25 mar 2016
1970- KA-ZAR – Gerry Conway y Barry Smith
Ka-Zar fue rey de la selva antes de que Marvel existiera, antes incluso de que Martin Goodman, su fundador, publicara su primer comic. Nació como titular de su propia revista, una de tantas de breve vida (sólo duró tres números entre 1936 y 1937) editadas por Goodman siguiendo su filosofía de apuntarse a modas ya exploradas con éxito por terceros; en este caso, la de las aventuras en entornos selváticos que había popularizado el “Tarzán” de Edgar Rice Burroughs desde 1912. De hecho, ni siquiera se molestaron en cambiar mucho el nombre: Ka-Zar y Tarzán comparten todas las letras excepto la “n”. Sus relatos venían firmados por un tal Bob Byrd, un seudónimo genérico tras el que se ocultaba otro autor o autores cuyas identidades se han perdido.
El pequeño David Rand y sus padres sufren un accidente de aviación que les deja aislados en las selvas africanas. La madre muere y David y su algo trastornado padre se adaptan a la vida salvaje convirtiéndose en una especie de dúo “Tarzán y su hijo”. Se hacen amigos de los animales y David desarrolla una relación especial con un gran león llamado Zar. Después de que su padre muera asesinado por un malvado buscador de esmeraldas, David toma el nombre de Ka-Zar (que significa, “hermano del león”) y se autoproclama guardián de los animales salvajes del Congo belga, dedicándose a acabar con los cazadores furtivos que penetran en la región.
Por entonces, a mediados de los años treinta, surgieron estudios de dibujantes y guionistas que elaboraban comic books por encargo de editoriales que aún no confiaban en que aquel medio tuviera tanto futuro como para establecer sus propias escuderías de artistas. Uno de ellos fue Funnies, Inc, cuyos responsables añadieron Ka-Zar al grupo de personajes que vendieron a Atlas para aparecer en el número 1 de “Marvel Mystery Comics” (octubre 1939). En ese episodio y los siguientes, el dibujante Ben Thompson, tratando de clonar el estilo de Burne Hogarth en la tira de prensa “Tarzán”, adaptó la primera novela de Bob Byrd. El estallido de la Segunda Guerra Mundial en el mundo real tendría su traslación también en este comic y Ka-Zar pasó a enfrentarse a los nazis estacionados en la jungla. Su última aparición fue en “Marvel Mystery Comics” 27 (enero de 1942).
Martin Goodman y Stan Lee siempre fueron más partidarios de crear nuevos personajes o reciclar los antiguos que comprar los derechos de otros ajenos, y esa filosofía se aplicó al renacimiento que experimentó la editorial gracias al auge de los comics de superhéroes en los sesenta. Así, Stan Lee y Jack Kirby reintrodujeron a Ka-Zar en el Universo Marvel en el número 10 de los “X-Men” (marzo,1965).
Aunque, en honor a la verdad, se puede decir que este Ka-Zar era bastante diferente del antiguo. Nacido Kevin Reginald Plunder, era hijo de un noble inglés, Lord Plunder, que fue el primer occidental en descubrir la Tierra Salvaje, ese reducto de la era jurásica emplazado en un aislado valle de la Antártida y cuyo clima estaba dulcificado por la actividad volcánica circundante. El joven Kevin llegó a la Tierra Salvaje en compañía de su padre, pero allí éste fue muerto y el niño quedó bajo la protección de un gran e inteligente tigre de Dientes de Sable al que llamó Zabú. Con los años, Kevin se transformó en el adulto Ka-Zar, autoproclamado monarca de la Tierra Salvaje. Como su encarnación de los años treinta, su pelo era rubio y vestía con sólo un taparrabos de piel; a diferencia de aquél, su forma de hablar era como la de Johnny Weismuller en “Tarzán” (con una gramática básica –excepto cuando convenía al guión, claro- y refiriéndose a sí mismo en tercera persona).
En los siguientes años Ka-Zar apareció como invitado en diversas colecciones, como “Daredevil”, “Spiderman” o “Hulk” e incluso protagonizó una historia autoconclusiva –muy floja- en la cabecera genérica “Marvel Superhéroes” (19, marzo 1969) escrita por Arnold Drake y Steve Parkhouse y dibujada por George Tuska y Sid Greene.
A finales de los sesenta, las ventas de comic-books se hallaban en declive. Marvel se vio obligada a cancelar varias series, entre ellas “X-Men”, “Doctor Extraño” o “Capitán Marvel” y cuando Stan Lee propuso asignar una nueva serie a Ka-Zar, su editor, Martin Goodman, pensó que no era el mejor momento. Es más, recordando que la cautela era la política que más éxito le había reportado, Goodman decidió recuperar los títulos dobles que tan buen resultado le habían ofrecido en los comienzos de Marvel. En aquellos años, la editorial estaba limitada por la distribuidora –propiedad de DC- a cierto número de títulos mensuales, lo que la obligó a dividir las páginas de cada cabecera entre dos personajes. Conforme Marvel fue creciendo y esos héroes iban encontrando acomodo en sus propios títulos (Capitán América, Iron Man, Nick Fury, Doctor Extraño, Hulk o Submariner), los títulos dobles fueron cerrándose o reconvirtiéndose hasta desaparecer en 1968. Era el momento, según Goodman, de retomar la idea.
El primer título fue “Amazing Adventures”, que compartían los Inhumanos y la Viuda Negra. El segundo, bimestral como el anterior, fue titulado “Astonishing Tales”, y se lo repartía Ka-Zar con un compañero tan improbable como el Doctor Muerte. Cada uno de ellos tenía la mitad de las páginas del número y si las ventas lo justificaban, quizá uno de los dos podría obtener título propio.
Así, en agosto de 1970, los lectores pudieron encontrarse en el número 1 de esa colección con diez páginas escritas por Stan Lee y dibujadas por Jack Kirby (con tintas de Sam Grainger), en las que Ka-Zar se enfrentaba a otro personaje, digamos, “selvático”: Kraven el Cazador, uno de los villanos clásicos de Spiderman que, sin embargo, tenía en la selva un entorno más adecuado a su perfil. Era muy difícil narrar una historia mínimamente sólida en tan sólo diez páginas, más aún teniendo en cuenta que se trataba de Kirby, cuyo estilo se volcaba íntegramente en las escenas de acción. La trama puede reducirse a: Kraven viaja a la Tierra Salvaje para capturar a Zabú, el último Tigre de Dientes de Sable…y lo consigue, puesto que Ka-Zar no consigue impedirlo. El número dos continuaba la historia en Nueva York, a donde acude Ka-Zar para rescatar a su compañero y enfrentarse a Kraven, esta vez con éxito.
A estas alturas, Kirby ya estaba muy cansado de Marvel. Llevaba años trabajando a un ritmo trepidante y su descontento hacia la política de la compañía con los autores había llegado a su punto álgido. En estos dos primeros números de “Astonishing Tales” hizo un trabajo simplemente correcto, pero resulta evidente que no tenía demasiado interés en la colección. De hecho, ya tenía pensado irse. Harto de no recibir el reconocimiento que merecía –así como los emolumentos correspondientes-, ni poder dar salida a proyectos propios por miedo a perder los derechos sobre los personajes, abandonó Marvel para irse a DC nada más terminar los lápices de Ka-Zar.
Había, pues, que buscar un nuevo equipo creativo, tarea que recayó en Roy Thomas. Stan Lee ya no quería seguir encargándose de los guiones tras la marcha de Kirby y Thomas optó por Gerry Conway, uno de los guionistas más relevantes de la segunda generación Marvel. Rendido fan de los comics que había empezado a escribir y vender guiones a DC con tan solo dieciséis años, poco antes de que Roy Thomas lo contratara para Marvel, Conway demostraría ser uno de los guionistas más versátiles de la casa, empezando por Ka-Zar, uno de sus primeros encargos allí. Inicialmente, su estilo parecía una combinación del de Stan Lee y Roy Thomas, pero no tardaría en encontrar su propia voz.
En cuanto al artista, Thomas recurrió otra vez a sangre nueva. El joven británico Barry Smith acababa por entonces de dibujar el número 2 de la nueva colección “Conan el Bárbaro”. Smith estaba desembarazándose rápidamente de sus influencias primeras (Kirby, Steranko) que habían condicionado su dibujo en “Los Vengadores” o “X-Men”, abandonando las hipérboles anatómicas a favor de una línea más delicada y preciosista y aventurándose en una narrativa más elaborada (de su evolución ya hablamos profusamente en el análisis de su trayectoria en “Conan” en este mismo blog). De hecho, los números que realizó para “Astonishing Tales” eran mejores que los primeros de “Conan” que aparecían simultáneamente (lo que no quiere decir que fueran realizados por Smith el mismo mes).
Conway tuvo el acierto de retirar a Ka-Zar del entorno urbano –algo a lo que Lee y Kirby no se habían podido sustraer en el número anterior- devolverlo a la Tierra Salvaje y darle a los argumentos un tono pulp que recordaba a las novelas de Tarzán o Pellucidar escritas por Edgar Rice Burroughs: bellas y letales hechiceras, tribus perdidas, dinosaurios… Ello, además, se ajustaba a las fortalezas y sensibilidades de Barry Smith, que se sintió mucho más inspirado por Ka-Zar de lo que lo había estado Kirby.
Así, en el número 3 (diciembre 1970), se presenta a Zaladane, la Sacerdotisa Suprema del Dios Sol Garokk, enardeciendo a sus fieles para ir a la guerra contra el resto de tribus de la Tierra Salvaje. Mientras tanto, aún en Nueva York, un misterioso hombre de cara pétrea le cuenta a Ka-Zar tras su batalla con Kraven cómo hace siglos llegó a la Tierra Salvaje tras un naufragio, encontró el templo de Garokk y bebió de una copa sagrada que le otorgó inmortalidad. Pero un siglo después, su cuerpo empezó a adquirir una apariencia pétrea reminiscente de la que supuestamente tenía la deidad. Al final del número, Ka-Zar y Garokk regresan a la Tierra Salvaje y encuentran a Tongah, último superviviente de su aldea tras ser arrasada por Zaladane.
En el número 4 (febrero 1971), la guerra aumenta su escala en la Tierra Salvaje mientras Garokk acepta su destino, se convierte en un ser de gran poder y ordena a los bandos en conflicto detenerse invocando su nueva naturaleza. Todos aceptan excepto Zaladane que, a lomos de un pterodáctilo, atrapa a Ka-Zar y se lo lleva consigo. En el 5 (abril 1971), Ka-Zar escapa de las garras de la sacerdotisa mientras Garokk, perdiendo paulatinamente su ya escaso equilibrio mental, decide que para que él pueda alcanzar la paz, todos deben morir. Ka-Zar se enfrenta a él y Garokk termina cayendo a una charca bajo el templo dedicado a él que le arrebata su inmortalidad antes de sucumbir aplastado por una estatua con su efigie. En el 6 (junio 1971), Ka-Zar y Tongah han de enfrentarse a un “Dios Loco”, en realidad un extraterrestre de gran poder, obsesionado por recuperar a su amante muerta tiempo ha.
Conway demuestra tener buena mano con los diálogos, lo suficientemente formales como para que evoquen tiempos lejanos y gentes nobles, remedando además el tipo de prosa florida característico de los pulps: “Pero más allá de la tormenta de la batalla, ruge una sibilina calma…Tranquila como el susurro de débiles rayos de luna que pintan de azul los pálidos claros…Y, en esas sombras del anochecer, una figura retorcida avanza…”.
El dibujo de un todavía novato Smith estuvo a la altura del nuevo estilo del personaje. Por una parte, supo ocultar en la medida de lo posible sus carencias. Por ejemplo, era incapaz de dibujar bien a Zabú, por lo que lo apartó de la acción colocándolo en segundos planos y esquinas de las viñetas. Tampoco se muestra muy hábil en la expresión facial y sus figuras todavía tenían que evolucionar más. Pero, por otro lado, sus detallados y elegantes lápices le proporcionaron a la colección una atmósfera a mitad de camino entre la aventura clásica y la fantasía que alejaron a Ka-Zar de su maldición de copia pobre de Tarzán. La Tierra Salvaje dejó de ser una especie de patio trasero de conveniencia para que los superhéroes corrieran de vez en cuando aventuras con dinosaurios, sino una tierra de maravillas poblada por civilizaciones exóticas, tribus perdidas, bestias tremendas y dioses renegados.
Como también le sucedió a Barry Smith en “Conan el Bárbaro”, el resultado final de sus dibujos dependía mucho de cómo los embellecieran los entintadores de turno. En los tres primeros números que Smith dibujó de “Astonishing Tales”, éstos fueron Sam Grainger (3 y 4) y Frank Springer (5). Realizaron un trabajo correcto, aunque muy mejorable, tal y como demostró el número 6, en el que el veterano Bill Everett supo comprender perfectamente el lápiz de Smith, cada vez más profuso en detalles, y resaltar toda su elegancia.
A partir de aquí, la calidad de las historias de Ka-Zar en “Astonishing Tales” no hizo sino empeorar, pudiéndose calificar amablemente de mediocres a simplemente correctos. Por ejemplo, el número 7 (agosto 1971), continuaba la trama sobre el Dios Loco dejada inconclusa por Gerry Conway en el episodio anterior. Roy Thomas no hizo más que cumplir mientras que el dibujante Herb Trimpe ofrece un trabajo bochornoso digno de un fanzine. En el 8 (octubre 1971), todavía con guiones de Thomas, ahora con la ayuda de Gary Friedrich, un avión se estrella en la Tierra Salvaje y Ka-Zar ayuda al piloto a encontrar a su prometida, búsqueda durante la cual se verán involucrados en una guerra que todavía libran los descendientes de contingentes olvidados de británicos y alemanes que ignoran que la Segunda Guerra Mundial había terminado. En el apartado gráfico, otro torpe trabajo de Herb Trimpe al que las tintas de Tom Sutton sólo logran mejorar un poco.
El número 9 (diciembre 1971) fue un inserto independiente de la trama principal, escrito por Stan Lee y dibujado por John Buscema. Se trataba de una historia originalmente concebida para el segundo número de la revista en blanco y negro “Relatos Salvajes”. Cuando la publicación de ésta se paralizó durante meses, alguien debió decidir que si se coloreaba y tapaban algo los cuerpos femeninos (aquella cabecera no estaba sujeta al código de censura y se aprovechaba para aumentar la carga sexual y la violencia –aunque tampoco demasiado, esto era Marvel después de todo-), podía servir para cubrir un mes en la colección “Astonishing Tales”. La historia de Lee no es nada especial (nunca se manejó demasiado bien fuera del género superheroico), aunque el dibujo de John Buscema entintado por él mismo es bastante sólido, si bien se resiente de la aplicación de un color para el que no había sido concebido.
Volviendo a la historia en curso, el nº 10 (febrero 1972) supuso el regreso de Barry Smith a la colección. Por desgracia, su trabajo aquí se vio estropeado por un entintado perezoso de Sal Buscema (que, en cambio, sí había sabido embellecer adecuadamente a Smith en “Conan el Bárbaro”). Dado que todos sus detalles se pierden en el pase a tinta, el genio del británico sólo se deja entrever en un par de interesantes composiciones de página.
En cuanto a la historia, esta vez firmada por Thomas y Conway, sigue la tónica descendente, aunque hay que reconocer que la idea básica no hubiera desentonado en una revista pulp de los años treinta, explotando los mismos clichés: el líder de la facción británica habla con un inglés ridículo mientras que el alemán lleva monóculo y salpica el suyo con el tópico vocabulario germano (un “mein freund” por aquí, un “oberlieutenant” por allá…). Tampoco sus motivaciones resultan consistentes. Según dicen, eligieron continuar la guerra para que sus hombres tuvieran una razón para sobrevivir en un entorno hostil, pero luego no tienen reparos a la hora de sacrificar a su gente una vez el engaño sale a la luz, sugiriendo que su verdadero objetivo era el poder. Por supuesto, no falta la moraleja final acerca de la futilidad de la guerra y la necesidad de cuestionar a quienes ostentan la autoridad.
En el número 11 (abril de 1972), se produce un bienvenido cambio de dibujante, entrando el siempre interesante Gil Kane para ilustrar una historia escrita por Thomas en la que se narraba el origen de Ka-Zar y al término de la cual decide acompañar a Barbara y Paul (los supervivientes del avión estrellado en el número 8) a Estados Unidos.
¿Estados Unidos? ¿No habíamos quedado en que Ka-Zar era un rey de la selva y que sus historias en Nueva York no resultaban igual de interesantes? Editor y guionistas se enfrentaban en Ka-Zar a un dilema inherente al personaje. Por una parte, resultaba inverosímil (incluso para el Universo Marvel) verle evolucionar por un entorno urbano moderno y todo el mundo coincidía en que funcionaba mejor en el mundo salvaje de la jungla, los dinosaurios y las tribus perdidas que habían ido creando Gerry Conway y Roy Thomas. Pero por otra, la rutina de actuar de guardián de sus dominios frente a una interminable serie de intrusos con la pretensión de expoliar, colonizar o cazar sus criaturas, podía llegar a ser monótono. Así que, en el número 12 (junio 1972), Stan Lee decidió que Ka-Zar regresara a Estados Unidos.
Para entonces, la mitad de “Astonishing Tales” dedicada al Doctor Muerte ya había desaparecido víctima del escaso apoyo recibido de los lectores y a pesar de contar entre sus realizadores con algunos de los mejores talentos de la compañía. Y así, con John Buscema como nuevo dibujante de Ka-Zar, éste pasó a ocupar toda la extensión del número. Pero había otro problema que empezó a aflorar a comienzos de la década y que no podía resolverse de forma tan sencilla.
Con Marvel en continua expansión y los cambios en las responsabilidades editoriales, se hizo cada vez más difícil coordinar todo el trabajo que debía realizarse cada mes para cumplir las fechas de entrega. Con el fin de evitar las penalizaciones que debía pagar a las empresas que realizaban la impresión de los comics si entregaban el material con retraso, Marvel empezó a recurrir cada vez con más frecuencia a lo que se denominaban fill-ins, esto es, material de archivo o números realizados con anterioridad para ese propósito y cuya trama independiente y autoconclusiva les hacía aptos para llenar aquellos huecos provocados por los retrasos de los autores. Era una solución que no satisfacía a nadie, especialmente a los aficionados, que aguardaban mes a mes con impaciencia la continuación de las historias en curso y se sentían decepcionados al encontrarse con un número de calidad inferior y que nada tenía que ver con lo que esperaban. El número 12 de “Astonishing Tales” fue precisamente eso.
Ka-Zar acompaña a Barbara y Paul a Miami y se entera de que ambos trabajan para el gobierno en un proyecto secreto emplazado en los pantanos de las Everglades y cuyo líder, Ted Sallis, ha desaparecido. De repente y a mitad de este número escrito por Roy Thomas y John Buscema, nos encontramos con ¡un inserto de siete páginas escrito por Len Wein y dibujado por Neal Adams que cuenta una historia del Hombre Cosa!
Y es que ese ser, el Hombre Cosa, había sido precisamente Ted Sallis, un científico que se inyectó con un suero experimental del Super Soldado (intentaba recrear la fórmula utilizada en el Capitán América). Huyendo de quienes trataban de apoderarse del secreto, cayó a un pantano de Florida, cuyas peculiares aguas reaccionaron con su cuerpo en pleno proceso de transformación y lo convirtieron en una criatura apenas inteligente y de aspecto monstruoso.
Hasta su intervención en este episodio, el Hombre Cosa sólo había aparecido una vez, en el número 1 (mayo 1971) de “Relatos Salvajes”, en una historia escrita por Roy Thomas y Gerry Conway y dibujada por Gray Morrow. Se trataba, como hemos dicho anteriormente, de una revista en blanco y negro para lectores más adultos que fue congelada tras el primer número (el segundo no saldría hasta octubre de 1973), por lo que las historias que ya se habían preparado para el siguiente fueron encontrando acomodo en otros lugares. Ese fue el caso de las páginas del Hombre-Cosa dibujadas por Neal Adams, que sirvieron para completar un número de “Astonishing Tales” que John Buscema no iba a poder terminar a tiempo. El contraste entre el arte de uno y otro dibujante es sencillamente brutal. El trabajo de Buscema –entintado por Dan Adkins- se nota apresurado y nervioso, mientras que el de Adams, a pesar de estar reproducido directamente de los lápices sin entintar, tiene tal nivel de detalle que es imposible que hubiera sido preparado para ajustarse al estricto calendario de entregas propio de una colección mensual a color. Además, la conclusión de ese inserto es demasiado brusca, lo que apunta a un trabajo inconcluso, abandonado cuando se notificó la paralización de “Relatos Salvajes”.
Sea como fuere, éstas son sin duda las mejores páginas jamás publicadas en un comic de Ka-Zar –aunque éste no aparezca y que en realidad traten sobre el Hombre Cosa- y si no se les ha prestado más atención ha sido por no ser uno de los personajes y/o colecciones estrella de la casa. Dicho esto, la propia historia que rodea a la creación del Hombre Cosa es casi tan interesante como el personaje mismo. Según Roy Thomas, después de que Lee hubiera dado con la idea de un ser amorfo hecho de lodo, encargó a Roy Thomas y Gerry Conway que la desarrollaran en la mencionada historia para Relatos Salvajes. Casualmente, DC había lanzado un personaje similar para uno de sus muchos títulos de terror titulado “La Cosa del Pantano”, escrito por Len Wein y dibujado por Bernie Wrightson. Aunque nunca se ha establecido una relación directa entre ambos personajes, es irónico que la historia del Hombre Cosa de este número de Ka-Zar fuera escrita por Len Wein, el creador de la Cosa del Pantano.
En otro orden de cosas, una muestra de la torpeza con la que Stan Lee coordinó esta colección y lo errático de la misma no es sólo el continuo baile de dibujantes y guionistas, sino la incoherencia en el desarrollo de sus personajes, especialmente el de Barbara “Bobbi” Morse, que hizo su primera aparición en el número 6. Se trataba de una mujer de pelo castaño que se presentaba en la mansión Plunder en Inglaterra consumida por la angustia y suplicando hablar con Ka-Zar para evitar su muerte. Sugería, además, que tenía poderes mentales. Roy Thomas continuó la subtrama en el 7, pero de la habilidad psíquica ya no se decía nada. En el 8 la vemos llegar, con el pelo rubio, a la Tierra Salvaje y convertida, sin previo aviso, en la prometida de un tal Paul. Su urgencia por hablar con Ka-Zar había desaparecido y ni siquiera sabemos por qué están allí. Durante los siguientes episodios, como ya hemos visto, ambos se ven involucrados junto a Ka-Zar en la grotesca guerra entre alemanes y británicos, sin que al parecer Ka-Zar se hubiera enterado de que llevaban veinte años viviendo allí. Estaba claro que los guionistas, Thomas y Friedrich, no tenían ni idea de por qué Bárbara había querido viajar hasta la Tierra Salvaje y se limitaron a asignarle el papel de “damisela en peligro”.
Por fin, en el número 12, sin previo aviso, nos hacen saber las auténticas motivaciones de Bárbara, que no tenían nada que ver con todo lo que de ella se nos había mostrado antes y que, además, eran estúpidas hasta el sonrojo: trabajaba como bióloga de un proyecto secreto gubernamental y había ido hasta la Tierra Salvaje para pedirle a Ka-Zar que les ayudara a encontrar a un científico que se les había perdido en los pantanos de Florida. Éste era nada menos que Ted Sallis, quien, aunque aún no lo sabían, se había transformado, como he dicho, en el Hombre-Cosa. En un giro inesperado e igualmente absurdo, Paul resulta ser un agente de la malvada organización IMA…sin que él supiera –ni nosotros tampoco hasta ahora- que Bárbara tampoco era sólo una bióloga, ¡sino una agente de SHIELD! (la vida de la muchacha aún daría más vueltas en el Universo Marvel, puesto que acabaría adoptando la identidad de Pájaro Burlón, se casaría con Ojo de Halcón y fundaría los Vengadores Costa Oeste).
La colección continuaría su errática trayectoria en los siguientes números, así que no me extenderé mucho sobre ello dado que ya he comentado lo más interesante de la misma. El nº 13 (agosto 1972) finalizaba la trama de Ka-Zar y el Hombre Cosa, metiendo a IMA por medio. El 14 (octubre 1972) fue otro fill-in fruto de la incapacidad de encontrar un nuevo equipo de guionistas y dibujantes o de éstos para entregar a tiempo. Se trató de la reedición –a color y con retoques para ocultar desnudos y atemperar escenas de cierto contenido erótico- de una historia de Ka-Zar publicada en blanco y negro en el primer número de “Relatos Salvajes”. Escrita por Stan Lee y dibujada por John Buscema, no era más que otra historia de saqueadores codiciosos detenidos por Ka-Zar, en esta ocasión con el propósito de hacerse con un depósito de vibranium –cuyas características, por cierto, describe Lee de forma incoherente con lo que él mismo había establecido años antes en otros títulos.
En el número 15 (diciembre de 1972), Ka-Zar, ahora en Nueva York invitado por Barbara Morse, se ve involucrado en los asuntos de unos traficantes de drogas al tiempo que trata de salvar la vida de –otro- científico vital para el desarrollo del suero del super-soldado. En esta ocasión, el guión corrió a cargo de Mike Friedich y el dibujo de Gil Kane. Éste, por desgracia, no continuó en el siguiente, el 16 (febrero 1973), siendo sustituido por un Rich Buchler en sus horas más bajas –y que, además, no pudo terminar a tiempo, siendo ayudado por un John Buscema igualmente mediocre en las últimas páginas- . Los guiones de Friedrich siguieron desarrollando el tema del suero del supersoldado, enfrentando a Ka-Zar en los siguientes episodios con un matón hipertrofiado, un villano llamado Geminis, su propio hermano disfrazado con mallas y que se hace llamar Lord Plunder, un alienígena, un científico que se ha tomado su propio suero… Todo ello narrado de forma totalmente olvidable por Dan Adkins, Marie Severin y Werner Roth.
En el número final, el 20 (octubre 1973), Ka-Zar, hastiado –como los lectores- del asunto del suero del supersoldado, decide abandonar el mundo civilizado y regresar a la Tierra Salvaje, dejando atrás también la relación sentimental que había entablado con Bárbara. “Astonishing Tales” continuaría como cabecera genérica, albergando primero las historias de “It, el Coloso Viviente” y luego pasando a ser hogar más o menos estable de “Deathlok”, el ciborg del futuro. Por su parte, Ka-Zar dio el salto a su propio título en enero de 1974 (hubo una breve serie anterior, compuesta de reimpresiones de sus apariciones en colecciones ajenas, que contabilizó tres números entre agosto de 1970 y marzo de 1971), pero eso es otra historia…
En resumen y a menos que se sea muy aficionado al personaje, lo más recomendable son los números 3 al 6, escritos por Conway y dibujados por Barry Smith, por su adecuado equilibrio entre la historia y el arte y su adecuada recreación del espíritu pulp que constituye la esencia original del personaje –y el único marco en el que funciona bien-. El número 12 merece la pena aunque sólo sea por sus siete páginas firmadas por el gran Neal Adams. Del resto sólo se salvan determinadas páginas de John Buscema o Gil Kane, pero no las historias que ilustran.
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