A sus hoy 83 años, Hermann es uno de los grandes maestros del comic europeo. Ha destacado en campos tan diversos como la aventura clásica, la ciencia ficción, el western, el comic histórico, el político, el thriller… A lo que sí ha estado siempre apegado ha sido al realismo o, como mínimo, a la verosimilitud, y quizá sea por ello que a lo largo de su carrera no se haya sentido demasiado inclinado hacia la fantasía (con excepción de “Nic”, homenaje a “Little Nemo in Slumberland”, pero incluso aquí también con un aire realista) o el terror. Incluso en la CF postapocalíptica de su “Jeremiah” (1979) se permite pocas veleidades conceptuales y gráficas.
“Abominable” es, por tanto y hasta cierto punto, un rara
avis en su carrera. Y no sólo por tratarse de un comic de terror –poco
convencional, eso sí-, sino por ser una compilación de historias cortas, formato
en el que Hermann se ha prodigado muy poco, prefiriendo series largas o álbumes
individuales.
Por mucho prestigio que hoy tenga Hermann, siempre me queda la sensación de que no ha recibido todo el reconocimiento que merece. Quizá no nació en el momento adecuado. En 1975, cuando aparece la primera de las historias incluidas en este volumen, “La Masacre”, inspirada en el asesinato de Sharon Tate, el comic franco-belga aun luchaba por cambiar y atraer al lector adulto. Por entonces, Hermann trabajaba con guiones de Greg en dos series juveniles, el aventurero “Bernard Prince” y el western “Comanche”, ambas serializadas en la revista “Tintín”. Aún tardarían unos años ambos personajes en madurar el enfoque y tono de sus historias y, mientras tanto, Hermann sentía la necesidad de ir explorando un camino propio y sin ayudas externas.
“La Masacre” fue la primera historia que dibujó sobre un
guion escrito por él mismo pero, habida cuenta de la violencia cruda y
explícita que despliega, no tenía encaje en la mayoría de las revistas de comic
de la época. “Tintín” y “Spirou” seguían siendo muy cautelosos con sus
contenidos; “A Suivre” todavía no había nacido; “Charlie Mensuel” se centraba
más en el humor; “Pilote”, aunque publicaba material más adulto, no se habría
atrevido a algo tan brutal como lo que Hermann había dibujado aquí; “Metal
Hurlant” se centraba en la CF y la Fantasía… Al final, encontró acomodo en la
revista belga de crítica especializada “Ran Tan Plan”.
Una noche, al llegar a casa de su novia, un hombre se la
encuentra salvajemente asesinada por, según le comunica la policía, una banda
de asesinos que ya lleva perpetrados seis crímenes como ese. Un perro
abandonado en el lugar le da al novio la pista que le conduce hasta la granja
donde viven los asesinos y allí se cobra su venganza. Se trata de una historia
de diez páginas dominada por la imagen (cinco planchas son completamente mudas
y en el resto el texto es mínimo), con profusión de manchas negras y con un
montaje muy cinematográfico que demuestra el dominio que Hermann tenía ya del
lenguaje visual (su punto débil y uno que hasta cierto punto siempre le ha
acompañado, es el dibujo de rostros y expresiones).
Aún más cruda si es posible es la segunda historia, “La Fuga”, en la que vemos a dos mujeres y un hombre huyendo desesperadamente por un pesadillesco entorno natural. Sus perseguidores son una especie de grotescos subhumanos que los abaten uno a uno, violan y devoran los cadáveres, los decapitan y exhiben las cabezas como trofeo al volver a su campamento. Cinco páginas de terror y violencia desatados que desembocan en un ambiguo desenlace de cuatro viñetas con el que, sin mucho éxito, trata de aliviarse el mal trago recurriendo a la ambigüedad.
“La Jaula” es quizá la mejor historia de las cuatro de este
volumen, un relato de CF postapocalíptica de 15 páginas muy en la línea
temática y estética de lo que ya por entonces Hermann venía haciendo en
“Jeremiah”. Un forastero halla refugio en un edificio donde se han fortificado
y hecho autosuficiente un grupo de supervivientes de una catástrofe innominada.
Todas las noches, uno de ellos debe montar guardia en una jaula que cuelga de
la fachada exterior, soportando el sueño, el frío y la tensión de quedar
expuesto al ataque de los merodeadores que ansían apoderarse del bastión. Se
trata de una historia que se publicó originalmente como un portafolios, siendo
cada lámina una de las páginas. Éstas tienen una composición más despejada que
en los anteriores relatos, dejando espacio para que “respire” el dibujo y
dándole mayor importancia al color.
Del futuro pasamos al siglo XIX en la última historia, “Del
Más Allá”, de trece páginas. Una noche de niebla, el cochero Ferko y su
compinche, que en el pasado se dedicaron a profanar tumbas para saquear las
pertenencias con las que los difuntos eran enterrados, se ven perseguidos por
una criatura que quiere recuperar aquéllas. Hermann siempre ha sido bueno a la
hora de recrear en sus páginas el clima y aquí exhibe un virtuosismo poco común
en esas calles invadidas por la niebla en la que las figuras se difuminan y la
luz crea efectos fantasmales.
Comentaba antes que quizá Hermann no nació en la época adecuada para que su talento fuera completa y universalmente reconocido. Puede que tampoco el lugar. “La Masacre”, por ejemplo, apareció cuatro años antes de que los fans de los superhéroes se entusiasmaran con la mucho más tímida violencia que Frank Miller introdujo en “Daredevil” (1979). Para cuando los guionistas británicos desembarcaron en el comic-book norteamericano con la misión de elevar su nivel intelectual, Hermann llevaba ya años haciéndolo en Europa con “Jeremiah” y continuaría haciéndolo con “Las Torres de Bois Maury” (1984) sin que al otro lado del Atlántico se dieran por enterados.
Por eso hay que poner las historias de “Abominable” en su
contexto. Ofrecen una rápida panorámica de la evolución como autor de Hermann a
lo largo de casi quince años y una diversidad de situaciones más allá de los
tópicos más comúnmente asociados al terror. Dada la escasa extensión de los
relatos, no podemos exigir guiones profundos y, efectivamente, la calidad es un
poco irregular. Aquí vamos a encontrar, concentradas, violencia física y
explícita, tensión y angustia, imágenes viscerales e impactantes, influencias
de Edgar Allan Poe, Sam Peckinpah, Dario Argento y Lovecraft. “La Huida” remite
a “Carrera Contra el Infierno” (1975), “Holocausto Caníbal” (1980) y el cine de
Wes Craven; “Masacre” bebe del cine de justicieros de los 70; “Del Más Allá” se
acerca a las fantasías góticas y “La Jaula” bien podría haber sido un episodio
de “La Dimensión Desconocida”. Pero en todos los casos lo que importa no es
tanto los personajes como las premisas, la sordidez de las tramas y las
atmósferas malsanas en que transcurren.
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