Probablemente, cualquier fiel seguidor de los Cuatro Fantásticos se sorprenderá al ver el nombre de Alan Davis encabezando un comic de estos personajes dado que a lo largo de su dilatada carrera los ha dibujado sólo ocasionalmente. Sin embargo, Davis, que no sólo es un profesional de primera división sino un hábil narrador de historias, no necesita de un largo recorrido previo guionizando una colección regular de los Cuatro Fantásticos para comprender, asimilar y reformular sus características definitorias y sus principales hitos. En solo seis números, ofrece al lector un auténtico recital de buen comic protagonizado por una versión futura de la familia pionera del Universo Marvel y, sobre todo, fiel tanto a los personajes como al espíritu que siempre ha caracterizado sus aventuras. Vamos aquí a encontrar a los principales adversarios clásicos, a muchos otros superhéroes, tecnología abracadabrante, especies alienígenas, invasiones e intrigas galácticas, viajes a otras dimensiones, flotas estelares… pero también un gran humanismo, espíritu familiar y sabor clásico.
En un futuro distante, tras las Guerras Mutantes, las
invenciones de Reed Richards han hecho de la Tierra un mundo utópico en el que
los superhéroes –que siguen siendo los mismos que en la actualidad dado que uno
de los desarrollos de Reed ha sido un tratamiento para alargar en siglos la
vida de todos los humanos- parecen estar de más. Los hombres se han extendido
por otros planetas del Sistema Solar, aunque en virtud de un acuerdo con otras
especies galácticas se ha establecido un periodo de cuarentena durante el cual
ni los humanos pueden salir de los confines de nuestro sistema ni otras
civilizaciones establecer contacto con nosotros.
Los Vengadores, siendo el crimen una rareza en la Tierra,
se han convertido en una suerte de policías del Sistema Solar. En sus filas
milita Johnny Storm, la Antorcha Humana. Ben Grimm, la Cosa, por su parte,
puede cambiar entre su forma monstruosa y humana a voluntad y lleva una vida
apacible en Marte –donde se han establecido también los Inhumanos- en compañía
de su esposa Alicia y sus hijos. Y es que, en ese futuro, los Cuatro
Fantásticos, aunque no se han disuelto oficialmente, ya no existen. Años atrás,
durante un combate con un Doctor Muerte más enloquecido que nunca, murieron los
hijos de Reed y Sue, Franklin y Valeria. Aquella pérdida quebró su matrimonio y
sus vidas personales. Reed se recluyó en su estación orbital para sumergirse
completamente en sus investigaciones; y Sue se dedica a realizar prospecciones
arqueológicas en las ruinas atlanteanas del fondo de los océanos. Así que,
aunque nunca se anunció la disolución de los Cuatro Fantásticos, en realidad
todos ellos viven separados y dejan pasar años entre encuentro y encuentro.
Al comienzo de la miniserie y tras la brutal secuencia de
cuatro páginas con la muerte de los niños, encontramos a Reed en su laboratorio
orbital, veinte años después de la tragedia, sometiéndose a psicoterapia con
Hulka, aunque su atención está más centrada en el sistema de teleportación que
está tratando de afinar en colaboración con Wyatt Wingfoot y Thundra, que viven
en el cinturón de asteroides. Lo que no sabe Reed, es que Hulka no es tal, sino
el Super Skrull, que se las arregla para saltarse sus defensas, entrar en la Zona
Negativa y entregar al científico a Annihilus.
Mientras tanto, Johnny y los Vengadores se enfrentan a clones de distintos supervillanos en la zona de Plutón, adversarios que mutan a estado líquido tras ser derrotados. Se trata de un maquiavélico plan urdido por Diablo y el Pensador Loco, a sueldo de una misteriosa potencia. Por su parte, Ben y los Inhumanos se unen a los Vengadores para informarles de que se ha producido una comunicación ilegal desde el área de cuarentena. Silver Surfer averigua que la posterior aparición de un Centinela Kree no es más que una diversión que permite a una nave enemiga entrar en el Sistema Solar burlando la cuarentena.
Entretanto, ignorante de los preocupantes sucesos que están
teniendo lugar a millones de kilómetros de distancia, Susan Richards se
reencuentra con Namor en el curso de una de sus inmersiones. El atlanteano le
ayuda a descifrar una reveladora inscripción Kree grabada en las ruinas de un
templo abandonado. Seguirá un enfrentamiento con Attuma y otro con el Topo,
donde la Mujer Invisible demostrará lo mucho que han aumentado sus poderes con
la edad y la experiencia y su control sobre ellos. Durante su huida hacia el
centro de la Tierra protegida por uno de sus campos de fuerza, recuerda un
mensaje en lenguaje Kree que su hija, Valeria, trazó en el aire justo antes de
morir.
No voy a revelar más del argumento. Y no sólo para no
estropear la lectura a quienes puedan estar interesados en ella sino porque hay
tantos personajes, subtramas y giros, que resultaría una labor ardua y
aburrida. Además de todos los nombrados, intervienen también Galactus, el
Vigilante, la Guardia Imperial Shi´ar, el Doctor Extraño y Clea, Luke Cage, Pantera
Negra, Ronan el Acusador, Nick Furia y SHIELD, los Kree, los Skrull, Daredevil
y Spiderman. Un auténtico festival, en fin, de superhéroes, épica y drama,
punteado por continuos guiños y homenajes: el hijo de Peter Parker y Mary Jane
ha formado, junto a los de Hank Pym y Janet van Dyne, un grupo llamado El
Escuadrón de los Bichos; Medusa vuelve a lucir su antiguo uniforme y máscara;
Rayo Negro deja oír su voz con las previsibles y espectaculares consecuencias;
Nick Furia y la Condesa dirigen las operaciones desde el transporte de SHIELD;
el Parlamento por la Unidad Galáctica juega un papel importante; Namor flirtea
con Susan; y Ben y Johnny vuelven a gastarse bromas pesadas … Los únicos
ausentes –quizá para no espesar todavía más las cosas, son los mutantes.
Y precisamente ese puede que sea uno de los problemas de
este comic. Davis consigue que su lectura sea ágil, las páginas se devoran con
facilidad. Pero hay demasiados elementos del mundo de los Cuatro Fantásticos
encajados en la trama como para que sea sencillo asimilarlos todos. Uno termina
el comic satisfecho y convencido de haber pasado un buen rato, pero también
algo saturado. Son necesarias varias lecturas para apreciar en su conjunto este
comic, elaborado por un profundo amante y conocedor del Universo Marvel y dirigido
a quienes comparten esa misma condición. O lo que es lo mismo, si no se es un
buen conocedor de la etapa clásica de Los Cuatro Fantásticos, es probable que,
apreciando la calidad técnica de Davis, se tengan dificultades para seguir una
trama muy densa y compleja desarrollada en solo seis episodios y con un alcance
monumental que va mucho más allá de los cuatro protagonistas nominales. Personalmente,
valoro positivamente la ambición del proyecto y su maestría artística y
narrativa, aunque también reconozco que en este caso no le habría venido mal a
Davis un poco de contención.
Mi indulgencia viene también motivada por las fabulosas
páginas que nos regalan Davis y su entintador habitual, Mark Farmer, viñetas
que desbordan dinamismo, estilo, imaginación y energía por los cuatro costados.
El dibujo transmite perfectamente el sentido de lo maravilloso del guion. Es
difícil ponerle pegas al arte de Davis: sus figuras engañosamente realistas (ya
que sus anatomías son más estilizaciones idealizadas que cuerpos reales) están
elegantemente insertadas en todas las escenas, sean de acción o diálogos; sabe
darle a cada personaje su propia entidad y clave visual; la expresividad la
maneja perfectamente y juega continuamente con la composición de página para
insertar la mayor cantidad posible de información en el menor espacio posible y
con el impacto necesario acorde con cada escena. En ningún momento se detectan
atajos, repeticiones, tics o cansancios tan habituales en otros dibujantes
veteranos del género superheroico.
Con “Los Cuatro Fantásticos: El Fin”, Alan Davis vuelve a
demostrar que se puede hacer un comic de superhéroes perfectamente válido y muy
divertido sin recurrir a personajes neuróticos, tramas oscuras o pretendidos
realismos. Otros autores, a la hora de crear historias de superhéroes
crepusculares, optan por presentarlos víctimas de la decrepitud y el cinismo en
un mundo desolado (ahí está el célebre “Viejo Logan”, de Mark Millar). Alan
Davis se niega a renunciar a la esperanza y sitúa la acción en un futuro
utópico en el que todo el mundo es hermoso y sano. Los héroes siguen teniendo
una brújula moral clara y un inequívoco e irreductible espíritu de sacrificio y
responsabilidad. Incluso hay un final feliz. Pero al mismo tiempo, los cuatro
protagonistas están desgarrados por un terrible drama del pasado que es lo que
da profundidad y carga emocional a la historia.
Y es que puede que al iniciar la lectura uno piense que la
historia nos va a contar solamente cómo la gran amenaza alienígena consigue
reunir de nuevo al grupo titular, una mera excusa para restaurar el statu quo.
Y sí, eso es algo que innegablemente forma parte del comic. La diferencia está
en el armazón emocional que soporta esa premisa y ahí es donde Davis demuestra
que comprende la esencia de estos veteranos personajes. Su naturaleza
primigenia, la que siempre los ha caracterizado, es la de ser una familia; y lo
más importante para unos padres son sus hijos. “El Fin” no va de batallas
espaciales sino del inagotable empeño de Susan Richards por recuperar a sus
hijos; de cómo Reed se ve obligado a mirar más allá de su lógica y su ciencia y
confiar en su esposa; sobre Ben y Johnny reconciliándose y ayudando a refundar
los pilares de esa peculiar familia.
No es algo que Davis arroje burdamente a la cara del lector. Es fácil preguntarse qué hace la irresponsable de Susan jugando a Indiana Jones submarino cuando el Sistema Solar se haya bajo una amenaza colosal; hay que esperar hasta el último episodio para descubrir que sus actos siempre habían estado dictados por un gran plan –que sólo conocían Clea y el Doctor Extraño (el cual, por cierto, había dejado envejecer a su cuerpo de forma natural)- para obtener un objeto esotérico con el que recuperar a sus hijos fallecidos. Es un giro que hace encajar todas las piezas, las dota de sentido y dirige a los Cuatro Fantásticos hacia su propia batalla contra el Doctor Muerte, independiente de la que están librando el resto de los superhéroes en los confines del Sistema Solar.
(ATENCIÓN: SPOILER). Al final, claro, Franklin y Valeria
son recuperados de ese momento del pasado para que, como dice ésta, puedan de
nuevo ser una familia y un supergrupo. En cuanto a la confrontación galáctica,
que ofrece algunas viñetas verdaderamente espectaculares, se resuelve de una
forma un tanto conveniente: Galactus aparece en el campo de batalla espacial y
advierte que cualquiera que amenace al Sistema Solar será su enemigo.
Evidentemente, la invasión se detiene ahí. En cierto modo, es un anticlímax (el
propio Thor califica esa resolución de “desconcertante”) por mucho que el guion
lo haya justificado convenientemente, ya que, después de todo, no son los
superhéroes los que conjuran la amenaza sino el Vigilante y sus intrigas. En
cualquier caso, la Tierra pasa a tener una segunda oportunidad, lo
mismo que
los Cuatro Fantásticos como familia y grupo. (FIN SPOILER).
Estamos, en resumen, ante una muy sólida historia de superhéroes. No es imprescindible y tiene sus fallos, pero si se es aficionado al género es casi imposible no disfrutarla. Como he dicho, ofrece en abundancia todo aquello que ha hecho tan grande, longevo y popular a este género: aventura épica de escala cósmica, drama, acción, heroísmo, altos ideales, villanos de gran poder, ciencia ficción, fantasía y, en definitiva, puro entretenimiento. “Los Cuatro Fantásticos: El Fin” demuestra por qué Davis es uno de los más insignes portadores de la llama superheroica en su vertiente más clásica, tomando el testigo de los grandes de antaño y reafirmando sus valores tradicionales con un enfoque, narrativa y estética modernos.
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