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Con el nº 44, el capítulo final de la adaptación de “El Imperio Contraataca”, Goodwin abandonó sus funciones de editor y guionista de la colección para asumir el puesto de editor de la nueva revista “Epic Illustrated”, también publicada por Marvel. Después de la buena labor que realizó fijando un nuevo rumbo para la serie, habría sido fácil caer en barrena, pero, afortunadamente, su reemplazo como editor fue Louis Jones (luego Louise Simonson, tras su matrimonio con Walter Simonson), una de las mejores profesionales de la industria, que supo mantener el estándar fijado por su predecesor fichando a creativos de talento.
Goodwin dejó escritos varios episodios tras “El Imperio
Contraataca” e Infantino regresó como dibujante. En el nº 45, retomaron a Luke,
aún recuperándose de su duelo con Darth Vader y meditando sobre la revelación
que éste le había hecho. Debía enfrentarse contra un letal droide imperial al
mando de un crucero rebelde. En el 47, Goodwin e Infantino enviaron a C3PO y
R2D2 a un mundo poblado enteramente por droides y gobernando por un siniestro
líder.
Pero también participaron otros guionistas en esta etapa.
El nº 46 presentó la primera aventura de Lando Calrissian, en la que,
acompañado de Chewbacca, continuaba la búsqueda de Han. Era una historia sólida
dibujada por Infantino y entintada por Tom Palmer, que venía firmada por un tal
Wally Lombego, un nombre que ni había aparecido nunca en ningún comic ni
volvería a hacerlo nunca más. Y, sin embargo, los aficionados seguro que
conocen su trabajo, ya que aquél no era más que un seudónimo de J.M.DeMatteis.
La historia contaba cómo Lando y Chewbacca conocían a un antiguo guerrero
llamado Cody Sunn-Childe, que había abandonado la violencia para dirigir una
colonia de pacifistas. Cuando aparecen las tropas imperiales y amenazan su
mundo, Sunn-Childe, aunque cuenta con el poder para destruirlos, escoge morir
antes que recurrir de nuevo a la violencia.
¿Y por qué el seudónimo? “El mensaje de la historia era que había tanta nobleza en deponer las armas, en morir por un ideal de paz, como en abrazar la violencia”, explica DeMatteis. Pero la gente de Lucasfilm pensó que el mensaje no era el apropiado para su universo. “Dijeron, “Poner a personajes que no luchan y decir que es noble, hace que nuestros héroes queden mal”. La versión publicada de la historia termina con Lando diciendo: “(Sunn-Childe) creó una ciudad de ensueño en la que podía vivir en paz. Pero estaba equivocado. Los ideales elevados por sí solos no son suficiente cuando se trata con el Imperio… tal y como ha comprobado”.
“Aquello me pareció
increíble”, aseguró De Matteis. “Les dije: “Olvidadlo, no voy a poner mi nombre en esto”. No podía poner mi nombre
en una historia que dediqué a mi hijo (que se llama Cody) y que supuestamente
trataba sobre estos profundos y apasionados ideales que profeso”. De ahí
Wally Lombego y el final de la breve relación de DeMatteis con el universo Star
Wars.
Larry Hama escribió el nº 48, que narraba un encuentro entre Darth Vader y la Princesa Leia en un planeta financiero que servía de nido de intrigas, asesinatos y traiciones. Una historia pequeña y agradable de leer con un interesante giro final, pero que, dado que usaba a Vader un tanto a la ligera, hubiera tenido mejor encaje en la colección previamente al estreno de “El Imperio Contraataca”. Ese fue también el último número de Infantino como dibujante regular, marchándose luego a DC comics atraído por un lucrativo contrato.
El episodio más destacable de esta breve etapa fue el nº 49,
“El Último Jedi”, escrito por Mike W.Barr, y que ayudó a fijar el rumbo futuro
de la serie al reunir al que iba a ser el nuevo equipo artístico regular: el
dibujante Walter Simonson y el entintador Tom Palmer. El énfasis de esa
historia se ponía en Luke, el personaje con el que Barr dijo identificarse en
mayor medida. “El argumento iba de Luke
deseando convertirse en un Jedi pero siempre sintiéndose inseguro respecto a si
lo estaba haciendo bien porque había tenido muy poca guía”, recuerda Barr.
“Quería explorar cómo reaccionaría Luke
ante alguien que había tenido la oportunidad de convertirse en Jedi en los días
previos al Imperio y la rechazó”. Ese alguien es un anciano y desaliñado
alienígena llamado Jedidiah, cuya mente había resultado dañada en un accidente
sucedido años atrás, sumiéndole en una fantasía en la que se había convertido
en un caballero Jedi. Lo que hace en realidad es proteger a un apuesto príncipe
largo tiempo desaparecido y potencial aliado rebelde, al que Luke y Leia deben
rescatar en ese planeta. Barr, que afirmó que este es uno de los comics de los
que más orgulloso se siente, capturó perfectamente el espíritu de las películas
y su retrato de los personajes, en especial Luke, resultó muy preciso. El
dibujo de Simonson y Palmer, dinámico y con cierto barroquismo, está a la
altura de la historia.
Pero incluso esa colaboración empalideció ante el –otra
vez- maravilloso dibujo que Al Williamson (entintado por Palmer y Simonson para
ayudarlo con las fechas de entrega) realizó para el nº 50, un episodio doble en
el que también regresaba Archie Goodwin para contar una emocionante historia
que aglutinaba todos los elementos de la saga Star Wars vistos hasta ese
momento: Lando y Chewbacca continuaban su búsqueda de Han; Leia reconocía su
amor por el antiguo contrabandista ahora desaparecido; un enfadado y
desilusionado Luke se reunía con Obi-Wan, Yoda y Darth Vader en una intensa
secuencia onírica provocada por una misteriosa enfermedad alienígena; los cazarrecompensas
presentados en “El Imperio Contraataca” (Bossk, Dengar e IG-88) tenían su
momento; e incluso Han aparecía como parte de un extenso flashback que narraba
una de sus antiguas aventuras con Chewie relacionada con los eventos en curso.
Goodwin también supo incorporar ingeniosamente al argumento parte de la
continuidad que él mismo había creado para la colección. Sin duda, este número
puede contarse como uno de los mejores de toda la serie, tanto en el guion como
en el magnífico dibujo, elevando una vez más el listón de calidad para el
guionista que debía continuar a partir de aquí y que resultó ser David
Michelinie.
Pero lo cierto es que Michelinie supo estar a la altura y
no es descabellado afirmar que la etapa que realizó junto a Simonson y Palmer
incluye algunos de los mejores episodios de toda la colección. Sin duda, ayudó
que los tres fueran grandes aficionados a las dos películas por entonces
estrenadas.
Aunque Michelinie es quien aparece acreditado como único guionista, siempre ha reconocido las continuas y valiosas aportaciones de Simonson. Ambos trabajaron muy bien juntos, tal y como demuestra su ambicioso arco de apertura, que comprende los números 51 y 52. Y, sin embargo, aquella historia tuvo que someterse a revisión dado que, y esto no era en absoluto frecuente, Lucasfilm la rechazó.
“La primera idea de David
fue bastante obvia”, dijo Simonson. “Se
trataba de que el Imperio decidía construir una nueva Estrella de la Muerte y
colocaba una especie de alambre de espino sobre los puertos de acceso para que
así los rebeldes no pudieran entrar otra vez. Y así el Imperio podía volver a
salir por ahí a patear culos. Lucasfilm nos llamó y nos dijo: “No podéis
hacer eso. No podemos deciros por qué, pero no podéis”. Tal y como lo recuerda
Michelinie, “cuando se rechazó la idea de
construir una segunda Estrella de la Muerte, pensé: “¡Guay! Adivina que es lo
que va a pasar en la siguiente película. Me gustó aquello”. Louise Simonson
recalca ese mismo punto: “Siempre que nos
decían que no podíamos hacer algo, sabíamos que iba a estar en la siguiente
película”.
La solución del equipo fue hacer que el Imperio construyera lo que era básicamente un cañón espacial gigante que podía destruir planetas, pero que no tenía forma esférica. A Lucasfilm le pareció bien. “Hicimos exactamente la misma historia que habríamos hecho, excepto que lo llamamos el Tarkin. Pero era realmente una Estrella de la Muerte sin una fachada esférica”, se ríe Simonson.
Esta historia que inauguraba la nueva etapa era una
aventura emocionante con buenos momentos para los personajes, incluyendo uno en
el que Lando trataba sin éxito de integrarse al grupo original hasta que
demostraba su valía y compromiso. El clímax era una tensa secuencia en la que
Luke y Vader casi llegaban a encontrarse y el Sith demostraba su poder.
Mantener separados a Vader y Skywalker no era un capricho poco original del
guionista, sino una de las restricciones impuestas por Lucasfilm a Marvel.
A continuación se insertó un fill-in de dos partes escrito
por Chris Claremont y dibujado por Infantino, Simonson, Palmer, Al Milgrom, Al
Kupperberg y Frank Giacoia. En esta historia, Leia caía accidentalmente en un
planeta en el que trataba de establecer buenas relaciones con sus habitantes al
tiempo que asumir el trauma de la destrucción de su mundo natal, Alderaan. Si
ese planeta recuerda al Barsoom de John Carter es porque esta historia fue
inicialmente planteada para la colección “John Carter, Warlord of Mars”, que
había venido publicando Marvel, con guiones de Claremont en su última etapa.
Cuando la cabecera se canceló, esta historia fue revisada para poder encajar en
el universo de Star Wars.
Por aquel entonces, todos los títulos de Marvel acumulaban retrasos, lo cual suponía perder mucho dinero (el trabajo y tiempo de las imprentas se contrataba con antelación y no entregarles el material a tiempo suponía perder el dinero o pagar fuertes compensaciones para que lo dejaran todo y se encargaran de imprimir el número en cuestión). La solución de Jim Shooter fue recurrir al inventario de historias descartadas cuando las colecciones a las que iban destinadas habían sido canceladas. Y eso fue lo que se hizo con este episodio de “John Carter”, que se entregó a Louise Simonson para que, con mínimos cambios en el guion y el dibujo, se encajara en la continuidad de Star Wars. El resultado exhibe su accidentado origen: con tantos estilos gráficos dispersos por el número, es imposible obtener una aceptable consistencia estética y, en cuanto al guion, resulta igualmente imposible no detectar su origen por mucho que Luke, Lando, Chewbacca y los droides aparezcan en el último momento.
Michelinie, Simonson y Palmer regresaron a partir del nº 55
con una serie de historias que aportaron un nuevo impulso a la colección como
no se había visto desde la etapa de Goodwin. El equipo creativo se enfrentó a
un auténtico desafío a la hora de mantener los argumentos emocionantes con la
limitación impuesta por Lucasfilm de que a los personajes principales no debían
sucederles nada relevante para su desarrollo ni en relación a las situaciones
en las que les había dejado “El Imperio Contraataca”. Según recuerda Walt
Simonson, además de no poder reunir a Luke y Vader: “Luke y Leia no podían tener ningún tipo de relación romántica –sin
explicación al respecto, nadie nos dijo por qué-. Así que no podíamos utilizar
a uno de los héroes, porque Han estaba congelado en alguna parte; el héroe y
heroína restantes no podían relacionarse románticamente; y no podías juntar a
ese héroe con el villano principal… todo lo cual eran interesantes parámetros
con los cuales construir historias. Con todo, sin embargo, creo que hicimos un
trabajo bastante bueno”. Además, y tal como fueron las cosas, Michelinie
encontró una forma de utilizar a Han sin entrar en conflicto con las órdenes de
Lucasfilm. Tal y como había hecho Goodwin en el nº 50: para el Anual nº 2
(1982), dibujado por Infantino y Nebres, incluyó un largo flashback que narraba
una de las antiguas aventuras de Han en solitario).
Lo que Michelinie y Simonson consiguieron fue crear una
“ilusión de cambio”: parecían ocurrir cosas, los personajes parecían
evolucionar de maneras nuevas… pero, a la hora de la verdad, no hicieron nada
que interfiriera o contradijera lo que se iba a ver en la siguiente película,
“El Retorno del Jedi” (1983). Por ejemplo, Luke y Leia parecían tener una
intimidad especial, pero sin un componente romántico –a menos que se quisiera
ver de esa forma, claro-.
Durante esta etapa, los Rebeldes establecieron una nueva base en el planeta Arbra, donde unieron fuerzas con unas pequeñas criaturas telepáticas parecidas a conejos y llamadas hoojibs. Lando volvió a Ciudad Nube y desbarató el control de las fuerzas imperiales desembarcadas allí en “El Imperio Contraataca”. Y, sobre todo, Luke empezaba una relación con la piloto rebelde Shira Brie, relación que despertaba recelos en Leia y terminaba en tragedia cuando su nave era destruida… por Luke, quien, guiado por la Fuerza, aprieta el gatillo.
Y así empezó el arco titulado “Luke Skywalker: Paria”, que
transcurrió entre los números 60 y 63 y pasó a ser, hasta el día de hoy, el
favorito de Michelinie y Simonson. Como muchos rebeldes creen que mató a Shira
por descuido o malicia, Luke acaba convirtiéndose en un paria de la Alianza.
Empieza a dudar tanto de sí mismo como de la Fuerza e incluso el fuerte lazo
que le une con Leia es puesto a prueba. Como resultado, inicia una búsqueda
personal para conocer la verdad sobre la tragedia de la muerte de Brie y
determinar si puede seguir confiando en la Fuerza. Fue una historia que, por
fin, ponía el énfasis en los personajes.
Pero todo lo bueno tiene un final. Walt Simonson dejó la serie en el nº 66, una pequeña historia en la que Luke se queda abandonado en un planeta desértico parecido a Tatooine y se enfrenta a unos matones que abusan de los nativos. Simonson había permanecido alrededor de un año y medio en la serie, más de lo que había hecho con cualquier otra colección. Pensaba que ya había explorado todo lo que deseaba del universo Star Wars y quería probar otras cosas. Entre los proyectos de los que se encargaría a continuación estaría la novela gráfica “Star Slammers” (muy influida por Star Wars) y el número especial de crossover entre Marvel y DC “X-Men y Nuevos Titanes”.
Por su parte, Michelinie renunció en el nº 69 cuando se enteró de que no se le brindaría la oportunidad de escribir la adaptación de “El Retorno del Jedi”, un comic que tenía muchas ganas de hacer. Lucasfilm, en cambio, quería que lo realizara Archie Goodwin. Michelinie profesaba un gran respeto y admiración por su colega, pero no pudo evitar sentirse profundamente decepcionado después de haberse pasado dos años en las trincheras, inventando historias interesantes que, a pesar de las limitaciones de Lucasfilm, mantuvieran la serie viva, para, cuando llegaba el momento de disfrutar del pastel, ver como se lo regalan a otro.
(Continúa en la siguiente entrada)
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