(Viene de la entrada anterior)
En 1988, aproximadamente un año después de la marcha de Jim Shooter de Marvel, Steve Gerber reanudó su colaboración con esa editorial. Su primer proyecto fue una historia de “El Hombre-Cosa” en doce episodios, ilustrada por Tom Sutton y serializada en la antología quincenal “Marvel Comics Presents”. En 1990, se convirtió en el guionista regular de la serie “Avengers Spotlight” y del título de corte humorístico “Hulka”.
Fue en este último título donde Gerber recuperó a Howard, concretamente en sus números 14 a 17 (abril-julio 90), en los que la heroína titular hacía equipo con el pato, el Crítico (una raza emparentada con aquella de la que surgirían Los Vigilantes) y un personaje de la Edad de oro, el Terror, para enfrentarse al Doctor Angustia, Tillie la Huna, Ojo de Halcón Sentado, el Extraordinario y el Agujero Negro, dispuestos a destruir el universo para crear uno nuevo y más mundano. Esto, naturalmente, era otra pulla nada sutil a Jim Shooter, que en 1986 había lanzado una nueva línea de cómics superheroicos de tono pretendidamente más realista, el Nuevo Universo, y que fracasó estrepitosamente llegando a su clausura en 1989.
Gerber continuó escribiendo guiones para Marvel hasta 1991, aunque se desconoce si alguna vez intentó enviar otra vez aquel guion de Howard retirado en 1985. Los siguientes años los pasó trabajando para Image y Malibú.
En 1996, el editor jefe de Marvel, Bob Harras, le pidió al responsable de la colección “Spider-Man Team-Up”, Tom Brevoort, que añadiera a Howard como invitado en algún número (la anterior colaboración de ambos personajes había tenido lugar en el “Marvel Team-Up” nº 96, agosto 80, escrita y dibujada por Alan Kupperberg). La primera reacción de éste fue contactar con Gerber, que no se mostró muy interesado. De hecho, se hallaba ocupado trabajando en un número especial de Image que reunía al personaje de Savage Dragon y a Destroyer Duck (y que aparecería en noviembre de aquel año).
Fue Erik Larsen, creador de Savage Dragon y editor del mencionado crossover, quien convenció a Gerber sugiriéndole un cruce de esas historias en las que pudiera verse la misma trama desde diferentes ángulos. Brevoort le respondió inseguro, diciendo que le preocupaba no saber lo que iba a aparecer en el comic de Image. Gerber le tranquilizó diciendo que no haría nada que le causara problemas. Así que Marvel accedió a la propuesta y Gerber empezó a escribir lo que iba a ser el “Spider-Man Team-Up” nº 5.
Y es entonces cuando Gerber se entera de los planes de Marvel para encajar a Howard en otros tres títulos de la casa simultáneamente: “Generación X”, donde el pato aparecía meramente como enlace a la miniserie “Daydreamers”, en la que actuaba como figura paterna de Franklin Richards y dos jóvenes mutantes, Artie y Leech; “Howard the Duck Holiday Special”, en el que lideraba un ataque de comandos al taller de Santa Claus para rescatarlo de los operativos de Hydra que lo habían secuestrado; y “Motorista Fantasma”, en el que era básicamente un alivio cómico. Gerber sintió que lo habían manipulado para que, involuntariamente, participara en una suerte de revival coordinado de Howard. Tanto fue su enfado que su abogado llamó a Marvel para quejarse. La editorial respondió que no habría acritud por su parte si se retiraba del proyecto de “Spider-Man Team-Up”. Gerber decidió continuar, pero en su mente tramaba su venganza.
De nuevo fue Erik Larsen quien acudió al rescate con una sugerencia original que, otra vez, convenció a Gerber. Así, en ese número de “Spider-Man Team-Up”, Howard y el héroe titular están tratando de encontrar un objeto robado al Amo de Pista, que ha quedado muy malherido. El responsable del crimen es aquel pintoresco elfo de gatillo fácil que Gerber había presentado en Los Defensores y cuyo origen o propósito quedó sin explicar tras su marcha de esa colección. Los héroes creen que el objeto en cuestión es el hipnodisco que el villano circense utilizaba para sumir en un trance al público de sus espectáculos, pero en realidad es un pequeño pin electrónico con forma de sitar. En el crossover “Savage Dragon/Destroyer Duck”, la historia transcurre a la inversa: la pareja protagonista busca el pin y termina encontrando el hipnodisco. El elfo telefonea a Dragon y le propone un intercambio.
Al final, ese crossover no oficial entre personajes y compañías consistió tan solo, en el caso de “Spider-Man Team-Up”, en un puñado de viñetas en las que Savage Dragon y Destroyer Duck sólo aparecían sugeridos por primeros planos de manos o rasgos apenas distinguibles entre las sombras. Pero Gerber se reservaba la estocada final en este nuevo duelo con Marvel: Howard y Beverly se encuentran en un almacén junto a un grupo de clones; en el número de “The Savage Dragon/Destroyer Duck”, los héroes titulares agarran a Howard y Beverly para llevarlos a un lugar seguro. Dragon, al ver que el peligro ha pasado, sugiere llevarlos de vuelta, pero Destroyer Duck, el personaje creado originalmente para ayudar a Gerber en su litigio contra Marvel, se niega: "¡No tienen amigos allí! ¡Vienen con nosotros! De todos modos, uno de los clones salió corriendo hacia allí. ¡Nunca notarán la diferencia!"
En otras palabras, Howard el Pato y Beverly Switzler terminan siendo rescatados de Marvel Comics para pasar a ser residentes del mundo propiedad de los creadores de Savage Dragon y Destroyer Duck. El Howard que aparecería en las colecciones de Marvel en lo sucesivo no sería más que un clon y un impostor. En el universo de Image, Beverly, antes pelirroja, es ahora morena; las plumas de Howard están teñidas de un verde oscuro de ánade real. Están listos para ingresar en el Programa de Protección de Testigos con los nombres de Rhoda Martini y Leonard, residentes en Buffalo, Nueva York.
Tom Brevoort, comprensiblemente, estaba indignado. Gerber, a quien tenía en un altar, lo había engañado. Le preocupaba que ese truco le costara su trabajo. Brevoort le dijo a Bendis en una entrevista que: "[Gerber] había decidido que yo, mi vida y mi familia éramos daños colaterales perfectamente asumibles". Dijo también que cuando intentó discutirlo con Gerber algo más adelante, éste le dijo algo así como "Bueno, lamento de verdad haber tenido que hacerlo, pero estabas en la trayectoria del disparo”. Al final, la cuchillada por la espalda no tuvo consecuencias profesionales para Brevoort, pero éste no volvió a trabajar con Gerber nunca más y consideró aquella idea como el peor error de su carrera.
La industria del comic entró en un periodo de crisis a mediados de los 90 y durante el resto de esa década Gerber dividió sus esfuerzos entre los comics, sobre todo para DC, y la animación televisiva, en su mayoría proyectos relacionados con Superman y Batman. En este último campo, destacó “Batman: The New Adventures”, que ganó un Emmy de su categoría en 1998
En 2002, Gerber volvería por última vez a escribir las aventuras de Howard, en esta ocasión en forma de miniserie de seis números para el sello MAX de Marvel, en principio destinado a lectores adultos por su mayor permisividad con el contenido sexual y violento. Aunque ambas partes parecían haber dejado atrás el último incidente, el editor del título, Stuart Moore, no lo tuvo fácil para convencer a Gerber, que desconfiaba de lo que Marvel pudiera hacer con la colección. Sin duda ayudó que el dibujante fuera Phil Winslade, con quien el guionista ya había trabajado en el comic “Nevada” para DC/Vértigo (y que, ya lo comenté, derivaba de un personaje presentado en la serie de los 70 de “Howard el Pato”) y que aquí realizó un trabajo sobresaliente.
Podría haberse uno preguntado si, tras los atentados del 11-S, los lectores estarían de humor para leer las vitriólicas críticas de Howard del entorno político y cultural de Estados Unidos en un momento en el que gobierno y sociedad estaban impulsando un renacer patriótico. Pero a Gerber eso le dio igual. Demostró que los años no habían suavizado ni su ingenio ni su capacidad satírica; y ahora que la etiqueta “para lectores maduros” le permitía sacar más punta a sus lápices y que contaba con un equipo artístico a la altura, iba a aprovechar la oportunidad.
En la miniserie Gerber descargaba toda su mala uva contra los grupos musicales prefabricados con chicos guapos, el marketing, los comics de chicas “malas”, la línea DC/Vértigo, Oprah, la religión y los derechos de los autores sobre sus creaciones. En la historia, el Doctor Bong regresaba para recuperar a Bev y Howard se encontraba otra vez sometido a una de las cámaras evolutivas del villano con el resultado de que durante el resto de la serie va adoptando la forma de diversos animales, aunque sobre todo la de ratón sospechosamente parecido a Mickey Mouse y con la que Gerber quería protestar por el rediseño del personaje forzado por Disney tiempo atrás.
Cuando consiguen librarse de Bong, él y Bev tienen que detener a Deuteronomio, un híbrido de ángel y demonio que quiere conquistar el mundo haciéndose pasar por una celebrity televisiva, Iprah. El número final, “Derechos de Creador” es el verdadero tour de forcé de Gerber ya que Howard se sienta a conversar con Dios en un bar, tocando desde la religión al tema del título, confesando el Hacedor que creó este universo por encargo.
Las referencias al 11-S se mantienen en un segundo plano, pero están ahí. En el segundo episodio, Bong llama a la policía avisando falsamente de que "Osama el-Braka" ("Braka" significa "pato" en árabe argelino) ha sido visto en la localidad, lo que provoca una operación de los equipos SWAT, la Guardia Nacional e incluso las Girl Scouts, en el curso de la cual irrumpen en el apartamento de Beverly dispuestos para matar. En el cuarto número, un comité de seres celestiales llamado “Coalición para la Religión como Sustituto del Pensamiento” conspira para estar a la altura de su denominación. Uno de sus miembros anuncia: "Hemos arrancado los elementos moderadamente judíos, cristianos, islámicos e hindúes que han tratado de infiltrarse y corromper esta coalición". Otro de ellos, hablando de las madrasas islámicas, afirma que “su éxito a la hora de purgar a sus alumnos de cualquier facultad de pensamiento crítico roza lo milagroso. Ahora tenemos un pequeño ejército de imbéciles dispuestos a estrellar aviones contra grandes edificios con la promesa de setenta y dos vírgenes en la otra vida”.
Sin embargo, gran parte de la sátira seguía focalizándose en lo doméstico. El tercer número era una parodia un tanto pueril del comic y serie de televisión “Witchblade” (“Doucheblade”), denunciando cómo la eliminación del código censor no había servido en muchos casos más que para satisfacer los instintos más primitivos, convirtiendo al comic en un desfile de mujeres hipersexuadas exhibiendo con agresividad armas ridículamente grandes. En el cuarto número, aparece la gurú de la autoayuda Iprah, que “entre su programa de entrevistas, sus terapias, dietas y su espiritualidad edulcorada, ha convencido a la mitad de América que es la voz de Dios… cuando, de hecho, no es más que una franquicia, una máquina de vender”. Una viñeta memorable, muestra a la ínclita en la portada de su propia revista (“I”), señalando con el dedo y sermoneando a Dios bajo el título “Iprah lo explica todo”.
Un cuarto de siglo después de su nacimiento y máxima popularidad, Howard, en las manos de Gerber, demostró que podía seguir siendo el mismo y trascender su papel de mero comparsa al que le había relegado Marvel durante dos décadas sin saber bien qué hacer con él. Puede que Gerber no acertara siempre en la diana con sus disparos paródicos y satíricos, pero el personaje seguía siendo su herramienta para criticar los peores aspectos de la cultura contemporánea a través del humor.
Después de esto, Howard ha seguido apareciendo en el Universo Marvel de forma puntual, como invitado o titular de su propia colección, aunque, ya sin la guía de Gerber, su espíritu original ha quedado diluido. “Howard el Pato” fue un producto no sólo de una época contestataria, rebelde y preocupada por la actualidad y los abusos de poder sino hija de una mente muy particular, la de Steve Gerber. No importa quién escriba hoy los guiones; para los fans veteranos, Gerber es Howard el Pato.
El último comic publicado en el que Gerber figuraba acreditado como guionista fue una miniserie de tres números, “The Infernal Man-Thing”, en colaboración con el dibujante Kevin Nowlan. Para entonces, 2012, hacía cuatro años que Gerber había fallecido en las Vegas víctima de la fibrosis pulmonar. Tenía 60 años.
Considero adecuado cerrar esta serie de artículos sobre Howard el Pato con las palabras de quien fue una de sus mejores amigas y más cercanas colaboradoras, Mary Skrenes:
“Todo el mundo sabe que nadie podría escribir a Howard excepto Steve. "Howard era su voz. Yo escribía fácilmente a Beverly y a menudo lo hacía. Pero nunca quise, ni siquiera lo intenté, escribir los diálogos de Howard. No tengo ese tipo de pasión (…) La visión del mundo que tenía Gerber era única y había sido influenciada por su profundo amor hacia Superman, la televisión, las noticias, Marshall McLuhan y una necesidad voraz por las historias y la actualidad. Él creía en la verdad y la justicia y sabía que "el Medio es el Mensaje".
"Vio a través de la retórica, la propaganda y el doblez del discurso político. La mayoría de nosotros disfrutamos con su indignación cuando la canalizaba a través de sus historias y personajes. Probablemente no hubiéramos escrito historias tocando algunos de sus temas ni nos hubiéramos acercado a la política, pero nos brindó mucha diversión cuando él lo hizo. Steve Gerber era un escritor de escritores.
"Los fans de Gerber a veces se veían a sí mismos en sus otros personajes. No sé si fueron tantos los que se identificaron con Howard. Lo que vieron y con lo que disfrutaron fue su humor social producto de la observación, articulado a través de un pato frustrado que chillaba, agitaba los brazos, fumaba puros y lanzaba golpes.
"Y finalmente, Marvel hizo que Steve acabara sintiendo lo mismo hacia ellos. No podía chillar ni atacar físicamente. Lo único que pudo hacer fue librar durante años una larga batalla legal por su personaje, reclamando justicia para él mismo, Kirby, y otros autores. Fue un acto noble, pero también deprimente tener que contemplarlo. Afectó su salud financiera, física y espiritual. Él y quienes le apoyaron lucharon por la justicia. Obtuvo lo que algunos considerarían un éxito asombroso, pero fue más una victoria para los futuros creadores que para sí mismo.
“Y tengo que decir que hasta el día de su muerte, sin importar lo que Marvel le hiciera o lo que ocurriera entre él y Stan o lo muy dolido y decepcionado que se sintiera con él, sin importar lo mucho que yo le presionara al respecto, Steve nunca dejó de amar a Stan Lee y tratar de que yo lo comprendiera”.
“Hay quien sólo sabe escribir. Es lo único que pueden hacer (…). Steve, por desgracia, fue uno de ellos. La gente piensa que los comics son un lugar por el que empezar y luego avanzar. Pero a él no le gustaba la animación y no le gustaba la televisión. A él le gustaban los comics.
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