Al comienzo del siglo XXI, Marvel tuvo una idea que, en su momento, fue bastante inteligente desde el punto comercial. Echando la vista atrás, era imposible no sentirse abrumado por la densa mitología que sus personajes habían ido acumulando en el curso de las cuatro décadas anteriores, tejiendo una continuidad ya muy enrevesada que, posiblemente, disuadía a potenciales nuevos lectores de empezar a leer tebeos Marvel. Es un problema que no ha ido sino agravándose con el tiempo. Siempre hay tanto que leer, tantas referencias a historias pasadas firmadas por tantos autores distintos y con tantos años de diferencia, tantas revisiones, reelaboraciones y reestructuraciones con las que se pretende crear la ilusión de una narrativa perfecta e ininterrumpida que, para aquellos que pudieran estar interesados en entrar en ese Universo, la experiencia puede resultar sobrecogedora e inaprensible.
Así que Marvel, en lugar de imitar los pasos de su competidora DC y acometer
una refundación y reinicio completo de su Universo –lo cual habría aniquilado
la continuidad existente, muy apreciada por los fans más veteranos-, decidió seguir
otra estrategia: crear un sello independiente, al que bautizaron Ultimate, con
el que comenzar a desarrollar desde el principio un nuevo, independiente y más
moderno Universo Marvel integrado por un número limitado de colecciones. La
idea era facilitar la entrada a los comics de la editorial a nuevos lectores no
familiarizados con la extensa continuidad del universo principal. Los más cínicos
asegurarán que, a la postre, su éxito fue limitado en ese aspecto, en el mejor
de los casos, menor de lo que se pretendía. Tal vez tengan razón pero, en
cualquier caso, nadie puede negar que las colecciones implicadas sobrevivieron
más tiempo del que quiza incluso sus creadores habían previsto. Es más, en
algunos casos, los autores incluso lograron crear obras que iban de lo
entretenido a lo sobresaliente.
Aunque no la he leído, el consenso general afirma que “Ultimate
Spiderman” logró su objetivo y ofreció una convincente actualización del
personaje para las nuevas generaciones. Tanto es así, que su colección duró
nada menos que 133 números. Las valoraciones están más divididas en cuanto a
“Ultimate X-Men” y “Ultimate Fantastic Four”, pero lo que parece fuera de toda
duda es que “The Ultimates”, la versión para el siglo XXI de Los Vengadores,
eclipsó al resto de títulos de la línea en términos de ingenio y ambición.
Los pilares creativos de la Línea Ultimate fueron dos guionistas: por
una parte, Brian Michael Bendis; y, por otra, Mark Millar, que venía de
encargarse de la segunda etapa de “The Authority”. Éste escribiría también “Ultimate
X-Men”, presentando con su característico tono provocador un grupo de mutantes
más modernos, liberados e incluso agresivos; y “Los Ultimates”, una serie de 26
números agrupados en dos volúmenes de 13 episodios cada uno en la que, como he
dicho, se trataba de reinventar en clave actual e irreverente el grupo de “Los
Vengadores”, creado por Stan lee y Jack Kirby en 1963. Pero más allá de ese
ánimo polémico y deconstructor tan apreciado por Millar, “Los Ultimates”
resultaron ser un éxito popular sin precedentes que no solo ayudó a asentar la
Línea Ultimate sino que fue utilizada como guía de diseño para el Universo
Cinematográfico Marvel unos años después.
La primera "temporada" de los Ultimates cuenta, como he
indicado, con trece números divididos a su vez en dos arcos argumentales, y se
publicó de marzo de 2002 a abril de 2004. Bryan Hitch resumió la forma en que
él y Millar abordaron esta ambiciosa empresa como un regreso a los orígenes de
los personajes y sus primeras grandes aventuras, estableciendo una nueva
continuidad en un contexto contemporáneo y con un tono realista. Esto les llevó
a retorcer, exagerar o reexaminar las personalidades y roles de todos los
miembros. Así, el Capitán América es retratatado como un super-soldado que
regresa de entre los muertos para encontrarse en una época que no comprende;
Thor es visto como un iluminado, una especie de mesías; Hulk es un monstruo
incontrollable; Nick Furia es el arquetipo de súper espía maquiavélico y sin
escrúpulos...
La segunda "temporada", también desarrollada a lo largo de trece episodios, se publicó de diciembre de 2004 a mayo de 2007 (la serie experimentó retrasos cada vez mayores debido a la creciente extensión de los números y la meticulosidad del trabajo de Hitch). Temáticamente, la colección, con la misma irreverencia característica de Millar, explora más a fondo lo que sucede cuando un grupo de superhombres –que al mismo tiempo son individuos con desequilibrios, inseguridades o patologías más o menos severas- son utilizados por el gobierno como brazo armado de su guerra contra el terrorismo. Obviamente, fue una crítica nada disimulada a la administración Bush y su política en Irak, después del 11 de septiembre de 2001.
La historia arranca con un flashback del año 1945. Con la Segunda
Guerra Mundial en sus últimos meses, los nazis siguen embarcados en varios
proyectos militares. En una base secreta en el Atlántico Norte, ultiman los
preparativos para el lanzamiento de un misil destinado a borrar Washington del
mapa, cuando una fuerza aerotransportada norteamericana asalta las
instalaciones. El Capitán América, un soldado con una fuerza sobrehumana
gracias a un experimento irrepetible, lidera las tropas hasta la victoria, pero
no consigue impedir el lanzamiento del misil, se lanza sobre él y lo hace
explotar en pleno vuelo, desapareciendo ambos en el oceáno.
En 2002, el recién nombrado director de SHIE.LD, el general Nick Furia,
está reclutando a varios superheroes para formar un grupo: Tony Stark, un
inventor y empresario multimillonario que ha desarrollado una armadura de
combate; el matrimonio compuesto por Hank y Janet Pym, ella una investigadora
con la capacidad de reducir su tamaño al de un insecto, y él un científico que
acaba de encontrar una fórmula para convertirse en gigante; y Bruce Banner, que
trabaja para SHIELD intentando replicar el suero del supersoldado que creó al
Capitán América, pero lo único que ha conseguido por el momento es provocar un
accidente que le transforma en un monstruo salvaje e imparable: Hulk. Furia
tiene previsto convencer a otros para que se unan al equipo cuando se encuentra
accidentalmente el cuerpo comatoso pero ileso del Capitán América, el cual se
consideraba muerto desde hacía cincuenta años.
La base del nuevo grupo se encuentra en las instalaciones de SHIELD en
la Bahía Norte de Manhattan, conocidas como Triskelion. Es allí donde el
Capitán América despierta para encontrarse en una época que no comprende y en
la que sus antiguos amigos y novia son ya ancianos; Pym experimenta con sus
nuevos poderes del Hombre Gigante; y el activista medioambiental y cuasi gurú
de una secta conocido como Thor –que dice, además, ser el dios de las leyendas
nórdicas-, rechaza el ofrecimiento de Furia de unirse a su proyecto. Banner,
por su parte, es un individuo inseguro y dependiente que, tras romper con su
novia, Betty Ross (que trabaja como relaciones públicas de los Ultimates), se
administra su suero de Hulk para convertirse en una amenaza con la que el nuevo
grupo pueda combatir y ser aceptados por el público y el gobierno.
Hulk siembra el caos, la destrucción y la muerte en Manhattan mientras los Ultimates (ayudados por Thor) tratan de detenerle. Contra todo pronóstico, es la Avispa la que consigue darle el golpe de gracia y devolverle a su identidad de Bruce Banner. Poco después, mientras Stark, Steve Rogers y Thor estrechan lazos durante una cena en la mansion del primero, Hank y Janet Pym tienen una trifulca que termina con el primero apalizando a la segunda, dejándola seriamente herida y huyendo a continuación.
La primera mitad de este volumen tiene más exposición que trama y la
única escena de acción llega al final del mismo, con la intensa batalla entre
los Ultimates y Hulk. A cambio, la historia abunda en referencias a la cultura
popular y un ritmo y estética cinematográficos que revitalizaron el género de
superhéroes, le devolvieron relevancia y, sobre todo, ofrecieron a los lectores
una historia muy entretenida que no podia abandonarse hasta el final. Además,
Millar nos ofrece una nueva visión del trasfondo rara vez abordado del género a
través de subtramas que hablan sobre los presupuestos de defensa o los índices
de aprobación del público, detalles muy bien incorporados que crean una
sensación de veracidad y permiten que Millar se salga con la suya y el lector
acepte a un Capitán América obtuso, rancio y violento.
Y es que, en la segunda parte del volumen, es el Capitán quien,
indignado por el maltrato que ha sufrido la Avispa a manos de su marido, sale a
buscar a éste y, cuando lo encuentra, no se molesta en iniciar un diálogo o
conminarle a entregarse pacíficamente, sino que lo reta directamente a un
combate y luego lo apaliza superando sin demasiados problemas los poderes del
Hombre Gigante.
Una vez que los tres primeros números han establecido la premisa
general y presentado a los personajes, Millar y Hitch cuentan ya con más
espacio para zambullirse en la acción de escala épica y las escenas de
destrucción masiva. El equipo se refuerza primero con la adición de dos gemelos
mutantes, Mercurio y la Bruja Escarlata; y luego con dos agentes encubiertos de
SHIELD, Ojo de Halcón y la Viuda Negra. Todos juntos deberán detener una invasión
silenciosa extraterrestre orquestada por los Chitauri, quienes ya propiciaron
en el pasado otros cataclismos como el ascenso al poder de los Nazis en
Alemania. Lo que era una conspiración secreta a gran escala termina escalando a
una brutal batalla contra los extraterrestres y su flota de invasión, un choque
que se resuelve a favor de los Ultimates gracias a la intervención de Thor y de
un reacio Bruce Banner que es obligado a transformarse en Hulk. El poder
combinado de ambos junto a papeles más modestos desempeñados por el resto de
los miembros del grupo, consigue, tras muchos esfuerzos, conjurar la amenaza.
Si bien al principio Millar se había"conformado" con
reescribir los orígenes de los Vengadores, recuperando la lucha contra Hulk que
reunió por primera vez a ese grupo y luego enfrentándolos a una invasion
extraterrestre, una vez establecidos los elementos principales (composición del
equipo, caracterización de sus miembros, contextualización de la historia...) y
rematado el primer arco de una forma quizá no tan satisfactoria como debiera
(la invasión Chitauri se supone que es planetaria pero todo se resuelve en una
batalla en una base militar americana, quizá porque Millar mordió más de lo que
podia abarcar en tan poco espacio), nos lanza en el segundo volumen a una
historia de escala épica y claramente ambientada en el tiempo (la
administración Bush) y el espacio (Estados Unidos contra una alianza de países
opuestos a su política). Pocos comics de superhéroes hasta la fecha se habían
anclado tan audaz y específicamente a una realidad tan definida y reconocible.
Así, el segundo volumen de los Ultimates comienza un año después de repeler la invasión Chitauri. El Capitán América es enviado al norte de Irak para liberar a unos rehenes norteamericanos. Culmina con éxito su misión, pero esta utilización de los Ultimates como agentes gubernamentales en otros países no está exenta de polémica y, de hecho, es una de las razones por las que Thor se niega a unirse al grupo. Éste se reúne en un restaurante con Volstagg, uno de sus camaradas asgardianos, que le avisa de que Loki está en la Tierra dispuesto a hacer de las suyas.
En cuanto a los Ultimates, las cosas no les están yendo bien. La opinión
pública se ha vuelto en su contra al filtrarse el secreto de que el responsable
de la carnicería de Nueva York, Hulk, es en realidad Bruce Banner, quien se
haya custodiado por SHIELD. Se celebra un juicio público y Banner es condenado
a muerte, una sentencia que, por supuesto, Furia se las arregla para
escenificar pero no ejecutar. Mientras tanto, aflora una nueva crisis cuando
ciertos testimonios llevan a concluir que Thor es un enfermo mental que robó
cierta tecnología para dotarse de poderes. Todo es en realidad un complot
urdido por el hermano de Thor, Loki, que manipulará a los Ultimates para que,
ayudados por un grupo de supersoldados creados y financiados por un consorcio
de países europeos y liderados por el Capitán Britania, reduzcan al nórdico y
lo encierren en una celda especial del Triskelion.
Los Ultimates siguen interviniendo en el extranjero. Una de sus
últimas misiones les ha llevado a Oriente Medio para desmantelar unas
instalaciones nucleares. El impacto que causan en la población local deja una
huella especial en Abdul, un joven que, a la postre, se presentará voluntario
para someterse a un nuevo suero del supersoldado desarrollado por una potencia
enemiga de Estados Unidos. Desde hace unas semanas, las acciones de estos
superhombres están en el ojo del huracán y el encarcelamiento de Thor no ha apaciguado
a los críticos del Proyecto Ultimate.
Aunque Janet ha comenzado una relación sentimental con Steve Rogers,
la diferencia entre ambos a la hora de entender y disfrutar del mundo es
excesiva como para que la pareja salga adelante. Hank Pym, mientras tanto,
trata de reunir un nuevo grupo, los Defensores, que no son más que un conjunto
de individuos disfuncionales, marginados y tan fracasados como él. Cuando la
familia de Ojo de Halcón es asesinada brutalmente, las pruebas incriminan al
Capitán América, señalándole como traidor y llevando a su arresto y
confinamiento. Pero la auténtica traidora resulta ser nada menos que la Viuda
Negra, que consigue neutralizar a casi todos los héroes después de haber pasado
meses robando secretos científicos de SHIELD para otras potencias que ahora
cuentan con sus propios superagentes.
Con los Ultimates encarcelados, heridos o neutralizados, Estados Unidos se enfrenta ahora a una invasión de supersoldados de otras naciones hartas de que ese país utilice a los suyos como brazo armado de su política internacional, aunque, en realidad, todo responde a un plan urdido por Loki. Los héroes consiguen escapar y presentan resistencia, pero de nuevo será Thor quien marcará la diferencia, convocando a los guerreros de Asgard, derrotando a su criminal hermano y demostrando al mismo tiempo su naturaleza divina y su papel como emisario de Odín y protector de Midgard (la Tierra). La Viuda Negra es ejecutada por Ojo de Halcón y Hank Pym, que había colaborado en la conspiración (aunque tras el fracaso de esta afirma haberlo hecho para neutralizarla desde su interior), es encarcelado en el Triskelion.
A diferencia del primer volumen, la trama de este segundo se
desarrolla ininterrumpidamente a lo largo de sus trece episodios repletos de
acción espectacular, giros y sorpresas sin que la intensidad y el ritmo
decaigan en ningún momento.
En los años de génesis y formación del Universo Marvel, para la creación de los Vengadores en 1963, bastó que Stan Lee y Jack Kirby imaginaran una amenaza peligrosísima y que un adolescente reuniera a un grupo de héroes para conjurarla. Estos superhéroes elegían para su asociación el improbable nombre de “Los Vengadores” y decidían reunirse de vez en cuando y pasar el rato juntos simplemente porque sí. Eran los años sesenta. El género de los superhéroes aún era tan joven e ingenuo como los lectores que devoraban sus aventuras. Puede que el movimiento contracultural estuviera creciendo rápidamente, pero, en el mundo de los comics de superhéroes, los años sesenta seguían siendo una época inocente en la que los lectores podían aceptar sin cuestionárselo que un conjunto heterogéneo de héroes se unieran por el simple hecho de hacerlo y que el resto del mundo lo aceptara sin reservas.
Cuarenta años después, la opinión pública era –y sigue siendo-
muchísimo más escéptica respecto a quienes ostentan poder de cualquier índole.
Décadas de escándalos, corrupción, decisiones nefastas, políticas cuestionables
y atropellos en suelo patrio y ajeno, habían hecho de los estadounidenses un
pueblo más desconfiado e incluso cínico. El mundo post-comunismo y post-11-S
también era muy diferente al de los años de la Guerra Fría. Si apareciera un
equipo de superhombres y decidiera actuar como vigilantes, los medios de
comunicación y grandes sectores de la sociedad se mostrarían sin duda hostiles.
Cuando aparecieron los Vengadores, conceptos como “relativismo moral” o
“violencia sancionada por el Estado” apenas estaban entrando en el vocabulario
público; ahora son casi palabras inevitables a la hora de tratar temas
relacionados con el poder.
Lejos de ser un grupo de superhéroes que operan autónomamente en aras del bien cómun, los Ultimates necesitan de la aprobación del gobierno. Después de todo, el Estado ostenta el monopolio del uso legítimo de la violencia. En la era posnuclear, preocupada por la guerra química y biológica y los atentados suicidas, Millar propone que estos Ultimates no serían conocidos tanto como superhéroes como “personas de destrucción masiva”.
(Continúa en la siguiente entrada)
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