31 jul 2021

1974- UN TAL DANERI – Carlos Trillo y Alberto Breccia

 


Alberto Breccia comentó en una entrevista que una noche iba en coche por Buenos Aires en compañía de Hugo Pratt cuando éste le espetó: “Eres una puta barata. ¿Por qué estás haciendo basura cuando podrías hacer algo mejor?”. Obviamente, la pulla le sentó mal, pero también le hizo reflexionar y tuvo que reconocer que su colega tenía razón. Llevaba dibujando comics desde los años treinta, pero su verdadera alma de artista no afloró hasta después de aquella conversación, cuando en diciembre de 1958 apareció “Sherlock Time” en la revista “Hora Cero Extra”, con guiones de Hector Germán Oesterheld. A partir de ese momento, Breccia trascendió el oficio de narrador gráfico para convertirse en un artista, un experimentador inquieto que cambiaba con frecuencia su registro, temeroso de, como les ocurría a los profesionales más veteranos, quedar estancado, acomodarse en una fórmula rígida que les exigiera menos esfuerzo pero que les abotargara la agudeza y la ilusión. Como él mismo afirmó: “No creo en los estilos. Los estilos son manierismos”.

 

Después de “Sherlock Time” llegó otro hito en su carrera y, podría decirse, en la historia del comic: “Mort Cinder” (1962), en el que Breccia, de nuevo ilustrando guiones de Oesterheld, utilizó extensivamente el claroscuro y las tramas para obtener efectos de gran expresividad y dramatismo. Siguieron otras dos colaboraciones con el mismo escritor en las que ensayó los monotipos y el collage: “Richard Long” (1966) y la segunda etapa de “El Eternauta” (1969). La última fase de su viaje artístico consistiría en una mezcla de caricatura y expresionismo grotesco, como en “Buscavidas” (1984) o “Perramus” (1984), con guiones de Carlos Trillo y Juan Sasturain respectivamente.

 

“Un Tal Daneri” fue la primera colaboración de Breccia con el también grande Carlos Trillo y se encuentra localizada a caballo de esas dos últimas fases. Se trata de un comic policiaco muy oscuro, opresivo y pesimista protagonizado por un expolicía entrado en años que ahora ejerce de “solucionador”, tipo para todo en el ámbito de los bajos fondos, la persona a la que llama quien no puede acudir a la policía para que encuentre a alguien, envíe mensajes contundentes, apalice, proteja, intermedie o dirima dudosas responsabilidades. Un tipo profesional, serio y de fiar que, moviéndose en el mejor de los casos en un terreno moral y legalmente gris, no ha renunciado del todo a conservar un código de honor propio, lo que le ha permitido mantener el respeto de sus “clientes” y conocidos. Se mueve entre la suciedad y con ella se mancha las manos, pero no ha olvidado el significado y el valor de la lealtad o la justicia.

 

Con su rostro surcado de profundas arrugas, un perenne cigarrillo en sus labios y su figura encorvada desdibujada por una vieja gabardina, Breccia toma su propia imagen como base para retratarlo como un hombre agotado, baqueteado por los golpes que le ha propinado la vida y las cosas que ha tenido que presenciar y, suponemos, hacer. Daneri vive solo, insomne y rodeado de recuerdos probablemente no muy reconfortantes, conformándose con la compañía ocasional de alguna vieja amiga prostituta.

 

Aunque no se hace mención explícita a ello en el texto, el paisaje geográfico y humano de fondo es Mataderos, un barrio marginal de Buenos Aires donde Breccia pasó su infancia y cuyos recuerdos exorciza convirtiéndolo en un personaje con entidad propia; un vecindario de ruinosas casitas de ladrillo y vacías calles sin pavimentar, de aspecto tan desolado y tenebroso como las esperanzas de quienes allí viven atrapados. Y no es para menos, porque ninguna de las pequeñas tragedias –cotidianas, sí, pero igualmente sobrecogedoras- en las que Daneri se ve involucrado termina bien. Siempre hay violencia, casi siempre muerte.

 

Y es que, aunque he dicho que Daneri es el protagonista, esto es solo cierto a medias. Poco sabemos de él al principio y poco sabemos al final. En realidad, no importa demasiado porque el centro de estas ocho historias cortas producidas entre 1974 y 1978, como sucede frecuentemente en el género negro, no es tanto él como quienes le rodean circunstancialmente en cada caso: esa madre preocupada por su hijo delincuente, el pianista acosado por una famosa actriz, el gangster caído en desgracia perseguido por sus antiguos esbirros, el padre al que tortura su aparentemente bondadosa hija, los rivales enfrentados por una mujer a la que ambos amaban y que de ambos se burló… Víctimas y verdugos no muy diferentes de Daneri en el sentido de que la vida no se lo ha puesto fácil a ninguno y todos aceptan resignados la nefasta suerte que les ha tocado –o la que ellos mismos se han buscado.

 

Es este un fatalismo que bien puede emanar del difícil momento de la historia de Argentina en que fue concebido el tebeo, a mitad de camino de la tiranía de Perón y la dictadura militar que le sucedería poco después. Un largo y terrible periodo para los comprometidos ideológicamente de cualquier extracción y actividad profesional, desde intelectuales a artistas, de estudiantes a sacerdotes; perseguidos, torturados y asesinados, como acabaría siendo el caso del mencionado Oesterheld, uno de los mejores guionistas que ha dado el comic mundial. No es este un tebeo sobre política, pero sí hijo y reflejo de un contexto político, social y económico profundamente deteriorado.

 

Es también un comic sobre el que planea la sombra de Jorge Luis Borges. El nombre del protagonista es un homenaje a Carlos Argentino Daneri, el propietario de la casa que alberga el Aleph de su famoso cuento. Y ese nombre no es sino un anagrama del de Dante Alighieri. La diferencia entre el Dante clásico y Daneri es que el primero sólo estaba de visita en el Infierno, limitándose a observar; y el segundo no puede escapar de él y se ve obligado a mezclarse con los condenados. Con todo, lejos del total nihilismo, Trillo y Breccia encuentran la forma de demostrar su gran cariño por esos personajes fracasados. Incluso en el infierno, nos dicen, pueden encontrarse un noble gesto o la triste belleza de un final trágico.

 

“Un Tal Daneri” puede ser un tebeo duro, visceral y difícil al que conviene acercarse con la sensibilidad y expectativas adecuadas. Primero, por el negro fatalismo que impregna todas sus historias; y, segundo, por la muy inusual e intensa aproximación estética elegida por Breccia, quién, sobre una composición de página clásica, en las viñetas combina imprecisos collages, masas de claroscuro puro, aguadas, raspados, monotipos y violento expresionismo para empapar todas sus planchas de una atmósfera lúgubre, opresiva, que parece aplastar a los personajes.

 

Es este, en resumen, un comic denso y exigente con el lector en todos sus aspectos: por sus personajes patibularios y perdedores, su ambientación marginal, sus duras historias de final descorazonador y un dibujo desasosegante. Es, también, un tebeo ejemplar de serie negra. Trillo demuestra cómo plantear, desarrollar y culminar un drama en menos de ocho páginas, asumiendo los ejes rectores del género negro y, al mismo tiempo, adaptándolo a su propio lugar y momento; y Breccia, en lugar de conformarse con transitar por el camino más trillado, se arriesga para crear imágenes complejas, personales e impactantes.


1 comentario:

  1. Muy buen artículo, Manuel.

    Una sola corrección que tiene que ver con la historia Argentina. Hablar de la "tiranía de Perón" es una cosa medio inocua, ya que éste tuvo dos gobiernos democráticos hasta 1955 y luego hubo una seguidilla de golpes militares uno tras otro hasta su regreso en el 1974.

    Por eso hablar de "tiranía" de un personaje que básicamente estuvo exiliado casi veinte años y sus dos primeros gobiernos fueron obtenidos mediante el sufragio, no tiene mucho sentido.
    Sin ir más lejos muchos artistas de cómics argentinos (Enrique Breccia, el hijo de Alberto, por ejemplo) simpatizaron con el peronismo.

    Después hay mil y un cosas que se le pueden cuestionar a Perón y al peronismo pero ese dato está un poco errado.
    No te juzgo igualmente, la historia argentina es un poco complicada xD

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