(Viene de la anterior entrada)
Las páginas 1 a 5 del número 33, “Capítulo Final”, son tan icónicas, que es fácil olvidar que también existen las siguientes. Cinco páginas no parecen tantas para los actuales estándares narrativos del comic-book, pero entonces suponían un cuarto de todo el episodio y todas ellas mostraban lo mismo: un héroe abatido, luchando desesperadamente contra la fuerza de la gravedad y sus dudas y demonios interiores mientras el contenedor del suero salvador, a sólo unos metros, parece reírse de él y los chorros de agua que caen del techo anuncian el inmiente colapso de la instalación y su inevitable muerte.
Las
imágenes de Ditko y los textos de Lee añadieron una nueva dimensión al comic de
superhéroes con esta escena clásica: “Cualquiera puede ganar una lucha…Con las
probabilidades a su favor. ¡Es cuando están en contra…Es entonces cuando
importa!”. Casi puede sentirse el inmenso peso que soportan sus hombros
mientras lucha por levantar la máquina que le atrapa. La melodramática prosa de
Lee tocó el corazón de muchísimos lectores, sintetizando en un breve instante
el auténtico espíritu de Spiderman y el mensaje que éste daba a sus fans: por muy
sobrecogedores que fueran los problemas, aunque el mundo pareciera estar en
contra de ellos, siempre podrían encontrar en su interior la determinación y la
fuerza para triunfar.
Ditko
aprovecha con maestría los recursos exclusivos del lenguaje del comic,
herramientas que no tienen equivalente en el cine. Un comic divide el tiempo
lineal en una secuencia de instantes “congelados” y luego los sitúa uno junto
al otro. Buena parte del trabajo del dibujante consiste en elegir qué momentos
son los importantes y cómo de separados deben estar unos de otros. En esta
escena, esos intervalos son cada vez más breves; pasamos de un tiempo acelerado
a tiempo normal y, por fin, a “cámara lenta”. Pero, al mismo tiempo, el tamaño
de las viñetas se va haciendo cada vez más grande. El tiempo se transforma en
tamaño conforme el drama aumenta.
No podemos ver la cara de Peter tras la máscara de Spiderman. Su agonía queda representada exclusivamente mediante el lenguaje corporal. Las palabras de Stan Lee no son irrelevantes, pero el dramatismo de la escena descansa principalmente en el dibujo. Spiderman está atrapado. Se rinde. Piensa en tío Ben y tía May. Se recompone, se estira, encuentra fuerzas que no sabía que tenía, hace un esfuerzo final y, poco a poco, empuja las toneladas de metal que le aprisionan… y se libera.
Un
lector adulto podrá apreciar el subtexto que Ditko inserta en esta escena.
Spiderman no sólo está atrapado bajo los escombros de la base, sino bajo su
culpa por la muerte de tío Ben e, indirectamente, la enfermedad letal de su
tía. Y cuando levanta el amasijo metálico, no sólo lo hace como producto de un
colosal esfuerzo físico. Por fin, ha aprendido como sobrellevar su culpa.
Tras contemplar el triunfo de Spiderman en la espectacular página-viñeta nº 5, resulta un poco desconcertante verlo a continuación cojear, completamente exhausto, abrazando literalmente el suero contra su cuerpo. Ni siquiera entonces le permite Ditko un momento de alivio: es arrastrado por el agua que inunda la base, atacado por dos esbirros con equipo de submarinismo y otros diez inmediatamente después mientras trata de llegar a la calle. Es una agonía, pero la atmósfera es de victoria. Spiderman lo va a conseguir.
Lo
tradicional habría sido cerrar la historia justo después de superar la gran
crisis, quizá en un par de páginas. Ditko podría habernos mostrado a Spiderman
balanceándose con sus redes hacia el ocaso con el suero en sus manos. Pero
decide hacerlo de otra manera igual o más dramática. El héroe ha superado la
prueba y ahora lo vamos a ver reclamando su recompensa. Quizá porque es menos
famosa, la pelea con los esbirros de púrpura –en la que Spidey continúa
golpeando al aire, ya sin ver nada, después de haber derribado a todos sus
adversarios-, es otro momento de gran intensidad. Agotado y herido, se aferra a
su recién hallada identidad: “¡Soy Spiderman! ¡Y no fallaré! ¡No lo haré!”.
Ditko
nos hace esperar casi dos páginas mientras el doctor Connors mezcla el suero; y
todavía más hasta saber si la cura será efectiva; mientras aguarda el veredicto
del destino, Spiderman vuelve a la escena del crimen y toma algunas
fotografías. Inserto en uno de los grandes clímax morales de Ditko encontramos
una de las líneas de diálogo cómicas más conseguidas de Stan Lee: cuando se
entera de que Foswell tiene una exclusiva, una mueca de satisfacción asoma al
rostro de Jameson y Betty, al verlo, exclama: “¡Mr.Jameson! ¡Está sonriendo!
¿Pasa algo malo?”.
Hay un cabo suelto que atar y que es el que indica que este “¡Capítulo Final!” estaba destinado a ser, efectivamente, el último episodio de Ditko. De nuevo, conviene fijarse en el dibujo de las páginas 16 a 18 e ignorar el texto. Parker, encorvado por las heridas y el cansancio, le da la espalda a Betty. Ésta lo ve y corre hacia él, que no quiere hablar con ella. El punto de vista se aleja y gira para mostarnos lo que Betty ve: es la primera vez que vemos la cara de Peter tras su reciente ordalía, la primera vez en 30 páginas que se ha quitado la máscara. Su rostro cubierto de moratones y cortes le provoca un shock a Betty.
La
muchacha, de sopetón, toma conciencia de que su situación no ha cambiado. Desde
hace meses, ha venido odiando el peligroso trabajo de Peter como fotógrafo de
sucesos, que en su mente está relacionado con el asesinato de su hermano Bennet
en el número 13. La tercera viñeta de la página 17 resume a la perfección el
terror que invade su mente. En tres ocasiones antes de este momento, Peter
Parker se había alejado de Betty, terminando una relación que en el fondo
quería mantener; y cada una de esas veces, Betty había vuelto, incapaz de
comprender cuál era realmente el problema que les separaba. Esta vez, es ella
la que se aleja llorando: “¡Peter! ¡Peter! ¿Por qué tienes que ser tan cabezota?
¿Por qué sigues buscando la acción?”. A Ned ni se le menciona. Siempre fue una
excusa. Todo ha terminado.
Se ha
comentado en muchos foros y análisis que Peter Parker era una suerte de avatar
del propio Steve Ditko, mientras que Spiderman lo sería de Stan Lee. Pues bien,
no sólo esta última aventura trata casi exclusivamente de Peter (aunque esté
oculto bajo el disfraz de Spiderman), sino que la relación entre el joven y
estudioso fotógrafo y el mezquino editor refleja la que existía entre Ditko y
su jefe en Marvel. Y así, antes de cerrar esta etapa, Peter se cobra una
pequeña victoria sobre Jameson. Por fin, puede mostrarle unas buenas
fotografías del arresto de los secuaces del Planeador Maestro. “Quiero cien
dólares por cada una…o las venderé en otro sitio”. Y Jameson le paga lo que
pide. Como digo, una victoria para Peter, esta vez en su identidad civil.
La
historia se cierra definitivamente en el hospital donde está ingresada la Tía
May. El doctor, al ver el lamentable aspecto de Peter, insiste en hacerle un
reconocimiento antes de que lleguen los resultados de la cura… los cuales,
naturalmente, son positivos. “¡Buenas noticias! El suero ha detenido el deterioro
de la sangre. Con suerte, saldrá de esta”. Y esta página es quizá la que mejor
sintetiza y justifica la fama de la Trilogía del Planeador Maestro. No
Spiderman liberándose de la máquina que lo atrapa, sino Peter Parker mirando
aliviado a su tía dormida en la cama: “¡Esta vez no te abandoné, Tía May!
¡No!”. Y a continuación, Peter se aleja en la distancia mientras el doctor baja
la persiana. Fin.
Es una lástima que Stan Lee no comprendiera que estas imágenes finales, un cierre perfecto, no requerían palabras adicionales. Pero aún así, el texto que las acompañaba se dirigía directamente al corazón de los lectores más jóvenes y especialmente aquellos que se sentían incomprendidos por padres, profesores o amigos, que sólo veían en ellos defectos y ninguna virtud. Una enfermera que mira por la ventana del hospital la figura cada vez más pequeña de Peter, piensa: “Este Peter Parker es un buen chico. Es sincero…Educado…Y quiere a su tía. Lástima que ya no haya muchos jóvenes así. Lástima que alguien como él no pueda ser un ídolo a imitar en vez de algún buscador de emociones como Spiderman”.
No estoy
seguro de que los lectores de la colección en 1966 fueran conscientes de lo que
acababa de suceder. Las cartas de los aficionados publicadas en la sección de
correo eran en general positivas, pero ni de lejos eufóricas. Tras esta
trilogía, Ditko se encargaría de cinco números más antes de marcharse de la
colección abruptamente. Pero, en último término, fue su visión de Spiderman la
que, década tras década, ha sido una y otra vez recuperada. Cuando la gente
habla del Spiderman clásico, los números 31, 32 y 33 son los que siempre salen
a colación. Especialmente el 33; y especialmente la página cinco. Dos de las
películas que se han hecho del personaje (la segunda de Tobey McGuire y
“Homecoming”) recogen esa icónica imagen de Spiderman levantando un gran peso.
En cambio, todo el mundo prefiere olvidar ese momento del nº 1 en el que Peter
Parker discutía con el cajero de un banco sobre el cobro de un cheque.
Lo
ideal hubiera sido que la marcha de Ditko se materializara en este punto. No
podía superar estos tres números considerados el cúlmen de su etapa en
Spiderman. Y, efectivamente, así fue.
No es que el número 34 sea rematadamente malo, sólo regular. Lo mismo había sucedido con la historia del Escorpión (nº 20, enero 65), que había llegado tras el arco de “El Fin de Spiderman”. Así que, en su momento, este episodio pudo leerse y rápidamente olvidarse esperando que Ditko y Lee sólo estuvieran descansando y cogiendo aliento para la siguiente épica.
Kraven
el Cazador (al que no habíamos visto desde el nº 18, nov.64) decide forzar un
nuevo enfrentamiento con Spiderman. En la página 1 declara que es un reto
personal (“¡Aún se me niega el mayor premio!”), pero, seis páginas después, ya
lo entiende como una venganza personal (“Merece la pena el riesgo. Merece cualquier
precio que deba pagar por destruir a quien más aborrezco en el mundo”). Prepara
una de sus pociones, con la que podrá pegarse a las paredes, se enfunda un
disfraz de Spiderman y se dedica a acosar públicamente a J.Jonah Jameson,
esperando atraer a su adversario. Por supuesto, el editor se hace la víctima,
pero utiliza la circunstancia para vender más periódicos redoblando de paso la
campaña contra Spiderman.
La última vez que un villano se había vestido de Spiderman, Peter Parker asumió que él mismo padecía de sonambulismo y personalidad dividida, corriendo a visitar a un psiquiatra (nº 24, mayo 65). Esta vez se comporta de una forma más razonable: “Alguien me está suplantando”. Tan pronto como sale a indagar, averigua que su “doble” es Kraven. Se persiguen el uno al otro por un viejo edificio, pelean, Spiderman gana, Kraven (que es un hombre de honor después de todo) admite ante las autoridades que había sido él quien acosaba a Jameson y éste, una vez más, queda como un estúpido.
Y
volvemos a encontrar aquí otro detalle chirriante que demuestra la inexistencia
de comunicación entre Ditko y Lee. En la página 11, cuando Spiderman y Kraven
se encuentran cara a cara, éste rocía a aquél con un spray, según dice, para
anular el sentido arácnido. Pero eso fue una ocurrencia sobre la marcha de Lee
para llenar el bocadillo de texto porque durante el resto del combate,
Spiderman utiliza con vergonzante normalidad ese superpoder. Lo más lógico es
que la intención de Ditko fuera que ese perfume con el que Spiderman queda
impregnado, permitiera a Kraven rastrearle sin problemas con sus sentidos
aumentados.
Durante
la pelea en el mencionado edificio, un grupo iracundo persigue a Spiderman para
atraparlo, pero nada se aprovecha de esto más allá de rellenar viñetas. El
héroe se limita a inmovilizarlos fácilmente con sus redes o atizarles para que
la policía los recoja. El texto de Stan Lee dice claramente que se trata de
criminales resentidos con Spiderman, pero me pregunto si la verdadera intención
de Ditko era que fueran una turbamulta de ciudadanos indignados. En la viñeta
cinco de la página nueve, el dibujante se molesta en mostrar el estado de la
opinión pública, hostil a Spiderman gracias a los editoriales de Jameson (“¡Perseguir
a un buen ciudadano como Mr.Jameson! ¡Qué lamentable!”. “Alguien debería sacar
de circulación a ese trepamuros enmascarado de una vez por todas!”). Pero en la
página once, vemos a tres individuos de aspecto patibulario decidiendo ir a por
Spiderman para librarse de él. Es posible que Ditko pretendiera que éstos
fueran gente ordinaria alterada por la prensa y dispuestos a tomarse la
justicia por su mano. De otro modo, no tiene mucho sentido la subtrama del
falso Spiderman. Pero, por otra parte, a éste se le muestra aporreando sin
contemplaciones a sus perseguidores, lo que no concordaría mucho con su
carácter de tratarse aquéllos de gente normal y corriente.
Y eso
es básicamente todo lo que sucede. La Tía May es todo sonrisas tras su
operación y al final del episodio está tranquilamente sentada charlando como si
nada con su amiga, la señora Watson. Betty Brant, acosada por perturbadores
sueños en los que Peter se le aparece como Spiderman, se marcha de la ciudad y
Jameson contrata una nueva secretaria. Y Peter continúa saboteando su propia
vida social. Trata de mostrarse cordial con sus compañeros, pero éstos, no del
todo injustificadamente, le mandan a paseo porque no olvidan cómo los ignoró
desde el primer día. Peter podría haber explicado fácilmente sus motivos. Puede
que Flash sea un caso perdido, pero Gwen y Harry seguramente le habrían dado el
beneficio de la duda. En cambio, prefiere culpar de una situación que él mismo
ha generado a una fuerza sobrenatural y maléfica –“La clásica suerte Parker
nunca decepciona”- y vuelve a ignorarlos para concentrarse en su trabajo de
laboratorio. “No puedo culparlos por considerarme el idiota del año. Pero
tampoco voy a suplicarles que me den ocasión de explicarme”. Una actitud propia
de un majadero.
Hay,
sin embargo, una escena interesante que apunta a un camino por el que Ditko
estaba guiando a su personaje y que, a tras su marcha de la colección, Stan Lee
clausuró. Tras salir de clase, en la calle, Peter escucha sirenas de la
policía. Está a punto de cambiarse a Spiderman cuando se detiene y piensa:
“¡Claro que, bien pensado, ¿para qué? Todavía me queda dinero de las últimas
fotos que le vendí a Jameson… ¡Y Tía May me espera! ¡Me iré a casa a estudiar
como todo el mundo!”.
Esto no se parece mucho al “Un Gran Poder Conlleva una Gran Responsabilidad”. Parece que Peter ha olvidado que su negligencia de no hace tanto tiempo provocó la muerte de su Tío Ben. Podría esperarse que semejante actitud –que han preferido olvidar muchos fans del personaje- desembocaría en una conclusión trágica o una moraleja. Pero no. Decide olvidar sus responsabilidades con el mundo por una noche y así lo hace. Y no pasa nada.
El mes
anterior, Peter Parker se liberó de su lastre psicológico y exorcizó el
fantasma del Tío Ben. Ya no escucha esa voz ansiosa que le grita en su mente
que su poder le obliga a asumir una responsabilidad con el resto del mundo.
Aquí, le da la espalda a alguien que puede estar en apuros y lo hace con su
semblante más feliz en meses. A Ditko le había costado treinta y cuatro
episodios refutar el desenlace de “Amazing Fantasy” nº 15, tres años y medio
antes, y confirmar el mensaje apuntado en la saga de “El Final de Spiderman”.
Si tiene que elegir entre Peter Parker y Spiderman, el protagonista optará felizmente
por la primera opción.
Por supuesto, las cosas no se resuelven tan fácilmente para él. El Kraven disfrazado de falso Spiderman le obliga a entrar en acción de nuevo (después de todo, quizá ese sea el propósito narrativo de la reintroducción de este villano) y el episodio termina con él, otra vez melancólico a causa de Betty, pensando –seguramente Lee aprovechó para rectificar la situación-: “¡Tengo que aprender a aceptar las cosas como son! ¡Tengo que dejar de pensar en Betty! ¡Para mí, ha de ser como si no existiera! ¡Es la única forma! ¡Porque nunca me aceptaría como Spiderman! Pero soy Spiderman…Y siempre lo seré..¡mientras viva!”.
(Continúa en la siguiente entrada)
Personalmente mi historia favorita de Spider-Man es "Vuelta a casa" de Straczynski y Romita Jr., pero como fanático de Spidey reconozco que El Capítulo Final es el que probablemente más repercusión a tenido, muchos autores han hecho tributos/imitaciones: Combatiendo a Juggernaut, saliendo de la tumba en la Última Cacería de Kraven, el regreso a la vida de Norman Osborn en Revelaciones, cargando con los pilares del Daily Bugle en Peter Parker: Spider-Man #98, Morlun, recuperando sus memorias en Superior Spider-Man y el Duende Rojo en Amazing #800... y nunca me canso de releer esas historias.
ResponderEliminarBuf... yo no te sabría decir cuál es mi historia favorita de Spiderman. Por desgracia, al paso al que voy, no se si llegaré a comentar esas que tu comentas...Un saludo
ResponderEliminarGracias, empecé con los cómics a los 12 años porque quería más historias de Spider-Man, y como soy un perfeccionista empecé por el Amazing #1. De ahí hice una lectura cronológica y en 5 años me leí todos los cómics protagonizados por Spidey los últimos 50 años. Es un pequeño logro personal, desde entonces he tratado de expandir mis intereses.
EliminarUn saludo a ti también, tus reseñas me ayudan a salir de mi zona de confort. Recuerdos del Imperio del Átomo me pareció excelente, salvo por la falta de caracterización, gracias por publicar tu crítica.