14 abr 2018
1981- CAPITÁN BRITANIA – Alan Moore, Jamie Delano y Alan Davis (y 2)
(Viene de la entrada anterior)
Considerado por muchos uno de los mejores guionistas de la historia, el entonces aún joven Moore cogió todo lo que se había hecho con el personaje hasta su llegada y lo retorció a su conveniencia, internándose por territorios completamente nuevos. Lo primero que hizo fue reescribir el origen, haciendo de Merlín el poderoso guardián del Multiverso. También le dio al capitán Britania una conexión metafísica con Otromundo –que, ahora sí, se desvela que es un nexo de realidades en el que ciencia y brujería existen como una sola misma cosa-.
El trabajo de Moore en “Capitán Britania” no tenía la perfección estilística de su trabajo –casi simultáneo- en “Warrior”, donde, como dijimos, estrenaría “Miracleman” y “V de Vendetta”, pero sí se distancia considerablemente a lo que podía encontrarse en el tebeo de superhéroes convencional de la época. Son historias duras y violentas que anuncian la línea que adoptarían muchos comics del género a partir de la publicación de “Watchmen”, también de Moore, a mediados de los ochenta. Lo que encontramos en estos números, en tono, ambición y épica, recuerda a lo que años más tarde haría, por ejemplo, Warren Ellis con “Stormwatch” y “The Authority”.
En el primer número del tándem Moore-Davis vemos cómo el gobierno de la Inglaterra alternativa de corte fascista averigua que existe un superhéroe suelto –el Capitán-, y decide reactivar la Furia, un ser monstruoso fusión de tecnología y material orgánico y creado exclusivamente para erradicar cualquier superhéroe que se cruce en su camino, una misión que en el pasado completó en sólo dos años antes de ser desconectado. Criatura sobrecogedora e imparable dotada de un inmenso poder, la Furia no tarda en asesinar a Jackdaw y dejar al Capitán Britania indefenso ante la locura de Jim Jaspers. Éste no sólo fue el líder político y diseñador de la Furia, sino que resulta ser además un mutante con la capacidad de retorcer la realidad, un poder que se ocupó de que la Furia no pudiera detectar. Tras escapar de las garras de Jaspers, herido y desquiciado, el Capitán Britania es ejecutado por la Furia en el mismo cementerio en el que fueron enterrados tantos héroes antes que él. En dos episodios (387-388), Moore utilizó la clásica técnica de deconstrucción: arrasó todo lo que encontró en su camino y reconstruyó la serie con un nuevo enfoque, el suyo. Pero esto ya no sucedería en “Marvel Superhéroes”, sino como serie principal de una nueva revista antológica mensual que llevaba como título “The Daredevils” y que debutó cuatro meses después, en enero de 1983.
Hoy no podemos sino sonreír ante la idea de que un personaje escrito por Alan Moore no consiga serie propia, pero así sucedió entonces, antes de su eclosión. “The Daredevils” era una revista que incluía, además de las aventuras del Capitán Britania, serializaciones de Spiderman y Daredevil. Precisamente de éste tomaba su título, tratando de capitalizar la nueva popularidad que el personaje había encontrado gracias a Frank Miller. Pero el verse relegado al papel de comparsa no amilanó ni mucho menos a Moore, que siguió haciendo lo que mejor sabía: escribir magníficos comics.
Ahora en capítulos de ocho páginas, la aventura continuaba con Merlín y su hija Roma utilizando magia y tecnología para resucitar al Capitán, incorporando sus poderes en el propio cuerpo y haciendo que el uniforme no fuera más que un amplificador de lo que a partir de ese momento serían sus capacidades naturales. Como más adelante haría en “La Cosa del Pantano” y en ese momento acababa de hacer en “Miracleman” (recientemente revivido por Moore para la antes mencionada revista “Warrior”), el guionista cambia el origen del héroe: lo que se había visto años atrás no era lo que parecía. Moore ofrece una versión diferente, más “científica” en lo aparente, igualmente fantástica en el fondo.
Si en La Cosa del Pantano habían sido los gusanos planarios los responsables de su creación y en Miracleman un experimento gubernamental, en Capitán Britania resulta que el mago Merlin no era el pintoresco personaje de las leyendas artúricas, sino un alienígena de poder cuasidivino. Merlín y su hija Roma son una especie de ángeles guardianes del Omniverso, el conjunto de todas las realidades alternativas. Ambos tienen una misión preparada para su criatura, un papel que jugar en un gran plan del que él no es consciente.
Así, Merlín devuelve al ignorante Capitán a su propia Tierra, donde se ve envuelto en asuntos propios de superhéroes, como el descubrimiento de algo relacionado con la muerte de sus padres y la revelación sorpresa de que su hermana gemela Betsy, una exmodelo, trabaja para una organización secreta gubernamental de telépatas conocida como STRIKE, motivo por el cual está siendo perseguida, junto a otros amigos suyos, por un misterioso asesino. El estar de vuelta en su propio mundo y tiempo, permite al resurrecto Capitán tomar contacto con su antigua vida, lo que le brinda a Moore la oportunidad de recoger y colocar en su lugar muchos de los elementos de la etapa inicial de Chris Claremont, si bien adoptando un enfoque más arisco que nostálgico. Su imponente físico –que Davis fue aumentando más y más siguiendo el modelo de otro gran héroe de acción de los comics británicos, Garth- venía acompañado de inseguridad, torpeza y cierto desequilibrio mental. Si en sus inicios Brian Braddock había sido presentado como un inteligente estudiante de física, ahora tenemos a un gigantón tirando a obtuso proclive a utilizar más los músculos que la cabeza. El Capitán Britania carece del carisma y generosidad de su homónimo americano: es arrogante, orgulloso y conservador.
Las cosas empiezan a cobrar forma alrededor del número 5, donde aparece una viñeta con figuras en la sombra, informes y fotos tomadas clandestinamente seguida de un primer plano de la velluda cara de Wardog, el líder de la Ejecutiva Especial, un grupo de mercenarios presentados en los comics de Doctor Who escritos por Moore dos años antes y que aquí saltan a través del tiempo y el espacio para que defienda a Saturnina de las acusaciones de incompetencia por la destrucción de la Tierra alternativa del loco Jim Jaspers que vimos en los episodios escritos por Dave Thorpe. Años antes de que DC hiciera de la aniquilación de realidades paralelas el centro de su “Crisis en Tierras Infinitas”, Moore ya había tocado el tema. Por otro lado, el Capitán averigua que él mismo tiene contrapartidas en las innumerables Tierras alternativas y que todos ellos actúan como campeones de Merlín en sus respectivos mundos.
En el nº 7 se identifica por primera vez la Tierra Marvel como Tierra-616 y se inserta un flashback durante la purga anti-superhéroes acometida por la Furia en la Tierra-238. Uno de los héroes que muere es, precisamente, Miracleman. Son guiños, detalles juguetones, que apuntan a que, a pesar de encontrarnos con universos que explotan y superhéroes que mueren, la historia no es tan siniestra como la que Moore estaba contando simultáneamente en “Miracleman” o “V de Vendetta” o lo que más tarde escribiría para “Watchmen”. Esta fórmula que combina aventura de altos vuelos con una corriente subyacente de negrura sigue siendo copiada hoy hasta la saciedad por multitud de autores. Es una forma de abordar el género que todavía goza del favor de los lectores, cosa que no pueden decir muchas de las obras de finales de los ochenta y noventa que se apoyaron casi exclusivamente en mostrar el lado más desagradable de los héroes y su mundo.
De vuelta a la trama, el Capitán Britania y la Ejecutiva Especial acaban recurriendo a la violencia para liberar a Saturnina de su injusto aprisionamiento. Entretanto la Capitana UK, superviviente de la realidad paralela destruida por Jaspers, avisa de que en la Tierra 616, hogar del Capitán, está empezando a suceder la misma cadena de acontecimientos que llevó en aquel extinto universo al caos y el exterminio de héroes. Para empeorar las cosas, la Furia, como buen ciborg asesino que es, también había conseguido escapar a la destrucción y llega a la Tierra del Capitán para matarlo. La última página del nº 9 es una impactante página-viñeta con perspectiva forzada en la que la Furia se alza amenazante sobre una indefensa Capitana UK vestida de civil y privada de sus poderes. No es un cliffhanger al uso porque, tratándose de un comic de Alan Moore, cualquier cosa puede suceder y nadie está a salvo.
La subsiguiente confrontación con el ciborg ocuparía los siguientes dos capítulos del serial de Capitán Britania en “The Daredevils”, 10 y 11. Es una larga secuencia en la que interviene también la Ejecutiva Especial y en la que ni siquiera Merlín es capaz de ejercer control alguno tal es el poder de la Furia. Como era de esperar, la batalla se cobra sus bajas y alcanza talla épica conforme el propio tejido de la realidad amenaza con desintegrarse.
“The Daredevils” terminó su andadura en el nº 11, pero la serie del Capitán Britania continuó ininterrumpidamente los meses siguientes en “Mighy World of Marvel” 7 (diciembre 1983). Sólo había pasado un mes desde la anterior entrega, pero la trama daba un salto considerable. Volvemos a encontrarnos con un mundo de pesadilla en el que hay campos de concentración y Jaspers, también en la realidad del Capitán Britania, ha acabado tomando el control. Guardias con corazas demoniacas controlan a la población mediante la violencia y el miedo. El futuro de tiranía y opresión que vio en sus pesadillas Betsy Braddock ya está aquí. Si anteriores episodios, como hemos visto, hacían referencia a “Miracleman”, lo que encontramos ahora son imágenes que beben del fascismo de “V de Vendetta”. El Capitán y sus amigos se han convertido en guerreros de la resistencia que operan desde la clandestinidad. Ese episodio, además, estaba articulado como una soflama patriótica (algo curioso viniendo de alguien tan a la izquierda política como Moore) expuesta por una muchacha de 17 años y aspecto monstruoso llamada Meggan, que más adelante se convertiría en uno de los personajes más importantes de la serie.
Jaspers no es un burócrata, sino un chiflado cósmico, una especie de Sombrerero Loco del espacio-tiempo que disfruta modelando y jugando con la realidad a su capricho. Ante semejante enemigo no podía esperarse de Moore menos de lo que recibimos: una batalla absolutamente apocalíptica en el que los contendientes rompían literalmente el tejido de la realidad. El Capitán se ve atrapado en el caos de los caprichos del Loco Jaspers y cuando parecía que las cosas no podían empeorar…regresa la incombustible Furia. La indestructibilidad de la Furia se enfrenta al colosal poder de manipulación de la materia de Jaspers con el destino del Multiverso en juego, una tensión que Merlín, en el Otromundo, no puede soportar y muere.
Moore termina su etapa con el funeral por Merlín en Otromundo y el reencuentro con el rey Arturo, Vortigen y el Caballero Negro. Saturnina recupera su cargo de Majestrix Omniversal y Roma envía al Capitán Britania y a su contrapartida femenina, Capitán UK, de vuelta al hogar del primero, cerrando de esta forma un arco argumental que sólo puede calificarse como puro comic de superhéroes. Una larga aventura de gran densidad, compleja, con abundantes subtramas y un excelente elenco de personajes secundarios.
La última viñeta es un beso entre los dos capitanes, Britania y UK antes de que ambos sigan sus respectivos caminos y un cuadro de texto: “Nunca el final”. Sí fue, sin embargo y como he dicho, el final de la andadura de Moore con el personaje. Y lo hace concluyendo con una satisfactoria y emotiva escena a la historia de aventuras dimensionales que había comenzado antes incluso de que él entrara en la serie.
El “Capitán Britania” de Moore está construido principalmente alrededor de la trama. El espectáculo, el desarrollo de personajes y la innovación estilística ocupan un segundo lugar. En sus páginas se reúnen las extravagantes ideas que caracterizaban del Superman clásico de la época de Mort Weisinger y el melodrama que dominaba los guiones de Chris Claremont. Pero también señala la dirección hacia la que se dirigirían la mayoría de los comics de superhéroes en pocos años: historias de grandes crisis cósmicas, de excesiva violencia…y de regreso al status quo inicial tras unos cuantos giros en el tejido la realidad. Han pasado más de treinta años desde que estos comics se publicaron por primera vez, pero hoy siguen conteniendo todo lo que un buen tebeo de superhéroes debería ofrecer.
¿Por qué dejó Alan Moore la serie en la que tan bien estaba desenvolviéndose? No hubo una sola causa, sino que coincidieron varias de ellas, sumándose al irascible carácter de Moore. Para empezar, Bernie Jaye, que había protegido y guiado a ambos autores, dejo su trabajo de editora para dedicarse a otras ocupaciones. Su puesto lo ocuparon personas menos en sintonía con los autores y más pendientes del aspecto financiero, punto éste que ahora sí cobró importancia. Durante la mayor parte de su recorrido desde su creación, el Capitán Britania había sido un perdedor cuyas ventas nunca pasaron de mediocres. Pero con la llegada de Moore, las cosas cambiaron y mucho. No sólo el Capitán pasó a ganar un premio Eagle al mejor personaje, sino que los dos Alan, Moore y Davis, se hicieron con los respectivos galardones al mejor guionista y dibujante. Las ventas aumentaron y las suspicacias de editores y autores respecto a los royalties también. Se sucedieron unas difíciles negociaciones que, en el caso de Moore, le llevaron a marcharse de forma bastante brusca y saltar al mercado norteamericano, con mucha mayor exposición y remuneración económica. Allí, la editorial Eclipse estaba interesada en reeditar “Miracleman” y DC le ofreció a Moore los guiones de “La Cosa del Pantano”. Nunca miró atrás.
Tan repentina fue la marcha de Moore que Davis hubo de encargarse del argumento de las tres últimas entregas aparecidas en “Mighty World of Marvel” (nº 14-16) antes de que Jamie Delano, a propuesta de Alan Moore, se hiciera cargo de los guiones ya en su propio título, “Captain Britain Monthly” (enero 1985). Aunque nominalmente él era el escritor de la serie, lo cierto es que básicamente se dedicó a desarrollar las ideas de Davis, quien ya había asumido como suyo el personaje y podía utilizar la calidad de su trabajo en el mismo para convencer a la editorial de tener un papel más relevante que el de mero dibujante. Su colaboración con Alan Moore había sido satisfactoria, acordando ambos las tramas de las diferentes historias antes de que Davis se pusiera a dibujarlas. En cambio, la relación con Delano fue más tirante al estar ambos en desacuerdo respecto a la dirección que debía tomar la serie.
Lo cierto es que Davis y Delano no lo tenían nada fácil tras las alturas épicas a las que habían llegado las etapas de Thorpe y Moore. Su enfoque fue algo diferente, más introspectivo y calmo tras las peripecias cósmicas vividas inmediatamente antes. Así, el primer capítulo se dedica a recapitular los acontecimientos más relevantes hasta ese momento mientras el inspector Dai Thomas trata de convencer a sus superiores de que el Capitán Britania y Brian Braddock son la misma persona. Se trataba de poner en antecedentes a los lectores recién incorporados a la nueva colección, pasando a continuación a recuperar algunos de los personajes que ya habían desfilado por las encarnaciones anteriores de la serie: Mastermind, el Maestro Asesino, la Zorra o la Banda Loca, presentando a la Tecnored, un grupo de estrafalarios mercenarios interdimensionales. Meggan se va a vivir con Brian a la mansión familiar y Betsy descubre que su padre –y el de Brian, claro- provenía en realidad de Otromundo, lo que explicaba sus respectivos poderes mutantes; poderes que, en el caso de Brian, habían permanecido latentes hasta su conversión en el Capitán Britania por Merlín.
Tímida e inocente tras pasar su todavía joven vida apartada del contacto social, la al principio monstruosa Meggan había ido desarrollando un sentimiento amoroso hacia el Capitán, sentimiento que se hizo recíproco cuando ella descubrió sus poderes mutantes metamorfos y se transformó en una joven de exuberante belleza en el nº 8. Tras pasar una temporada viajando y corriendo aventuras tras alejarse decepcionado de una mansión familiar ahora ocupada por un gobierno deseoso de controlar los mutantes con la cooperación de Betsy, el Capitán y Meggan acaban estableciéndose en un alejado faro. La saga llegó a su final en el nº 14, con una última página sin textos en el que se mostraba cómo los diferentes personajes de peso habían conseguido reconciliarse felizmente con sus respectivas situaciones.
En general y a pesar de apoyarse en la ya dilatada trayectoria anterior del personaje, la etapa de Davis y Delano puede disfrutarse de forma independiente. Hay, como he dicho, personajes que provienen del pasado del Capitán y alusiones a acontecimientos como la disrupción de la realidad provocada por Jaspers, pero las tramas pueden seguirse y comprenderse sin demasiados problemas. Continúa siendo una serie de superhéroes atípica aun cuando no deja de tocar los estereotipos del género. Eso sí, de vez en cuando se socavan sus convenciones más conocidas, como en los dos primeros capítulos –guionizados en solitario por Davis- en los que se pone en cuestión el ideal superheroico y se opta por una mirada entre ácida y melancólica a las consecuencias de los actos del Capitán.
Seguimos encontrando en estos números abundancia de extrañas ideas, mercenarios intergalácticos y dimensiones paralelas junto a viejos enemigos y gangsters de la vieja escuela. Aunque hay subtramas que van desarrollándose conforme avanza la serie, ésta carece de la cohesión de las etapas de Moore y Thorpe. Ello puede ser una ventaja, puesto que las historias son disfrutables independientemente unas de otras; pero también un inconveniente en tanto en cuanto el tono general resulta algo errático. Parte del problema puede achacarse a la bisoñez de Davis como argumentista y de Delano como guionista o a la escasa sintonía entre ambos. Así, una subtrama en la que el Capitán era repetidamente atacado por unos misteriosos adversarios, acaba resolviéndose en un par de viñetas. Más tarde, el Capitán encuentra su hogar invadido por una oscura agencia gubernamental encargada de encontrar y tutelar mutantes. El problema es que nunca termina de aclararse si estos agentes del gobierno son buenos o malos. Lo mismo ocurre con el ordenador doméstico, Mastermind, que conspira para echar al Capitán de su propia casa. ¿Es simple altruismo o esconde planes más siniestros?.
Esta parte de la serie adolece de indefinición en detalles como que estos agentes pretendan proteger a los niños mutantes de una especie de peligro inminente de la nación…sin que esto halle reflejo alguno en las historias propiamente dichas. ¿Era quizá un soterrado ataque a la política de Margaret Thatcher? Al fin y al cabo, Delano haría más adelante sus críticas más explícitas en comics de otros géneros, como “Hellblazer”. O quizá el guionista, nunca demasiado afín a los superhéroes, tenía problemas para dar forma a las ideas y directrices que le pasaba Davis. Demuestra talento a la hora de plantear las escenas, en la caracterización de personajes y el diálogo, pero no tanto en la narración propiamente dicha, especialmente habida cuenta del poco espacio de que disponía (once páginas por número).
Las cosas empezaron a descarrillar hacia el final. El propio Capitán Britania parece quedar arrinconado en algunas historias e incluso él recibe un tratamiento torpe, convirtiéndolo en un tipo arisco y violento: en el penúltimo episodio, llega incluso a asesinar a su enemigo casi a sangre fría, algo que en Estados Unidos hubiera resultado intolerable pero que en el país del Juez Dredd no causaba ningún escándalo. El problema no era tanto el hecho del asesinato en sí como que no mucho antes había sido retratado como un héroe compasivo y liberal.
Al menos, puede decirse en favor de Davis que trató de ofrecer un cierre digno a la colección (el último episodio lo escribió y dibujó él). Y es que ésta acabó cancelándose debido a las bajas ventas. Quizá fuera porque el personaje, al fin y al cabo, no tenía tanto tirón como para soportar su propia cabecera. O porque las historias de esta etapa no gustaron tanto como las de Thorpe y Moore. No había en ellas tantos momentos memorables ni las tramas estaban desarrolladas conforme a su potencial. Con todo, se trata de unos episodios cuya lectura presenta los suficientes puntos de interés: ideas extravagantes, una atmósfera muy peculiar, giros sorpresa, caracterizaciones poco ortodoxas…
Además y para entonces, Alan Davis ya había madurado lo suficiente como para llamar la atención de otras editoriales, americanas incluidas. Como he dicho, empezó encargándose del Capitán Britania como un mero complemento económico pero su talento gráfico y narrativo no tardó demasiado en destacar por encima de la media. Consiguió encargos de la revista “2000 AD” y de la editorial Quality. Para ambas varió su estilo en consonancia con el tono de las historias que debía narrar (del realismo sucio a lo caricaturesco) y, mientras tanto, su Capitán Britania iba depurándose más y más. A la hora de dibujar superhéroes, mezclaba con elegancia el ideal del superhéroe dinámico y musculoso con cierto realismo cotidiano propio del comic inglés. Todavía no se había acomodado en el estilo por el que pronto se haría famoso entre los fans, y en sus páginas aún pueden verse influencias de muchos artistas, desde Neal Adams a Frank Bellamy.
Las discrepancias creativas entre Davis y Delano no duraron demasiado porque Marvel UK fue cerrada y el Capitán Britania quedó absorbido a no mucho tardar en la continuidad de los X-Men. Ya dijimos más arriba que el personaje había interactuado tanto en su serie como en “Marvel Team-Up”, con Nick Furia, el Capitán América o Spiderman. Además, en 1982, había participado en la primera serie limitada de Marvel, “Contest of Champions”. La versión remozada de Alan Davis apareció luego en “Capitán América” 305 y 306 (mayo y junio 1985), dibujados por Paul Neary en una aventura que unía ambos héroes patrióticos contra el hechicero Mordred (sólo un mes antes, Steve Ditko lo había dibujado por error con su antiguo uniforme en “Rom” nº 65). A partir de ese momento, el destino del Capitán lo dirigiría Chris Claremont, que en el Anual nº 2 de “Los Nuevos Mutantes” (octubre 1986) introduciría a Betsy Braddock, dotándole de ojos biónicos diseñados por el villano Mojo. Ese número especial fue dibujado por Davis, que también se encargaría de las posteriores apariciones de Betsy y el Capitán Britania en las colecciones de los X-Men antes de fusionar su continuidad y la propia del Capitán en la colección “Excalibur”. Pero es otra historia…
La accidentada trayectoria inglesa del Capitán Britania –más tarde recopilada en diferentes tomos- es altamente recomendable para cualquier amante del comic de superhéroes. Como ya he mencionado, hay aventura, épica, personajes pintorescos y unas rocambolescas tramas imposibles de predecir. Pero además, y a pesar de estar integrado en el Universo Marvel, las aventuras del Capitán Britania discurren en una especie de burbuja independiente del resto de los personajes de la editorial. Hay tramas subyacentes, referencias al pasado del personaje y secundarios que reaparecen una y otra vez, pero forman parte de un todo autocontenido. No es necesario para su disfrute y comprensión saber absolutamente nada del resto de las colecciones y personajes Marvel, lo cual ya de por sí es todo un aliciente. Además, el comic está hecho por y para ingleses y ello significa que tiene un espíritu muy distinto al de los comics estándar norteamericanos. Cuando los protagonistas dejan de viajar entre dimensiones, se mueven en un paisaje social y urbano netamente inglés, con viviendas de protección oficial, te a media tarde, debates parlamentarios y policías sin glamour. Esa mezcla entre el realismo y la fantasía más desbordante es otro de los ingredientes del éxito y perdurabilidad de esta obra.
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