23 ene 2019
LOS CUATRO FANTÁSTICOS DE LEE Y KIRBY (9)
(Viene de la entrada anterior)
Ahora que la compañía tenía un nombre en condiciones, Stan Lee podía empezar a publicitarla. Desde 1939, la división de comics de Goodman había adolecido de falta de personalidad propia. Eso iba a cambiar y Lee se encargaría de ello. En sus esfuerzos recibiría la inestimable ayuda de Flo Steinberg, su nueva secretaria, una personalidad brillante y dinámica que se convirtió en un pilar de Marvel a comienzos de los sesenta. Graduada en la Universidad de Massachusetts y participante en las campañas políticas demócratas, llamó a las puertas de Magazine Management Company en marzo de 1963 pidiendo un trabajo.
Contrariamente a la leyenda popular, a comienzos de los años sesenta nunca existió un “Marvel Bullpen” en la forma en que Stan Lee lo describía –o sugería- en su página de correo, a saber: una especie de club en el que él mismo, Jack Kirby, Steve Ditko, Don Heck y otros colegas se lo pasaban en grande intercambiando amigablemente ideas en plena efervescencia creativa. Aquello fue una fábula propagada por Stan, probablemente arrastrado por la nostalgia del antiguo Bullpen de Timely, con la intención de dar a su plantilla de autores una identidad de grupo frente a la imagen fríamente corporativa de DC. En realidad, la primera oficina de Marvel no era más que un pequeño rincón en el interior de un aparato editorial mucho mayor.
La propia Marvel no era más que una oficina de dos habitaciones en la que trabajaba Lee, localizada en la parte trasera de las oficinas que Magazine Management Company (que editaba revistas masculinas) tenía en el 655 de Madison Avenue. En 1963, Stan Lee y Flo Steinberg eran los únicos empleados “fijos” en aquellas instalaciones. El resto del trabajo era realizado por los autores en sus domicilios, ya que no formaban parte de una plantilla, sino que trabajaban como autónomos, cobrando por encargo. Ocasionalmente, el director de producción y entintador ocasional Sol Brodsky se quedaba allí con su tablero de dibujo para echar una mano (fue él quien creó el diseño del título de portada para “Los Cuatro Fantásticos”).
Esta descripción puede resultar chocante para los aficionados más jóvenes, que crecieron en la creencia de que realmente existía el Marvel Bullpen. En aquellos tiempos, los fans más apasionados que acudían al 655 de Madison Avenue para echar un vistazo, quedaban inevitablemente desilusionados. Según afirma la propia Flo: “Siempre querían una visita guiada de la oficina. Entonces salía yo y tenía que bastarles. Y es que no había nada más que ver”. Algunos de los aficionados no se lo creían y trababan de colarse a la fuerza, por lo que Flo pronto aprendió a ejecutar eficazmente bloqueos.
Flo no tenía más que un puñado de cartas que contestar cada mes en 1963, pero sorprendentemente para todos, estaban escritas por estudiantes universitarios e incluso adultos. No se trataba de los muchachos de diez años que escribían a DC para regañarles por un pequeño fallo que habían encontrado en el último número de “Lois Lane”. La “Fantastic Four Fan Page” se convirtió pronto en un punto de reunión de estudiantes y amas de casa, soldados y beatniks, todos ellos unidos por su devoción hacia la Cosa o el príncipe Namor.
De repente, por primera vez en su carrera, Stan Lee comenzó a fijar las tendencias y no a limitarse a seguirlas. En FF nº 10 decidió aligerar la seriedad que solía fomentar la competencia y promover una especie de camaradería informal entre sí mismo y los lectores: “Veréis, por el momento ya es suficiente de esa jerga de “Estimado Editor” exclamaba en su página editorial, e instó a los fans a dirigirse a él como “Queridos Stan y Jack”. Inmediatamente, las páginas de correo de DC parecieron impersonales y aburridas.
Stan Lee podía ser bravucón y exagerado acerca de sus declaraciones sobre Marvel, pero también sabía mostrarse humilde cuando los lectores escribían notificando errores de narrativa o continuidad. A diferencia de las estiradas páginas de correo de DC, en las que editores sin nombre trataban de justificar las equivocaciones propias o de sus autores mediante explicaciones implausibles, Stan no tenía reparos en reconocer el fallo, lo que le hizo ganar puntos ante los seguidores de sus comics. Es más, se atrevió a otorgar un “No-Prize” (“No Premio”) a cualquier lector que descubriera un gazapo. Al principio, ese No-Prize era meramente conceptual, pero más adelante los lectores agraciados empezarían a recibir sobres con una cabeza de Hulk exclamando “¡Enhorabuena! ¡Este sobre contiene el auténtico No-Premio de Marvel Comics que has ganado!”. El sobre, claro, estaba vacío.
Recuperando una ingeniosa idea que tuvo su origen en las páginas de correo de los lectores de las revistas pulp de ciencia-ficción de los años treinta, Lee no sólo hacía constar los nombres de los que escribían, sino su dirección completa. A comienzos de los sesenta, el fandom de los comics estaba creciendo, agrupándose en torno a Marvel comics y los Cuatro Fantásticos en particular. Sentían que eran parte de algo completamente nuevo, algo importante.
Hacia el final de esta primera etapa de la colección, sus innovaciones resultaban evidentes no sólo para los fans, sino para los propios profesionales de la industria. Contra todo lo esperado, la serie sobrevivió a la producción de baja calidad, arte disperso y entintado mediocre de los primeros episodios dejando atrás al resto de sus competidores. Los FF se convirtieron en el barómetro de todo aquello a lo que las historias de superhéroes debían aspirar.
Es imposible sobrestimar la dimensión del impacto que tuvieron estos primeros episodios en la industria. La revista fue el catalizador de un renacimiento en el ámbito de los comic-books a través de unos personajes nuevos y complejos, pero sobre todo humanos, presentados con un estilo literario fresco y cotidiano. Al principio, la dirección de DC se limitó a despreciar a esas estrellas recién llegadas. Pero no tardaron en darse cuenta de que o seguían el mismo camino o quedarían relegados a un segundo plano. Así que comenzó a producir sus propios personajes un tanto extravagantes y retorcidos, como la Patrulla Condenada o los Metal Men. Pronto sería obligatorio para los héroes de acción el tener un pasado, personalidades claramente diferenciadas y un modo de hablar característico. En este sentido, el efecto catalizador de los FF traspasó el énfasis que hasta entonces se hacía en la ciencia-ficción para situarlo en la caracterización. En el proceso, abrió las puertas a una auténtica innovación.
Es tentador especular que el Pensador Loco (nº 15, junio de 1963) fuera una idea de Stan Lee y su Androide una de Jack Kirby. La idea de un villano que se sienta quieto como una estatua de Rodin, sumido en complejos cálculos, no parece algo muy próximo al dibujante de comics más orientado a la acción de toda la historia. Por otra parte, esa gran masa cuya cabeza es un bloque amorfo sin más facciones que una boca, sí parece puro Kirby. Era exactamente el tipo de creación grotesca que disgustaba a los editores de DC, siempre incómodos con el despliegue de energía de Kirby. Mientras que muchos de los primeros números de los Cuatro Fantásticos adolecían de la presencia de monstruos más bien ridículos, el “Androide” era tan sencillo y a la vez tan retorcido que funcionaba perfectamente.
El mayor sufridor de todos los hijos de Lee y Kirby siempre fue el Hombre Hormiga. En 1962, con “The Amazing Spider-Man” en camino de convertirse en un éxito de crítica y público, Stan probablemente pensó que otro héroe basado en un insecto y de extraño nombre podría convertirse en un nuevo éxito para la compañía. En este caso, no funcionó. Ni siquiera el poderoso arte de Kirby acompañado por el mejor entintador de la época, Dick Ayers, podía hacer pasable un personaje tan absurdo. Jack Kirby siempre pedía que las aventuras de Henry Pym –alias el Hombre Hormiga- le fueran asignadas a otro dibujante. Con la perspectiva que da el tiempo, probablemente le habría ido mejor al héroe si Ditko se hubiera encargado de él.
La aparición del Hombre Hormiga como héroe invitado en “Fantastic Four” 16 (julio 63) no fue mera casualidad. En este punto, las cifras de ventas iniciales del periodo que el diminuto superhéroe pasó en “Tales to Astonish” resultaron no ser muy buenas. Lee y Kirby estaban utilizando, una vez más, su colección insignia para impulsar los decepcionantes resultados obtenidos por otro título de la casa. Al mismo tiempo que este crossover, el romance del pequeño héroe con su compañera femenina, la Avispa, se presentó en “Tales to Astonish” nº 44. Lee confiaba en que la combinación de ambas iniciativas impulsara la carrera del Hombre Hormiga. De nuevo, sin resultado. La superficial e hipersexual Janet Van Dyne –la respuesta Marvel a Campanilla- resultó ser tan inoperante como su compañero.
En este segundo crossover (el primero, recordemos, fue el nº 12 con la presencia de Hulk), volvemos a encontrarnos con el Doctor Muerte, ahora convertido en tiránico gobernante de un mundo del microcosmos tras su drástica reducción de tamaño en el número 10. El cuarteto utiliza el suero de miniaturización de Pym para localizar a Muerte y derrotarlo. Tal y como sucedió en el nº 12 con Hulk, Lee ralentizó el ritmo y alargó la historia para que el Hombre Hormiga no apareciera hasta la página 19, y en la 22 ya todo ha terminado, lo que convierte al encuentro entre los FF y Henry Pym en algo de escaso sentido aparte de la mera publicidad. Y en cuanto a Kirby, por fin obtuvo su deseo: tras Tales to Astonish nº 40, abandonó los lápices de esa colección y se los traspasó a su colega Don Heck. Tal y como fueron las cosas, la partida de Kirby redujo todavía más las posibilidades del Hombre Hormiga de llegar a alguna parte por cuenta propia.
La portada del número 17 (agosto 63) anuncia que “Ha llegado la Edad Marvel de los Comics”. ¿Y quién, aparte de DC, podría discutírselo a Stan Lee? En aquel momento parecía el amanecer de un nuevo y glorioso renacimiento de los comics de superhéroes. Un nuevo Universo de personajes estaba surgiendo de la nada y las posibilidades eran infinitas. El diabólico Doctor Muerte regresa en su quinta aparición en la serie. A los fans les encantaba y como los guionistas no podían dar con otro villano ni la mitad de bueno que él, lo trajeron de vuelta.
En la portada del nº 18 (septiembre 63), los lectores pudieron tener la primera muestra del entintado de Georges Roussos. La Cosa se veía fenomenal, pero por desgracia ésta no sería la norma. En esta historia regresaban los Skrulls, aquellos alienígenas verdes del nº 2, pero esta vez su mundo ha creado un Super Skrull con el que derrotar a nuestros héroes. La suspensión de la incredulidad, ese pacto tácito entre guionista y lector, es puesto a prueba en esta aventura. Primero, ¿por qué es este Skrull “super”? ¿Sólo porque puede metamorfosearse en cualquier miembro de los Cuatro Fantásticos? Eso estaba al alcance de cualquier Skrull y, de hecho, es lo que habían hecho en su pasada intervención en el mencionado nº 2. Segundo, el Super Skrull tiene los poderes de los Cuatro Fantásticos, pero él sólo es uno mientras que ellos son cuatro, así que el resultado parecía claro desde el principio.
Como puede suponerse, estas consideraciones más o menos lógicas son antitéticas con la propia naturaleza de los comics de superhéroes. Es mejor dejar aparte el escepticismo que a menudo aparece con la edad y redescubrir ese sentido de lo maravilloso que nos invadía en la infancia al leer una de estas aventuras. Con esto en mente, fijémonos en lo bien que luce el Super Skrull cuando adopta la forma de un ariete y utiliza los poderes de Reed para estirar su cuello en la página 14.
Y llegamos al Anual nº 1. En el momento de su publicación (julio 63), fue probablemente el comic book más impresionante que se hubiera publicado hasta la fecha. Justo cuando parecía que la serie regular se había nivelado, Lee y Kirby volvieron a sobresalir y mostraron al mundo por qué los Cuatro Fantásticos habían revolucionado el género.
Los fans habían estado pidiendo algo parecido al “80 Page Giants” que DC había lanzado anteriormente con gran éxito. Pero había un problema. Los anuales de DC incluían reediciones de cómics publicados décadas atrás, mientras que los Cuatro Fantásticos contaban con un recorrido de sólo 18 episodios. Ni siquiera Martin Goodman tenía tan pocos escrúpulos como para tratar de revender comics que apenas tenían dos años. En un generoso gesto poco habitual en el editor, dio a Lee y Kirby luz verde para lanzar un número especial veraniego que ofrecería nada menos que 57 páginas de historias completamente nuevas, ilustraciones y otros contenidos especiales. Esta pequeña obra maestra del género no sólo contenía una historia épica de 37 páginas, sino también un crossover de 6 páginas con Spider-Man y 14 páginas de ilustraciones a toda página. Nadie hasta la fecha se había preocupado tanto como Lee y Kirby por ofrecer a los lectores más material por menos dinero. Probablemente, para muchos fans aquéllos fueron los 25 centavos mejor gastados.
La historia principal era un colosal enfrentamiento con Namor que Cecil B.De Mille habría llevado a la pantalla encantado. Además, la presentación de Lady Dorma complicaría el drama emocional entre Namor y la Chica Invisible; y las reclamaciones de Sub-Mariner sobre su reino perdido sustituirían a su odio contra los humanos, lo que diluiría la razón por la que Sue simpatizaba con él.
En esta historia queda patente el cariño de Kirby por el personaje de Namor, una afinidad que provenía de la amistad que unía al dibujante con el creador de Sub-Mariner, Bill Everett, y que se remontaba a los días de su juventud en los que ambos habían trabajado para el estudio de Victor Fox. A finales de los sesenta Kirby se sorprendió al enterarse de que Everett había estado entintando sus dibujos para Thor. Opinaba que su amigo debería haber estado dibujando sus propios comics en lugar de entintar trabajo ajeno. Tenía razón, pero lo cierto es que nadie, ni siquiera Bill Everett, consiguió imbuir en el Príncipe de Atlantis, tanto sentido de poder, dignidad y elegancia como el propio Kirby, quien dibujó las escenas de acción como nunca nadie lo había hecho antes, creando batallas épicas que asombraron a los aficionados.
Con la perspectiva que otorga el tiempo, parece claro que este anual marcó el gran final de la primera etapa de Lee y Kirby en los Cuatro Fantásticos. A continuación vendrían nuevas fases y cambios.
En el nº 19 (octubre 1963) aparece Rama Tut, un personaje destinado a convertirse en el centro de uno de los enredos más complejos de todo el Universo Marvel. En el nº 5, la máquina temporal del Doctor Muerte había transportado a los FF a los días del pirata Barbanegra. Ese dispositivo se recupera de nuevo en esta historia, en la que nuestros héroes se encuentran con un enigmático viajero temporal procedente del año 3000. Este aspirante a tirano había usado la máquina de Muerte en el futuro para viajar al antiguo Egipto, donde se había instalado como el faraón Rama Tut. La historia finaliza con el villano escapando a otro continuo temporal mientras Reed explica que Rama podría incluso ser el propio Muerte.
Tenía razón, Mientras se dirige al año 3000, el faraón Tut se encuentra con Muerte en el siglo XX y ambos deciden que pueden ser dos versiones temporales del mismo hombre cuyas vidas se han cruzado bien en el pasado bien en el futuro. Eso sí, ninguno es capaz de explicar cómo pueden coexistir en el mismo momento del presente. Ahí comienza la confusión. En cuestión de unos meses, el enigmático Muerte/Tut se reencarnaría como Kang el Conquistador en “Los Vengadores” nº 8, luego como Immortus en “Vengadores” nº 10 y, más tarde, como el Centurión Escarlata en el Anual nº 2 de esa misma colección. Se sugirió que este villano podría haber asumido diversas identidades durante sus viajes a través de la corriente temporal. Su identidad acabó siendo un asunto tan complejo que ni un experto en la teoría de la relatividad podría haberlo descifrado.
(Continúa en la entrada siguiente)
El Superskrull es super porque es el único que puede tener los 4 poderes de los 4F a la vez de tal forma que siendo 1 equivale a 4.
ResponderEliminar