25 ago 2016
1973- CONAN - Roy Thomas y John Buscema (5)
(Viene de la entrada anterior)
El nº 5 (abril de 1975) es un auténtico tour de force entre Thomas y Buscema a propósito de la adaptación del relato “Nacerá una Bruja” de Howard, ayudados por un conjunto de entintadores conocidos como La Tribu y entre los cuales destaca por su evidente influencia Tony De Zuñiga. Ya la portada, pintada por Boris Vallejo sobre un boceto de Buscema, muestra una de las más impactantes imágenes de Conan: aquélla que lo muestra crucificado. De hecho, se trata de una escena tan poderosa que John Milius y Oliver Stone se aseguraron de incluirla en su adaptación cinematográfica de 1982 (si bien en ese caso el responsable del martirio de Conan era el brujo Thulsa Doom y no el mercenario Constantius de la historia de Howard).
“Nacerá una Bruja” es una de las mejores historias de Conan aun cuando transcurre en un pequeño reino, Khauran, que nunca volverá a aparecer en la vida del cimmerio. Es una narración brutal en la que cada uno de los personajes principales sufre un auténtico tormento físico y emocional. Tras dedicarse a la piratería en el mar de Vilayet, encontramos ahora a Conan como capitán de la guardia de Taramis, la joven y bella reina de Khauran. Ésta, sin embargo, es suplantada en secreto por su hermana gemela, Salomé, una bruja de cuya existencia nadie sabía puesto que sus padres, al ver la marca que la delataba, habían intentado matarla –sin éxito, claro está- abandonándola en el desierto. Salomé sobrevivió, alcanzó la maestría en las artes oscuras y regresó a su tierra natal para vengarse. Haciéndose pasar por su hermana, la encarcela para divertirse con su tormento y deja que los mercenarios de su brutal amante, el mercenario Constantius, se apoderen de la ciudad instaurando un reinado de terror. Conan es el único que se ha dado cuenta de la verdadera identidad de Salomé, pero cuando trata de rebelarse es sometido y crucificado.
Desde luego, la crucifixión remite a una imagen muy enraizada en el cristianismo, aunque Conan es todo lo opuesto a una figura mesiánica y cristiana que imaginarse pueda. Aunque vive de acuerdo a un código de honor, rara vez perdona a sus enemigos, jamás pone la otra mejilla y, en lugar de aceptar pasivamente su destino, lucha con todas sus fuerzas para sobrevivir (¿quién no recuerda el momento en que destroza con sus dientes el cuello de un buitre que intenta atacarle creyéndole indefenso mientras está clavado en la cruz?) y conseguir su venganza. De todas formas, la crucifixión era un castigo muy común en la época de los romanos y miles de personas murieron de esta forma, muchas de ellas, seguramente, bárbaros norteños como el propio Conan. Robert E.Howard era un estudioso de la Historia y solía recurrir a ella para alimentar sus fantasías de espada y brujería.
En cualquier caso, Conan es rescatado por Olgerd Vladislav, jefe de los zuagiros, una suerte de merodeadores del desierto, quien le convierte en su mano derecha. El cimmerio no tarda en desplazar a Olgerd del liderazgo, destrozándole la mano y expulsándolo del campamento. Inmediatamente, organiza a los zuagiros para conseguir su venganza contra Salomé y Constantius...
Años más tarde, en 1979, se reeditó esta historia como parte de un Marvel Treasury Edition (nº 29), pero esta vez coloreada, un añadido que a todas luces era innecesario. Las historias que vieron la luz originalmente en “La Espada Salvaje de Conan” habían sido expresamente diseñadas para alcanzar su máximo efecto gráfico en blanco y negro.
Olgerd Vladislav es lo más cercano que Conan tuvo de una némesis, volviendo a cruzar sus caminos en dos ocasiones más. La primera de ellas fue en el nº 6 (junio 1975), en “El Durmiente Bajo las Arenas”, que se abre con un Olgerd moribundo, arrastrándose por el desierto con una mano fracturada por Conan en el número anterior. A punto de ser devorado por los buitres, es rescatado y curado por un grupo de pacíficos peregrinos que se dirigen al templo del durmiente, donde oran y practican rituales para que no se despierte la criatura monstruosa de tiempos pasados que dormita bajo sus muros. El encuentro de Conan y Olgerd en ese lugar desatará la violencia, la sangre y el despertar del impresionante monstruo.
Es un relato con fuertes influencias lovecraftianas que remite de manera indirecta a los mitos de C´thulhu. Este tipo de referencias cruzadas a las obras de otros colegas era común entre los autores que publicaban en la revista “Weird Tales” (Lovecraft, Howard, Clark Ashton Smith…) y el propio Howard escribió varias historias sobre “Antiguos que duermen hasta que algún día despierten para destruirnos a todos”. Roy Thomas escribió esta historia siguiendo esas pautas y poblándola con personajes de fuerte carácter, acción y un grotesco elemento sobrenatural. El artista es Sonny Trinidad, que aporta un dibujo sólido y una narrativa ágil en la línea de John Buscema.
Al final de la historia, Olgerd supuestamente sufría una muerte horrible a manos del monstruo. Ello fue así porque Marvel no tenía los derechos para adaptar una historia, “La Daga Llameante”, escrita por Howard en un entorno histórico y llevada al mundo hibóreo por L.Sprague de Camp y Lin Carter, en la que volvía a aparecer el cruel adversario de Conan. Cuando finalmente la editorial consiguió los derechos y adaptó la historia entre los números 31 y 32 de “La Espada Salvaje”, el lector se encontró con un Olgerd totalmente restablecido y en pleno uso de su mano derecha. Era una incoherencia que Roy Thomas no podía dejar pasar, aunque su explicación llegaría bastante más tarde, en el nº 58 (noviembre 1980), en la historia titulada “El Espejo de la Manticora”, doce páginas muy bien dibujadas por Kerry Gammill en las que a través de la magia y la recuperación de la confianza en sí mismo, Olgerd vuelve a convertirse en un enemigo a tener en cuenta. Se trata de una curiosidad por cuanto ni Conan ni Red Sonja aparecen en absoluto en ella.
El siguiente encuentro entre Conan y Olgerd, ya lo he dicho, tendrá lugar en “La Daga Llameante” (31-32, julio-agosto 1978), una variación del tema del “Anciano de la Montaña”, líder de la secta de los Asesinos. En los días de las Cruzadas existió un ambicioso individuo llamado Rashid ad-Din Sinan que se hizo con el control de la secta de los hashshashin en Siria. Sinan encargaba a sus fanáticos seguidores cometer asesinatos de importantes figuras políticas y se dice que en su inexpugnable fortaleza en las montañas, Alamut, los Hashsahasin disfrutaban de las drogas y las mujeres en el entorno de magníficos jardines paradisiacos. Howard introdujo una variación de aquel episodio histórico en su serie de El Borak (un aventurero tejano de los años treinta que vagabundeaba por Asia Central interviniendo en las rencillas y conflictos entre las tribus; y L.Sprague de Camp la reconvirtió en una historia de Conan ambientada en el mundo hibóreo.
Al empezar la historia, Conan está en Iranistán, liderando a los Kozakos supervivientes tras su batalla contra las fuerzas turanias del rey Yezdigerd (visto en el nº 4 de la colección). Se ganan la vida sirviendo como caballería ligera al servicio del rey de esa tierra, Kobad Shah. Negándose a cumplir la orden de dirigirse a las montañas y arrestar a su amigo, el jefe tribal Balash, Conan decide abandonar su puesto junto a sus hombres y reunirse con éste. Allí se entera de los misteriosos sucesos que tienen lugar en un escondido valle y, siguiendo el rastro de Nanaia, su amante recién secuestrada, encuentra la ciudad de Yanaidar, cuyo líder, el Magus, comanda un ejército de asesinos. Conan finge querer unirse a sus filas esperando ganar tiempo hasta que lleguen sus hombres y poder rescatar a Nanaia. El inesperado encuentro con su antiguo enemigo, Olgerd Vladislav, segundo al mando de la ciudad, frustra todos sus planes y lo coloca en una difícil situación. En el clímax, un ejército de monstruos comedores de hombres inyecta algo de terror sobrenatural a esta historia de luchas y venganzas entre clanes del desierto.
Nanaia es el típico personaje femenino de carácter fuerte y decidido presente en muchas de las novelas de Conan no escritas por Howard. Por desgracia, Sprague de Camp lo desaprovechó y Roy Thomas tampoco lo volvió a recuperar para historias posteriores. Es de destacar también que esta es la primera vez en la colección que aparecerá una mujer enseñando los pechos de forma abierta, algo que se irá repitiendo en otras historias hasta que el conservadurismo de la presidencia de Reagan le puso fin. Dado que “La Espada Salvaje de Conan” no era una revista que necesitase para su distribución del sello de la censura, el Comics Code Authority, y que estaba dirigido a un público más adulto, los desnudos femeninos no causaron nunca ninguna polémica. Además, solían estar bien justificados por la historia y aun en los casos en los que resultaban gratuitos, nunca alcanzaron los niveles de, por ejemplo, la cabecera “Heavy Metal”. Las portadas, en cambio, eran harina de otro costal porque prácticamente siempre aparecía alguna mujer ligera de ropa en situación de peligro sin que en muchas ocasiones la escena representada tuviera relación alguna con las historias que contenía el interior la revista. Era, claro está, la descarada utilización del reclamo sexual para atraer al público masculino.
Volviendo a “La Daga Llameante”, desde el punto de vista gráfico, las fuertes tintas de Tony deZuñiga –de quien hablaremos algo más adelante- ocultan casi totalmente los lápices de Buscema. Su estilo algo sucio y realista se ajusta bien a la parte de la aventura que transcurre en las montañas pero se queda corto a la hora de representar las supuestamente lujosas estancias del palacio del Magus (siempre se echa de menos el preciosista estilo de Barry Smith en estas escenas). Además y por desgracia, deZuñiga hace un uso excesivo y ocasionalmente inadecuado de las tramas mecánicas, dando lugar a extraños efectos.
Retrocedamos en el tiempo y retomemos el orden cronológico. Neal Adams aparece acreditado como artista en “Sombras de Zamboula”, publicado en el nº 14 (septiembre 1976). Tras lo insatisfecho que había quedado por su trabajo en el nº 37 de la colección mensual, Adams le dijo a Thomas que quería disponer del suficiente tiempo para ocuparse de este nuevo encargo. Thomas accedió a no fijar una fecha de publicación hasta que estuviera finalizado y Adams planificó todas las planchas a su gusto. Los bocetos estaban tan bien delineados que se podía entintar sobre ellos sin dificultad. Y, desgraciadamente, eso es lo que ocurrió. Por algún motivo no revelado y sin permiso ni conocimiento de Adams, Marvel envió esas páginas a sus colaboradores filipinos de aquellos años, que pasaron los lápices a tinta firmando colectivamente como “La Tribu”. Aquello disgustó mucho a Adams, quien, considerándolo la gota que colmó el vaso, no volvió a colaborar para Marvel en sus series regulares.
En el nº 15 (octubre 1976) se adapta una historia de Howard publicada en 1934: “El Diablo de Hierro”. Dibujada por Buscema y entintada con su más espectacular plumilla por Alfredo Alcalá, nos presenta a un Conan al comienzo de la treintena y asentado en las tierras del este, hostigando a las autoridades turanias durante su segunda etapa al mando de los kozakos. Sabiendo de su debilidad por las mujeres hermosas, un noble turanio, Jehungir Agha, le tiende una trampa llevando a una bella esclava -que previamente le había mostrado al bárbaro durante un parlamento entre ambos bandos- a la isla de Xapur, en el mar interior de Vilayet, haciendo correr la voz entre los kozakos de que la muchacha se ha escapado y refugiado allí. Efectivamente, Conan acude a Xapur mientras las tropas turanias aguardan emboscadas en la costa; pero allí se encuentra con que de la nada ha surgido una ciudad habitada por lánguidos ciudadanos y en cuyo interior acecha un terrible brujo despertado de su sueño milenario.
A mediados de los setenta, Conan se había convertido ya en uno de los personajes más populares de Marvel. Dado que “La Espada Salvaje de Conan” se vendía a un dólar mientras que el comic book normal llevaba un precio de portada de entre 25 y 30 centavos (y, además, no era a color, por lo que resultaba más barato de editar), se alzó como una de las cabeceras más rentables para la compañía, tanto al menos como lo era Spiderman. Ello hizo que la editorial, en un momento en el que el resto de sus publicaciones para adultos en blanco y negro cada vez vendían menos, decidiera pasar la cadencia de la revista a mensual. Ello vino a sumarse al progresivo incremento de páginas, que pasó de las 36 del número 2 a las 45 del tres y 55 planchas del número cinco. Por más que la revista diera cabida a otros artistas, estaba claro que Buscema seguía siendo el más apreciado por los lectores y se le fueron encargando más y más historias para “La Espada Salvaje”, a lo que había que sumar su contribución mensual a “Conan el Bárbaro”. Estaba claro que semejante carga de trabajo era inasumible y Buscema se vio forzado a elaborar meros bocetos que el entintador de turno debía completar con su propio estilo. La figura del entintador, por tanto, pasó a tener una importancia capital en el resultado final de cada historia, pero ello no supuso en principio un menoscabo a la calidad de los relatos, que siguieron manteniendo un notable interés.
(Continúa en la siguiente entrada)
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