31 ago 2022

2003-SANDMAN: NOCHES ETERNAS – Neil Gaiman y varios dibujantes

 

Sandman”, escrito por Neil Gaiman e ilustrado por diferentes artistas, publicado como serie mensual entre 1988 y 1996 y luego y hasta hoy compilado en diez volúmenes, fue en su momento un fenómeno editorial inesperado, casi prodigioso. Cuando Gaiman entregó el último capítulo de la serie dejando las múltiples subtramas satisfactoriamente cerradas, culminó una auténtica gesta en el mundo del comic: crear un personaje de la nada, dotarlo de un universo original, fascinante y diverso y convertirlo en un triunfo de crítica y público sin haberlo vinculado al género superheroico y, para colmo, adoptando no sólo un tono adulto sino, como dijo de él Norman Mailer, intelectual.

 

Tras dos mil páginas, no es de extrañar que Gaiman decidiera tomarse un descanso, que se prolongó siete años y durante el cual se concentró en la ficción literaria de género fantástico, dejando el desarrollo del universo de Sandman en manos de otros autores, con resultados irregulares. No obstante, había dejado la puerta abierta a un posible regreso a esta su más célebre creación. Y, efectivamente, ese retorno se sustanció en la novela gráfica “Noches Eternas”, acometida en parte gracias a la posibilidad que se le brindó de trabajar con artistas muy diferentes pero todos ellos de primer orden.

 

En la serie regular de “Sandman”, el Eterno protagonista, evidentemente, era Morfeo, Sueño (y que, es conveniente recordarlo, no es un “dios de los sueños” sino el sueño en sí mismo). Aunque algunos de los arcos argumentales tenían un protagonismo coral y eran otros personajes los que impulsaban las tramas, Morfeo siempre dejaba sentir su presencia de uno u otro modo. Sus hermanos Eternos participaban en algunas de las historias de manera más o menos relevante, pero nunca eran los protagonistas. Pues bien, en “Noches Eternas”, la propuesta es la contraria. El volumen contiene siete historias centradas en otros tantos Eternos, esos siete hermanos y hermanas que encarnan y gobiernan ciertos aspectos de la vida: Destino, Muerte, Sueño, Deseo, Desesperación, Delirio y Destrucción. El objetivo de cada una de estas historias es definir la función de esos seres, mostrar cómo la lleva a cabo y transmitir el impacto que tienen en los humanos sobre los que influyen.

 

La primera es “Muerte en Venecia”, ilustrada por P.Craig Russell, el único artista que ya había trabajado antes con Gaiman, concretamente en el episodio 50 de “Sandman” titulado “Ramadán”, probablemente uno de los mejores de la colección. Aquí tenemos dos tramas que discurren paralelas: la primera describe la vida hedonista y decadente que lleva un grupo de nobles del siglo XVIII en una retirada isla de la laguna veneciana; y la segunda, sobre un desilusionado soldado americano que vagabundea por la Venecia actual acosado por el recuerdo del encuentro que tuvo en su infancia con una misteriosa mujer. Ambas historias se entrelazan y reflejan la una en la otra, definiendo las dos principales actitudes de nosotros los humanos ante la Muerte: siempre la combatimos pero, al final, la aceptamos.

 

En cuanto al dibujo, el elegante estilo de Russell, a mitad de camino entre el realismo y la caricatura, es inmediatamente reconocible y único, pero aquí demuestra de una forma especial cómo ha perfeccionado el arte de la sencillez expresiva. Si se revisa “Ramadán”, llama la atención la ornamentación gráfica de muchas viñetas, pero aquí, diez años después, aunque hay momentos en los que el barroquismo asoma en alguna escena, su dibujo es mucho más limpio y coherente con una historia dominada por la serenidad y la nostalgia. Puede parecer chocante el coloreado a base de tonos brillantes en una historia dedicada a Muerte, pero es que este personaje no ha tenido nunca en el universo de Gaiman las connotaciones negativas tradicionalmente asociadas al concepto.

 

La siguiente historia es “Mi Experiencia con el Deseo”, el relato de una joven aldeana de la Antigüedad cuyo objeto de deseo es el hijo del jefe de la aldea, un muchacho varonil, arrogante y mujeriego. ¿Cómo puede una simple cabrera ganarse el amor y, aún más difícil, la fidelidad de un joven deseado por todas las chicas del lugar? Es una historia muy inteligente que ofrece reflexiones perspicaces sobre el amor, la lujuria y el deseo, lo que diferencia cada cosa, el efecto que producen y cómo puede una mujer servirse de ellas para conquistar a quien parece inquebrantable. En esta ocasión, Gaiman hace que su protagonista rompa la cuarta pared, creando una atmósfera de intimidad e inmediatez que contribuye a subrayar la emotividad de la historia y la comprensión del personaje. La muchacha le narra su experiencia directamente al lector, mirándolo desde la viñeta y hablándole con una honestidad difícil de igualar a través de los diálogos convencionales. Y, si se trata de dibujar algo relacionado con el deseo y la lujuria, ¿quién mejor que el italiano Milo Manara, que ha sustentado toda su carrera sobre el dibujo de mujeres hermosas y sensuales? Es difícil poner pega alguna a sus viñetas casi pictóricas, pero si algo quiero destacar es su representación de Deseo, ese ser andrógino pero hipnóticamente hermoso, que aquí podría tener su versión definitiva.

 

“El Corazón de una Estrella” nos presenta a un Sueño mucho más joven (tanto que la Tierra está aún en formación y nuestro Sol aparece representado como un muchacho jovencito e inseguro), que acude a una importante reunión de entidades cósmicas acompañado de su amada en ese momento, Killalla del Fulgor, a la que quiere presentar a sus parientes y amigos. Aunque ya entonces Sueño tenía un carácter reservado, aquí se le ve más feliz, menos taciturno; incluso a su hermana Muerte se la ve diferente. Es una historia sutil y agridulce sobre el sueño del amor pero también su pesadilla, sobre lo que sueñan los planetas y las estrellas… Es también la única que incluye guiños al mundo superheroico de DC (concretamente a Superman y los Green Lanterns). El español Miguelanxo Prado hace un excelente trabajo con el dibujo. Su representación del espacio es fabulosa así como la de varios de los invitados al evento, que requerían de un tratamiento especial que capturara su naturaleza primaria.

 

Mucho menos balsámica es la siguiente historia, “Quince Retratos de Desesperación”, en la que Baron Storey vuelca su talento en una inquietante y evocadora mirada a las profundidades más oscuras del reino de esa Eterna. No estamos ni mucho menos ante una historia convencional que siga el recorrido de unos personajes a lo largo de una trama, sino un mosaico de imágenes que conforma una multiplicidad de personajes que viven situaciones que les han trasladado a los dominios de Desesperación: un sacerdote acusado de un horrible crimen; una niña que hace una lista de las cosas que la hacen feliz y sólo es capaz de imaginar una, un hombre que traiciona a los animales que dependen de él; un estudiante enfrentado a un examen que no podrá superar… Es poesía visual y textual, aunque no trate de transmitir belleza y armonía sino todo lo contrario. El arte (llamarlo dibujo parece inadecuado) muta de estilo y atmósfera en cada página, representando imágenes, elementos y composiciones que infunden terror y angustia. Un pasaje tan imaginativo y experimental como descorazonador…

 

“Dentro” es la historia de Delirio y cuenta una improbable misión de rescate de una joven autista que acomete un todavía más improbable grupo de personas que, para su desgracia, saben muy bien lo que es vivir con un pie en un mundo de ilusiones cambiantes y desordenadas. Bill Sienkiewicz dibuja este complejo capítulo, narrado con múltiples voces: las de personas cuya percepción de la realidad no es la misma que el de la gente, digamos, normal. En parte, este segmento funciona por el sencillo recurso de darle a cada personaje unos cuadros de texto diferenciados, además de utilizar una mezcla de técnicas gráficas y un estilo expresionista que ilustran bien la esencia deformada del reino de Delirio. No obstante, es un capítulo que exige del lector atención y paciencia

 

A Delirio la volvemos a encontrar en la siguiente historia, “En la Península”, aunque aquí como acompañante del Eterno protagonista, Destrucción. Una arqueóloga viaja hasta la localidad sarda de San Rafael, donde se ha descubierto un túmulo que contiene no fragmentos del pasado sino del futuro. Destrucción, que reside temporalmente en el lugar, accede a ayudarla y en los acontecimientos subsiguientes entenderemos por qué abandonó su reino y funciones mucho tiempo atrás: sencillamente, los humanos no le necesitamos para destruirnos mutuamente y a lo que nos rodea. Aunque de una forma u otra todas las historias mezclan las diferentes funciones de los Eternos, en ésta queda especialmente claro cómo los sueños, el deseo y la desesperación se relacionan tanto con las pequeñas destrucciones cotidianas como con las más extensas y dramáticas. Glenn Fabry es el encargado de ilustrar este pasaje con un dibujo limpio, incluso convencional, dibujando hasta las escenas y elementos más extraños, como los sueños de la protagonista, con un estilo realista lleno de detalles.

 

El último pasaje, como debe ser, está dedicado a Destino. No es fácil imaginar una historia para él porque, al fin y al cabo, es el custodio de las historias de todos los demás, las cuales lleva escritas en el grueso volumen del que nunca se separa. Su papel siempre ha sido pasivo, de mero observador, así que lo que encontramos aquí es básicamente un fragmento poético en el que no sucede nada relevante más allá de ver a Destino paseando por su jardín y ojeando las páginas de su libro. El dibujo de Frank Quitely es verdaderamente bonito y expresivo a pesar del carácter impenetrable del personaje. Los colores suaves contribuyen a darle a estas páginas una atmósfera melancólica, incluso atemporal. Una historia con poca sustancia pero que funciona tanto como epílogo de la antología como promesa de más historias por venir.

 

“Noches Eternas” es, en resumen, una novela gráfica extraordinariamente bella, inteligente, original y emotiva. Sus siete historias, narradas con voces muy diversas y dibujadas con estilos, estructuras y sensibilidades completamente diferentes, sintetizan a la perfección la esencia de cada Eterno y expande nuestro conocimiento del universo de Sandman. Gaiman vuelve a demostrar aquí no sólo su imaginación desbordante sino su maestría en el difícil formato del cuento. Es lectura obligada para todos aquellos que disfrutaron de “Sandman”, pero también podría servir de puerta de entrada para los profanos que deseen tomar contacto con la obra de Gaiman y se sientan intimidados por la extensión de la colección regular.

 

 

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