Tanto DC como Marvel han basado buena parte de su éxito en el mantenimiento de una continuidad compartida por todos sus personajes. Ahora bien, a menudo los autores ofrecen conceptos, ideas o versiones de esos mismos personajes que resultan imposibles de insertar en las respectivas continuidades pero que tienen tanto interés que merece la pena encontrar una forma de que vean la luz. Para dar cabida a esos proyectos “alternativos” surgieron tanto la colección “What If?” en Marvel como la línea “Otros Mundos” (Elseworlds) de DC.
De las dos editoriales fue DC la que mejor supo orientar este tipo de comics y la que ha ofrecido obras, con diferencia, más interesantes. En ellas, el lector puede ver a sus héroes desde un punto de vista diferente en el que no sólo se han cambiado pequeños detalles, sino todo el trasfondo histórico o temporal del personaje, conservando, eso sí, su mitología particular y su naturaleza heroica (o villanesca). Como no podía ser de otra forma, Batman y Superman, ídolos de la casa, han sido dos de los personajes más utilizados a la hora de plantear este tipo de historias alternativas.
Superman fue el primer superhéroe y también y muy poco después de su nacimiento, un icono

A principios de los noventa, tras una larga agonía, la Unión Soviética se derrumbó y el sistema comunista pasó a convertirse en objeto de estudio de los historiadores y fuente de banales símbolos pop. Al mismo tiempo, en el comic americano se produjo una desmitificación de la figura del héroe que llevó a situar a sus personajes más icónicos en historias amargas, psicológicamente complejas y/o políticamente controvertidas. Y si hay un autor en el mundo del comic al que no le importe en absoluto la corrección política es el guionista Mark Millar, que en 2003 publicó “Hijo Rojo”, una miniserie de tres episodios editada bajo el sello “Otros Mundos” y que sigue siendo hoy día una de las mejores interpretaciones que haya ofrecido DC sobre su personaje bandera.

En ese mundo, la aparición de Superman en la Unión Soviética ha transformado la línea cronológica que conocemos. En los Estados Unidos, Richard Nixon ganó las elecciones


Pero aunque Superman sea tan poderoso como inteligente y sus intenciones sean genuinamente altruistas, ello no es garantía automática de buenos resultados. Es más, el precio de esta nueva utopía comunista es la pérdida de la libertad individual. El Hombre de Acero se convierte tanto en salvador como en tirano, una encarnación viviente del “Gran Hermano” orwelliano, que puede ver a través de las paredes y escuchar conversaciones privadas a medio planeta de distancia. La gente ya no controla sus propios destinos y el dictador llega incluso a implementar una técnica quirúrgica cerebral que lobotomiza a los disidentes y los transforma en obedientes drones.
Con el kriptoniano defendiendo desde su Super-Kremlin los intereses del comunismo mundial, las

Podríamos pensar que en esta versión “roja” del mito de Superman, Luthor es, en efecto, un héroe, alguien genuinamente preocupado por la libertad de su país y sus compatriotas y alejado del individuo totalmente perverso que todos conocemos. Ni mucho menos. Sigue siendo el mismo genio amoral de siempre, un individuo soberbio e irritante cuyo odio por Superman emana de su incapacidad de asumir que haya alguien en el planeta más poderoso

Aunque Lois Lane es también en este universo alternativo una periodista del Daily Planet, está casada con Luthor, por lo que, aun cuando surge una chispa de atracción entre ella y Superman al encontrarse ambos por primera vez, ninguno de los dos podrá profundizar en un posible romance. Sigue siendo la mujer fuerte e independiente que todos conocemos, pero su matrimonio carente de amor y la cadena que la ata a un marido obsesivo y egocéntrico, la convierten en una figura trágica y un símbolo de lo mal que han ido las cosas en esta realidad alternativa. Entre sus compañeros del Daily Planet se encuentran Oliver

Batman, cuyos padres murieron asesinados a causa de su disidencia política, no es un luchador contra el crimen sino un solitario anarquista enfrentado al todopoderoso régimen de Superman. Aunque en este universo no es un elegante millonario al que su fortuna le permite disfrutar de un equipo de última tecnología, sigue siendo increíblemente capaz e inteligente, llegando a constituir un auténtico peligro para el comunismo ruso y un rival de altura para Superman. Sus acciones y eventual sacrificio inspiran todo un movimiento de resistencia –o terrorismo, según se mire-, acercándolo más al V de “V de Vendetta” que al

Wonder Woman es también aquí una embajadora internacional por la paz, aunque en este mundo viste una versión roja y negra de su uniforme que simboliza su alianza con la potencia comunista. Su papel en la historia es poco relevante, aunque sí muy trágico: relegada a mera subordinada de Superman, el amor que siente por él no recibe respuesta alguna. La desconsideración del Hombre de Acero hacia los sentimientos de Diana demuestra que cuanto más poder político asume más desconectado se encuentra respecto al resto de la Humanidad.
El Superman de Mark Millar es un extraño híbrido entre redentor místico y líder político. Cuando John Byrne llegó a DC a mediados de los ochenta para renovar el personaje, redujo la cantidad y alcance de sus poderes y lo humanizó acentuando la importancia de su identidad civil de Clark Kent. Esa fue la interpretación que predominó en la mitología moderna del Hombre de Acero durante dos décadas. Ahora bien, la visión que Millar siempre tuvo de Superman era muy diferente. Para él, el kriptoniano era una especie de hijo de Dios enviado a nosotros para hacer del mundo algo mejor.

Pero, además, el escocés Millar creció en el seno de una familia obrera muy politizada. Su padre era un sindicalista filocomunista y por su hogar circulaba un apreciable caudal de literatura izquierdista. Ya de niño, Millar se planteaba preguntas derivadas del ambiente en el que creció: América tenía a Batman, Superman, Spiderman, los Cuatro Fantásticos… pero ¿quién patrullaba por los tejados de la Rusia soviética luchando contra el crimen? (el pobre Mark no sabía por entonces que el régimen comunista jamás admitió tener criminales y no habría permitido tener por sus calles vigilantes independientes de inspiración americana). Llegó incluso a crear en la escuela una respuesta soviética de Superman, con su traje diseñado a partir de la bandera de la URSS.

Remedando la versión tradicional e inmensamente poderosa del Superman de la Edad de Oro, el “Hijo Rojo” emigra de una granja del interior ruso a la gran ciudad de Moscú, tan idealista y confiado en el sistema como el Superman “oficial” lo era en relación al capitalismo y el Sueño Americano. Millar prefirió no limitarse a atacar al comunismo –por otra parte y a esas alturas, un objetivo fácil-, siguiendo la fórmula estándar “Comunismo=maldad, Capitalismo=sistema correcto”. Opta en cambio por una aproximación menos maniquea y, sobre todo, más trágica, narrando la historia de un hombre (superhombre, en realidad) que trató de hacer lo correcto y acabó cometiendo

Así, en “Hijo Rojo” vemos a un Superman que no es un perverso comunista por el simple hecho de haber nacido bajo ese régimen. Es más, cree de verdad en esa ideología y defiende su diseminación incluso aunque a nuestros ojos aquélla resulte repugnante. Para Millar, como para tantísima gente en el mundo, el Superman tradicional era, junto con la Estatua de la Libertad, la representación de todo lo que de bueno tienen los ideales de América: la Verdad, la Justicia, el Sueño Americano… Al fin y al cabo, Superman, en su calidad de kriptoniano, era también el inmigrante definitivo que encontraba un nuevo hogar que le aceptaba. A la hora de plantear la versión inversa, -esto es, comunista-, de Superman, era necesario evitar el cliché de presentar un

Para los utopistas de la era comunista existía un ideal al que denominaban Nuevo Hombre Soviético y que reunía las virtudes de la generosidad, el saber, el vigor físico y el entusiasmo a la hora de extender la revolución socialista. Millar supo ver lo bien que se ajustaba ese patrón a la propia personalidad de Superman y lo adoptó para esta versión. Así, este Hombre de Acero soviético creció en una granja ucraniana creyendo profunda y sinceramente en la bondad del comunismo. De la misma forma que el Superman tradicional no está mancillado por el bombardeo americano de Vietnam o Irak, el Superman soviético no es responsable de los gulags o los exterminios políticos en masa. Uno y otro representan y encarnan el sueño en un mundo mejor. De hecho, el Superman soviet a menudo critica y muestra su desacuerdo con la forma de actuar de los líderes comunistas reprochándoles su codicia y ansia de poder. Por otra parte, el que Lex Luthor use su genio en favor de la libertad y contra la opresión de un régimen totalitario no evita que sea un maniaco egocéntrico y desequilibrado que no puede soportar la idea de vivir en el mismo universo que Superman.
Pero “Hijo Rojo” no es sólo una fantasía sobre una Guerra Fría alternativa y la caída de la Unión


Aunque siguen ocurriéndosele ideas más convencionales para la serie regular de Superman, Millar considera “Hijo Rojo” una suerte de despedida del mito del Hombre de Acero. En él vertió todo lo que siempre había deseado decir del personaje, sus conceptos y entorno: Luthor, Brainiac, la ciudad embotellada de Kandor, Wonder Woman, Batman, Lois… Es una historia perfectamente cerrada que, si de Millar depende, nunca tendrá secuela.
A primera vista, el arte de Dave Johnson y Kilian Plunkett puede parecer del montón, pero un examen más atento desmentirá esa impresión. Los dibujantes introducen matices y guiños que acompañan al tono y ambientación de la historia. Hay momentos, por ejemplo, que evocan el espíritu de Joe Shuster, Bob Kane o William Moulton

“Superman: Hijo Rojo” es una historia inteligente, original y entretenida que puede gustar incluso a aquellos que habitualmente se mantienen lejos del género de los superhéroes gracias a la perspectiva que

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