11 ago 2015

1990- BOCA DE DIABLO – Jerome Charyn y Françoise Boucq


“Boca de Diablo” fue la segunda colaboración entre Boucq y el novelista norteamericano Jerome Charyn. Si en su primera obra conjunta, “La Mujer del Mago” se mezclaban de forma casi inseparable e indistinguible la realidad y la fantasía, los hechos con los delirios, la vida y el sueño, “Boca de Diablo” se asienta de forma más estable en el terreno del thriller de espionaje para ir introduciendo de forma paulatina y dosificada elementos sobrenaturales.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, la Rusia estalinista está sumida en la miseria. Yuri es un huérfano ucraniano de labio leporino que, huyendo de la familia que lo acogió sólo para maltratarlo y esclavizarlo, es internado en un orfanato donde su deformidad le hace blanco de los abusos de sus crueles compañeros. Pero Yuri es duro y no se deja doblegar, un rasgo que llama la atención del coronel Stravroguine de la NKVD, la agencia de seguridad estatal y antecesora del KGB.



Así, Yuri es seleccionado para entrar en una exclusiva y secreta escuela localizada en el edificio de un antiguo monasterio en la costa del mar Negro. Allí se enseña a los jóvenes reclutas todas las técnicas del espionaje al tiempo que se les lava el cerebro para convertirlos en leales servidores de la causa comunista. Y Yuri es el candidato ideal: inteligente, sin familia, dócil, con una demostrada capacidad para soportar el sufrimiento y un notable instinto de supervivencia.

Tras años de intenso adiestramiento y una operación de cirugía plástica para corregir su deformidad facial, Yuri recibe su misión: será enviado a Estados Unidos para convertirse en un agente durmiente, esto es, utilizar su extenso conocimiento de la lengua y costumbres norteamericanas para hacerse pasar por un auténtico ciudadano de ese país, conseguir un trabajo y llevar una vida normal hasta que reciba el aviso para ser “activado”.

En el apogeo de la Guerra Fría, Yuri, ahora convertido en Billy Budd, se establece en Nueva York, donde lleva una vida anodina, trabajando como soldador y remachador en la construcción de rascacielos, viviendo en una pensión y manteniendo relaciones con Nancy, la dependienta de una tienda. En el trabajo hace amistad con un peculiar individuo que cambiará su vida, el Gran Jefe, uno de los muchos indios que trabajaron levantando rascacielos en los años cincuenta.

Entonces, un día, recibe por fin su misión: seguirle la pista a un agente doble que ha decidido traicionar a la Unión Soviética. Billy verá entonces de lo que son capaces sus amos y, al frente de ellos, el coronel Stavrogine. Para él, será el momento de tomar una decisión trascendental: seguir con la mentira en que se ha convertido su vida o abrazar aquello que ha buscado durante tanto tiempo y rebelarse contra el sistema que lo ha utilizado…

“Boca de Diablo” es uno de los trabajos más sobresalientes de toda la carrera de François Boucq, y eso es decir mucho. El guión del novelista Jerome Charyn es trasvasado al lenguaje de
las viñetas de una forma absolutamente espectacular por un dibujante en la cúspide de su trayectoria. En sus más de 120 páginas, todas ellas impecables, el artista demuestra que es capaz de recrear a la perfección todos los ambientes en los que se desenvuelve la trama, desde los bosques de Ucrania al austero monasterio ortodoxo del Mar Negro donde Yuri aprende a ser espía, de las frías calles del Moscú comunista a una desmitificadora Nueva York, sucia y hostil.

El talento gráfico de Boucq rebosa en todas y cada una de las planchas. Su habitual tendencia al feísmo se contiene y equilibra perfectamente con la minuciosidad en el retrato de atmósferas y personajes para transmitir una engañosa sensación de realismo, de verosimilitud. No obstante, algunos personajes (como el brutal campesino ucraniano que lo recogió de niño, la inquietante mirada gélida del coronel Stavrogine, la patrona del piso neoyorquino o las vulgares mujerzuelas que adentran a Yuri en los misterios del sexo) delatan abiertamente la inclinación del autor hacia lo grotesco que tan buen resultado le había dado en sus historias cortas de tono humorístico. Boucq recurre a ese viejo recurso del arte que consiste en reflejar la corrupción de los espíritus a través de la deformidad o fealdad de los cuerpos.

El particular estilo de Boucq se ajusta como anillo al dedo a una historia desconcertante en la
que se subvierten los tópicos del género de espionaje. Guionista y dibujante nos cuentan en tres etapas bien diferenciadas la formación, vida y renacimiento de un hombre bondadoso que tuvo la desgracia de vivir en un tiempo tan cruel como las gentes que lo rodearon. Contemplamos sus orígenes, su educación física y mental, su trabajo encubierto en el campo enemigo y su rebelión contra el sistema del que es producto, en una historia que mezcla el drama, el suspense, la intriga del relato de espías y la pura acción.

Pero es imposible abordar la lectura de este álbum sin añadir al anterior un segundo nivel dominado por la gran densidad espiritual y cargado de referencias literarias y simbólicas. Porque es gracias a la revelación de una espiritualidad ancestral, cuyas señales van apareciendo
a lo largo de todo el relato, que Yuri consigue superar el adoctrinamiento y la deshumanización que se le han impuesto. Es esta historia, la de la supervivencia y triunfo de la vertiente espiritual del hombre, la que ocupa el verdadero núcleo de “Boca de Diablo” más allá de su envoltura de espías y conjuras en el marco de la Guerra Fría.

Así, por ejemplo, el nombre “americano” que le asignan a Yuri es el de Billy Budd, protagonista del “Moby Dick” de Herman Melville; el papel que juega en la historia la imagen del icono religioso –como recuerdo de Grigori, como símbolo de la espiritualidad, como portador de secretos–; los sueños premonitorios que le acosan en momentos clave; o el deliberado contraste entre los encuentros con Gran Jefe en las alturas del rascacielos en construcción, por encima del ruido y la suciedad de la gran ciudad y como alegoría del cielo; y la larga y angustiosa escena huyendo de los agentes de la KGB por las alcantarillas de Nueva York, que recuerdan primero los intestinos de un gran monstruo y luego una puerta al Infierno.

Así, además de un thriller de espionaje, “Boca de Diablo” es también un viaje espiritual. A
pesar de la dura vida que le ha tocado llevar, Yuri no sólo es una buena persona sino que es curioso e inquisitivo. El lavado de cerebro al que le intentan someter los instructores estalinistas es secretamente neutralizado por Grigori, un antiguo monje del monasterio en el que se ubica la escuela de espías y que prefirió abjurar de Dios a perder la vida. Atormentado por su decisión, trata de redimirse inculcando al joven Yuri la espiritualidad y los valores de los que sus nuevos amos reniegan furiosamente.

El rescoldo de las enseñanzas de Grigori nunca abandona a Yuri, ni siquiera cuando se gradúa como espía: lo vemos visitar una iglesia en secreto justo antes de marchar a Estados Unidos. Allí se encuentra con otro ambiente, muy distinto del de su patria rusa, pero igualmente hostil: barrios degradados por la marginalidad, drogadictos y pandilleros, suciedad, pornografía…Sin embargo, al conocer a Gran Jefe, entra en contacto con otro mundo y otra espiritualidad, distinta del ateísmo cruel de los comunistas –equivalente a una religión de Estado- y del capitalismo no menos despiadado del que vive rodeado en Nueva York, a caballo entre el descreimiento y la fe en telepredicadores mediáticos. Gran Jefe retoma el papel de mentor, de guía espiritual que en su día ejerció el monje Grigori y, gracias a él, Yuri encuentra la forma de renacer como persona, como ente autónomo y librarse del yugo al que lo habían querido someter, aunque el precio a pagar sea muy alto.

“Boca de Diablo” es una historia dura, descarnada, no apta para quien guste de finales redondos y felices y personajes a los que tomar cariño o a los que considerar el héroe de la peripecia. No hay verdaderos héroes aquí y ninguno de los personajes despierta realmente sentimientos de cercanía, ni siquiera el protagonista. Cierto, Yuri es claramente una víctima a la que le han robado su vida y cualquier lector se posicionará de su parte. En su niñez sufre abusos, abandono y soledad e incluso cuando es recogido por los servicios secretos rusos y se le alimenta y educa adecuadamente, sólo es para convertirlo en el peón prescindible de un juego despiadado. Y, para colmo, ha de jugar a un estresante doble juego de ocultación: por una parte, esconder su condición de espía en Estados Unidos, actuando clandestinamente y engañando a los que le rodean; por otro, manteniendo en riguroso secreto sus inclinaciones espirituales so pena de ser ejecutado por traición.

Ahora bien, Charyn y Boucq no facilitan la conexión con Yuri: no hay globos de pensamiento
que nos permitan atisbar sus verdaderos sentimientos y, en general, se desenvuelve con una frialdad casi robótica –insuflada, por otra parte, por aquellos que lo convirtieron en un eficiente espía-. A pesar de comprender la naturaleza del régimen para el cual trabaja se somete a él sin que se nos aclaren las razones -¿lealtad? ¿miedo? ¿adoctrinamiento?- Su relación con Nancy carece de momentos de auténtica calidez –quizá por las vacías relaciones con prostitutas a las que fue obligado durante su adiestramiento- y los únicos personajes con los que demuestra algo de cariño son Gregori y Gran Jefe, aquellos que, cada uno a su manera, le revelaron sus respectivos mundos interiores sin exigirle nada a cambio. La desdibujada personalidad de Yuri es, sin duda, una de las víctimas de los roces y desavenencias entre ambos autores.

Porque si “La Mujer del Mago” acabó siendo un proyecto trufado de problemas y desavenencias entre ambos autores, “Boca de Diablo” supuso la puntilla para la colaboración entre ambos. Eran personalidades demasiado diferentes, incluso opuestas. El uno, Charyn, un
novelista especializado en relatos policiacos; el otro, Boucq, un dibujante que se había labrado la fama con historias cortas de humor. El primero se quejaba de que el segundo se tomaba tantas libertades a la hora de transformar el guión en viñetas que quedaba totalmente desvirtuado y alejado de la intencionalidad inicial; el segundo acusaba al primero de no comprender el proceso creativo inherente al comic y que recibía escenas que no podía dibujar tal cual. Además, la inclinación de Boucq por la fantasía y el surrealismo no era del gusto de Charyn. Y, para colmo, ninguno de los dos hablaba el idioma del otro, con lo cual resultaba imposible una comunicación fluida.

Todos esos problemas ya habían aflorado en “La Mujer del Mago”, pero aún así el resultado fue tan satisfactorio y obtuvo tal éxito de crítica y público que el editor, Casterman, les animó a solventar sus diferencias y colaborar de nuevo. Y, una vez más, el resultado fue sobresaliente –si bien flojea en la parte final, probablemente aquella en la que Boucq modificó más el guión de Charyn- aunque el doloroso proceso de gestación dinamitara definitivamente la relación entre ambos creadores (al menos hasta 2014, en que volvieron a juntar sus talentos para crear “Little Tulip”).

Un trabajo complejo, provocador, de gran madurez, que trasciende la estricta clasificación de géneros, que combina acción e introspección, realidad y fantasía, verismo y lirismo, religión y esoterismo,… “Boca de Diablo” no ha envejecido un ápice y tanto entonces como hoy sigue siendo una obra de lectura obligada –y sosegada- para cualquier amante del comic.

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