16 oct 2018

1988- AQUABLUE – Cailleteau, Vatine y otros (1)



A estas alturas no creo que haya nadie que pueda defender que “Avatar” (2009) de James Cameron, independientemente de su magnífica factura visual, ofrezca una historia mínimamente original. Se han mencionado siempre películas como “Bailando con Lobos” (1990) o “Pocahontas” (1995) como referentes inmediatos, pero lo cierto es que el tema del hombre occidental seducido por la pureza del mundo natural y quienes viven en contacto con él y erigido en campeón de su pueblo adoptivo contra sus antiguos y corruptos congéneres, se remonta por lo menos hasta Tarzán y sus enfrentamientos contra los codiciosos ladrones de marfil.


La ciencia ficción empezó a interesarse verdaderamente por los efectos de la acción humana sobre el medio ambiente después de la Segunda Guerra Mundial y especialmente a partir de la década de los sesenta, cuando proliferaron los estudios y ensayos acerca de los peligros de la superpoblación y la polución. Fue por entonces que, cuando estas historias se trasladaban a mundos alienígenas, se introdujo en ellas un elemento de misticismo a raíz del enunciado de la Hipótesis Gaia por James Lovelock. Según él, la ecosfera ha ido construyendo poco a poco mecanismos homeostáticos que conectan toda la vida con los fenómenos atmosféricos, biológicos y químicos que en ella tienen lugar. Para mucha gente, la ecología simboliza un sentimiento de pérdida de la armonía con el mundo. Si a ello sumamos un elemento bélico que enfrenta a los habitantes del planeta en cuestión con los ambiciosos y desconsiderados colonos que llegan para explotar sus recursos poniendo en peligro el equilibrio medioambiental, tenemos historias como “Dune” (1965), de Frank Herbert, películas como “Avatar” y comics como “Aquablue”.

El primer arco de la serie comienza con el álbum “Nao” (1988) mostrándonos la catástrofe de una nave de pasajeros, la Silver Star, a causa de una lluvia de meteoritos. Una pareja intenta llegar a las cápsulas de salvamento pero no
consiguen salvarse y su hijo pequeño queda al cuidado de uno de los robots nodriza de la nave, Cybot. Ambos consiguen llegar a una de las cápsulas salvavidas, donde pasarán ocho años antes de que encuentren un planeta habitado. Se trata de Aquablue, un mundo básicamente oceánico que sólo tiene un 3% de superficie sólida y en la que vive una raza humanoide de piel azul, pacífica, en sintonía con la naturaleza y cuya cultura y creencias giran –como no podía ser de otra manera- alrededor del agua.

Nada más amerizar y tomar contacto con los nativos, el muchacho tiene un encuentro con una enorme criatura, el Uruk-Uru, mezcla de ballena colosal y manta-raya, al que aquéllos consideran sagrada. Esa inmediata conexión hace que el chico sea fácilmente adoptado por el pueblo de Aquablue después de que Cybot caiga al agua y quede inutilizado.

Diez años después, el muchacho, al que han bautizado en su pueblo adoptivo como Tumu-Nao, se ha convertido en un valioso miembro de la tribu a punto de pasar el rito de madurez, elegir compañera y ser considerado un pescador de pleno derecho. De hecho, su amada, Mi-Nuee, es la hija del jefe tribal, Melkeiok, mientras que los
nativos lo consideran bendecido por su dios Uruk-Uru. Por desgracia, la vida idílica que disfruta Nao se hace trizas cuando una nave de exploración terrestre llega a Aquablue y el etnólogo Maurice Dupre, al mando de la expedición, reactiva a Cybot y descubre que Nao es nada menos que Wilfred Morgenstern, el heredero de un gran imperio financiero al que se daba por muerto.

Irónicamente, ese imperio financiero actúa ahora en su contra. La Texec (Texas Energy Consortium) ha firmado un acuerdo con los poderes políticos terrestres que la autorizan para apoderarse de Aquablue e instalar una red de centrales energéticas que acabará convirtiendo el planeta en una gran bola de hielo inhabitable. Para proteger a los ingenieros y técnicos de la compañía la Texec ha contratado a las Brigadas Morgenstern, un grupo de mercenarios creado y dirigido por la propia tía de Nao, Ulla. La aparición de Nao-Wilfred en ese momento no hace ninguna gracia ni a los mandamases de Texec ni a Ulla, que deciden eliminarlo. Con lo que no cuentan es con la íntima conexión que Nao ha establecido con las fuerzas más poderosas del planeta…

Sin embargo, el poder militar de los terrestres es demasiado para los habitantes de Aquablue y Dupre convence a Nao para que le acompañe a la Tierra y defienda ante los tribunales sus derechos a presidir el Consorcio –lo que detendría el expolio del que ahora es su hogar- y denuncie ante los medios de comunicación la situación en el mismo. Éste es el punto de arranque de “Planeta Azul” (1989), el segundo álbum.

En ausencia de Nao, tecnócratas y mercenarios han recurrido a las mismas tácticas que los imperialistas europeos utilizaron con otras culturas indígenas de la Tierra: destruirlos a base de minar su convivencia y armonía mediante el alcohol gratis y las baratijas. Melkeiok organiza un movimiento de resistencia, optando por huir con su tribu a las regiones polares, donde todavía no han llegado los humanos. Mientras tanto, en la Tierra, Nao está descontento con el laberinto judicial en el que se ha visto inmerso pero dado que aún no ha podido acceder al dinero de su herencia no puede pagarse una nave que le devuelva a Aquablue para poder continuar la lucha sobre el terreno. Entonces, se producen dos felices acontecimientos: por una parte, se reencuentra con
Mi-Nuee, que ha viajado hasta la Tierra como polizonte en una nave de la Texec; por otra, Beatrice, la exmujer de Maurice y periodista en horas bajas, encuentra la forma de que todos puedan viajar a Aquablue: utilizando los servicios de un antiguo amante suyo, Carlo, un pícaro italiano que transporta mercancías legales y contrabando a bordo de su nave –en claro homenaje a Han Solo y su Halcón Milenario, la cual también sirvió de inspiración gráfica a la Strómboli de Carlo-.

No quiero seguir detallando en exceso el argumento para no estropear las sorpresas y giros que reserva el guión. En “El Megofias” (1990) interviene en el conflicto el capitán Lochsore y su espectacular nave que da título al álbum. Se trata de un trasunto de capitán Ahab y empresario sin escrúpulos que inicialmente ayuda a la gente de Nao en su guerra contra la Texec y las brigadas Morgenstern, pero que no duda en cambiar su afiliación en cuanto se le presenta ocasión de obtener beneficio. Gracias a su indestructible nave, Lochsore se convierte en un elemento decisivo del conflicto. En “Coral Negro” (1993), se suma a la refriega la Legión, un ejército profesional que la Texec ha conseguido que el gobierno terrestre ponga a su servicio. Estos duros comandos
demuestran ser unos adversarios demasiado fuertes para los defensores de Aquablue y han de buscar su salvación donde menos se lo esperaban: en las profundidades del océano, donde se esconde el secreto tras los mitos y leyendas del planeta. La batalla se resolverá en “Proyecto Atalanta” (1998), donde Nao encuentra nuevos aliados para enfrentarse a las unidades fuertemente acorazadas de la Legión mientras un virólogo sin escrúpulos a sueldo de Ulla Morgenstern experimenta guerra biológica con los nativos prisioneros.

Este primer arco de la colección es una clara crítica a las perversidades del capitalismo más desatado, aquel que compra voluntades, que corrompe políticos y amenaza a los medios de comunicación para salirse con la suya. Buscando exclusivamente el beneficio por encima de cualquier consideración ética, sus militantes están dispuestos a arruinar el medio ambiente y aniquilar culturas enteras. El uso de milicias privadas, siempre menos controladas y reguladas que los ejércitos nacionales, desgraciadamente es un recurso que hoy están utilizando incluso algunos gobiernos. Cuando las cosas se complican, el gobierno terrestre recurre a las unidades regulares del su ejército para “pacificar” el territorio y garantizar la seguridad de sus compatriotas, una política que tampoco nos es ajena. También resulta familiar la servidumbre de los medios de comunicación
a los grandes conglomerados financieros a los que pertenecen y que no admiten que desde aquéllos se cuestionen sus políticas o sus actos.

Thierry Cailleteau y Olivier Vatine se conocieron a los dieciséis años y trabajaron juntos en los dos primeros álbumes de la serie humorística “Las Aventuras de Fred y Bob” (1986-87), pero donde su colaboración alcanzó realmente el cénit fue en “Aquablue”, el ecothriller basado en las tropelías coloniales de Occidente y, especialmente, las consecuencias del choque cultural –o, más bien, atropello- sobre los pueblos polinesios.

El estilo de Vatine combina el talento de Mezieres (“Valerian”) a la hora de diseñar naves, artefactos y criaturas, la meticulosidad europea por el detalle y la construcción de ambientes y fondos y el dinamismo del comic-book americano. Desgraciadamente, Vatine abandonó la serie en el cuarto álbum a raíz de una diferencia de opinión respecto al futuro de la serie que degeneró al plano personal–empezó a colaborar entonces con la americana Dark Horse en la franquicia “Star Wars”, una experiencia que no le debió convencer del todo porque no tardó en regresar al comic francés-. 



(Finaliza en la siguiente entrada)

1 comentario:

  1. Recuerdo ciancu lei el primer álbum allá por los 90 creo... Me encantó, asi como el segundo, después a mí entender la historia empieza a decaer, pero la historia de los dos primeros álbumes es buenísima y muy cinematográfica, mucho más que Avatar.

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