negociaciones de paz.
King amplía y profundiza en algunos aspectos de los mitos del Cuarto Mundo que otros guionistas ignoraron o no supieron cómo abordar. Por ejemplo, ¿qué supuso para Scott y Orion ser hijos de Highfather (uno natural, otro adoptivo) y qué consecuencias tuvo para ambos acabar en lugares a los que no se sentían pertenecer? (Orión era hijo de Darkseid y fue entregado a Highfater para su crianza a cambio de Scott) ¿Qué cicatrices –pero también, irónicamente, buenos recuerdos, dejó en Scott y Big Barda su educación en Apokolips? ¿Qué ocurriría si Highfather ya no pudiera seguir ejerciendo de sabio guía? ¿Quién le sucedería y cómo sería su liderazgo?
“Míster Milagro” es un comic tan complejo que su análisis y
comentario bien podría llenar otros doce números. Tom King consigue que la
historia de Scott Free y Barda respete fielmente las bases que para el Cuarto
Mundo creó Kirby y, al mismo tiempo, sea un vehículo para su propia
sensibilidad e incluso experiencia vital. Sin duda, el trasfondo bélico y las
conversaciones de paz entre enemigos acérrimos bebieron mucho de su periodo de
siete años como agente de contraterrorismo de la CIA en lugares como el Medio
Oriente. Y él mismo admite en el prólogo que “Míster Milagro” fue, en buena
medida, el exorcismo de una crisis psicológica que él mismo atravesó: “Rodeado por el nuevo sinsentido del día a
día, mientras intentaba recuperarme del colapso de todo mi mundo, sólo esperaba
poder escribir un cuento de hadas que pudiese hablar, no de la situación
política de ese momento (…) sino de la angustia que sentimos, de este miedo
omnipresente que flota alrededor y del que tantos están tratando de escapar y
luchar y escapar de nuevo”.
Así, en estos doce números encontramos reflexiones sobre
cómo todos estamos atrapados en capas y capas de jaulas sociales, familiares y
psicológicas de las que no podemos librarnos aun cuando veamos que nos dirigen
hacia un final nefasto. Podemos ver venir el dolor, pero nos comportamos como
si caminarámos por un pasillo sin salidas de emergencia. Scott se pregunta
acerca de la naturaleza de un dios real, no de los seres cósmicos de los que él
mismo desciende, sino de una entidad verdaderamente omnipotente y omnisciente
que de sentido a la vida.
“Míster Milagro” no es una historia basada en la trama,
sino en el tema y los personajes. Y es que, en el fondo, en este comic ocurren
muchas menos cosas de lo que su extensión podría hacer pensar. Hay muchos
momentos muertos, episodios de ritmo lento y abundantes conversaciones narradas
con ese estilo descomprimido que tanto gusta a King y que Gerards plasma
gráficamente como una plantilla invariable de página de nueve viñetas, jugando
con la repetición (como si fuera una obra de Andy Warhol) e insertando mínimas
variaciones de una imagen a otra. De algún modo, autoconfinarse en un formato
tan rígido, obligarse a prescindir de las herramientas narrativas que brinda el
medio y, aún así, salir airoso y transmitir todo lo que la historia requiere, replica
la profesión y éxito del propio héroe protagonista. Ocasionalmente, para
recordarnos que hay algo que no funciona bien en la mente de Scott y darle a
toda la historia un cierto aire de irrealidad, Gerads distorsiona digitalmente
las imágenes.
La intención de los autores es atrapar al lector con el contraste entre los acontecimientos de consecuencias potencialmente apocalípticas que están teniendo lugar en la dimensión del Cuarto Mundo y las cuitas cotidianas de la vida conyugal de Scott y Barda en Los Ángeles. En el fondo, no desean aventuras, desafíos ni combates. Su aspiración es fundirse en un cómodo y monótono anonimato suburbano. Es la yuxtaposición de ambas facetas de sus vidas (por ejemplo, cuando Scott apila los cadáveres de los caídos en su última batalla mientras Barda, desde la Tierra, le cuenta cómo su hijo ha sonreído por primera vez), lo que nos hace preguntarnos si la cordura del protagonista está intacta o incluso si sigue vivo, dado que hasta el mismo final ve y charla con los fantasmas de viejos conocidos.
En el noveno episodio, King plantea un desasosegante dilema
ético (entregar a su hijo a cambio de la paz) que es un eco de su propia
historia de origen imaginada por Kirby en los 70. Al mismo tiempo que introduce
el debate teológico sobre las divinidades y los sacrificios que éstas exigen a
los mortales, fabrica una nueva trampa para los protagonistas, una de la que
parece imposible escapar. A la hora de interpretar el desenlace, sin embargo, conviene
caer en la cuenta de que sabemos poco más de lo se nos reveló en el capítulo
inicial: ¿Está muerto Scott? ¿Es víctima de una crisis nerviosa aún en curso?
¿Darkseid le está lavando el cerebro? ¿O estamos todos leyendo una mera fantasía
del autor basada en sus propios traumas y trasladada al mundo de Míster Milagro?
“Míster Milagro” es una mezcla de epopeya y melodrama
costumbrista innegablemente inteligente, pero también no recomendable sin ciertas
reservas, algo que suele ser frecuente en las obras firmadas por Tom King. Para
empezar, se trata de un tebeo muy personal y particular, tanto en lo que cuenta
como en la forma de contarlo. Sin duda y a tenor de los premios recibidos (por
ejemplo, el Eisner tanto para King como Gerads) y las críticas cosechadas, han
sido muchos los lectores que comprendieron, disfrutaron e incluso se sintieron
directamente interpelados por las dificultades psicológicas, emocionales y
conyugales del protagonista. Pero también puede ocurrir que la permanente
sensación de irrealidad que permea la obra dificulte, según la sensibilidad de
cada cual, una conexión real con Scott y Barda.
Por otra parte y aunque se ofrece un rápido resumen del contexto del Cuarto Mundo al comienzo de la obra, para entender y apreciar como se merece lo que King ha hecho con el personaje conviene tener cierto conocimiento previo del mismo y su entorno. El continuo desfile de personajes no supondrá un gran problema para el aficionado más veterano a los comics de superhéroes –sobre todo a los de DC-, pero sí puede alienar y confundir al lector recién llegado a este universo.
Pero, en cualquier caso, “Míster Milagro”, como todos los
comics que se atreven a proponer algo nuevo en fondo y forma y apartarse del
mainstream más sobado, merece al menos un intento. Puede sorprender por su planteamiento
gráfico y narrativo; por su tratamiento de los personajes; por su mezcla y
alternancia de lo grandioso y lo vulgar, la violencia y el sosiego; por los muchos
temas de calado que se tocan (la guerra y la paz; los placeres y obligaciones
de la familia; la negación del trauma; la huida de las responsabilidades; la
conciliación; la ansiedad y la depresión; las cadenas del pasado y las
tradiciones; el síndrome de Estocolmo…); o, relacionado con lo anterior, porque
el lector se sienta conmovido al ver en estas páginas el reflejo de algún
trauma propio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario