Hay que reconocer que Mark Millar ha sabido hacer carrera en los comics. No sólo es uno de los guionistas de más éxito y más leídos sino que ha irrumpido en la cultura popular contemporánea de formas que otros autores sólo pueden soñar. Esto puede parecer exagerado, pero los hechos están ahí. Sus Ultimates fueron la base para la primera etapa del Marvel cinematográfico (incluyendo su versión negra de Nick Furia, con los rasgos, antes siquiera de saltar a la pantalla, de Samuel L.Jackson); creó el fenómeno multimedia de Kick-Ass y Hit Girl; su crossover para Marvel “Civil War” fue uno de los eventos más vendidos del nuevo milenio y a su vez sirvió de inspiración directa para la película “Capitán América: Civil War”; “Superman: Hijo Rojo” está considerada una de las mejores historias de toda la larga trayectoria del kriptoniano; lo mismo puede decirse de “Viejo Logan”, otro éxito con traslación a la pantalla en “Logan”; otras películas basadas en sus comics han sido “Wanted” o “Kingsman”…
Por supuesto, este indiscutible éxito ha venido acompañado de acusaciones de populismo, que en mi opinión están justificadas; y de simplista, de utilizar a menudo la baza del mínimo común denominador, lo cual es más discutible. Millar no escribe siempre para un lector generalista (como evidencian, por ejemplo, “Superior” o “American Jesus”), sino que, más bien, es el público generalista el que recibe bien su trabajo. No hay duda de que sabe lo que a la gente le gusta, pero también que la desafía ofreciéndoselo de la manera más impactante posible, por su violencia, sus personajes extremos o sus bruscos giros de guión. También es cierto que sus ideas son a menudo mejores que sus desarrollos y que su deseo de epatar le lleva a alcanzar límites que rozan o traspasan la línea de la extravagancia vacía o incluso el absurdo.
Los temas que aborda en sus tebeos de superhéroes son variados, desde los tópicos más sobados del género, como el enfrentamiento entre el bien y el mal y cómo las fronteras de uno y otro a veces se difuminan, a preguntarse qué podría ocurrir en un mundo “real” poblado por superhumanos. Una de sus premisas favoritas es aquella que deriva de la famosa frase que le decía el Tío Ben a Peter Parker: “Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”, examinando las formas en las que este lema puede retorcerse y corromperse. Y esto es precisamente el núcleo de “Jupiter´s Legacy”.
En 1932, tres años después del crack bursátil de Wall Street y con el mundo aún sumido en una crisis económica, un grupo de de aventureros liderados por Sheldon Sampson y su hermano Walter se aventuran en barco desde Marruecos hasta las proximidades de Cabo Verde buscando una isla que no figura en los mapas pero que a Sampson se le aparece vívida y repetidamente en sueños con la promesa de que allí encontrarán la forma de hacer del mundo un lugar mejor. Efectivamente, dan con el lugar y allí encontrarán una especie de instalación extraterrestre que les otorgará a todos ellos poderes extraordinarios.
Durante décadas, esa primera generación de superhéroes hizo lo que se supone que tenían que hacer: combatir a criminales y superamenazas. Y también, tener hijos. Pero en este aspecto las cosas no marcharon tan bien como era de esperar. Y es que en 2013, la progenie de los más grandes superhéroes del mundo (o, al menos, de América, que para el caso de estos comics es lo mismo) se retrata como individuos mimados, aburridos y degenerados que viven de la reputación de sus ilustres padres. Como no pueden igualar las hazañas de sus progenitores (entre otras cosas porque los villanos han sido todos arrestados y encerrados en una prisión especial), se han entregado a una vida de celebrities: apariciones en los medios de comunicación, cobrar de patrocinadores, comadreo con los famosos, sexo banal, drogas exóticas, embarazos no deseados… Han heredado los poderes pero ni un gramo del sentido de la responsabilidad de sus padres. La cuestión que se plantea al inicio es clara: Si has nacido con todos los dones, ¿qué motivación tienes para hacer nada en la vida?
Mientras tanto, algunos de los héroes veteranos liderados por el hermano de Walter externalizan sus diferencias ideológicas en relación a su nivel de interferencia con los gobiernos electos de la Tierra. Desde que empezaron a actuar en los años treinta y pese a todos sus esfuerzos, el mundo no parece estar mejor. De hecho, ahora se encuentran con una situación similar a la de cuando iniciaron su andadura de justicieros–recordemos que cuando este comic apareció la crisis de 2008 todavía estaba muy viva-. Walter y sus acólitos creen que los políticos son parte del problema y desean sustituirlos dando un golpe de estado planetario e instaurando una especie de gobierno mundial. Ha llegado el momento, según ellos, de dar el siguiente paso, el definitivo, hacia un mundo verdaderamente mejor. Pero el matrimonio que actúa como líderes de facto, Utopian y Lady Liberty, se oponen terminantemente a semejante iniciativa. Su obligación, como siempre han defendido, es no tocar a los líderes electos por el pueblo; sus logros en la lucha contra el crimen no les da derecho a sustituirlos como administradores del mundo y sus gentes.
La resolución de este conflicto es brutal y espectacular, dos adjetivos que parecen ideados para cualquier trabajo firmado por Millar. Los superhéroes quedarán divididos en dos facciones: por una parte y liderados por Walter y el hijo de Utopian, Brandon, aquellos que toman el poder edificando un sistema totalitario y opresivo a nivel mundial; y, por otro, los que se oponen a ello pero que, siendo inferiores en número, se ven obligados a esconderse entre la población civil, como es el caso de la hermana de Brandon, Chloe, que años después del golpe de estado ha rehecho su vida en Australia y vive con Hutch, el hijo de un supervillano desaparecido, relación de la que ha nacido Jason, un muchachito de inteligencia y poderes sobrehumanos que está decidido a seguir siendo un superhéroe cueste lo que cueste. Una determinación que les pondrá en peligro a todos dado que Brandon y Walter están dando caza, lenta y metódicamente, a los superhéroes que aún se ocultan y que las anónimas hazañas de Jason no tardan en destapar.
“Jupiter´s Legacy” es un comic hecho por dos escoceses obsesionados con América y lo americano. Ambos nacieron con un año de diferencia en localidades próximas y pasaron su adolescencia, a mediados y finales de los ochenta, devorando cultura popular norteamericana: comics, ciencia ficción, música rock y soul, cine e incluso comiendo en restaurantes y bares de estilo americano. Habían entendido en qué consistía el Sueño Americano pero, siendo europeos, también cargaban con una generosa dosis de cinismo y pesimismo que les hacía ver dónde y de qué manera podía descarrilar ese Sueño, representado en el comic por el ideal superheroico.
La serie explora los desafíos a los que se tienen que enfrentar los superhéroes en un entorno en el que ya no hay amenazas galácticas que combatir ni villanos que detener. Entonces, empiezan a prestar atención a otros asuntos que coartan el bienestar de gran parte de la Humanidad y que no pueden arreglarse a base de supermamporros o rayos ópticos. Cuando estalla una crisis económica que amenaza con arruinar a millones de familias, ¿debe el superhéroe quedarse al margen? ¿Dónde empieza y dónde termina su responsabilidad?
Dejando de lado el prólogo -un supuesto misterio sobre una isla que luego se olvida mayormente y al que ni Millar ni los lectores prestan demasiada atención después-, el meollo de la historia se plantea como un conflicto entre ideales, tanto los de una generación antigua contra los de la nueva como entre los individuos de la primera entre sí cuando llega el momento de enfrentarse a problemas de carácter mundano. En este sentido, Millar acierta al articular esto como un drama eminentemente familiar, centrado concretamente en la familia Sampson. Está muy bien plasmada la brecha generacional entre los virtuosos, idealistas e intachables padres y sus desilusionados y materialistas hijos, así como la frustración de las esperanzas puestos por los primeros en los segundos. Mientras que papá y mamá Sampson, Utopian y Lady Liberty, son los pilares del heroísmo de la Edad de Oro (una especie de Superman y Wonder Woman clásicos) Millar representa a sus hijos como drogadictos, hipersexuales y mentalmente desequilibrados. El choque entre ambas visiones de la vida y del papel que debe jugar un superhéroe en el mundo, es lo que creará el drama subsiguiente. La dinámica entre padres e hijos está bien llevada y pueden comprenderse las motivaciones de cada uno, sus puntos de vista, sus ideales –o falta de ellos-. Hay también un discurso metatextual en tanto en cuanto la familia Sampson representa también la brecha entre los comics superheroicos de antaño y los modernos, la decadencia de las viejas figuras idealizadas y su luminosa y optimista visión del mundo y su sustitución por antihéroes cínicos, manchados por todo tipo de vicios terrenales.
Esta primera parte tiene un desarrollo algo lento –que no aburrido- con abundantes diálogos y pasajes que sirven para establecer el marco en el que se van a mover los personajes. El tono y el ritmo cambian en el tercer episodio, con la muerte de los que parecía iban a ser jugadores importantes en el argumento. Es cierto, no obstante, que Millar, como es costumbre en él, apresura en exceso los acontecimientos. (ATENCIÓN SPOILER). Parece perder de vista que por mucho cariño que él les tenga, sus personajes son totalmente nuevos y los lectores no los conocen lo suficiente como para que, cuando éstos mueren violentamente, tal momento cause el pretendido impacto emocional. Es lo que sucede en el primer volumen con Utopian y Lady Liberty y en el segundo con Skyfox. Visualmente Millar lo resuelve de una manera sobrecogedora, sí, pero es difícil sentir sus desapariciones cuando tan sólo han tenido unas cuantas páginas de desarrollo como personajes. Para colmo, Millar los elimina antes de haber podido darle consistencia suficiente al drama personal que había empezado a apuntar en relación a sus descendientes, Chloe, Brandon y Hutch. (FIN SPOILER)
Este es uno de los principales defectos de este comic: su impaciencia. Aparte del arco de Chloe, éste sí bien llevado, la mayor parte de la trama de la segunda parte del primer ciclo es sobre todo un vehículo para la acción desaforada. Y lo mismo pasa con la construcción de este nuevo universo. Aparte de unos rápidos y aislados flashes informativos en pantallas de televisión de fondo en los que se nos apunta que la situación político-económica es pésima y la escena inicial con las groupies de Brandon, no se profundiza nada en qué tipo de mundo “real” sería este en el que la gente ordinaria convive en el día a día con los superpoderosos.
Los dos últimos capítulos del primer volumen tienen menor carga reflexiva y los temas introducidos al principio pierden peso. Es en este punto donde la historia salta al año 2022 para seguir la vida de Chloe y su nueva familia bajo el nuevo régimen mundial de Walter y Brandon. El cuarto episodio vuelve a ser uno de exposición del nuevo estatus quo que va dominar el siguiente ciclo, en el que se enfrentarán los dos bandos de superhéroes. A destacar, también aquí, lo bien representada que está la familia de Chloe, lo mucho que se quieren, sus interacciones y su empeño en llevar una vida anónima.
El segundo volumen, que comprende otros cinco números, está mucho más centrado en la acción y los temas que se apuntaban al comienzo de la serie (la responsabilidad en el uso del poder y la fuerza, el papel de los géneros, las drogas, los estados policiales, el salto generacional, la sociedad del hedonismo) se diluyen a favor de la espectacularidad y el ritmo frenético. Si en la primera entrega se explicaban las motivaciones de los golpistas, aquí podría esperarse que Millar presentara qué es lo que impulsa a los Sampson a establecer una facción rebelde organizada, pero no es así. Al comienzo encontramos a Chloe y Hutch reclutando por todo el mundo (al mejor estilo de “Ocean´s 11”) a su equipo de entre los superhéroes rebeldes que aún quedan en libertad y los viejos supervillanos en cautividad. Su objetivo es expulsar del poder a Walter y Brandon. Y, a continuación y tras convencer a Skyfox, el padre de Hutch, para unirse a sus filas, empieza la batalla. La historia se desarrolla de una forma muy clásica y predecible, no hay sorpresas ni un guión de mucho empaque más allá de los consabidos momentos puntuales marca Millar (como la despedida del Hutch niño de su padre o el enfrentamiento entre Raikou y Repro). Todos los personajes secundarios están muy borrosamente perfilados y la atención del guionista tan sólo se concentra en Chloe y su familia. Ni siquiera se recupera la subtrama de los alienígenas que otorgaron sus poderes a los aventureros de Sheldon Sampson en los años treinta. En resumen, un segundo tomo que no entusiasma pero que, como el anterior, se lee bien.
Y es que uno de los puntos débiles de “Jupiter´s Legacy” es su predictibilidad y lo poco elaborado que llega a ser su argumento. Hay momentos muy logrados, sí (como el desenmascaramiento de Rascacielos, la lucha entre el ejército y la familia de Chloe, los ataques mentales…) pero en general es fácil adivinar hacia dónde irán las tramas. No es ninguna sorpresa que el hermano de Utopian acabe siendo el traidor o que su hijo se vuelva contra él. Tras una puesta en escena dominada por la reflexión y la caracterización, el conflicto termina enseguida derivando al viejo “Bien contra el Mal” sin tonalidades de gris. Al comienzo, Sheldon y Walter discuten sobre qué hacer ante la situación actual del mundo y las posturas de ambos están bien argumentadas, son razonables, no hay un bueno y un malo claros. Pero cuando Walter da el traicionero golpe contra su hermano, queda claro que es un villano. Y al ver en qué consiste su plan y lo que hace para llevarlo a cabo, cualquier discusión profunda acerca de su forma de ver el mundo resulta ya innecesaria, especialmente cuando el comic introduce una elipsis que nos permite ver cómo ha quedado el planeta bajo su tiranía. No es que este enfoque “buenos contra malos” tenga nada malo en sí mismo; simplemente, cabía esperar más de un comic pretendidamente más ambicioso y con un comienzo que prometía una mirada más aguda.
En cuanto a los personajes, Sampson-Utopian es un claro trasunto de Superman, con todas sus cualidades y atributos: altruista, humilde pero firme cuando es necesario, inspirador, incorruptible, de creencias férreas y moral recta. Lo mismo puede decirse de su esposa Grace-Lady Liberty, al menos según lo poco que vemos de ella antes de que Millar la retire de la trama. Aunque bien definidos, ambos tienen muy poco desarrollo como personajes. Por su parte, Walter es el típico héroe que quiere cambiar el mundo, arreglarlo, pero que en su afán termina yendo por el camino erróneo. Su mejor momento es al principio, cuando sus ideas parecen razonables y el lector puede comprender su frustración al vivir continuamente sujeto a las directrices de su hermano. Se le presenta como alguien justo aunque un tanto radical. Su interés y complejidad como personaje desaparece en buena medida tras su traición y conversión en villano.
Tenemos también a Chloe, Brandon y Hutch. La primera no es particularmente memorable en su presentación. Es un personaje pasivo que no hace mucho y cuya lastimosa existencia es expuesta sobre todo por sus amigos y parientes en lugar de verla por nosotros mismos. Es mucho más interesante cuando se establece con su marido e hijo en Australia. Su interacción con su familia en un entorno cotidiano la hace evolucionar y definirse. Lo mismo puede decirse de Hutch, que no alcanza el debido peso hasta la mitad del primer volumen. El caso de Brandon es algo más complicado. Empieza como un individuo cínico, alguien que podría haber sido un buen héroe pero al que no le apetece o interesa llenar ese papel puesto que no hay nada contra lo que medirse ni gloria que alcanzar. Su confusión y remordimientos tras aliarse con su tío Walter lo empujan a la locura y el odio sin fisuras, una actitud mucho más tópica en el mundo de los superhéroes.
En el segundo volumen destacan Jason Hutchence, el hijo de Chloe y Hutch; y Skyfox, el padre de este último. Jason comienza siendo un buen personaje que protagoniza momentos divertidos. Quiere ser superhéroe y le frustran las órdenes de sus padres respecto a permanecer oculto. No le importa tanto tener que parecer un alfeñique en la escuela como no ayudar a quienes están en apuros. Es el heredero espiritual de su abuelo, Utopian. Por desgracia, cuando el conflicto estalla entre los superhéroes en el segundo volumen y toda la trama se concentra en la acción, su interés como personaje disminuye bastante. Con Skyfox sucede algo parecido. Este villano desengañado que vive apartado del mundo y que ha dado la espalda a su hijo Hutch, promete tener un desarrollo personal interesante –aunque, una vez más, predecible-. Y justo cuando se redime y acepta formar parte de la gran misión salvadora de los Sampson, Millar le da carpetazo tan violenta y súbitamente como a Utopian. Y una vez más, el personaje no se ha asentado lo suficiente como para que el lector lamente su pérdida.
Hay muchos otros personajes en el comic pero no son tan importantes como los mencionados. Prácticamente todos los superhéroes aparte de la familia Sampson y Skyfox son intercambiables y ninguno presenta la mayor profundidad. Ni siquiera se explica adecuadamente por qué tantos de ellos aceptan unirse a un proyecto tan radical como el de Walter que incluye el asesinato de su veterano líder. Lo mismo ocurre con los héroes y villanos que se unen a los Sampson en su cruzada liberadora: personajes más o menos pintorescos, más o menos tópicos, pero ninguno verdaderamente memorable.
“Jupiter´s Legacy” es una amalgama de cosas que hemos visto anteriormente y además mejor desarrolladas, a veces incluso por el propio Millar en otras obras. El núcleo temático y los conceptos que presenta –la idea de familia de superhéroes, la importancia del legado para el futuro, la autoridad, la asunción de poder político por los superhéroes, la decadencia en los valores de las nuevas generaciones, los alienígenas que provocan visiones, las islas perdidas- habían aparecido previamente en comics y películas como “Superman”, “Los Cuatro Fantásticos”, “Miracleman”, “El Escuadrón Supremo”, “Watchmen”, “Kingdom Come”, “X-Statix”, “Los Ultimates”,“King Kong” “Encuentros en la Tercera Fase”, “Los Increíbles”…. Millar recoge todo esto, le da una capa de barniz, lo baraja un poco, idea una serie de personajes “nuevos” y construye con todo ello una historia que funciona y entretiene aun cuando el lector y espectador experimentado reconocerá enseguida sus referentes.
Y es que lo que al comic le falta en originalidad, sutileza retórica, profundidad filosófica o personajes bien desarrollados, lo compensa con pura diversión y una gran legibilidad. Hay acción, traiciones, peleas espectaculares, riñas familiares, ciencia ficción… Puede que aquí no se vaya a encontrar nada nuevo, ninguna idea intrigante o que explore nuevos caminos dentro del género, pero es que tampoco puede exigírsele eso a todos los tebeos, especialmente los de superhéroes. No es tanto que “Jupiter´s Legacy” esté plagado de defectos, que no es el caso, como que las expectativas que generó la obra teniendo en cuenta sus creadores no se han visto totalmente satisfechas. Es una obra técnicamente muy bien realizada y eso es suficiente para disfrutar de un buen rato de lectura, siempre que no se espere de ella nada extraordinario.
Y, por supuesto, hay que comentar el apartado gráfico, a cargo de Frank Quitely. Su socio artístico más frecuente y con el que ha alcanzado su mayor altura es Grant Morrison. Juntos firmaron obras como “WE3”, “Flex Mentallo”, “Nuevos X-Men”, “Batman & Robin” o “All-Star Superman”. Con Millar, había realizado una interesantísima y polémica etapa de “The Authority” que motivó su expulsión de DC. Este famoso perfeccionista de figuras claramente reconocibles, grandes viñetas y mujeres a menudo poco atractivas, no es del gusto de todo el mundo. Quizá sea porque su aproximación estética al mundo de los superhéroes no responde a los cánones establecidos. El suyo es un estilo más, digamos, marginal. No le importa dibujar arrugas en los uniformes, personajes fondones o larguiruchos ni mujeres con pocos atributos sexuales. No es poco mérito el saber dar un toque de frescura a algo tan sobado como el dibujo de justicieros superpoderosos.
Pero guste o no guste su estilo, hay que admitir que hay pocos artistas mejores que Frank Quitely a la hora de representar las escenas de acción. Los guiones de Millar son el equivalente viñetero de los blockbuster veraniegos cinematográficos, historias con un tempo ágil al que el talento de Quitely para la coreografía gráfica se ajusta a la perfección. Sabe cómo mover a los personajes, cómo desplazarlos por el espacio de la viñeta con el máximo efecto posible, tal y como demuestran los abundantes planos generales de la serie y sus escenas de pelea. Ya sean enfrentamientos verbales o físicos, cada página rebosa fisicidad.
En “Jupiter´s Legacy”, Quitely crea un mundo vibrante y multicolor. A pesar de su minimalismo en lo que a los rostros se refiere, consigue labrar en las expresiones de los personajes un gran rango de emociones, desde el aburrimiento existencial a la férrea determinación, de la ira al miedo pasando por la confusión. Todas las viñetas tienen un fondo, habitualmente muy elaborado, proporcionando un continuo sentido del espacio a los personajes. El suyo es un estilo engañosamente sencillo. La claridad de sus líneas y su nítida puesta en escena obedece en realidad a un minucioso estudio del espacio, el movimiento y el tiempo. Quitely lo puede dibujar todo y hacerlo bien, ya sea lo sobrenatural o lo ordinario, la ciudad o la naturaleza, la acción o la conversación.
Pero también debo admitir que no me parece que su trabajo para esta serie sea el mejor de su carrera aun cuando ha invertido mucho tiempo en él (en su lanzamiento inicial pasaban meses entre un número y el siguiente). Algunos personajes están poco definidos, menos detallados que en otros comics firmados por él, y sus diseños para los uniformes oscilan entre lo aburrido y lo poco inspirado. Su línea parece menos trabajada, a veces incluso algo tosca. Me pregunto si es debido a las prisas o porque el acabado lo ha realizado una tercera persona, un tal Rob Miller –otro escocés- que figura en los créditos como “Asistente de Dibujo Digital”.
En “Jupiter´s Legacy” Millar y Quitely vuelven a demostrar la sintonía con la que trabajan en equipo, aunque en esta ocasión sea en una obra que pudo haber dado mucho más de sí. No es particularmente original ni profunda ni tampoco ofrece la épica y el drama que se habían publicitado. Pero aunque sea un comic de superhéroes más, digamos, estándar que otros de los firmados por ambos autores conjuntamente o por separado, sí está bien realizado en todos sus aspectos y es agradecido de leer. Tiene buenos momentos, algunos personajes destacables y un dibujo por encima de la media en el género –si bien, como he dicho, no el mejor del que es capaz Quitely-.
Es, también, una obra muy característica del dúo creativo: los personajes cínicos, la violencia y los giros de guión propios de Millar y el característico estilo visual de Quitely, así que no es recomendable para aquellos que por la razón que fuere no gusten de cualquiera de los dos. Y, desde luego, para quienes estén hartos de las absurdas complejidades de los universos Marvel y DC y deseen una obra de superhéroes que empiece y acabe, con personajes nuevos de los que no sea necesario conocimiento previo, ésta puede ser una buena alternativa.
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