21 abr 2016
1983-THOR - Walter Simonson (3)
(Viene de la entrada anterior)
Mientras Thor luchaba por el destino de Asgard, la mayoría de los guerreros de ese reino se habían quedado atrapados en la Tierra tras la destrucción del Bifrost, el Puente del Arco Iris que unía ambas dimensiones. Antes de conseguir regresar a su hogar, Bill Rayos Beta los lideró una vez más contra la campaña de crímenes del Frente Verde de Liberación, un grupo de desilusionados veteranos del Vietnam afiliado involuntariamente a la KGB rusa, un planteamiento típico de esta era en la que la Guerra Fría daba sus últimos coletazos y las cicatrices de la intervención americana en Asia estaban todavía frescas. También hubo tiempo para que los Bill Tres Guerreros se relacionaran con otros personajes, por ejemplo los infantiles miembros de Power Pack (nº 15, octubre 1985), cuya colección no por casualidad estaba guionizada por Louise Simonson, esposa del guionista de Thor.
Los guerreros asgardianos que habían combatido en la Tierra no tuvieron mucho tiempo para descansar. Al regresar a Asgard, Thor los reunió de nuevo para marchar hacia Hel junto a los muertos del Valhalla y rescatar las almas de los humanos injustamente atrapados allí. Esa aventura, clave también en esta etapa, transcurriría entre los números 360 y 362 y volvía a demostrar que Simonson no tenía miedo a la hora de recurrir a la mitología nórdica, en este caso las tradiciones sobre la vida y la muerte- a pesar de que por entonces ello pudiera haber alienado a fans radicales del género superheroico “realista”. Según esas creencias, dependiendo de cómo se muriera, uno iba a parar a un lugar diferente: o Hel, donde la diosa Hela reinada sobre aquellos que no habían fallecido en batalla; o Valhalla, al que iban a parar los guerreros caídos honorablemente en combate. Y como en la mitología vikinga –y en el mundo del Thor marvelita- ambos lugares son tan reales y “físicos” como Asgard o la Tierra, es perfectamente posible que los guerreros del Valhalla pudieran interactuar con los vivos.
Al llegar al reino de los muertos, las huestes de Thor se encuentran con lo que parece ser un paraíso idílico. Es un pasaje interesante por cuanto ese espejismo se utiliza para que los personajes recuerden aquellos momentos o personas de sus vidas que les atormentan secretamente. Por ejemplo, Balder se reencuentra con su antigua amante Nanna. Ésta había muerto en “Thor” 306 tras renegar de su amor por Balder para evitar que éste muriera o acabara suicidándose a causa de la angustia que le embargaría. Su muerte, además, había estado relacionada con un triángulo sentimental en el que participaba la reina Karnilla.
El gran enfrentamiento de Thor y Hela y la evasión de humanos y asgardianos del reino de la muerte es emocionante y pletórico de acción, casi al nivel de la Guerra de Surtur. Mención especial merece el personaje de Skurge, más conocido como el Verdugo. Su naturaleza bastarda, su dependencia emocional de Amora la Encantadora y su alianza con villanos terrestres y asgardianos, habían hecho de él un paria, un villano de segunda que siempre acababa apaleado por Thor, Hulk o Los Vengadores. Sin embargo, su valiente defensa de Asgard y la Tierra contra Surtur le valieron la rehabilitación y ser acogido por el resto de los dioses.
Por desgracia, ello no supuso ninguna mejora en su relación con Amora. De hecho, ésta seduce a Heimdall humillando de paso a Skurge, quien se convierte en un individuo apesadumbrado y sin ganas de vivir. Deseando nada más que una muerte gloriosa, ofrece sus dotes guerreras a Thor en su expedición a Hel, y allí, efectivamente, protagonizará uno de los más memorables momentos de esta etapa al sacrificarse para que sus compañeros puedan ponerse a salvo: “En Hel no cantan canciones ni celebran a los héroes…pues es un reino silencioso sombrío y lóbrego. Pero la historia de Gjallerbru y el dios que lo defendió se contó en susurros a través de los Nueve Mundos. Y cuando un recién llegado pregunta por aquél ante quien incluso Hela se inclina, la respuesta es siempre jla misma: “el que defendió solo Gjallerbru”. Y esa respuesta basta”.
En estos tres números, Simonson consigue insuflar a un personaje hasta entonces unidimensional una sensibilidad y nobleza especiales sin descuidar un ápice la acción trepidante. (Por el contrario, ver a los guerreros asgardianos empuñar fusiles de asalto americanos M-16 y abatir demonios letales a tiros me pareció algo incoherente y ridículo).
Esa destacable escena con El Ejecutor es también una muestra de la capacidad de Simonson como narrador visual. Los comics de los ochenta aún arrastraban una verbosidad excesiva e innecesaria dado que la imagen ya cumple buena parte del papel expresivo. Esto era así especialmente en los momentos más tranquilos, aquellos en los que la acción decaía y los guionistas se veían impelidos a llenar esos pasajes con textos de prosa grandilocuente. En este número, cuando Skurge noquea a Thor dispuesto a sacrificarse él mismo, Balder le entrega en silencio un fusil, un gesto mudo que las palabras sólo conseguirían estropear. El resto de la secuencia tiene sólo un texto mínimo, lo que ayuda a maximizar el impacto del sacrificio de Skurge.
Las almas de los humanos son finalmente liberadas, pero Thor no sale ileso de la hazaña y a partir de ese momento llevará una barba que le oculte las cicatrices de su rostro producidas en su lucha singular contra Hela.
Dentro de la continuidad de Thor se debe insertar una miniserie de cuatro números protagonizada por Balder, escrita por Simonson y dibujada por Sal Buscema. En ella, mientras Balder luchaba en Hel, su pretendiente Karnilla era secuestrada por los gigantes de hielo de Jotunheim. Éstos se estaban preparando para invadir Asgard y dado que la primera parte de su plan consistía en eliminar a los potenciales aliados de ese reino, Karnilla se convirtió en su víctima. Balder, por supuesto, salva a Karnilla y su pueblo, pero la amenaza de los gigantes seguiría constituyendo un problema para los asgardianos en los números siguientes de “Thor”. Se trata de una historia solo regularmente interesante y pasablemente ilustrada por Sal Buscema, que aquí hace un trabajo efectivo pero carente del lustre que uno espera de una serie de fantasía. Buscema es un narrador competente, pero la puesta en escena se reduce a lo esencial
El nº 363 enlaza con el macroevento editorial “Secret Wars II”, que estaba teniendo lugar a lo largo de todo el universo Marvel. Aquel engendro creado por un Jim Shooter en pleno subidón egocéntrico, contaba cómo el Todopoderoso, un ser omnipotente proveniente de otra dimensión, llegaba a la Tierra para aprender el significado de ser humano. Todos los editores y guionistas de la casa se vieron obligados a modificar sus historias para forzar la inclusión del Todopoderoso en un momento u otro del susodicho evento. El resultado fue en general absolutamente olvidable, pero “Thor” fue de las colecciones que mejor supo amoldarse a la absurda historia central.
Así, el Todopoderoso resucita a Algrim el Elfo –a quien habíamos visto en la saga de Malekith y el Cofre de los Antiguos Inviernos- transformándolo en un ser de inmensa fuerza y resistencia conocido como “Kurse” que primero arremete equivocadamente contra Bill Rayos Beta (en “Power Pack” nº 18) y luego contra Thor. Imparable, a punto está de aplastar al dios del Trueno antes de que acuda en su ayuda el grupo infantil Power Pack. Juntos derrotaban al poderoso ser, revelándose que más que un villano era un desgraciado peón involuntario atormentado por la obsesión de venganza contra Malekith. Ignoro si Simonson tenía prevista la inclusión de este personaje, pero sea como fuere supo sacar provecho de él y en números posteriores le haría jugar un papel importante en el destino de Asgard.
Simonson aportó un factor humorístico a la serie que ningún guionista anterior se había siquiera planteado. Cuando creó la colección, Stan Lee colocó todos sus impulsos cómicos lejos de los personajes centrales, focalizándolos en el obeso guerrero Volstagg; y aunque escritores posteriores como Gerry Conway introducirían pequeñas bromas y gags (por ejemplo, Hércules burlándose del aspecto del casco vikingo de Thor), la colección tenía indudablemente un tono serio. Simonson lo mantuvo, pero desde el principio añadió cierto ramalazo socarrón que nunca se había visto antes en algo tan épico y “trascendente” como las aventuras de Thor. El mejor y más controvertido ejemplo de ello llegó en el número 363, cuyo final nos muestra a Thor…¡convertido en rana! El responsable de tal metamorfosis es, naturalmente, Loki, que pretende evitar que su hermano se postule como gobernante de Asgard en ausencia de Odín. Durante tres números, un Thor transformado en batracio se ve involucrado en las luchas de poder de un reino secreto de ranas que vive en el neoyorquino Central Park.
Al eliminar a Thor, Loki creía tener el camino libre para ocupar el trono de Asgard, aunque, naturalmente, sus planes se tuercen por la intervención de algunos héroes del reino que utilizan un sosias de su hermano para ganar un tiempo que les permita desvelar sus maquinaciones. Mientras tanto, en su condición de rana, Thor ayuda a sus recién encontrados compañeros batracios a vencer a sus enemigos, las ratas, consiguiendo después llegar a Asgard justo a tiempo para humillar a Loki.
El propio Simonson indicó que su propósito era mezclar la autoparodia con el homenaje al trabajo de Carl Barks, genial dibujante de los comics del pato Donald y el Tío Gilito, del cual era un gran fan. Introdujo incluso un guiño-parodia de la famosa escena de “The Amazing Spiderman” a cargo de Stan Lee y Steve Ditko en la que el héroe titular levantaba con inmenso esfuerzo la gran máquina que le aprisionaba; en este ocasión, era Thor el que, como rana, tenía que levantar su gran martillo, reproduciendo en la escena los textos y pensamientos de Spiderman.
Como era de esperar, la saga del “Thor-rana” ha recibido todo tipo de comentarios. Hubo quien lo encontró un giro original, incluso revolucionario, que introducía en la serie un toque más ligero y divertido después del nivel épico que habían mantenido los últimos doce episodios. Además, argumentaban, hacía honor a la tradición mitológica nórdica, en la que los dioses tendían a adoptar formas animales. Por el contrario, otros lo encontraron aberrante y ridículo. Estas apreciaciones no tienen nada que ver con la calidad intrínseca de la historia (dibujo, narración, ritmo, caracterización…) sino con la visión que cada cual tenga de la colección y su protagonista. Personalmente, y sin quitarle mérito a la originalidad y valentía de Simonson, creo que esta historia resulta incoherente con el tono de la serie y del universo Marvel en general. Está claro que el género superheróico –y más cuando se fusiona con la mitología, como en el caso de Thor- tiene un fuerte componente de fantasía, pero creo que situar en Central Park civilizaciones secretas de animales inteligentes es llevar las cosas demasiado lejos. Por otra parte, pasada la sorpresa inicial, no encuentro que esta peripecia y sus personajes sean particularmente graciosos o portadores de una carga satírica. Y, además, ese continuo salto de lo ridículo a lo “realista”, de la batalla de ranas y ratas a las intrigas de poder en Asgard, me parece poco acertado.
(Finaliza en la próxima entrada)
A mi no me molesta lo de las M16. Aunque siempre me he preguntado como armas humanas afectan a seres sobrenaturales.
ResponderEliminarLo de Skurge es uno de los mejores episodios de la Historia de Marvel.
A mi lo de la rana me parece una genialidad y no la encuentro extemporánea. Esto es lo que me gustaba de los superhéroes. Hablo en pasado porque eso ya desapareció. Historias cortas variadas. Nunca sabías qué te ibas a encontrar. Qué más da que no pegue con lo demás o cuente un cuento la mar de convencional. Thor convertido en rana! WTF Además te dice que en el mundo hay más historias que las que se cuentan, que siempre se necesitan héroes y que hay muchas que se desconocen por simple desinterés. De todos modos hay que tomárselo como un experimento.