5 may 2018
1986- BATMAN - EL REGRESO DEL CABALLERO OSCURO - Frank Miller y Klaus Janson (1)
Frank Miller siempre había sentido un interés especial por Batman y ya cuando se ocupaba de revitalizar a “Daredevil” a principios de los ochenta declaró en varias ocasiones su deseo de trabajar con él. De hecho, presentó a Dick Giordano, a la sazón editor de los títulos de ese personaje, un proyecto titulado “Batman: Diez Años Después”, que no llegó a fructificar. Pero pasado un tiempo ocurrieron dos cosas. Primero, que DC, consciente por fin de la parálisis en que habían entrado sus personajes tradicionales, decide remodelar su universo de arriba abajo con la miniserie “Crisis en Tierras Infinitas” (1985). Tras ella, el pasado de todos los superhéroes clásicos de la editorial había quedado en blanco, listo para que los autores los llenaran con nuevas y más modernas interpretaciones.
Por otra, Miller era ya una superestrella de los comics. En 1984, había guionizado y entintado para DC “Ronin”, un comic novedoso y atrevido que, sin embargo, no acabó de funcionar bien entre los aficionados. La editorial, no obstante, era consciente de su talento creativo y decidió seguir confiando en él. Es ahora cuando Dick Giordano le da paso para ocuparse de Batman. Curiosamente, su reinterpretación del héroe de Gotham, a la postre tremendamente influyente, no tuvo lugar en las colecciones regulares del justiciero (como sí había sido el caso de las nuevas versiones de Superman, Wonder Woman o La Liga de la Justicia), sino en una especie de “What If…?” derivada de aquel proyecto primigenio y que no sólo transcurría en una suerte de universo paralelo –o, como mínimo, en el futuro- sino que apareció en una edición independiente de la continuidad oficial.
“El Regreso del Caballero Oscuro” debutó originalmente como una miniserie de cuatro números en formato prestigio (marzo-junio 86) escrita y dibujada por Frank Miller, entintada por Klaus Janson y coloreada por Lynn Varley. El tono intenso y épico de la obra, su mezcla de acción superheroica, profunda caracterización y crítica social así como la sorprendente versión de personajes como el Joker o Robin, llamaron inmediatamente la atención de toda la industria, profesionales y aficionados por igual. Desde el principio, “Caballero Oscuro” causó un terremoto en el género cuyas ondas han perdurado décadas. Estableció un nuevo baremo tanto en términos de popularidad como en calidad artística que influiría profundamente en la industria, para bien o para mal. Es, en definitiva, uno de los comics más importantes jamás publicados.
La historia está ambientada, como he dicho, fuera de la continuidad oficial de DC, en un futuro no demasiado lejano. Bruce Wayne, superando ya los cincuenta, ha colgado el traje y la capa en aras de una vida en principio menos peligrosa. Pero la inactividad, la amargura y la frustración con el mundo y con una existencia insatisfactoria lo impulsan al alcoholismo y la práctica de actividades deportivas de riesgo. Se ha convertido en una leyenda y, de hecho, los más jóvenes, que no lo han conocido en activo, ni siquiera creen que fuera real. Es el imparable auge de unos crímenes urbanos especialmente crueles cometidos por una banda conocida como los Mutantes lo que le saca de su sopor. A ellos se suma el regreso de dos de sus viejos enemigos: Dos Caras y, posteriormente, el Joker. Batman regresa a las calles, pero su época de esplendor físico ha quedado atrás y comete errores en otro tiempo imperdonables. Además, su presencia es ahora motivo de fractura social. El comisario Gordon, su tradicional valedor, se jubila y su sustituta no está dispuesta a permitir a los vigilantes justicieros. Alfred, muy envejecido, se inquieta y gruñe más de lo habitual; una autonombrada Robin adolescente se une a su ídolo, más necesitado que nunca de ayuda; y Superman, otrora amigo y aliado, le amenaza con pararle los pies siguiendo órdenes del presidente de Estados Unidos.
“Caballero Oscuro” fue un reflejo de la angustia y el miedo al crimen que sentía el propio Miller, algo que el artista había ido incubando durante los años que residió en Nueva York, una ciudad –como comenté en la entrada dedicada a su “Daredevil”- mucho más peligrosa entonces de lo que puede serlo hoy día. Por aquel entonces y en varias entrevistas, Miller habló sobre la impotencia que sentían aquellos que vivían con temor a ser víctimas de algún delito y de los sacrificios y compromisos que tenía que asumir la gente ordinaria obligada a formar parte de una sociedad lastrada por el crimen. Así, el autor utilizó su propia ansiedad para mezclarla con una tendencia latente en el personaje de Batman, que llevaba ya casi medio siglo siendo famoso pero que muchos fans y personas ajenas al comic aún seguían viendo como ese ridículo fantoche de baratillo de la serie de televisión de los sesenta. (De hecho, el humor que encontramos en “Caballero Oscuro” es de tono cruel y retorcido, como la definición que Dos Caras da de Robin: “el Chico Rehén”, en lugar del tradicional, Robin, el Chico Maravilla).
En este contexto, Miller veía a Batman como un contrapeso a la desesperación y vileza presentes en una sociedad enferma, por lo que decidió representar al héroe en relación a un mundo futuro que era una extrapolación exagerada del presente en vez de insertarlo en la continuidad regular de los superhéroes DC. Miller pensaba que los superhéroes se habían “humanizado” en exceso en los últimos años, veía a Batman como “un dios de la venganza” y quería devolverle algo de ese poder mítico que él creía que se le había arrebatado. Declararía: “Los comics han sido cada vez más privados del contenido que daría a los héroes razones para existir (…) Supongo que buscaba devolver a los comics un poco más de filo”.
Cada uno de los cuatro episodios de los que constó originalmente la miniserie presenta un villano singular. El primero es Harvey Dent, alias Dos Caras, uno de los enemigos tradicionales de Batman. Una vez curada la lesión que dividía su cara y que supuestamente también había fracturado su mente, resulta que en realidad o bien siempre había sido un monstruo en su interior o bien jamás dejará ya de serlo. La recaída de Dos Caras es uno de los detonantes del regreso de Batman de su retiro y también su gran decepción por la pérdida del que siempre pensó que en el fondo era un buen hombre. La suya es una victoria agridulce, la primera de varias.
El segundo capítulo presenta al enemigo físico por antonomasia de esta saga: el líder mutante, cabecilla de la banda criminal que tiene sojuzgada a Gotham. No sólo derrota a Batman físicamente en su primer encuentro, sino que le impulsa a olvidar su sentido común provocándole, retándole, haciéndole creer que todavía es joven, que puede igualarle en un combate directo. Batman a duras penas sobrevive para comprender que no es la fuerza bruta ni la ferocidad lo que debe utilizar, sino la sangre fría y la experiencia y técnica atesoradas en décadas de combates. Al término del obligado segundo enfrentamiento (puesto que la victoria en duelo físico directo es la única forma en que los mutantes cambien de líder y lo sigan a él) Batman saldrá triunfante, pero de nuevo por menos margen del que debería. Y, por cierto, es en este punto donde Miller cambia el uniforme vigente hasta ese momento en DC para Batman, con el murciélago en el pecho sobre un óvalo amarillo, por su versión primigenia de un murciélago negro sencillo, toda una declaración de principios.
También aquí entra en juego el nuevo Robin, esta vez femenino aunque con cierto aspecto andrógino: Carrie Kelly, una adolescente salvada por Batman y que, inspirada por él, sale a patrullar por su cuenta rescatando a su vez al envejecido héroe de la muerte a manos del líder mutante. Aún atormentado por la muerte de su anterior compañero -aunque no lo admita-, Batman se muestra reticente a aceptarla pero al final la convierte en su compañera, estableciendo una suerte de relación paterno-filial. Robin funciona más que nunca como contraste de Batman. Tal y como los dibuja Miller, Batman es un gigante a su lado; el colorido de su traje frente al negro y gris de su mentor; su entusiasmo, continua sorpresa, rebeldía e ilusión frente al cansancio, disciplina y cinismo de él … Y otra novedad: el Batmóvil; o habría que decir Bat-tanque, una idea que dibujada por Miller parece casi una caricatura pero que luego sería adoptada y pulida por Christopher Nolan para las películas en lugar de recurrir al clásico coche bat-tuneado.
El tercer capítulo muestra que Batman, después de todo, también puede tener un efecto nocivo para la sociedad. Los mutantes, ahora sus fanáticos seguidores, se toman sin su consentimiento la justicia por su mano ejecutando o mutilando sobre la marcha a quienes consideran transgresores de la ley. Y sobre todo, el Joker. Éste, que había permanecido catatónico durante años, sale de su sopor al ver el logo de Batman por televisión. Miller critica al sistema judicial y médico por “buenista” en la figura de los dos psiquiatras que consiguen liberar a Dent y darle manga ancha al Joker…con las predecibles consecuencias. El Joker siembra el caos y la muerte a su paso, más desbocado, terrorífico, despiadado y letal que nunca, hasta que Batman, otra vez a durísimas penas, lo vence… sin lograrlo del todo. Es otra victoria pírrica puesto que el Joker se suicida para que autoridades y sociedad culpen al héroe de su muerte. Un intensísimo, grotesco, violento y perfectamente coreografiado enfrentamiento final que tiene lugar, por cierto, en el túnel del amor de un parque de atracciones, un lugar bien escogido por Miller: se dice que el odio y el amor se tocan y en este caso casi se puede afirmar que la razón de ser del uno es la destrucción del otro.
(Hay cierta ambigüedad en la muerte del Joker derivada de un elemento técnico. Antes de suicidarse, el Joker dice sus últimas palabras en bocadillos teñidos de gris, el mismo recurso que Miller había utilizado para transcribir los monólogos interiores de Batman. Así, ¿quizá Batman, gravemente herido y sumido en el delirio, mató al Joker pero se arrepintió acto seguido, autoconvenciéndose en su alucinación de que aquél se había suicidado? ¿O, si es ese el caso, puede siquiera considerarse asesinato en lugar de defensa propia o enajenación temporal? De todas formas, posteriores lapsos en los códigos de colores de los bocadillos sugieren que no había subtexto en esa escena.).
En el cuarto capítulo, Batman, el eterno outsider, se enfrenta al sistema corrupto dirigido por funcionarios incompetentes, liderado por un presidente idiotizado y representado por nada menos que Superman. Éste, tradicionalmente, simbolizaba al héroe ejemplar y más característico de todo el género, pero aquí Miller lo toma como encarnación de todo lo que va mal en la sociedad moderna: indiferente al crimen ordinario, complaciente con la villanía gubernamental, siervo obediente de los políticos… La desesperada y épica lucha a muerte entre Batman y Superman en la última parte simboliza el choque entre el bien individual y la maldad colectiva, la moralidad contra la inmoralidad. De hecho, Miller evita referirse a él con su famoso apelativo, como si hubiera perdido el derecho a portarlo: Batman lo llama Clark; Robin, “Él”; el presidente (un envejecido Ronald Reagan), “Hijo”… Superman ya no es el campeón de la Humanidad sino un soldado al servicio de los intereses de Estados Unidos. Esto es algo que se evidencia en varias ocasiones, como en el montaje en el que una bandera ondeando va metamorfoseándose hasta convertirse en el emblema de Superman; o cuando el presidente, en un discurso a la nación, dice antes de entrar en guerra: “Tranquilos. Dios está de nuestro lado. O, al menos, lo más parecido a Dios. Je…”.
Miller, en su mejor momento, fue quizá no sólo uno de los principales guionistas del comic book norteamericano, sino además uno que era capaz de expresarse gráfica y literariamente. Su habilidad para los diálogos es magnífica. Puede que sus personajes no hablen como la gente común, pero sí como desearíamos que lo hicieran, mezclando el naturalismo con el ingenio. Hace que sus personajes, mediante el uso de diferentes lenguajes, se interrelacionen sin perder sus respectivas personalidades y sin caer en lo abiertamente histriónico. En “Caballero Oscuro”, Batman utiliza un estilo formal con un toque siniestro y cínico que contrasta con el habla callejero del nuevo Robin. Si a ello le añadimos el uso intensivo de monólogos, tenemos un comic en el que casi cada escena aparece filtrada por las opiniones de los personajes. El lector entra así en la cabeza de Batman, Gordon, Robin, Superman e incluso el Joker (un lugar donde a nadie le gustaría estar). Es, por tanto, un comic que conjuga perfectamente la acción y la aventura propia del comic de superhéroes con la caracterización dramática.
De hecho, una de las novedades de “Caballero Oscuro” fue ofrecer un viaje a la mente y personalidad peculiares de Batman, una aproximación que nunca antes se había realizado. El Batman que vemos aquí es un tipo no sólo envejecido sino amargado, debilitado físicamente –y, en algunos momentos, incluso mentalmente-, frágil y con tendencias autodestructivas. Por si esto no fuera poco, los lectores se quedaron de piedra cuando al empezar a leer se encontraron con un Batman más violento y despiadado que ninguna de las versiones vistas hasta el momento, un Batman que llegaba a extremos como montar a caballo por las calles de una Gotham sumida en el invierno nuclear, liderando un ejército de skinheads y tomando medidas extremas contra los criminales. Un Batman quizá más cercano al concepto original de Kane que a la evolución posterior del personaje en los cincuenta y sesenta.
Sean cuales sean las debilidades de carácter de Batman, éste aparece retratado como alguien de enorme fuerza emocional, tan demolido por la situación de decadencia general que no tiene más opción que alzarse de su vida de molicie y autocompasión, regresar a la batalla y luchar con uñas y dientes por extirpar el cáncer que afecta a la sociedad. Sólo enfrentándose y venciendo a los fantasmas de su pasado (Dos Caras, el Joker, Superman), “muriendo” él mismo y dejando morir los restos del ayer (Alfred, la Mansión, la Batcueva), puede deshacerse de sus cadenas y comenzar de nuevo, como un renacido y clandestino Robin Hood acompañado de sus leales.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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