A mediados de los ochenta tuvo lugar una auténtica revolución en el mundo del comic book propiciada por una sola obra: “Batman: El Regreso del Caballero Oscuro” (1986), guionizada y dibujada (con ayuda de Klaus Janson y Lynn Varley) por Frank Miller. Con esa miniserie no sólo se inauguró un nuevo formato, el llamado “prestigio” (pequeños álbumes con mejor papel e impresión) sino que se abrieron las puertas a una nueva orientación en el contenido de los comics de superhéroes, más adulta y oscura. Esa nueva tendencia se confirmó el mismo año con la magistral “Watchmen”, de Alan Moore y Dave Gibbons y poco después con “La Broma Asesina”, también de Alan Moore con el dibujante Brian Bolland.
Pero para entonces, Miller había regresado al héroe que le diera fama: “Daredevil”, aunque esta vez sólo como guionista. Tras su historia autoconclusiva “Badlands” (nº 219, junio 1985), ilustrada por John Buscema, inició una saga de siete números con el dibujante David Mazzucchelli titulada “Born Again” (227-233, febrero-agosto 1986) y que equivaldría para Daredevil lo que “Caballero Oscuro” había significado para Batman: una redefinición de los parámetros del personaje y la recuperación del favor de lectores y crítica. Ese arco argumental narraba, apoyándose en el trasfondo católico del justiciero, su muerte como héroe enmascarado y posterior renacimiento como Matt Murdock. El responsable directo de esa metamorfosis fue el archienemigo de Daredevil, Wilson Fisk, alias Kingping. Y es este último, precisamente, quien ostenta el protagonismo de una novela gráfica que apareció meses después, en 1987: ”Daredevil: Amor y Guerra”.
Durante su primera etapa en la colección regular de “Daredevil”, Frank Miller había

Uno de sus aciertos consistió en crear una auténtica némesis para el héroe a partir de un villano de segunda que había debutado a finales de los sesenta en la colección “Amazing Spiderman”. Kingping era entonces un “malo” mayormente ridículo, un gordo forzudo con un bastón que lanzaba rayos. Miller lo recuperó para transformarlo en un señor del crimen, frío, inteligente y manipulador, que no necesitaba recurrir a su imponente presencia física para amedrentar a subordinados y enemigos. De hecho, los enfrentamientos entre Daredevil y Kingping –quien públicamente pasaba por ser sólo un adinerado hombre de negocios- eran siempre indirectos, librando sus batallas mediante terceras personas (Elektra, Bullseye) o en los tribunales, pero sin recurrir a la colisión física directa.

Sin embargo, cuando años después Frank Miller retornó a Daredevil en “Born Again”, nos presentó un Kingping distinto. Ya no era un personaje complejo de múltiples facetas, sino un villano unidimensional, un sociópata que disfrutaba de su total triunfo sobre su enemigo y que incluso se enfrentaba con él cuerpo a cuerpo. ¿A qué obedecía esa regresión? En la historia se sugería que tal cambio era consecuencia de la pérdida de Vanessa en el periodo que medió entre una y otra etapa de Miller en la serie. “Daredevil: Amor y Guerra” nos desvela qué ocurrió en ese intervalo y el destino del único y verdadero amor de Kingping.
El álbum comienza con una fría reflexión del propio Kingping sobre su reino criminal (“He

La descripción que Kingping hace de su relación con Vanessa es claramente de posesión, aunque ello no quiere decir que no la ame. Un hombre como él, acostumbrado a poseer absolutamente todo y a todos, no concibe otro tipo de relación. Sin embargo, sus sentimientos hacia su esposa son auténticos y tal y como se muestra en las primeras páginas, verla postrada y autista le rompe el corazón. Pero ya se sabe que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Desesperado por curar a su esposa, Fisk recurre a los métodos criminales que ella tanto aborrecía.

A través de un matón de segunda, Turk, Daredevil se entera del plan de Kingping, busca al secuestrador, lo encuentra y rescata a Cheryl llevándosela a su propio apartamento. Vincent, mientras tanto, ha conseguido huir aunque al estar herido y sufrir el síndrome de abstinencia, pierde el control de su mente. Decidido a rescatar a su “reina”, comienza su propia búsqueda al mismo tiempo que Daredevil trata de irrumpir en el rascacielos de Kingping en busca del doctor y Vanessa.
Las cosas no saldrán como Kingping había planeado. Mondat no se resigna a su situación y se

“Daredevil: Amor y Guerra” fue uno de esos álbumes que justificó la existencia de la línea de Novelas Gráficas Marvel, ajustándose al espíritu que la inspiró originalmente. Es una historia firmada por dos grandes autores a los que se les deja libertad para experimentar con el contenido y el formato. Tras varias entregas que oscilaban entre lo normal y lo mediocre y que hubieran tenido mejor acomodo en una miniserie (como “Dazzler: The Movie” o “The Aladdin Effect”), la presente entrega supuso una experiencia refrescante.

Miller retrata a Kingping como un individuo frío pero también sentimental en lo que a su esposa se refiere. De hecho, su amor por Vanessa es tan sincero que no puede concebir que ella lo pueda traicionar. Sincero, pero también ciego porque no es capaz de entenderla. Lo que más desea ella es escapar de su locura y dado que ésta la causó en último término su relación con Kingping, siente su matrimonio como una prisión. Cuando Fisk por fin se da cuenta de ello, queda tan destrozado que ni siquiera se molesta en

Kingping, al reconocer que Vanessa le teme más que le ama –si es que siquiera le ama-, no sólo toma la determinación de continuar su vida sin ella, sino de hacerlo sin matarla. Esa sí supone una verdadera transformación en el personaje en contraposición a la enfermiza obsesión que Vincent desarrolla hacia Cheryl. Kingping es cruel, pero amaba verdaderamente a Vanessa.

El otro auténtico protagonista de “Amor y Odio” es Victor, villano creado para aparecer

Miller y Sienkiewicz realizan un trabajo sobresaliente a la hora de caracterizar mental y físicamente, a este peculiar villano. Los monólogos interiores que describe Miller son magníficos: "Su nombre es Cheryl Mondat. No Lunes –juego de palabras intraducible basado en la semejanza del apellido con Monday, “lunes” en inglés”- Es el nombre de un día. Es tan guaba que todo el mundo la mira. Es ciega, así que resulta muy divertido”. Y cuando la aturde con cloformo: “Se lo pongo sobrela cara. Ella se desploma contra mí. Sólo toco su rostro. Nada bello”.

Aunque las intervenciones de Daredevil son las más aburridas, ello tiene una explicación: la historia no se centra en él y su participación en la intriga no deja de ser algo accesorio, un cometido que podría haber desempeñado cualquier otro héroe o incluso un policía. De hecho, ni siquiera juega un papel decisivo en la resolución del drama. Rescata a Cheryl, sí, pero es ésta la que finalmente se deshace de Victor; y cuando se infiltra en el rascacielos de Kingping, sólo lo hace para descubrir que el edificio carece de guardias de seguridad y que Mondat es muy capaz de defenderse sin su ayuda.
Por otra parte, mientras que Fisk representa los extremos de la naturaleza humana, todo lo

Y luego están, claro, las mujeres. Ajustándose a la larga tradición del género negro -y al propio trabajo de Frank Miller-, los personajes femeninos son esenciales para la trama, la impulsan y justifican, pero en último término se hallan indefensos. Incluso aunque la escena clave del álbum tiene que ver con el poder que alberga la decisión de una mujer (Vanessa), poco después un personaje masculino decide que es él quien tiene la responsabilidad última (Kingping). Otros pueden discutir que la victoria final de las mujeres sobre aquellos hombres que pretenden poseerlas (Vanessa sobre Kingping, Cheryl sobre Victor) subraya el carácter feminista de la historia. Sin embargo, ambas mujeres, a diferencia de sus varones, no registran evolución alguna. Aparentemente, Vanessa también ha experimentado un cambio en el sentido de que recupera parte de su cordura, pero en esencia sigue siendo la misma persona, una esposa aterrorizada por su marido. Por otra parte, el papel de Cheryl es meramente instrumental, un catalizador de la acción y justificación de la locura de Victor.
Por desgracia, Marvel no tardaría en deshacer los acontecimientos que aquí se narran,


Fue en la década de los ochenta cuando aparecieron algunos de sus mejores trabajos: sus etapas en “Los Nuevos Mutantes” o “La Sombra”, la adaptación de “Moby Dick” para “Clásicos Ilustrados”, la novela gráfica “Stray Toasters”, la biografía de Jimi Hendrix o su efímera colaboración con Alan Moore en “Big Numbers”. Es también en este periodo donde se inscribe “Daredevil: Amor y Guerra”, la primera colaboración entre Miller y Sienkiewicz, un binomio que volvería a sorprender en 1987 con la miniserie “Elektra: Asesina”, también hija del universo de Daredevil.
De hecho, cuando en Marvel vieron las páginas que Sienkiewicz había dibujado, los editores se

Las páginas pintadas de Sienkiewicz eran entonces algo arriesgado y bastante inusual en el ámbito del género superheróico, lo que provocaba tantas alabanzas como rechazos, éstos últimos por parte de aquellos reacios a permitir que nuevos estilos artísticos alejados del tradicional naturalismo irrumpieran en sus tebeos de justicieros enmascarados. Y es que las viñetas de Sienkiewicz desprenden una sensación onírica, como de pesadilla febril en la que puede ocurrir de todo. Efectivamente, da la impresión de que el dibujante es capaz de atreverse con cualquier experimento sin dañar a la consistencia de la narración. Naturalmente, ello solo es posible porque Sienkiewicz es un artista perfectamente conocedor de los secretos del diseño, y las complejidades de la anatomía realista. Es un ejemplo perfecto de ese viejo adagio que dice que han de conocerse las reglas para poder romperlas.
Tomemos por ejemplo la primera viñeta, una ilustración a toda página que muestra el skyline

Además, es la página-viñeta que sirve de soporte a los títulos de crédito. El propio título del álbum, “Amor y Guerra”, ya sugiere que se trata de una historia de opuestos: masculino y femenino, riqueza y miseria, poder y debilidad, cordura y locura, compasión y venganza….términos binarios que Sienkiewicz refuerza con su dibujo. Esa página de apertura tiene una estructura vertical marcada por las formas de los rascacielos, pero la inmediatamente siguiente se compone de cuatro viñetas horizontales.

La viñeta final invierte la perspectiva para que podamos ver a Kingping en un primerísimo plano frontal. En realidad sólo vemos sus ojos, nariz y orejas, todo ello sin guardar proporciones realistas. Los laterales de su cabeza se han estirado hasta ocupar toda la viñeta. Lo que llama la atención es la diferencia de estilo. El

En las dos siguientes páginas, Sienkiewicz continúa jugando con las dimensiones imposibles del cuerpo de Kingping. En vez de limitarse a dibujarlo como un hombre gordo, lo convierte en un gigante de tres metros de altura y doscientos kilos. Refuerza esa impresión colocando su diminuta cabeza en mitad del cuerpo en lugar de en la parte superior. Es como si el torso se hubiera hinchado, expandiéndose como su imperio criminal hasta que engulle a lo que solía ser su parte humana.
Sienkiewicz mantiene la abstracción caricaturesca de la secuencia inicial con un cambio de escenario y un dramático primer plano de Cheryl Lunas. Es

Este continuo salto de lo realista a la caricatura pasando por el expresionismo y el surrealismo, se mantiene hasta el final de la novela gráfica. Desde el intenso rojo del uniforme de Daredevil a las cambiantes facciones simiescas de Victor pasando por los llamativos chalecos de Kingping que simbolizan la opresión que siente su mujer, el arte de Sienkiewicz enfatiza la locura y delirios de los personajes, todos los cuales se ven a sí mismos como héroes.
Las composiciones de página son igualmente variadas, jugando con los espacios vacíos, los

“Amor y Guerra” es una historia de gran poder emotivo, inteligente e incluso poética, firmada por dos leyendas del comic en el mejor momento de sus respectivas carreras. Es cierto que no está totalmente exenta de defectos: para algunos, el más grave es la ya mencionada falta de definición del héroe nominal; para otros, es el abrupto final, una decisión algo extraña que no satisface a todo el mundo. Pero nada de ello le resta calidad y los treinta años transcurridos desde su publicación no le han hecho mella.

En definitiva, un psicodrama criminal ilustrado con una especial belleza que sirve de introducción a la que quizá sea la obra definitiva de Daredevil, “Born Again”. Para aficionados a Daredevil, por supuesto, pero también para todos aquellos que disfruten de los comics de factura impecable
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