6 may 2023

2020- EL VIAJE DE ABEL – Sivan & Duhamel


 
Abel es un anciano granjero que vive solo en una finca aislada en Reclesne, un pequeño pueblo perdido en las profundidades de Borgoña. Allí, la vida cotidiana es dura y las distracciones son tan sencillas como escasas: el bar del pueblo, la oficina de correos y el diminuto mercado semanal. Su día a día viene impuesto por las exigencias de los campos y los animales de granja y el paso de las estaciones.

 

Pero Abel no eligió esa vida solitaria, sino que se vio empujado a ella cuando sus padres murieron y sus hermanos se fueron: “Madre tenía 40 años cuando me dio a luz. En otras palabras, podía haber prescindido de mí. Así me lo dijo… y no una vez solamente. Pero bien que se alegraron de tenerme cuando no había nadie que se hiciera cargo de la granja… todos los hermanos se habían esfumado. Incluso Agustín, que había jurado quedarse. Les bastó con pagar la jubilación de los viejos”.

 

Ese tipo de pensamientos atormentan al huraño Abel mientras se levanta todas las mañanas antes del amanecer para ordeñar las dos escuálidas vacas que quedan en el ruinoso establo; o mientras ara los campos en un tractor tan viejo como él. Siente responsabilidad hacia los pocos animales que ya le quedan y el legado que le impusieron sus padres. Su única compañía son sus vacas, sus cabras y su perro. Este último puede tener mal genio y morderlo con frecuencia, pero sigue siendo su compañero más fiel.

 

La joven charcutera ambulante que una vez por semana vende su género en la plaza del pueblo es una cita que Abel no se pierde nunca porque la muchacha es la viva imagen de su madre, Adeline, de la que estuvo enamorado en su juventud. “¡Válgame Dios, qué enamorado estaba! ¡La verdad es que era una preciosidad de chica a los 20 años. Pero por aquel entonces… No, no era fácil. ¿Qué podría haberle dicho entonces? ¿Eh? ¿Qué la amaba, pero que me iba a largar de este puñetero país? Venga ya… era mejor no herir sus sentimientos. ¡Pobre Adeline!” Pero en realidad por quien siente lástima no es por aquella joven que rehízo su vida, sino por él mismo. Como nunca tuvo el coraje de confesarle sus sentimientos pero tampoco se marchó del pueblo, acabó soltero toda su vida.

 

Puede que Abel esté confinado en su diminuto universo rural pero eso no le impide seguir soñando con viajar a destinos lejanos. “Yo lo que quería era ser marinero. Hacerme a la mar. Viajar: Conakri, Singapur, Tahití, Bombay… “. La esposa del panadero, de origen vietnamita, le provoca ensoñaciones de lugares exóticos; y junto a la puerta de su granja, mantiene una maleta lista para partir, símbolo tanto de su compromiso con su sueño como de su incapacidad para cumplirlo. Es la suya una fantasía que le granjea las burlas de sus paisanos en el bar del pueblo. Pero a él no le importa. Insensible al ridículo, calma su sed de ver otros lugares encargando regularmente guías de viaje al condescendiente y burlón tendero del pueblo. Abel es consciente de que su tiempo se acaba. Su cuerpo está ya tan decrépito como la granja que ya no puede mantener ni física ni económicamente. ¿Será capaz de romper con esa vida, que es la única que ha conocido, y marcharse para cumplir su sueño?

 

Utilizando su característico estilo semirrealista, el dibujante Bruno Duhamel retrata la vida rural de manera notable. Sus viñetas, perfectamente claras y bien ordenadas, transmiten una engañosa simplicidad porque basta prestar atención para ver los muchos detalles que añade a los fondos y los paisajes. En sus cuidadas páginas dominan el azul, el blanco y el negro, construyendo una atmósfera apagada que simboliza la ausencia de estímulos y la monotonía que gobierna la existencia de Abel. El color sólo aparece tímida y muy puntualmente cuando el protagonista se entrega –brevemente- a sus ensoñaciones. Las estaciones se suceden y el paisaje varía. La tierra de Abel es hermosa, pero él ya no sabe apreciarla. Está cansado y profundamente decepcionado con la vida en la que él mismo se ha encerrado. Sólo le queda sentarse en una loma y, en lugar de disfrutar de la belleza de las vistas que se despliegan ante sus ojos, soñar con la luz y los colores de las Antillas y las formas de un transatlántico de blanco inmaculado…

 

La narrativa, en perfecta armonía con el espíritu de la historia, es delicada y precisa. Tiene un ritmo pausado pero el comic nunca resulta lento ni aburrido gracias a la eficacia con la que Duhamel administra los momentos de silencio e introspección de los que la vida rural es tan generosa y que le permiten a Abel quedarse a solas con su perro y entregarse bien a la melancolía que le provoca su pasado o las fantasías que proyecta en su futuro.

 

El transcurrir de los días de Abel está perfectamente descrito y medido, desde los pasos lentos y miles de veces repetidos en la madrugada hasta los soberbios momentos de contemplación silenciosa de un valle brumoso mientras pastorea a las cabras, pasando por sus rutinarios recados en el pueblo. Duhamel presta especial atención en su narrativa a la forma de ralentizar ese tiempo que carcome a Abel poco a poco, todos los días, todas las semanas, todos los años… Porque para comprender al protagonista, es necesario tomar conciencia de ese tiempo imperturbable y cíclico, esa rutina diaria que se repite sin ser nunca la misma. Abel quiere irse, pero todo parece conspirar para mantenerlo atascado en Reclesne. Incluido él mismo.

 

Por su parte, el guion de Isabelle Sivan, en su primer y único trabajo para el comic hasta hoy (su auténtica profesión es abogada de propiedad intelectual), juega la carta de la sencillez, la sutilidad y la eficacia en una historia que combina tristeza, ternura y humor sin caer ni en el sentimentalismo ni en la burla fácil. No hay aquí un encadenamiento de anécdotas inverosímiles sino una sucesión de instantáneas que retratan con crudo realismo la solitaria vida rural de un anciano desengañado al tiempo que examina con inteligencia y sensibilidad –y sin necesidad de recurrir a un exceso de texto o secuencias de flashback- sus frustraciones e ilusiones. Es una historia sobre los sueños incumplidos; la soledad y rutina que alimentan el aburrimiento y carcomen el espíritu; la dureza de una existencia dedicada exclusivamente a un trabajo que no satisface; la frustración y los pesares que pueden arruinar una vida y sofocar las energías para cambiarla… 

 

Pero es que, además y simultáneamente, la historia nos describe en pocas páginas la situación en la que se encuentra el propio pueblo: la dureza de la vida de los pequeños agricultores y granjeros, así como su creciente aislamiento de un mundo que los deja atrás. Los jóvenes se fueron hace tiempo. Solo queda un panadero que se trajo una esposa de Vietnam, un médico africano y un puñado de ancianos que desde hace décadas se reúnen todos los días en la tasca para refunfuñar, intercambiar chascarrillos y burlarse de un Abel que no siente tener nada en común con ellos. Sólo en la época estival parece resucitar el pueblo gracias a la afluencia de turistas, que no se mezclan demasiado con los locales y que sólo se preocupan de comprar baratas propiedades para convertirlas en residencias de verano.  

 

Aunque el protagonista es una figura poco frecuente en el comic, un ochentón cascarrabias con una vida secreta y sueños que nadie de su entorno puede entender, fue la base sobre la que Duhamel sentaría buena parte de su futuro universo autoral, unas raíces cuyas ramificaciones ha ido explorando en diversas obras posteriores. Así, “Nuevo Contacto”, “El Regreso”, “Jamás” o “Pistas Falsas” están todas protagonizadas por ancianos amargados pero con un punto de dulzura y cuya mente se halla bilocada entre una realidad que detestan y una fantasía poética e inalcanzable.

 

Habida cuenta de la calidad de este comic, puede resultar chocante que a punto estuviera de no ver la luz. En 2014, cuando Isabelle Sivan y Bruno Duhamel ofrecieron su proyecto a varias editoriales, encontraron cerradas todas las puertas. Pero en lugar de darse por vencidos, eligieron el camino de la autoedición, lanzando tan solo 1.000 ejemplares (con la portada que ilustra este artículo) que guardaron en el desván de unos amigos mientras poco a poco el boca oído surtía efecto y toda la edición acabó vendiéndose en festivales y algunas librerías amigas.

 

Seis años más tarde, “El Viaje de Abel” tiene por fin su oportunidad. Para entonces, Duhamel ya se había convertido en un nombre importante y la editorial que había publicado varios de sus álbumes en Francia, Bamboo, decide recuperar la historia del anciano gruñón y darle una nueva vida en su colección Grand Angle (en España puede encontrarse en Harriet Ediciones).

 

“El Viaje de Abel” es un comic sin pretensiones pero lleno de poesía e introspección que nos habla de más cosas de las que podría parecer: nos recuerda que soñar ya es viajar; que el más hermoso de los viajes es el que nunca haremos; que muchas veces el mayor obstáculo para cambiar nuestras vidas somos nosotros mismos. Es una historia agridulce y emotiva, perfectamente narrada y salpicada de momentos soberbios. Para todos los que deseen leer una historia de gran humanidad, divertida y conmovedora, sean o no aficionados al comic.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario