14 jul 2018
1986- DAREDEVIL - Ann Nocenti (1)
En la década de los ochenta, los comics de superhéroes experimentaron un renacimiento creativo. Sus autores, algunos de los cuales alcanzarían el estatus de leyendas del medio, tomaron el ya antiguo concepto del “superhéroe” y diluyeron sus elementos más fantásticos para destacar las aristas más oscuras que yacían hasta ese momento ocultas en su esencia. Curiosa e injustamente, hay un nombre que no suele figurar en las listas de los creadores que impulsaron esta tendencia renovadora (y que invariablemente incluyen a Alan Moore, Frank Miller, Jamie Delano, Peter Milligan o Grant Morrison, por ejemplo): Ann Nocenti, quien durante cincuenta números se ocupó de escribir la colección de “Daredevil”.
De todos es sabido que Frank Miller, en sus dos etapas en la colección de Daredevil (como guionista y dibujante en la primera, y sólo como guionista en la segunda) había resucitado y redefinido completamente al personaje moribundo que era Daredevil, convirtiéndolo en uno de los referentes del comic superheróico de todos los tiempos. Lo que es menos recordado es lo que pasó con Daredevil a su marcha.
Miller y el dibujante David Mazzuchelli habían ofrecido con su saga “Born Again” una magnífica conclusión a la trayectoria de Daredevil. Realmente, la serie bien podría haber finalizado ahí, con un héroe renacido que se aceptaba a sí mismo y que incluso no necesitaba vestir el característico uniforme rojo. Pero el comic-book americano obliga a continuar las colecciones para toda la eternidad siempre y cuando las ventas acompañen. Así que había que buscar un incauto dispuesto a arriesgar su carrera tratando de continuar lo que tan magistralmente había rematado Miller. Porque para la gran mayoría de escritores de comics de finales de los ochenta, recoger el testigo de Miller tras sus dos excelsas etapas era algo que sólo podían desear motivados por la arrogancia, el complejo de superioridad, la necesidad o impulsos profesionales suicidas. O quizá lo que se necesitaba era alguien tan carente de miedo como el propio Daredevil. Y eso es lo que Marvel encontró.
Al principio, el editor Ralph Macchio llamó a los guionistas Mark Gruenwald y Danny Fingeroth para que aportaran historias que fueron ilustradas por Louis Williams y un muy crepuscular Steve Ditko. Pero esos episodios no eran sino parches en tanto en cuanto Macchio encontraba un escritor regular para la colección. Y aquí es donde entra en escena Ann Nocenti.
La joven Ann Nocenti no había cumplido veinticinco años cuando, sin saber apenas nada del mundo del comic-book, entró en Marvel. Tras graduarse en la Universidad de Nueva York y tratar sin éxito de abrirse paso como artista bohemia, cineasta independiente y escritora fantasma de un autor alcohólico, respondió a un anuncio en la prensa y se presentó en Marvel, donde la contrataron como ayudante de editor tras engañarlos acerca de sus conocimientos e interés por el medio. Su desapego inicial hacia aquellos extravagantes justicieros disfrazados se transformó en pasión al comprobar la desbordante energía e imaginación que desprendían sus aventuras. Tras pasar por varias series, no tardó en ser ascendida a editora de la exitosa franquicia mutante (sustituyendo a otra mujer, Louise Simonson), encargándose de supervisar títulos como “X-Men” y “Nuevos Mutantes”. Escribió algunos episodios de “Spider-Woman” antes de la cancelación del título, la mediocre miniserie “La Bella y la Bestia” y la sorprendente aunque todavía inmadura serie limitada “Longshot”, dibujada por alguien tan novato entonces como ella pero igualmente destinado a subir muy alto: Arthur Adams.
La guionista no sólo provenía de un ambiente intelectual y progresista –lo que en Estados Unidos se califica como “de izquierdas”- sino que simultáneamente a su trabajo en Marvel cursaba estudios universitarios de Relaciones Internacionales. Sus intereses como guionista, por tanto, iban más allá de la mera épica aventurera y consideraba a los comics como un medio idóneo para articular mensajes de tipo social, político y ético, tal y como veremos en este análisis. Algo de todo esto había podido ya verse en las miniseries apuntadas, pero se haría más patente e intenso en su siguiente trabajo, un número de relleno, ajeno a la continuidad, de Daredevil. Tratándose de un personaje urbano y no particularmente “super”, resultaba quizá más idóneo que otros héroes como soporte de una historia que iba a ser particularmente ácida y para la que contó con la inestimable colaboración gráfica de Barry Windsor-Smith, a quien conocía por haberlo contratado para episodios puntuales de los X-Men.
Aquel número fue el 236 (noviembre 86) y en él se abordaba el tema del patriotismo a través de un supersoldado que trata de encontrar su lugar en la vida una vez concluida la guerra. Se trataba de una historia profundamente amarga, sin final feliz y muy crítica tanto con la política como con la sociedad, que ensalzan y promueven tanto la vida militar como el militarismo, el amor y el sacrificio por la patria para luego desdeñar a los combatientes que regresan a casa con sus mentes y espíritus rotos.
Titulado con sarcasmo “American Dreamer”, resulto un bautismo de fuego para el personaje de lo más satisfactorio. Pero también provocó una crisis en la colección. Resultó que el guionista designado para continuar los pasos de Frank Miller tras “Born Again” había sido el veterano Steve Englehart. Tan polémico como de costumbre y en absoluto dispuesto a vivir a la sombra de su predecesor, Englehart pretendía prescindir de todo lo narrado inmediatamente antes por Miller, emparejar a Daredevil con la Viuda Negra y trasladarlos a San Francisco, donde pasarían a formar parte de los Vengadores Costa Oeste, colección que también guionizaba él. Pero al comprobar que en el número de Nocenti, en principio un simple fill-in, participaba una Viuda Negra cuya relación con Daredevil era bastante diferente a lo él tenía pensado, pidió a Macchio que cambiara el guión. Cuando su exigencia fue contestada con una negativa, renunció a ocuparse de Daredevil y sólo apareció un número con guión suyo, el 237 (diciembre 86, con el seudónimo de John Harkness).
Macchio, entonces, le ofreció el puesto a Nocenti. Al fin y al cabo, su estilo “realista”, urbano y poco inclinado a la épica, parecía casar mejor con la línea trazada por Frank Miller. De este modo y durante nada menos que cuatro años, Nocenti figuraría como escritora regular del título dejando ya de lado definitivamente sus antiguas responsabilidades como editora.
Ciertamente, la suya no era una posición envidiable y en ese momento nadie apostaba por ella. Parecía imposible hacer algo atractivo o nuevo con el personaje tras la profunda disección que de él y su entorno había hecho Miller. Quienes permanecieron fieles a la colección y le dieron una oportunidad a Nocenti –quizá sólo llevados por la inercia o por una inextinguible fe por el héroe ciego- encontraron una aproximación original, tan potente y meritoria a su manera como lo había sido la de Frank Miller. Como su protagonista, Ann Nocenti no tenía miedo (““Asumí que todo el mundo odiaría todo lo que iba a hacer y que me echarían del comic, y ese estado mental me liberó para hacer lo que quise y divertirme el poco tiempo que pensé que iba a durar”) y supo sacar provecho de su particular perspectiva personal en un doble sentido. Primero, era una mujer en un medio dominado por hombres; y segundo, entró en los comics de superhéroes y aprendió a amarlos en una época de su vida mucho más avanzada de lo que suele ser habitual en este género. Por eso, pudo aportar a la colección un punto de vista único y fresco, utilizando sus recursos característicos (personajes invitados, crossovers, préstamos de otras colecciones) para llevar a Daredevil a nuevos territorios, más maduros y potencialmente polémicos.
Sus inicios son algo titubeantes y poco destacables. Nocenti peca de verbosidad y de cierta falta de dirección. En esto último sin duda tuvo que ver el continuo baile de dibujantes, mayormente segundones y/o poco comprometidos con la colección, lo que impidió fijar un tono gráfico coherente y desarrollar tramas que abarcaran varios números. Por aquí pasaron en estos primeros episodios –básicamente autoconclusivos- Sal Buscema, Louis Wiliams, Tod McFarlane, Keith Pollard, Chuck Patton, Tom Morgan, Keith Giffen y Rick Leonardi, siento este último el único que realiza una labor interesante.
Aunque en su mayoría esta etapa inicial no se separa mucho del estándar superheroico y sirvió sobre todo para que Nocenti se familiarizara con el personaje y su entorno, sí podemos apreciar ya un sesgo más maduro y un interés por abordar cuestiones de actualidad. Además, el Daredevil de Nocenti –al menos el previo a sufrir los severos vapuleos emocionales a los que lo sometería- es también alguien más sociable y optimista de lo que lo habíamos visto hasta ese momento. Tiene una entrañable y verosímil relación con Karen Page, se relaciona con bandas y niños de la calle y en su identidad civil y a través de la consultoría legal que luego abriría para gente pobre y marginada, tiene contacto cercano con todo tipo de parias de la sociedad. Recordemos que hasta este punto, Matt Murdock había sido un abogado de éxito requerido por clientes de alto poder adquisitivo.
Quizá parte de esa extrovertida personalidad que Nocenti le otorga a Murdock-Daredevil provenga de su fe religiosa. Hay un pasaje especialmente ligero al comienzo de la etapa, en el número 239 (febrero 89) en el que Daredevil bromea con unos skaters, exhibe sus habilidades y recorre con su sentido radar la vida que le rodea en las calles: “Las personas tienen unas siluetas muy diversas, extrañas y maravillosas, de eso no hay duda. ¿Cómo puede ser que haya gente que piense que no hay un diseñador tras todo esto?” En este punto, Matt se halla en paz consigo mismo y con su mundo. Nocenti introduce el tema de la religión de una forma madura, inteligente y sutil; no desdeñosamente ni con condescendencia, sino convirtiéndola en la brújula moral de la vida de su héroe y explicación de por qué siente la necesidad de proteger al prójimo, a aquello que, después de todo, es lo que ama.
Efectivamente, los guiones de Nocenti introducen temas relacionados con la justicia social, enfrentando literal y metafóricamente al héroe titular con problemas de esa índole. Tanto Daredevil como su alter ego civil, Matt Murdock, encaran conflictos internos y externos que muchas veces vienen encarnados por villanos que representan aspectos del mundo a los que él no puede enfrentarse físicamente. Cada una de esas batallas le obliga a preguntarse si la justicia que imparte un vigilante enmascarado soluciona verdaderamente alguno de los problemas que aquejan a la sociedad. Otro ejemplo de esto fue el número 242, (mayo 87), “El Asesino del Caviar”, se ataca duramente la política económica de Reagan, el fomento del capitalismo salvaje, la indiferencia hacia la desigualdad social y el cruel sensacionalismo de los medios de comunicación.
El proceso de deconstrucción de la figura superheroica que acometió Nocenti y su análisis como estereotipo cultural fueron mucho más maduros que los efectuados por otros de sus colegas contemporáneos y posteriores. La guionista ofreció historias sobre los ciclos que sigue la violencia, la inoperancia y perversidad intrínseca de un superhéroe que actúa sin compasión y la forma en que los errores de los justicieros perpetúan la violencia.
Nocenti presentó lo que iba a ser su enfoque para la colección en su tercer episodio como guionista de la misma, el 238 (enero 87), “Cuestión de Instinto”, dibujado por Sal Buscema y Steve Leialoha. Se trata de uno de los spin offs del gran crossover del momento, “La Masacre Mutante”, desarrollado principalmente en los títulos de los X-Men y adyacentes. El capítulo presenta a una banda juvenil que se topa con el villano Dientes de Sable en las cloacas de la ciudad. Antes de que se produzca el previsible choque entre ambos, Daredevil lleva a cabo el típico rescate de la víctima de un atraco. Pero ésta, en lugar del esperado gesto de gratitud para con su salvador, reniega de su ayuda y le reprocha que su negocio fue arrasado por Nuke –en el nº 233, dentro de la saga “Born Again” de Miller y Mazzuchelli- durante la batalla entre éste y Daredevil. El hombre le espeta: “¿No te das cuenta de que provocas más violencia de la que impides?” En esta escena, Nocenti aborda uno de los problemas que tan a menudo corroe la “lógica” interna de los comics de superhéroes. Cada héroe debe enfrentarse con un villano igual o más poderoso que él, enzarzándose en combates que derruyen edificios y arruinan las vidas de la gente ordinaria. Si la misión de Daredevil es proteger a los inocentes, ¿en qué grado es responsable del daño colateral que siembra a su alrededor? En aquel momento fue un planteamiento novedoso en el género y una cuestión que atormentaría a Matt Murdock los siguientes años cuyo destino quedaría en manos de Nocenti.
Primero, Nocenti enfoca la cuestión explorando las tendencias violentas del mundo natural. Dientes de Sable es un personaje cuyo aspecto y comportamiento están enraizados en el mundo animal, algo que el lector espera de él como villano. Cuando Daredevil protege a los adolescentes, la historia alterna viñetas de su enfrentamiento con Dientes de Sable con otras que reproducen la dinámica depredadora de un gato doméstico y un ratón. El gato pertenece a un niño llamado Butch – que se convertirá en uno de los secundarios recurrentes de la colección-. Su padre le explica que el gato actúa de acuerdo a “patrones de comportamiento antiguos. Siente la necesidad de cazar, pero ha olvidado el por qué”. Esto plantea una cuestión interesante: “¿Es nuestra tendencia natural a resolver los problemas mediante la violencia una excusa para nuestros actos? La respuesta que parece darnos Nocenti es negativa.
Cuando Daredevil ahuyenta a Dientes de Sable y libera a la chica que mantenía cautiva, ésta asegura que el villano la trató con amabilidad y nunca la tocó. Puede que la violencia sea algo inherente a nosotros, pero tenemos la capacidad de rechazarla si así lo queremos. Esta es el dilema ético que Daredevil debe resolver: ¿cómo puede un hombre proporcionar paz usando la violencia? ¿Pueden los superhéroes obtener justicia sólo con sus puños? Es una pregunta que surgirá una y otra vez en la estilizada versión de Nueva York que se nos presenta, una ciudad en la que la violencia, de una forma u otra, parece una forma de vida, un imperativo para sobrevivir.
El “Daredevil” de Ann Nocenti es un comic que sólo podría haber sido escrito a finales de los ochenta. Con las tasas de criminalidad alcanzando cifras récord, el Nueva York que vemos en estas páginas está muy lejos de la acogedora ciudad a la que hoy afluyen millones de turistas. La posterior llegada de John Romita Jr. a la colección aportó unos lápices nerviosos, muy dinámicos que, ayudados por el preciso entintado de Al Williamson y los colores de Max Scheele, transmitían la mugre, contaminación y sentimiento de opresión de la urbe de esa década, convirtiéndola en un auténtico infierno metafórico para Daredevil. Pero ya antes de la incorporación de los mencionados artistas, en el mencionado número 239 el dibujante Louis Williams da pasos en ese sentido al crear al personaje de Infección.
Infección sirve de contraste sensorial de Daredevil. Mientras que los sentidos aumentados de Matt Murdock le ayudan a percibir la belleza de los objetos que le rodean, Infección sólo ve la enfermedad, corrupción y suciedad de la vida urbana. Actuando como un receptor, amplificador y transmisor de la paranoia de la ciudad, Infección le declara la guerra al creer que es la responsable de que todos estén sufriendo una muerte larga y lenta debido a las tuberías contaminadas o la polución del aire. A tenor de las noticias que periódicamente nos llegan sobre catástrofes industriales y contaminación, los terrores que anidan en Infección guardan cierto fondo de verdad. Él es la personificación de un problema ecológico que Daredevil no puede resolver a puñetazos y patadas. Conforme ciudades de gran tamaño como Nueva York se colapsan sanitaria y ecológicamente, pierden valor para el gobierno, las corporaciones y los habitantes más acomodados; lo que a su vez las hunde más en la pobreza y el crimen. En ese círculo vicioso, ¿cómo puede Daredevil enfrentarse a las causas últimas del mal?
El miedo de Infección lo impulsa a tratar de limpiar el mundo, convirtiéndose en su propia mente en un héroe. Le dice a Daredevil: “Ambos somos lo mismo: héroes combatiendo una enfermedad”. Parece el típico discurso del villano al estilo de “No somos tan diferentes tu y yo”, pero cuando quien lo emite está gravemente trastornado, pone en cuestión la estabilidad y sensatez de la misión del héroe. Daredevil gana al final pero, como hace Infección con sus víctimas, está imponiendo su código moral a un tercero. Le dice a Infección que “la cura debe ser mejor que la infección”, pero cuando esa cura se consigue a base de ejercer la violencia contra personas que están en pleno uso de sus facultades mentales, ¿es Daredevil –y, por extensión, otros vigilantes enmascarados- verdaderamente “una cura”? Daredevil derrota a Infección tal y como le dicta su moral, pero no ha arreglado ninguno de los problemas de raíz que crean otros como él.
El final de ese número 240 introduce otra de las obsesiones de Nocenti durante esta etapa: los efectos de la violencia sobre la sensibilidad infantil. Cuando Infección envenena el agua de un edificio, Daredevil envía a un grupo de niños a avisar a los vecinos para que no la beban. Uno de los chicos se topa con un residente que le reprende por haberlo molestado. Enfadado, el niño no le dice nada y deja que beba. En la última página vemos al muchacho junto a la camilla donde reposa el cadáver de ese hombre, muerto por intoxicación. Es el resultado de que una persona elija imponer su código moral sobre otra, tal y como hace Daredevil. Si sólo hay héroes que buscan venganza y castigo, los niños que los admiran perpetuarán el ciclo.
Los números 248 y 249 (noviembre-diciembre 87) sirven de bisagra entre el arranque de la etapa Nocenti en la colección y su mejor periodo al frente de la misma. Dibujados por el elegante Rick Leonardi, vemos a Murdock encarrilar su vida junto a Karen Page ayudando a los más desfavorecidos de la Cocina del Infierno a través de una asesoría legal. Dado que el héroe había perdido su licencia para ejercer como abogado en “Born Again” debido a los tejemanejes de Kingpin, se servirá de otros letrados más jóvenes como pantalla en la sala del tribunal. Karen y él, además, servirán de apoyo a la comunidad del barrio mucho más allá de la mera guía legal, dando consejo, refugio y cariño. Es este un nuevo enfoque para la vida de Daredevil triplemente satisfactorio. Por una parte era fiel y coherente con el remate que Miller le había dado a su “Born Again”; por otra, le permitiría explorar nuevos temas, sobre todo de índole social; y por último y relacionado con lo anterior, podría introducir personajes diferentes a los delincuentes, mafiosos y criminales de baja estofa que menudeaban por los argumentos de Miller.
(Continúa en la siguiente entrada)
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