(Viene de la entrada anterior)
Es muy conocido el caso del Comics Code Authority, el organismo de censura que vigilaba el contenido de los comic-books americanos y decidía si estampar o no su sello en las cubiertas de los mismos, condicionando de esta manera su distribución y venta. Fue una institución vergonzante que limitó el crecimiento del medio y aplicó con arbitrariedad y estrechez de miras unos criterios casposos y pasados de moda. Pero lo que sabe menos gente es que Estados Unidos no fue ni mucho menos el único lugar donde las autoridades vigilaban los productos destinados a los niños. Quizá por primera y única vez en la Historia, en 1949, la Iglesia Católica y el Partido Comunista Francés se ponen de acuerdo en la firma de una ley destinada a tal fin, emitiendo unas directrices castradoras y tan absurdas como las del órgano censor americano. Se vigilaban los vestuarios y actitudes de las féminas (“Evitaremos (…) situaciones confusas entre hombres y mujeres y las mujeres con actitudes o atuendos provocativos o que se presten a equívocos”), no se admitían tibiezas morales en los personajes, se limitaba el uso de armas, se fijaban estereotipos a los que tenían que amoldarse los protagonistas (“El héroe (…) será siempre leal, incluso frente a adversarios desleales. Se comportará siempre con caballerosidad con sus adversarios heridos o que se encuentren en la imposibilidad de defenderse, y albergará siempre el mayor respeto por la vida humana”)… Pero, además, a esas reglas se añadía el chauvinismo francés, que, por ejemplo, ¡prohibía utilizar onomatopeyas que no se consideraran francesas!
La editorial Dupuis publica la revista “Spirou”, en la que se serializan las aventuras de “Buck

Las recomendaciones que recibió Dupuis del organismo correspondiente en relación a Buck Danny fueron: “Suprimir toda alusión política. Prohibir las escenas de guerra, orientar la historia hacia actividades pacifistas”).
Y es que los dos últimos álbumes del personaje: “El Cielo sobre Corea” (1954) y “Aviones sin Piloto” (1954) transcurrían durante la Guerra de Corea, conflicto que había estallado en 1950 cuando las fuerzas comunistas de Corea del Norte

Charlier intentó defender su causa, pero fue totalmente inútil: “Sostenían que Buck Danny en

Charlier hacía referencia al álbum “Un avión se ha quedado en el camino” (1954), que comenzaba con los tres protagonistas embarcados a bordo del portaaviones Valley Forge en misión de patrullaje por el Mar de la China Meridional tras la firma del armisticio. Los radares del navío detectan un avión de modelo desconocido que viola el acuerdo de tregua y sus aeronaves, comandadas por Danny, salen a buscarlo, metiéndose en un inesperado combate aéreo.
Pues bien, algo antes de ese punto fue más o menos cuando llegó el aviso de los censores franceses: o cambiaban la orientación de la trama o tampoco aceptarían en su territorio la publicación de esa historia en formato álbum. Charlier y Dupuis se rindieron. No había forma

Así que a mitad de álbum, se produce un giro brusco del guión. Nada más aterrizar tras su encuentro con el misterioso avión hostil y en tan solo cuatro viñetas, el comandante del portaaviones comunica a Buck, Tumbler y Sonny que han sido transferidos a una base aérea de Pearl Harbor, donde enseñarán a un grupo de aviadores bisoños las técnicas de volar embarcados en ese tipo de navíos. Y de eso va el resto del álbum (alrededor de los dos tercios finales). No es que sea muy emocionante desde el punto de vista de la aventura pura, aunque Charlier intentó inyectar algo de calor humano haciendo que uno de los pilotos, a causa de un trauma, tenga algunos problemas para afrontar ciertas situaciones de vuelo y, dado que pone en peligro a sus compañeros de escuadrilla, sea rechazado por éstos. Buck se empeña, enfrentándose a todo el mundo, mandos incluidos, no sólo en ayudarlo, sino en demostrar que en realidad es el mejor piloto de todo el grupo. Naturalmente, lo consigue.
Para el siguiente álbum, “Patrulla al Alba” (1955), Charlier había aprendido la lección y

Es, como decía, una historia de aventuras muy clásica, con un malo y sus secuaces, un tesoro, los héroes prisioneros y diferentes momentos de peligro. Charlier consigue disfrazar los tópicos y la falta de profundidad de los personajes gracias a una trama ágil y con pocos puntos flacos en cuanto a coherencia. Fue, además, un bienvenido desvío a las historias de ambiente militar

En 1957 empieza lo que puede denominarse, el “Ciclo Polar” de Buck Danny compuesto por tres álbumes. En “NC-22654 no contesta” nos encontramos al trío protagonista todavía embarcado en el portaaviones Valley Forge, patrullando al norte del Círculo Polar Ártico. ¿Para qué realizar esas misiones en un lugar tan aparentemente alejado de todos los centros habitados? Parte de la Guerra Fría de los cincuenta y sesenta se libró, precisamente, en el Ártico, el lugar del globo donde más se acercaban los territorios de ambas superpotencias, especialmente en las inmediaciones del estrecho de Bering. Pero también se temía que en caso de guerra total uno u otro país lanzara contra el adversario sus bombarderos nucleares a través de la ruta polar, la más corta. Por ello, Estados Unidos estableció una extensa red de bases militares, aeródromos y estaciones de radar desde Alaska hasta Islandia, dedicada a vigilar continuamente los cielos. Ésa era, implícitamente, la función del portaaviones Valley Forge en esas gélidas regiones del mundo.
Y digo implícitamente porque en ningún momento del álbum se menciona tal cosa. El navío y

Buck, Sonny y Tumbler continúan en las aguas del Ártico en el siguiente álbum, “Amenaza en el Norte” (1957), en el que en lugar de más verosímiles espías rusos, Charlier se inventa en esta ocasión un grupo de mercenarios de élite liderados por una mujer, Lady X, que se dedican a sobrevolar a baja altura bases ultrasecretas de todas las potencias, fotografiar las instalaciones y luego vender la información al mejor postor. Cuando se filtra que el próximo objetivo de Lady X es la base de Target Zero, en algún lugar del Ártico, envían allí a un equipo de pilotos

Aunque la manera en que los héroes salvan el pellejo in extremis se me antoja bastante cogida por los pelos, Charlier y Hubinon vuelven a dar un auténtico recital teórico y gráfico en lo que se refiere a plasmar con precisión las maniobras, los procedimientos, las tácticas y la utilización de la última tecnología aeronáutica.
La saga termina en “Buck Danny contra Lady X” (1958), una aventura que transcurre, esta sí,

Este álbum marcó la presentación de la némesis de Danny, la supervillana recurrente que todo héroe clásico necesita. A pesar de su aparente muerte al final del álbum, Lady X (modelada a partir de la excepcional aviadora nazi Hanna Reitsch) volverá una y otra vez a cruzar su camino con el protagonista. Independiente, fría, astuta y hermosa, Lady X podría recordar a la Dragon Lady de “Terry y los Piratas” de no ser porque los autores no demuestran la menor intención de prender una chispa de atracción entre Danny y ella. En ningún momento se apunta a que pueda haber entre ambos algún tipo de tensión sexual, algo

(Continúa en el siguiente post)
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