(Viene de la entrada anterior)
Nativo de San Luis, Missouri, Gerber había mantenido correspondencia con Roy Thomas desde mediados de los sesenta, cuando era un adolescente metido en el panorama fanzinero de superhéroes. Después de terminar sus estudios universitarios en comunicación, encontró trabajo como escritor de anuncios para una agencia publicitaria, pero era una ocupación tan profundamente insatisfactoria que, desesperado, escribió a Thomas en 1972 para pedirle trabajo. Thomas, a la sazón editor de Marvel, le respondió mandándole una prueba para escribir seis páginas de una historia de persecución de coches protagonizada por Daredevil. Aquél fue su pasaporte de entrada en Marvel como editor asociado y guionista.
Aunque Gerber sufría de narcolepsia y tenía problemas para
permanecer despierto durante el día, escribir era su pasión y no tardó en
obtener los suficientes encargos para ganarse la vida como freelance. Tal y
como recuerda su colaborador, el dibujante Val Mayerik: “Steve era muy ambicioso, pero no en el sentido de querer más dinero o
poder, sino que tenía una visión muy clara de lo que quería hacer en los
comics. Estaba muy comprometido y no quería que nada se interpusiera en su
camino”. Y así fue. Gerber forzó los límites tanto como era posible
entonces, abordando temas como los derechos de las mujeres, el medio ambiente,
la violencia urbana, el fanatismo religioso o la angustia vital en un estilo
que combinaba la ligereza de Stan Lee con un sabor existencialista hijo de las
ansiedades y miedos de la época. Steve Gerber sentía respeto por los héroes
Marvel pero era demasiado inteligente y demasiado leal a su propia visión del
mundo como para traicionar ésta.
Para 1973, Steve Gerber parecía estar en todas partes y su
nombre podía verse en los créditos de títulos como “Daredevil”, “Iron Man”,
“Sub-Mariner”, “Tales of the Zombie”, “Crazy” o “Vampire Tales”. Pero lo
primero que le asignaron fue la cabecera que nos ocupa, “Adventure into Fear”.
A pesar de que Gerber nunca había pensado en escribir
terror o fantasía, como si estuviera ansioso de compensar el prosaico y
aburrido mundo de la publicidad que había abandonado recientemente, no taró en
sentirse muy cómodo con la diversidad de géneros con los que había ido
construyéndose el Universo Marvel. Es más, se dio cuenta de que, trabajando en
títulos más marginales como “Adventure into Fear”, disponía de mayor libertad
que en los títulos más punteros de la casa. A nadie le importaba demasiado lo
que él hacía en su pequeño rincón del Universo Marvel. Él mismo diría en una
entrevista: “Era un comic muy difícil de
escribir. Una vez más, creo que mi inexperiencia me sirvió al principio porque
no supe hasta la mitad de mi recorrido en el mismo lo duro que era escribirlo.
Conforme aumenté mi sofisticación y traté de escribir historias más ambiciosas,
comprendí cómo y por qué funcionaban la serie y el personaje, lo cual hizo aún
más difícil si cabe escribirlos. Ya no podía conformarme con una especie de
enérgico primitivismo”.
Empezó su andadura en “Adventure into Fear” con una historia de ocultismo en la que se presentaba un personaje que jugaría un papel importante en el futuro de la serie merced a su especial conexión psíquica con el Hombre-Cosa: Jennifer Kale, una adolescente que le roba un grimorio a su abuelo y juega a aprendiz de brujo invocando un demonio. Aunque ella y su hermano menor, Andy, creen que el hechizo no ha funcionado, se equivocan. El demonio se manifiesta y siembra el caos en el pueblo de Citrusville, cerca del pantano. El Hombre-Cosa interviene y la criatura es desterrada. Es un guion muy convencional pero que en sus momentos más intensos se aproxima a las mejores historias de The Heap. El Hombre-Cosa no es tanto un personaje con entidad propia como un instrumento de la justicia. Y Gerber veía muchísima injusticia en el mundo.
Con su segundo número, “Adventure into Fear” nº 12 (febrero
73), Gerber ya dejó claro que este no iba a ser un comic del montón. El
Hombre-Cosa se encuentra en el pantano con Jackson, un hombre negro que huye
del sheriff racista local, Corlee. Jackson afirma que le han tendido una trampa
por haberse involucrado sentimentalmente con una mujer blanca a la que Corlee
aspiraba a conquistar. Pero cuando Jackson se enfrenta cara a cara con su
perseguidor, se descubre que en realidad había asesinado al ayudante del
sheriff. Los dos se gritan con tanto odio que el Hombre-Cosa no puede
distinguir diferencia alguna entre los dos y, en lugar de actuar, se aleja.
Pero cuando Jackson resulta muerto por el arma de Corlee, ya sólo queda una
fuente emisora de odio y lo que sigue es la primera iteración de lo que se va a
convertir en la “marca” del monstruo: “Quien conoce el miedo…¡Arde con el
contacto del Hombre-Cosa”.
Esta historia, dibujada por un Jim Starlin primerizo más
inspirado en la composición que en el dibujo, tiene una aproximación agridulce
y ambigua a la idea de la justicia. Ambos hombres son culpables, ambos odian y
temen al otro. La única diferencia es que Corlee está armado y cuando el
Hombre-Cosa retira su protección, asesina a Jackson. No se ha hecho justicia.
Los dos son culpables. Corlee es claramente un racista de la peor especie y
Jackson puede tener más justificación para su aversión al policía, pero ello
tampoco le exime de culpa por el homicidio del ayudante. Los dos están
consumidos por el odio y en lugar de elegir el camino fácil y previsible,
Gerber no moraliza y condena a ambos.
Uno de los principales temas que Gerber iría desarrollando en su etapa con el Hombre-Cosa es el de la moralidad, a menudo condenando la irracional adherencia a pilares tradicionales de la sociedad (religión, padres, comunidad) que no deja espacio para la piedad o la compasión. Enfrentándose a estas rígidas instituciones están los disidentes, los parias, los librepensadores capaces de entender que las fuentes de autoridad tradicionales han perdido el rumbo y que cometen el error de mirar de frente al poder y decirles abiertamente la verdad. El Hombre-Cosa será el involuntario defensor de estos desarraigados, protegiéndolos cuando ellos no tengan las habilidades o recursos necesarios. Lo cual, sin embargo, no equivale a decir que todos los parias que desfilarán por la serie tengan autoridad moral, porque entre los villanos se cuentan todo tipo de grupos e individuos marginales, como sectas ocultistas o delincuentes.
Tras una nueva incursión en el mundo del ocultismo y la
hechicería en el número 13, (otra vez con Jennifer Kale –cuyo abuelo resulta
ser el líder de un culto de brujos), en el 14 (junio 73) Gerber demuestra lo
fácilmente que podía moverse de un género a otro. En esta ocasión, bebe de las
fantasías del escritor Michael Moorcock y su mitología del Campeón Eterno y
transporta al Hombre-Cosa y Kale a un extraño mundo de hechiceros y combates de
gladiadores. Resulta que el pantano en
el que nació y vive el Hombre-Cosa es un Nexo de Realidades, un punto permeable
del tejido de la realidad a través del cual puede contactarse con diferentes
planos de la existencia.
Este recurso tan sencillo le va a permitir a Gerber
explorar múltiples mundos salidos de su imaginación, aunque nunca va a
permanecer en ninguno de ellos lo suficiente como para perfilarlos
adecuadamente. Asimismo, y dado que, como hemos dicho, el Hombre-Cosa es un
personaje pasivo que no habla, le va a permitir extraer de ese Nexo y a
conveniencia los personajes que necesite para sus historias, desde brujos
malvados a guerreros estilo “Conan” pasando por patos parlantes. El Hombre-Cosa
se convertirá, junto a Jeniffer Kale, en guardián de ese Nexo. Y también su
esclavo, puesto que al alejarse de él, perderá su poder y correrá peligro de
muerte.
En el número 15 (agosto 73), Jennifer Kale vuelve a ser clave para detener una epidemia de locura y violencia que amenaza con destruir el mundo, en este caso asumiendo los poderes y responsabilidades de una antigua hechicera atlanteana. El 16 (septiembre 73) aborda el problema del choque entre la conservación de las culturas nativas americanas y los intereses de las grandes empresas. Y el 17 (octubre 73) es una parodia de Superman en la persona de Wundarr, enviado por sus padres a la Tierra antes de la destrucción de su planeta, aterrizado en los pantanos del Hombre-Cosa y dotado de unos poderes tan grandes como infantil es su mente.
Gerber, ya lo he dicho, se veía con libertad para hacer lo
que quería en una época en la que había tantos títulos en el catálogo de Marvel
que ningún editor podía controlar todo el material y, de hecho, los guionistas
ejercían de responsables de facto sobre sus colecciones. Pero eso no significa
que nadie leyera lo que se estaba haciendo. De vez en cuando, le obligaban a
Gerber a cambiar alguna línea de diálogo considerada demasiado explícita. Y en
esta ocasión, la cosa llegó aún más lejos porque alguien en DC no entendió que
Wundarr, su versión de Superman, era una parodia y amenazaron con demandar por
plagio a Marvel. Sin embargo, Gerber reaccionó rápido. Lo incluyó en “Marvel
Two-In-One” nº 2 y 3 (diciembre 73-enero 74). Como se le cambió el uniforme y
tuvo una trayectoria posterior que poco tenía que ver con el kryptoniano, el
asunto se olvidó.
Con fecha de portada noviembre 73 y de nuevo en “Adventure
into Fear”, concretamente en su número 18, encontramos “¡Una Cuestión de
Supervivencia!”, historia completamente centrada en los personajes humanos.
Tras un accidente de tráfico en el que se ven involucrados un autobús y un
coche, cuatro individuos radicalmente distintos, un nihilista, una enfermera,
un soldado y un vendedor, deben superar sus diferencias y cooperar para
salvarse a ellos mismos y a un niño herido. Pero las personalidades en juego
son tan opuestas y cada una defiende tan inflexiblemente su ideología y su
forma de ver el mundo, que no pueden ponerse de acuerdo y sólo la enfermera
consigue sobrevivir. De nuevo, a Gerber no le interesa quién tiene la razón
sino quién anda menos errado que el resto.
Esto nos lleva a subrayar otro de los temas relevantes en
el trabajo de Gerber. Siempre que entran en conflicto diferentes puntos de vista,
es la voz del dinero la que resulta más peligrosa. Y la forma que tiene el
guionista de articularlo no es precisamente sutil. En el pantano se está
llevando a cabo un proyecto de construcción importante y todos los relacionados
con él son indiscutiblemente perversos. El capataz Ralph Sorrel asesina a dos
hombres para evitar que se descubra que había matado a otros mientras conducía
ebrio. El responsable de ese negocio inmobiliario que planea arrasar parte de
los pantanos alrededor de Citrusville para construir un aeropuerto tiene el
poco sutil nombre de F.A.Schist. Es difícil decir si Gerber quiere decirnos que
el mal engendra más mal, o al menos lo contrata, o si sólo quería asociar a
todos estos villanos por conveniencia narrativa. Lo cual no quiere decir que
los capitalistas sean los únicos villanos aquí. Gerber es también muy corrosivo
cuando se trata del poder, ya lo ejerzan demonios, moteros delincuentes o
fanáticos religiosos.
A estas alturas, el Hombre-Cosa había conseguido reunir un número suficiente de lectores regulares como para otorgarle título propio, que empezó a publicarse en enero de 1974, cediendo su puesto en “Adventure into Fear” a partir del número 20 (enero 74) a Morbius, el Vampiro Viviente, hasta su cierre en el número 31 (diciembre 75).
Cronológicamente, a continuación habría que incluir el
primer número de “Marvel Two-In-One” (enero 74), también escrito por Gerber.
Ésta es una colección team-up, es decir, en la que el héroe titular, en este
caso La Cosa, une fuerzas en cada número con un personaje diferente. No es una
historia demasiado inspirada y casi podría leerse como una parodia dado que lo
que pone en marcha la acción es el enfado de La Cosa cuando se entera de que
hay un monstruo en los pantanos del sur que “le ha robado el nombre”. Así que
ni corto ni perezoso coge el autobús y se planta en Florida donde, junto al
Hombre-Cosa (que brevemente recobrará su forma e identidad de Ted Sallis),
deberá derrotar al Hombre Molécula. Una historia intrascendente cuyo principal
propósito parece ser el de descubrir el origen del Hombre-Cosa a aquellos fans
que no habían seguido “Adventure into Fear” y despertar su interés hacia el
personaje de cara al debut de su propio título.
Título cuyo primer episodio continúa la historia
interrumpida en “Adventure Into Fear” nº19, en el que Jeniffer Kale había sido
sentenciada a muerte por el Congreso de las Realidades: “Hombres de todos los
planos de existencia, unidos por su aspiración común: la divinidad”. Como era
habitual, todo se resuelve con rapidez y muchas peleas entre el Hombre-Cosa y
diversas criaturas muy grotescas. También aflora aquí el pícaro sentido del
humor de Gerber, cuando en mitad de una escena caótica aparecen Daredevil y la
Viuda Negra. No influyen en absoluto en la historia, pero, dado que por
entonces los crossovers eran un asunto serio, es un toque sorprendente e
incluso irreverente insertar aquí a estos personajes que por entonces él
también escribía.
(Continúa en la siguiente entrada)
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