8 may 2018
1986- BATMAN: EL REGRESO DEL CABALLERO OSCURO - Frank Miller y Klaus Janson (y 2)
(Viene de la entrada anterior)
Al menos superficialmente, “Caballero Oscuro” es una obra bastante simple. Los personajes principales son muy conocidos, la trama es lineal, no hay pistas escondidas en los dibujos y algunos secundarios quizá menos populares, como Oliver Queen (un “Flecha Verde” mutilado por Superman para que dejara de ejercer de vigilante no sometido a supervisión gubernamental) o Selina Kyle (“Catwoman”, una proxeneta lastimosamente envejecida), no son tan importantes en el argumento como para que su desconocimiento dificulte su entendimiento. Sin embargo, lo cierto es que el comic requiere de varias lecturas para detectar todos sus matices y sutiles presagios; o la forma en que ciertas frases se repiten en diferentes escenas, adquiriendo nuevos significados.
El dibujo de Miller puede ser un gusto adquirido, una mezcla de realismo, estilización y caricatura. Hay quien no le considera un buen dibujante. En mi opinión, esto es una apreciación errónea. Lo que puede que no sea es un gran ilustrador naturalista. La principal preocupación de Miller es utilizar el elemento gráfico del comic como debe hacerse: como herramienta para contar la historia y no una forma de exhibicionismo visual. Y eso lo hace de primera. Tiene un magistral talento para la composición de página y cuándo utilizar tal o cual recurso: un primer plano, un plano general o uno subjetivo, una página viñeta, una multitud de viñetas diminutas, cuándo utilizar el claroscuro y cuándo ceder el protagonismo al color… Por otra parte, y a pesar de que, como he dicho, no se le puede calificar como un gran dibujante naturalista, sí es capaz de transmitir emociones sutiles mediante las expresiones faciales. Por otra parte, Gotham City es aquí otro personaje más, una ciudad sobre la que reina una perpetua atmósfera de pesadilla, de violencia y de caos a punto de explotar e invadirlo todo –como, de hecho, sucede-.
En lo que es el dibujo propiamente dicho, Miller mantiene una evolución respecto a lo ya visto en “Ronin” un par de años antes, manteniendo los aciertos pero simplificando el estilo. El que Miller utilizó aquí puede calificarse de minimalista tanto en lo literario como en lo gráfico, una decisión que se desviaba del embellecimiento de los dibujos y la prosa recargada que caracterizaban a los comics mainstream de la época. Cada página, cada viñeta, está pensada para causar el mayor impacto posible con los mínimos elementos necesarios. Miller, Janson y Varley le dieron al comic un nuevo look. El tratamiento de sus escenas de acción, por ejemplo, es sobresaliente, reflejando perfectamente los esfuerzos de un Batman incapaz ya de las hazañas de antaño y que se maldice por ser demasiado blando. Juega con la forma de las viñetas y consigue momentos de verdadero suspense difíciles de ver en otros comics o incluso otros medios como el cine o la literatura. En el primer volumen, por ejemplo, la forma en que utiliza una tormenta, los truenos cada vez más intensos y los rayos para preceder y acompañar la primera aparición de Batman en la historia es extraordinario.
La narración viene continuamente punteada por pasajes, plasmados como viñetas cuyos marcos representan pantallas de televisión, en los que diversos individuos discuten sobre temas como el significado de Batman para la sociedad o las consecuencias de su reaparición. Son discusiones muchas veces estúpidas y vacuas que tratan de distraer la atención mientras el mundo a su alrededor colapsa debido al crimen y la amenaza de guerra nuclear. El crimen en las calles y la política internacional resultan tan aterradores como su deliberada ignorancia o tratamiento frívolo por parte de los medios. Aunque no es un recurso nuevo (Howard Chaykin, por ejemplo, lo había utilizado en abundancia años antes en su también magnífica “American Flagg”), sí lo dosifica de forma inteligente para ayudar al lector a introducirse en ese mundo del futuro y sus directrices éticas (o la ausencia de ellas).
Es obligado destacar la sobresaliente contribución de Lynn Varley al color, profesional que ya había trabajado con Miller en “Ronin”, también con resultados notables. Aplica un color rico en tonalidades que nunca tapa el dibujo. Varley da vida a este futuro creado por Miller y Janson utilizando tonos apagados, azules y grises, puntualmente salpicados por explosiones de color, como los trajes de los mutantes o el de Robin. El color tiene también aquí una función narrativa: por ejemplo, cuando los mutantes pasan a prestar servicio como “ayudantes” de Batman, cambian sus vestuarios por otros más apagados.
A pesar del excelente resultado artístico, lo cierto es que “Caballero Oscuro” supuso el final de la colaboración entre Miller y Janson, un equipo que había trabajado durante años en “Daredevil” y que parecía guardar una excelente sintonía. Pero aquí Janson se sentía decepcionado por lo que describió como un comic de tono y ritmo estáticos, pensando además que no podía utilizar sus capacidades ni ofrecer un trabajo suficientemente interesante al disponer de muy poco espacio en las viñetas. Miller y Janson sostuvieron importantes discusiones sobre la labor del último en “Caballero Oscuro”, coincidiendo ambos en que su aportación en el tercer episodio no había estado a la altura. De hecho, a punto estuvo Janson de ser destituido de su labor para el cuarto y último número de no haber sido porque al final prevaleció el sentido común.
En DC no estaban muy seguros de que una reinvención tan radical como la que acometía Miller fuera a ser del agrado de los fans, especialmente tratándose de un personaje tan veterano y consolidado como Batman. En parte fue por ello por lo que lo segregaron de la nueva continuidad establecida tras las Crisis y lo “arrinconaron” en una miniserie. A la postre, a Miller semejante decisión le vino de perlas pues utilizar un universo alternativo y desvincularse de la continuidad oficial le daba libertad para tomarse cuantas licencias considerara oportunas, muchas de ellas inadmisibles en las colecciones regulares. Miller cogió el batuniverso establecido durante décadas y lo retorció a voluntad sin respetar nada.
Los temores de los ejecutivos de DC resultaron infundados. A pesar de que cada número de la miniserie, con 48 páginas, costaba 2.95 dólares –casi cuatro veces el precio de un comic normal- las ventas fueron impresionantes. En ello influyó sin duda el que se le dedicaran artículos en publicaciones como “Rolling Stone” o periódicos importantes. La primera edición del primer número se agotó en todo el país aun cuando DC imprimió un 40% de ejemplares por encima de las órdenes de compra iniciales emitidas por las tiendas especializadas. Los lectores, veteranos o nuevos, que acudían a las tiendas gracias al boca-oído, se encontraban con los dos primeros números agotados…si es que siquiera la tienda los había pedido, porque algunas no lo hicieron desconfiadas ante su elevado precio y que la obra anterior de Miller, “Ronin”, había resultado un relativo fiasco de ventas. Hubo vendedores que, a la vista de la escasez, llegaron a pedir treinta dólares por número y aún así los vendían todos. DC se vio obligada a hacer rápidamente segundas y terceras ediciones de los dos primeros números. Y los retrasos de varias semanas en el lanzamiento de los episodios tres y cuatro sólo sirvieron para calentar todavía más el ánimo de los fans. La demanda había sido tan fuerte que sobrepasó totalmente la capacidad de DC y de los distribuidores para atenderla. Al final de aquel mismo año, DC reeditó los cuatro números reuniéndolos en un volumen único, bien en tapa blanda o dura y a un precio bastante más elevado (hasta 39.95 dólares). No sólo eso, fue una edición que salió del “guetto” de las librerías especializadas para saltar al mercado de las librerías generalistas, uno de los primeros comics en hacerlo. No ha parado de reeditarse hasta el día de hoy.
Y todo ello a pesar de que no todas las críticas que recibió la obra fueron entusiastas. Varios de los conceptos e imágenes que ofrecía el comic eran inquietantes y no fueron pocos los que se lo tomaron más en serio de lo que debían. Algunos comentaristas, por ejemplo, se sintieron ofendidos por la versión afeminada del Joker, viendo en ella una sátira ofensiva de la homosexualidad. Pero el ataque más extendido y persistente fue el que tachaba a Batman de fascista, y ello aun cuando Miller insistió repetidamente en que nunca trató de hacer una declaración política a través del personaje.
En la revista “Village Voice” se calificó a este Batman como “Rambo con Capa”, quejándose sobre el “racismo astutamente disfrazado” de los Mutantes en el segundo episodio y concluyendo que el comic era “propaganda neoconservadora”. También Art Spiegelman encontró la obra “fascista” y el editor de “Comics Journal”, Gary Groth, opinó que era moralmente censurable, llegando al debate político personal con Miller durante la Dallas Fantasy Fair de 1986. El propio Miller tenía su propia visión del personaje: “Esa es una de las cosas que más me divierten de la serie. Creo que para que funcione el personaje, tiene que ser una fuerza que en algunos aspectos esté más allá del bien y del mal. No puede juzgársele con los parámetros que usaríamos para describir algo que un hombre ordinario haría, porque no puedo pensar en él como un hombre. He hecho esta serie en un momento personal muy adecuado, porque me parece evidente que nuestra sociedad está suicidándose debido a la ausencia de una fuerza semejante y su incapacidad para abordar los problemas que están destruyendo todo lo que tenemos. En lo que se refiere a si Batman es fascista, mi opinión es … que sólo lo sería si asumiera un cargo público”.
Miller tiene también tendencia a jugar a dos bandas, criticando tanto a la Izquierda como a la Derecha. Esto puede ser una decisión artística que pretenda reflejar la ambigüedad y dualismo del mundo… o un ejercicio mercenario de cinismo con el fin de llegar al máximo número de lectores. En este sentido, algunas veces sus ataques no tienen sentido en su propio contexto: presenta de forma ridícula a un psiquiatra “new age” como un idiota que denuncia a Batman por ser el catalizador del crimen que él mismo combate…pero luego Miller le da la razón al personaje cuando hace que el Joker vuelva a las andadas tras ver el retorno de su némesis en la televisión.
Para bien o para mal, esa ambigüedad está presente en el corazón de “Caballero Oscuro”. ¿Cuánto de lo que se nos muestra hemos de tomarlo literalmente y cuánto es una metáfora? ¿Qué opiniones y personajes son los que reciben una aproximación más satírica? Desde un punto de vista metafórico, el comic es un agrio ataque contra la sociedad en general, contra un mundo en el que los criminales deambulan libremente por las calles y en el que los asesinos en masa ocupan sillones oficiales.
¿Es “Caballero Oscuro” una glorificación del fascismo? En cierto modo sí, pero la aproximación de Miller, aunque cruda y efectista, no es ni mucho menos única en el mundo de la ficción norteamericana. Basta con recordar la ingente cantidad de películas, series de televisión, novelas y comics que presentan héroes (policías, soldados, espías o incluso hombres corrientes) que se toman la justicia por su mano –mano armada, claro- en mundos en los que la gente corriente está aborregada, los políticos son corruptos, ineptos o débiles, los reporteros obedecen sólo al sensacionalismo… Son cantos al individualismo que rechazan la posibilidad de que los valores sociales puedan tener recorrido en un mundo que se interpreta como peligroso e injusto.
En cualquier caso y aunque uno no tenga que estar necesariamente de acuerdo con los puntos de vista políticos de Miller (y, de hecho, en varios de ellos, no debería), Batman y sus reacciones, por muy extremas que puedan parecer, sí son en general coherentes con la sociedad y el estado de violencia y relatividad moral que se describe en el comic. De la misma manera que ofrece versiones torturadas, siniestras y violentas de héroes clásicos (Batman, Superman, Flecha Verde, Catwoman), ataca con bilis y veneno a la vacuidad e ineptitud de los medios de comunicación y la clase política, a menudo dejados al margen de la villanía en los comics o, al menos, a un segundo nivel. Miller expresa su ira (sea ésta real o afectada) algunas veces mediante el drama y otras recurriendo a la sátira, pero al final propone una pregunta interesante y digna de reflexión: ¿Un hombre que no responde a ninguna autoridad superior es más peligroso que los hombres que sí lo hacen, cuando dicha autoridad en sí misma tampoco responde ante nadie?
Algunos meses después, entre 1986 y 1987, Miller volvería a Batman, pero esta vez a contar no su final sino su origen. “Batman Año Uno” narraría otra vez la génesis del héroe, pero esta vez de una forma absolutamente depurada, con un tono de serie negra y poniendo el énfasis en la relación simbiótica entre Batman y el (futuro) comisario Gordon. Pero de ello hablaré en una futura entrada.
Casi inmediatamente, la reinterpretación que Miller hizo de Batman, oscura y violenta se extendería y luego amplificaría en otras obras e incluso en las series regulares del personaje. Tras las “Crisis en Tierras Infinitas”, las colecciones regulares de Batman (“Detective Comics” y “Batman”) no habían contado, como sucedió con otros superhéroes de la casa, con un reinicio y nueva numeración ni presentaron grandes alteraciones en su mito. Su origen siguió siendo el mismo, pero muchas de sus aventuras pre-Crisis desaparecieron del canon, así como la Familia Batman y su amistad inquebrantable con Superman que tan gran papel habían jugado en la Edad de Plata. Ahora bien, influidos por “Caballero Oscuro”, las historias de Batman, dentro o fuera de las colecciones, se hicieron más lóbregas, ásperas y psicológicas. Por nombrar sólo algunos ejemplos: el Joker asesinaría a Robin (en “Una Muerte en la Familia”) y dejaría inválida a Batgirl (“Una Broma Asesina”); Batman, víctima de un lavado de cerebro, se convertiría en sicario de un fanático (“El Culto”), aparecerían villanos tan despiadados como Bane y Gotham city acabaría destruida por un terremoto…
Este comic, junto a “Watchmen” (1986), marcó por tanto una nueva tendencia en el género de superhéroes. Por desgracia, ninguno de los émulos e imitadores supo comprender el mensaje, ni tampoco tenían el talento de Frank Miller o Alan Moore, así que acabaron regodeándose en el pesimismo, la violencia y el cinismo per se, sin aportar verdaderamente nada nuevo a los personajes. Por fortuna, el género superaría esos excesos y llegaría una corriente contraria que propugnaría el regreso a versiones más inspiradoras y luminosas conservando, eso sí, gran parte del interés por la psicología de los personajes y un cariz en general más adulto.
“Batman: El Regreso del Caballero Oscuro” es un espectáculo de talla épica y un drama emocional íntimo, una historia de ritmo imparable y creciente que marcó un antes y un después en uno de los principales héroes de la historia popular y de la propia industria del comic-book, haciendo de paso a Batman uno de los héroes más populares de la historia del género quizá sólo por detrás de Superman. Fue un comic rompedor en su momento y lo sigue siendo hoy. Imprescindible.
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