(Viene de la entrada anterior)
Es un hecho que Steve Ditko abandonó todas sus funciones en “Amazing Spider-Man” en su número 38. También lo es que la largamente oculta identidad secreta del Duende Verde se reveló en el número 39. ¿Conclusión? Ditko se marchó porque Stan Lee había decidido, por fin, exponer la auténtica identidad de la némesis del héroe. Esta idea ha estado en circulación durante tanto tiempo que muchos la dan como verdad absoluta. El problema es que no es cierta.
Cuando el villano apareció por primera vez en el número 14, se presentó y se despidió vestido con ropas de civil y con su rostro oculto. Fórmula que volvió a repetirse en los números 17, 26 y 27: los lectores veían al Duende maquinando contra Spiderman, pero sin ver nunca su cara. Esto apunta a que, si los autores se empeñaban en ocultar su rostro, era porque los lectores lo reconocerían de inmediato si llegaban a verlo. Y esto, a su vez, implica que era un personaje ya conocido.
En el número 37, Ditko introdujo un nuevo misterio, aparentemente sin relación con el Duende Verde: un hombre de negocios, Norman Osborn, está involucrado en un conflicto personal con un científico, el profesor Stromm, que trabajó para él y al que robó sus invenciones y envió injustamente a prisión. Stromm lanza varios robots a destruir la fábrica de componentes electrónicos de Osborn y a punto está de revelar a Spiderman el secreto que dice conocer sobre aquél, cuando es asesinado. En el número 39, el primero tras la marcha de Ditko, Stan Lee desveló ambos misterios. El Duende, tras desenmascarar a Peter Parker, se quita su propia capucha y se revela como Norman Osborn.
La mayoría de los aficionados, a estas alturas, no pueden recordar un tiempo en el que no supieran que Norman Osborn era el Duende Verde. Pero como desarrollo narrativo, no creo que Lee lo resolviera satisfactoriamente en su momento. El misterio de la enemistad entre Osborn y Stromm no se explica por el simple hecho de que el primero sea el Duende. Nunca se llega a especificar qué invenciones le robó Osborn a Stromm o qué secreto iba a revelar este último (no tenía por qué saber que su ex jefe se había convertido en un supervillano). Y como historia de origen, el tópico de “experimento que me estalló en la cara y me hizo malo”, no es gran cosa. Como ya apunté, da la impresión de que Stan Lee quiso resolver todas las subtramas dejadas abiertas por Ditko lo más rápidamente posible, y para ello eligió el camino de menor resistencia. ¿Cuál es el secreto de Osborn? Es el Duende Verde. ¿Cuál es la identidad secreta del Duende? Norman Osborn. Un cuadre sencillo.
La idea del desencuentro entre Lee y Ditko acerca de la identidad del Duende data de 1974, cuando la revista oficial de la editorial, “FOOM” (sucesora de “Marvelmania” y predecesora de “Marvel Age”), afirmó que Lee defendía su vieja idea de que el Goblin fuera una momia egipcia reanimada mientras que Ditko apostó por la versión menos fantasiosa de Ned Leeds. Pero conforme pasaron los años, la teoría del “individuo anónimo” fue ganando adeptos. En una entrevista de 2014, Stan Lee declaró:
“Nunca supe por qué se marchó. Pudo haber tenido que ver con el hecho de que estaba intentando decirle cómo hacer las historias. En cuando al Duende Verde, no sabíamos quién era realmente ese pesonaje. Yo quería que fuese el padre de Harry Osborn. Ditko dijo: “No, yo no quiero. Debería ser alguien que no conozcamos”. Y yo dije: “Steve, los lectores han estado siguiendo la colección durante mucho tiempo, esperando descubrir quién es. Si resulta ser alguien que nunca han visto, se sentirán frustrados”. El caso es que no pude convencerle y él, desde luego, no pudo convencerme a mí, así que eso podría haber sido lo que le hizo marcharse. Pero nunca me lo dijo y ya no nos vimos más”.
Y contando la misma historia en 2017:
“Tuve una gran discusión con Steve Ditko, que estaba dibujando la serie por entonces. Cuando tuvimos que revelar la identidad del Duende Verde, yo quería que resultara ser el padre de Harry Osborn y a Steve no le gustó la idea. Dijo: “No, no creo que tenga que ser alguien que hayamos visto antes”. Yo dije: ¿Por qué?”. Y él respondió: “Bueno, en la vida real, el malo no siempre resulta ser alguien que ya conoces”. Y yo dije: “Steve, la gente ha estado leyendo este comic durante meses, años, esperando a ver quién es el Duende Verde. Si hacemos que sea alguien que nunca han visto, se sentirán decepcionados, pero si resulta ser el padre de Harry, creo que es un original giro dramático con el que podemos jugar en futuras historias”. Y Steve contestó: “Bien, así no es como ocurriría en la vida real”. Y yo dije: “En la vida real, no hay nadie que se llame el Duende Verde”. Así que Steve nunca se sintió satisfecho con la cuestión, pero como yo era el editor, lo hicimos a mi manera”.
El problema con esta historia, es que está llena de agujeros.
Sugerir que Ditko podría haberse ido porque Lee le “estaba diciendo cómo escribir las historias”, es absurda y no tiene nada que ver con la relación profesional que sabemos tenían ambos creadores. En una entrevista de 2007, Lee lo dejó bien claro: en la primera época, Ditko trabajaba a partir de un breve resumen de la trama que podía cambiar y embellecer a voluntad. Más tarde, lo único que recibía de Lee eran un par de frases orientando el argumento. Y al final –con seguridad desde el nº 25 y probablemente desde el 17- Lee ya no aportaba nada a la creación de guiones. En 1966, Lee declaró al Herald Tribune: “Ya no hago argumentos para “Spider-Man”. Steve Ditko, el artista, ha estado haciendo las historias. Discutíamos tanto por las tramas que le dije que empezara a inventarse las suyas propias”. Y de acuerdo con la gente que trabajaba en Marvel por entonces y como ya dije en entradas anteriores, ambos no se hablaban. Ditko enviaba por correo las páginas terminadas a las oficinas de la editorial o se las entregaba a la secretaria, Flo Steinberg, o el jefe de producción, Sol Brodsky.
Así que, ¿cuándo y de qué manera tuvo lugar esta por otra parte razonable discusión sobre la identidad del Duende Verde?
Lee afirma que quería que el Duende Verde fuese el padre de Harry Osborn. El problema es que, en 1966, cuando él mismo dijo que ya no se encargaba de las tramas de la colección, Harry Osborn apenas existía. No era más que un personaje muy menor, un palmero y complemento de Flash Thompson. En años posteriores, Parker haría amistad con Harry y llegarían a compartir habitación en Nueva York; y Lee aprovecharía para insertar flashbacks en los que se veía que la primera reacción de Parker al ver la auténtica cara del Duende había sido exclamar: “¡El padre de mi mejor amigo!”. Pero nada de esto era cierto en 1966. Si verdaderamente Lee hubiera querido que la identidad secreta del Duende tuviera un efecto a nivel personal en Peter Parker, ¿por qué no insistió en que fuese Flash Thompson? ¿O el padre de Gwen Stacy?
Tampoco tiene mucho sentido cuando afirma que, como él era el editor, se hicieron las cosas a su manera, porque Ditko se marchó de repente –como hemos visto, sin siquiera dejar dibujada la portada o una página-viñeta de apertura- y sin concluir la subtrama de Osborn, que fue terminada de dibujar por su sucesor, John Romita.
Es cierto que a Ditko le gustaban las historias en las que el villano resultaba ser un don nadie, alguien anónimo. Electro, El Amo del Crimen y el Saqueador habían sido tipos de los que Spiderman no había oído hablar antes. ¿Quería Ditko repetir la fórmula una cuarta vez? Es posible que Stan Lee decidiera que ya era suficiente. Pero entonces, ¿por qué argumentó la frustración de los lectores en lugar de señalar que ya habían utilizado ese recurso varias veces con anterioridad?
Además, Ditko tampoco era absolutamente reacio a los desenmascaramientos dramáticos y las revelaciones sorpresa. En el número 31, fue construyendo el suspense acerca de la identidad del Planeador Maestro para, en el episodio siguiente, mostrarnos que en realidad se trataba del Doctor Octopus. En el 19, había picado la curiosidad del lector con un misterioso individuo que espiaba a Peter Parker y que, a la postre, resultaba ser J.Jonah Jameson. Y la última vez que habíamos visto al Duende Verde, sostenía su máscara en la mano mientras su rostro quedaba oculto entre las sombras. Estaba claro que el propósito no era el de revelarse finalmente como un absoluto desconocido.
Y es que si la versión que da Lee de toda esta polémica es difícil de tragar, la de Ditko no mejora mucho:
“Sabía desde el primer día, desde la primera historia del Duende Verde, quién sería éste. Lo sabía con seguridad porque lo coloqué en el club de empresarios de J.Jonah Jameson. Es allí donde J.J.J. y el Duende pueden verse juntos. Los reuní en otras historias en las que el Duende no aparecía con su disfraz. Introduje al hijo del Duende (que tenía el mismo cabello característico) en las subtramas de la universidad para aumentar la interrelación y las consecuencias dramáticas”.
Es verdad que Norman Osborn ya había parecido como personaje de fondo en el club de Jameson antes de tener siquiera nombre, en el número 37. Pero de ahí a admitir que Ditko supo inmediatamente que ese anónimo individuo iba a ser el Duende, media un trecho. El supervillano había aparecido por primera vez en el número 14; y la figura de Norman Osborno no lo hace hasta el 23 (con la tercera aparición del Duende). Y no es del todo exacto decir que mostró a Jonah y al “hombre del club” juntos en “historias” en las que no participaba el Duende, porque lo hizo sólo una vez, en el número 25.
Las relaciones entre Stan Lee y algunos de sus antiguos colaboradores se agriaron considerablemente en la década de los ochenta y noventa del pasado siglo (¡Jack Kirby llegó a asegurar que Lee jamás escribió una palabra y que era un analfabeto funcional!). Pero si Ditko dijo que siempre tuvo la intención de que Harry fuera el hijo del hombre del club y que éste fuera el Duende, me inclino a darle más credibilidad que a Stan Lee. ¿Para qué mentir sobre ello?
Lo que sí es posible es que nunca le hablara de ello a Lee. Es harto conocida la forma que tenía Lee de escribir, lo mucho que hacía rumiar soliloquios a sus personajes. De haber sabido que Osborn era el Duende, no creo que hubiera podido resistir la tentación de darle algún bocadillo de pensamiento en el que dijera algo así como “¡Perfecto! ¡No sospechan nada!” o “¡Están hablando sobre el Amo del Crimen, pero nada sospechan de mi secreto!”. Y esos primeros episodios de Peter en la universidad sin duda habrían mejorado si el antipático de Harry hubiera compartido con el lector algunos pensamientos poco favorecedores sobre su padre, algo así como “¿Por qué Parker insiste en ignorarnos… como hace mi padre conmigo?”. Pensándolo bien, quizá Ditko no le dijo nada a Lee porque sabía que éste acabaría levantando el telón demasiado pronto.
Y así nos chocamos contra un muro de cemento. La aseveración de Lee respecto a que Ditko quería que el Duende fuera un desconocido es inconsistente con los hechos; pero la afirmación de éste de que sabía desde el principio la identidad del villano, tampoco es fácil de creer.
En 2001, contando 75 años, Ditko –que siempre fue un individuo elusivo hasta niveles extravagantes- declaró: “Yo sé por qué dejé Marvel, pero nadie más en este universo lo sabe. Podria ser de cierto interés saber que Stan Lee eligió no saberlo”. Ditko murió en 2018 sin aclarar este punto que tanto ha mareado a críticos, historiadores y fans. Se han apuntado, por ejemplo, razones económicas. En pocos años, las ventas de Marvel se habían doblado, sus personajes habían alcanzado una gran difusión y los productos licenciados iban viento en popa. Pero los principales artífices de esa pujanza, los dibujantes, no recibían nada de la misma, ni en términos de royalties ni como emolumentos por su labor de, en el peor de los casos, coargumentistas.
Sin embargo, el tema monetario no parece que fuera el factor decisorio para la marcha de Ditko de Marvel, porque a continuación regresó a Charlton Comics, que pagaba mucho menos. Allí se ocupó de reciclar al personaje de Blue Beetle en su propia colección. Sus escenas de acción recordaban mucho a las que ya había dibujado para Spiderman e incluso intentó recrear el mundo de problemas personales de aquél, pero sin éxito. Y cuando años después, Marvel le devolvió muchos de sus originales de su etapa dorada, se negó en redondo a venderlos, lo que le habría reportado unos ingresos sustanciosos en el mercado del coleccionismo. El dinero no era algo que le importara.
Se ha hablado también de hartazgo por las interferencias editoriales del máximo responsable y propietario de Marvel, Martin Goodman, que quería que “Amazing Spider-Man” fuera una serie más “juvenil”, en el sentido de mayor peso de enredos románticos y culebrones de estudiantes. Ditko, como hemos ido viendo en este recorrido por los primeros números de la colección, tenía una idea bastante clara acerca de hacia dónde y cómo dirigir al personaje y le disgustaban las continuas indicaciones, en tono cada vez más perentorio, de Stan Lee, intermediario y vocero de Goodman. Según esta tesis, Ditko no habría tenido ningún problema personal con Lee y su marcha obedeció únicamente a las presiones de su superior.
Pero esto ni explica por qué –a decir de quienes los conocieron en aquella época- ambos dejaron de hablarse ni tampoco por qué, tras tan nefasta experiencia, Ditko acabó trabajando para el mismo hombre en Atlas/Seaboard, la editorial que Goodman fundó tras vender Marvel en 1968 a Perfect Film & Chemical Corporation. Allí –es verdad que disfrutando de unos privilegios inusuales para la industria, como la devolución de originales, altas tarifas por página y derechos de autor sobre las creaciones originales-, Ditko creó a mediados de los setenta El Destructor, personaje de breve recorrido y nula repercusión.
Es posible que las razones de más peso para su marcha tengan que ver con algo mucho más difuso pero más importante. Ditko creía que los superhéroes debían ser modelos a los que imitar; no debían estar lastrados por debilidades y problemas humanos. Después de marcharse de Marvel, escribió –también para Charlton- al Capitán Atom, al que no supo sacar de una aburrida unidimensionalidad. Después crearía The Question (para Charlton) y Mr.A (publicado independientemente en tiradas marginales), cuyos únicos superpoderes eran la absoluta claridad moral y un férreo sentido del Bien y el Mal. Pudo soportar los lamentos e inseguridades de Peter Parker mientras fue un adolescente de instituto; al fin y al cabo, estaba narrando la evolución de un muchacho a un hombre. Pero lo que no podía aguantar era la idea de que el protagonista siguiera siendo un alienado neurótico para siempre.
El famoso artículo del Herald Tribune identificó a los comics Marvel exclusivamente en base a los “superproblemas” que tenían sus superhéroes. Y Stan Lee asumió orgulloso esa premisa como base del catálogo de personajes. Llegó a decir que Peter Parker era el Woody Allen del mundo superhéroico (tímido, rarito, sumiso) y que Spiderman nos gusta, no porque sea un héroe al que podamos aspirar a ser sino porque, debido a sus inmensos problemas, nos hace sentir superiores. Ditko no podía estar más en desacuerdo, y se marchó.
Y este fue el final de la etapa de Ditko… o también podríamos hablar del comienzo del Spiderman que todo el mundo conoce. A partir de este momento, el a menudo desagradable nerd que había sido Peter Parker se transformó, gracias al elegante dibujo de Romita, en un atractivo hípster de los sesenta. Y aunque fue Ditko el que dotó al personaje de un disfraz y un lenguaje visual muy particulares, en muchos sentidos el Spiderman de Romita es el “auténtico”, aquél que tomaron como modelo los dibujos animados, la serie de televisión protagonizada por Nicholas Hammond, las películas de Sam Raimi, todo el merchandising de la editorial durante décadas…
Si Stan Lee convirtió al idiosincrático anti-heroe de Ditko en un icono popular y una franquicia global y multimillonaria, lo hizo porque ese era su trabajo y el resultado fue inmejorable. Spiderman pasaría a tener una trayectoria ilustre plagada de historias legendarias y autores de primera línea (y también muchas otras etapas para olvidar). Pero en lo que a esta serie de artículos se refiere, recomiendo la lectura de los números 1 al 33 de “Amazing Spider-Man” como una obra completa, con un principio y un final.
(Continuará en una próxima entrada)
Es una lástima que tan excelente dúo creativo se haya separado en esas condiciones. El problema del método Marvel es que el guionista depende en mucho mayor medida de la habilidad del dibujante, y esta clase de fricciones muestra lo mucho que pueden lastimar al desarrollo de las historias. Por lo que a mi respecta, Lee y Ditko son los COCREADORES de Spider-Man y ninguno supo brillar sin el otro. Por otro lado, la llegada de Romita no dio tiempo para embargarse en la nostalgia, su estilo fue diferente a Ditko en todos los aspectos posibles, pero innegablemente excepcional en su propio estilo, no solo como dibujante, sino como coargumentista (según entrevistas, Romita dibujaba las historias solo con conversaciones con Lee, y a veces solo le daba el nombre del villano de turno). En cualquier caso, disfruto de ambos dibujantes.
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