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A comienzos de 1977, Marvel y el Tribune & Media Syndicate (una de las agencias que vendían a los periódicos de toda la nación tiras y planchas de comics) deciden lanzar una tira diaria en color protagonizada por Howard el Pato. Gerber firmó con Marvel el contrato para escribirla recibiendo un tercio de lo que Marvel cobraba por la tarifa de sindicación una vez descontados los costes de rotulación y coloreado. Inicialmente, casi un centenar de periódicos se suscribieron a la tira, que debutó el 6 de junio de 1977 con dibujo de Gene Colan.
Este es un “capítulo perdido” de la historia de Howard dado
que sólo una pequeña parte del mismo se ha reimpreso. En ésta, se podía leer la
historia de Pop Syke un gurú de autoayuda que utilizaba psico-protésis
–básicamente unos cascos de aspecto estrafalario- para controlar a sus seguidores.
Tras un breve encuentro con la Señora del Riñón, Howard y Bev son capturados
por un culto a la Entropía que pretende destruir la Tierra.
Mientras tanto, la colección mensual seguía su curso. Para
1977, el resentimiento de Gerber hacia el mercado de coleccionistas de números
atrasados pareció remitir y empezó a incluir material que lo apoyaba; por
ejemplo, resaltando la breve trayectoria de Howard previa a la obtención de su
propia colección. La historia del Anual nº 1, enviado a los quioscos en el
verano de ese año, estuvo dibujada por Val Mayerik, que volvía a Howard por
primera vez tras haberlo cocreado en “Adventure into Fear”. En la página-viñeta
de apertura, Gerber incluyó el siguiente bocadillo: “¡Reunidos por fin! ¡El equipo creativo que incubó al maravilloso pato
en (¡cielos!) 1973!”. Más adelante y también con dibujo de Mayerik, en los
números 22 y 23 (marzo y abril 78), Gerber trajo de vuelta al reparto de las
historias del Hombre-Cosa, añadiendo cartuchos de texto que remitían a números
atrasados. Fueron todos estos movimientos destinados a despertar el interés de
los coleccionistas en aquellas primeras apariciones de Howard, pero que
también, como veremos, desmontaron la defensa que más adelante hizo Gerber de
sus derechos sobre el personaje.
Aquel primer Anual, coescrito por Mary Skrenes y titulado
“El Ladrón de Bagmam” era una historia muy estrafalaria en la que Howard y sus
amigos Beverly, Paul y Winda viajaban a la ciudad del título, un trasunto del
Bagdad de las Mil y Una Noches y en la que se incluían alfombras voladoras,
lámparas mágicas, palacios de ensueño, intrigas cortesanas, odaliscas y
beduinos de pacotilla.
Hasta este momento (mediados de 1977), Gerber había desempeñado sus trabajos de editor y guionista bajo la modalidad de autónomo, lo que le permitía trabajar simultáneamente para otras editoriales de la competencia. Pero después de que escribiera los guiones para tres números de “Mr.Miracle” en DC Comics, Marvel decidió que lo quería en exclusiva. Para entonces, ni Don McGregor, ni Steve Englehart ni Jim Starlin trabajaban ya para Marvel, lo que dejaba a Gerber como el último de los guionistas estrella de la editorial. Así que, para asegurarse sus servicios, Archie Goodwin le envió un contrato el 7 de octubre de 1977 para incluirlo en plantilla tanto como guionista como editor de “Howard el Pato”. Así, Gerber pasaba a engrosar la lista de talentos que hacían doblete como guionistas y editores de sus propias colecciones y que incluía a Jack Kirby, Gerry Conway, Roy Thomas, Len Wein y Marv Wolfman.
Su salario anual sería de 16.818 dólares, lo que vendrían a
ser unos 78.700 de 2023. A esto había que sumar sus ingresos por la tira de
periódico de Howard. A cambio, el contrato le obligaba a escribir al menos 51
páginas de comic-book al mes (equivalente a tres series mensuales) y editar 12
comic-books de longitud estándar al año. Recibiría pagos adicionales por
cualquier trabajo que superara esa cuota. Tendría derecho a dos semanas de
vacaciones pagadas al año e inclusión en el seguro de salud y vida suscrito por
la compañía para sus empleados. La vigencia del contrato era de un año,
renovable automáticamente de no existir aviso previo en contrario.
El contrato también le otorgó ciertos privilegios
relacionados con Howard el Pato. Sería el primero al que Marvel debería ofrecer
labores de guion o edición de cualquier proyecto relacionado con el personaje
más allá de la serie mensual. Si elegía no participar en esos proyectos, sería
consultado sobre la idoneidad de los profesionales seleccionados para la labor.
La editorial le recomendaría como consultor y permitiría que ejerciera como tal
en cualquier película o serie de televisión relacionada con Howard. Y también
se beneficiaría de cualquier mejora en la política de remuneración de guionistas
que realizara a futuro la compañía. Fueron condiciones jamás antes concedidas a
un guionista de Marvel. De hecho, Gerber había obtenido de la compañía más de
lo que cualquier guionista o artista de cualquier gran editorial norteamericana
de comics desde al menos comienzos de los años 50.
Se desconoce si Gerber consultó alguna vez con un agente o abogado en relación a este contrato porque, en particular, las cláusulas atenientes a sus privilegios sobre Howard son muy delicadas. Dado que esas prerrogativas estaban incluidas en un contrato de trabajo, se diría que sólo las conservaría mientras trabajara para Marvel como empleado en nómina. Salvo que se acordara algo a posteriori, si Gerber o Marvel decidieran dar por finalizada su relación laboral, también lo harían los privilegios del primero sobre Howard. De haber consultado con un agente experimentado, lo más probable es que le hubiera recomendado no firmar a menos que se revisaran esas cláusulas para así proteger su interés sobre Howard más allá de su relación laboral con Marvel.
Gerber firmó el contrato en octubre de 1977 y para cumplir
con su cuota de guiones, además de “Howard el Pato” se le asignó la colección
de “Capitán America”, que se complementaría cuando fuera necesario con
historias puntuales para las revistas de Marvel en blanco y negro y números de
relleno en las colecciones mensuales a color.
Tras las aventuras del Anual nº 1 y de regreso a la colección mensual, vemos en el nº 15 (agosto 77) al cuarteto protagonista volver a su país a bordo de un crucero de lujo. El barco es atacado por una enorme serpiente marina con chistera y luego se produce una lluvia de rocas… que resultan ser huevos de los que nacen cisnes de piedra que secuestran a Howard y Beverly y los transportan a la isla del Doctor Bong!
Pero si los lectores querían saber más de ese ridículo
villano, tendrían que esperar porque el número 16 (septiembre 77) fue el famoso
episodio de relleno que Steve Gerber escribió sobre la marcha mientras
realizaba un viaje a Las Vegas, ciudad en la que se iba a establecer. El número
está compuesto mayormente de textos en los que el guionista da rienda suelta a
sus neurosis y acompañados de ilustraciones a cargo de diversos artistas de la
casa, como John Buscema, Ed Hannigan, Dave Cockrum o Dick Giordano (uno de esos
segmentos, el de la corista y la avestruz que tienen que protagonizar la
“escena de lucha obligatoria”, daría origen muchos años después a otra creación
de Gerber, “Nevada”, para la línea Vértigo de DC). Desde su aparición, este
episodio ha sido tanto ensalzado como un atrevido experimento narrativo como
vilipendiado y tachado de auténtica basura.
Los números 17 al 19 (octubre-diciembre 77) narran la
confrontación de Howard y Bev con el Doctor Bong!, un antiguo conocido de ésta
llamado Lester Verde. Tras estudiar periodismo, se dio cuenta rápidamente del
poder de la prensa y cómo manipularla en su propio beneficio. Golpeando el
casco-campana con el que cubre su cabeza, puede paralizar, teleportar o matar.
Este trasunto de Doctor Moreau, también cuenta con una “evolucámara”, con la
que hace evolucionar animales para convertirlos en sirvientes, como Fifi, una
pata inteligente vestida de camarera francesa que se enamora de Howard.
Bong, que ha estado enamorado de Beverly desde que ésta posó para la clase de dibujo a la que él asistía, le da un ultimátum: o se casa con él, o matará a Howard. Para salvar a su amigo, Bev accede pero, aún así, el villano lo coloca en la evolucámara para transformarlo. Cuando el proceso ya ha comenzado, Fifi estropea la maquinaria y ayuda a Howard a escapar de la isla en una aeronave que les lleva hasta Nueva York, donde son derribados al ser confundidos con un ovni. La desgraciada pata fallece mientras que Howard, a consecuencia de los efectos del ingenio de Bong, se transforma en humano.
El número 19 (diciembre 77), cuenta sus desventuras en el
nuevo cuerpo, vagabundeando por Nueva York mientras trata de hacerse a la idea.
Acompaña a casa a una hermosa –y flexible- mujer que conoce en un restaurante
y, tras pasar una intensa noche con ella, se despierta convertido de nuevo en
pato.
En el nº 20 (enero 78), tras conseguir huir de un celoso Doctor Bong! que ha ido a buscarlo hasta Nueva York, Howard encuentra trabajo como lavaplatos en una cafetería. Mientras aprende el oficio de Sudd, el empleado al que va a sustituir, éste le cuenta que se marcha para unirse la corporación S.N.H.D.I: “Es un acrónimo…¡ya sabes, iniciales! ¡Salvemos a Nuestros Hijos De la Indecencia”. Perseguimos libros inmorales, películas pervertidas, discos depravados. Y los destruimos antes de que puedan contaminar la virtud de nuestros hijos. ¡Sí! ¡Con S.N.H.D.I. siempre vigilante, no se oirá ninguna palabra sucia! Trabajamos a conciencia”. Un desafortunado accidente con una lata de limpiador y un microondas, convierte a Sudd en un ser de detergente que emprende una enloquecida higienización del barrio.
Estos episodios relacionados con la “decencia” y la
censura, tienen una razón de ser muy concreta. En la primera mitad de 1977,
Disney había contactado con Marvel en relación a las posibles infracciones por
plagio del Pato Donald y sus otros personajes relacionados con éste. De acuerdo
con la versión oficial de Marvel, ese movimiento obedeció a que los usuarios de
las licencias de Disney en otros países vieron sus mercados amenazados por la
aparición de las aventuras de Howard el Pato. Era fácil confundir a ambos patos
y los licenciatarios elevaron sus preocupaciones a la casa madre. No obstante,
ambas compañías llegaron fácilmente a un acuerdo, e increíblemente, fueron los artistas
de Disney quienes se encargaron de rediseñar el aspecto de Howard, que ahora
tendría una cabeza ovalada, ojos proporcionalmente más pequeños y un pico más
corto, grueso y girado hacia arriba. También tendría dedos en los pies,
entrecejo y un cuerpo más robusto. Y quizá lo más llamativo: el anteriormente
“desnudo” Howard, debería llevar pantalones. En junio de 1977, el director
artístico de Marvel, John Romita, emitió un comunicado detallando los cambios y
los nuevos códigos de color que debían utilizarse.
En sus declaraciones de la época, Gerber se mostró
indiferente en relación a este rediseño, pero está claro que en privado se
resintió, aunque no sería hasta 2002, con el lanzamiento de un nuevo proyecto
relacionado con Howard, que lo admitiría públicamente. Su ira, no obstante,
acabó vertiéndose en sus guiones. El número 21 de la serie, dibujado
puntualmente por Carmine Infantino, apareció en noviembre de 1977 (aunque la
fecha de portada sea febrero 78), lo cual significa que fue probablemente
escrito en julio, poco después de que se efectuara el rediseño del
protagonista.
A un nivel superficial, ese episodio era una sátira de los grupos antipornográficos y otros activistas a favor de la decencia en los medios de comunicación, incluyendo algunos ataques a la opositora al movimiento gay Anita Bryant. Pero sabiendo lo que estaba ocurriendo de puertas adentro en Marvel, una parte de la historia adquiere un nuevo significado: Gerber estaba expresando su profundo desprecio por la sumisión de Marvel a Disney. Los activistas del S.N.H.D.I., son auténticos terroristas urbanos. Su líder pone a Howard en su punto de mira debido a su “atractivo juvenil” y su “especie de integridad de sábado por la mañana”. Secuestra a Howard y cuando despierta en la base secreta de la organización, descubre que le han vestido con ropas nuevas… que incluyen unos pantalones. Se siente incómodo con ellos, pero afronta la situación con dignidad.
Mientras explica las razones para el cambio de vestuario,
el líder de la S.N.H.D.I recuerda con disgusto el antiguo “look” desnudo de
Howard antes de intentar lavarle el cerebro sometiéndole a un artefacto llamado
Blanditrón, “patentado para la ablación
cerebral” y que tiene el aspecto de una lavadora. Pero el procedimiento no
funciona y Howard atiza al líder y se marcha. La última viñeta lo muestra
alejándose calle abajo, con los pantalones y los zapatos abandonados tras él y
diciendo: “En ese caso nena… sigue
intentándolo… y yo seguiré resistiendo… y los dos tendremos un montón de días
nubosos por delante”. El mensaje de Gerber era que, aunque Marvel estuviera
dispuesta a someterse a Disney (considerada por muchos ya entonces una compañía
“blanqueadora” de la cultura popular), él no estaba dispuesto a capitular.
Durante el resto de la etapa de Gerber como guionista y editor, Howard no
volvería a llevar pantalones.
Si Gerber consiguió salirse con la suya fue porque en
aquellos momentos, Marvel se hallaba sumida en un absoluto desorden editorial y
legal. Desde mediados de los 60, el staff editorial había consistido en un
editor jefe, un editor ayudante y un puñado de subalternos que revisaban el
material entregado por los autores. Se dice que el responsable de producción,
John Verpoorten solía arrebatarles las páginas de los comics con las fechas de
entrega vencidas diciéndoles: “Ya las
leeréis cuando salgan publicadas”. Con un catálogo de cuarenta o cincuenta
títulos mensuales, era todo lo que podía hacerse para conseguir llevar las
páginas a imprenta en las fechas acordadas. Y las series en las que el
guionista era además el editor, como “Howard el Pato”, eran las que menos se
supervisaban.
Los abogados de Marvel y Cadence Industries (la empresa matriz) parece que no estaban demasiado encima de las operaciones en el día a día de la editorial. La relación con el departamento legal era tan disfuncional que, cuando entraron en vigor las nuevas leyes de copyright en enero de 1978, la compañía no estaba ni de lejos preparada para aplicarlas y hubo de esperarse hasta mayo de ese año para ello. Así que no es de extrañar que nadie prestase atención a lo que Gerber estaba haciendo.
(Continúa en la siguiente entrada)
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