3 dic 2023

LOS VENGADORES EN LOS AÑOS 60 (18)

 

(Viene de la entrada anterior)

 

El nº 46 (noviembre 67) comienza con una inusual escena de tranquilidad en la Mansión de los Vengadores. Un momento de sosiego que Buscema dibuja con tanto talento (la composición de la viñeta-página, las posturas de los personajes) que es fácil comprender por qué nadie volvió a echar de menos a su predecesor, Don Heck.

 

El Capitán América está particularmente meditabundo. No sólo continúa pensando en renunciar a su identidad superheroica (paso que dará finalmente en “Tales of Suspense” 95-96, nov-dic 67) sino que se ha enamorado de una mujer que trabaja en SHIELD y a la que, por el momento, sólo conoce como Agente Trece (presentada en “Tales of Suspense” 75-76, marzo-abril 66). En parte, la razón por la que se siente atraído por esta mujer es que le recuerda a otra de la que se había enamorado en la Segunda Guerra Mundial. Más tarde se descubriría que la Agente Trece se llamaba en realidad Sharon Carter y que aquella mujer del pasado del Capitán era nada más y nada menos que su hermana, Peggy Carter. Aunque originalmente se las presentó como hermanas, el paso del tiempo en nuestro mundo hizo esta relación familiar completamente imposible y se rehízo la continuidad para que fueran tía y sobrina.

 

Se unen a la reunión Ojo de Halcón y una Natasha Romanoff ya completamente recuperada y todavía decidida a abandonar su actividad como espía (recordemos que su última misión la mandó al hospital en el nº 44). A continuación, entra en escena Janet van Dyne, la Avispa, disfrutando de su estatus de nueva rica y presumiendo de un nuevo chofer, Charles. Además de ignorar las normas de seguridad del grupo en relación a personal autorizado para entrar en la Mansión, no tiene reparos en llamar por sus nombres de civil a Goliath y Mercurio.

 

Hércules –tras haberse afeitado su característica barba y puesto un elegante traje- y Wanda se unen a Ojo de Halcón y Natacha para dar un paseo (el dios griego y la mutante no son una pareja formal. Ambos habían tenido pensamientos de admiración mutua, pero eso le sucedía a todo el mundo en los Vengadores). Steve Rogers y Pietro se marchan a un partido de béisbol. Hank y Jan se quedan trabajando en el laboratorio del primero en la Mansión. Su preocupación es que, con la adición de Hércules, la fuerza de Goliath es redundante, así que quiere recuperar sus poderes de Ant-Man, para lo que está realizando nuevos experimentos con un hormiguero que mantiene en el laboratorio.

 

Tiene sentido que Hank Pym trasladara su laboratorio a la Mansión dado que el que tenía en su casa había resultado destruido a resultas de su combate con Diablo y el Hombre Dragón en el nº 41. Pero más adelante, en el nº 58, se revelará más información al respecto. Resulta que la primera versión de Ultrón había hipnotizado a Hank, obligado a mudar su laboratorio y luego olvidar su existencia. A continuación, Ultrón reconstruyó el laboratorio de la casa de Hank y lo utilizó para mejorarse a sí mismo.

 

Mientras tanto, el lector descubre que Charles, el chófer de Jan, es en realidad Dave Cannon, un viejo y recurrente enemigo suyo y de Hank bajo el ridículo nombre de El Trompo Humano (en los números 50, 51, 55, 59, 68 y 69 de “Tales to Astonish”). Aquí recuerda su origen en un flashback y cambia de uniforme y alias por el de Torbellino. Había conseguido que lo contrataran como chófer de la Avispa para así poder estudiar la seguridad de la Mansión de los Vengadores, pero cuando ve que ésta es demasiado buena para él, toma la incoherente decisión de irrumpir por la fuerza derribando muros y sorprendiendo a Hank y Jan en pleno trabajo.

 

Gracias a una suposición afortunada, “Torbellino” activa un rayo reductor y deja a Goliath y la Avispa con el tamaño de una hormiga. A continuación, los arroja al hormiguero experimental. Al no haber utilizado sus dispositivos cibernéticos para reducirse, ni pueden recuperar su tamaño natural, ni conservan su fuerza de tamaño humano ni la Avispa sus alas. Para colmo, Jan lleva su antiguo disfraz y dejó sus aguijones en el más moderno que vistió la última vez (quizá Buscema decidió dibujar por su cuenta el viejo traje por no gustarle el nuevo diseño que en el número anterior había presentado Don Heck. O quizá ese número fue en realidad un fill-in que sirvió para darle tiempo a Buscema para dibujar este episodio sin tener noticias de que la Avispa fuera a cambiar su uniforme). Y lo peor de todo, sin el casco del Hombre Hormiga, Hank no puede controlar a estos insectos, que los toman como intrusos y los atacan. Para empeorar aún más las cosas, a través del cristal que contiene el hormiguero, ven a Torbellino colocando una bomba con temporizador.

 

Armados tan solo con un trozo de alambre que han encontrado en el hormiguero, la pareja se abre camino hasta un centro de control cibernético en miniatura que Hank dejó dentro de la urna para estudiar a las hormigas. Con sus componentes, fabrica un casco cibernético y, ahora sí, con la ayuda de los insectos, escapan de su cautiverio.

 

Mientras tanto, el Capitán América y Mercurio, debido al mal tiempo, han regresado pronto del partido y, al ver el agujero en la pared de la Mansión, pasan al ataque contra Torbellino. Tras una breve pelea (no resulta muy coherente que alguien capaz de poner en apuros al Hombre Gigante tenga tantas dificultades con el Capitán América), el villano a punto está de escapar y dejar que los héroes perezcan en la inminente explosión cuando Hank accede a un altavoz y advierte a sus camaradas del peligro. Pietro utiliza su supervelocidad para dejar caer el explosivo en el East River. De regreso a la Mansion, escucha algunos comentarios entre la multitud que le reafirman en su actitud cada vez más hostil hacia los humanos: “¡No me fio de ese gusano de pelo plateado.. ni de ningún mutante! ¡Ni yo! Los demás Vengadores son humanos, pero Mercurio es mutante, como la chiflada de su hermana!”.

 

Como todo villano que se precie, Torbellino logra escapar. Más adelante, en el nº 54 (julio 68), se integrará en las filas de los Señores del Mal; y luego en la Brigada de Batroc en “Capitán América” nº 130 (octubre 70). Hank y Jan no descubrirán que había sido su chófer hasta la etapa del guionista Steve Englehart, concretamente en el nº 139 (septiembre 75). Antes de eso, supuestamente lo habían despedido en alguna escena “fuera de cámara” tras los acontecimientos narrados en “Marvel Feature” nº 6 (noviembre 72) y 9 (mayo 73), ambos escritos por Mike Friedrich y dibujados por Herb Trimpe y P.Craig Russell respectivamente.

 

En cuanto a los Vengadores, el Capitán invierte el rayo reductor para que Hank y Jan recuperen su tamaño humano. La Avispa dice que siente que la experiencia ha afectado a sus poderes de algún modo que no puede determinar, aunque Thomas no llegó a desarrollar esta subtrama. En cuanto a Hank, el trance le ha dado una idea: integrar un dispositivo cibernético miniaturizado en la capucha de Goliath que le permitirá combinar los poderes de sus dos identidades… que, al final, era el propósito de Roy Thomas para toda esta aventura.

 

Probablemente, cuando los aficionados más jóvenes piensen en Magneto, lo harán en términos de un personaje sofisticado, carismático, ambiguo e incluso noble a su retorcida manera. Por eso les chocará encontrarse, en estos años fundacionales del Universo Marvel, a un Magneto que es la imagen opuesta de esa elegante e inteligente némesis de los X-Men: histriónico, impulsivo, arrogante, bocazas, traidor y egocéntrico... en fin, el típico villano sediento de poder y con ínfulas de dominador mundial.

 

Magneto había debutado en el nº 1 de los “X-Men” (septiembre 63). Roy Thomas había pasado a encargarse de los guiones de esa colección, sustituyendo a Stan Lee, en el nº 20 (mayo 66), así que ya estaba familiarizado con el villano y no tuvo problemas para encajarlo en “Los Vengadores” en el número 47 (diciembre 67), aprovechando la presencia en sus filas de sus antiguos sicarios, Mercurio y la Bruja Escarlata, mutantes como él.

 

Ya lo he comentado alguna otra vez: pese a su ostentoso subtítulo de “Los Héroes Más Poderosos de la Tierra”, lo cierto es que Los Vengadores se dedicaban mayormente a neutralizar –y no sin trabajo- villanos importados de otras colecciones que ya habían sido doblegados por otros héroes o grupos. Basta repasar los últimos números para ver que, con la excepción del Guardián Rojo, todas las amenazas a las que hicieron frente ya habían debutado e incluso repetido en otras colecciones: Diablo y el Hombre Dragón (Cuatro Fantásticos), el Mandarín (el Hombre de Hierro), el Super Adaptoide (Capitán América), Torbellino (Hombre Gigante y la Avispa) y ahora Magneto. “Los Vengadores” se habían convertido en una suerte de colección recicladora más que innovadora.

 

La aventura se abre con la tradicional página-viñeta en la que se nos muestra a Magneto acompañado de su servil Sapo, prisioneros del asteroide en el que los abandonó el Extraño en “X-Men” nº 11 (mayo 65) y 18 (marzo 66). Utilizando sus poderes, Magneto percibe un mensaje transmitido desde un castillo en la Tierra donde tiene su laboratorio el científico Dane Whitman, obsesionado por compensar las maldades cometidas por su tío, Nathan Garrett, más conocido por el supervillano Caballero Negro (como vimos en las primeras entradas de esta serie, miembro de los Señores del Mal, enemigos de los Vengadores). Garrett murió tras caer de su caballo volador durante un combate contra Iron Man en “Tales of Suspense” nº 73 (enero 66). Whitman, su sobrino, heredó sus propiedades, incluido el castillo, el laboratorio y el caballo mutante con alas producto de los experimentos de aquél (que, además de villano, era biólogo).

 

Mientras tanto el Capitán América da el paso y suelta la bomba a sus compañeros: renuncia a los Vengadores porque quiere llevar una vida plena como Steve Rogers. El Capitán entregará oficialmente su renuncia a Tony Stark en “Tales of Suspense” 95 (noviembre 67), revelando también al mundo su identidad secreta en una rueda de prensa. Ante sus compañeros, esgrime el argumento de que su presencia ya no es necesaria dado que la actual alineación es suficientemente poderosa y otro de los miembros originales, Goliath, ha vuelto para hacerse cargo del equipo. Naturalmente, no tenía forma de saber que los próximos acontecimientos reducirían el número de miembros a mínimos históricos en el nº 51.

 

No sólo la forma en que se marcha el Capitán (fingiendo un enfado que le indispone frente a sus compañeros) sino los argumentos que expone resultan poco convincentes. Nada hay en contra de subrayar el sacrificio personal que significa estar siempre dispuesto para el servicio, pero no había sido hasta muy recientemente que esa carga había empezado a pesarle al Capitán. De hecho, no llevaba tantos años activo, tan solo unos cuantos más (los de la guerra) que sus compañeros Vengadores originales (todas las aventuras que corrió junto a los Invasores no se contarían hasta bastante más tarde). Recordemos que todos ellos, aun cuando habían dejado su estatus de miembros activos, continuaban ejerciendo de superhéroes en sus respectivas colecciones.

 

No es descabellado pensar que todo esto tuviera su origen en órdenes de Stan Lee. Y, efectivamente y a decir de Roy Thomas en entrevistas muy posteriores, así fue. En tan solo unos meses, el Capitán América, cuyas historias guionizaba Lee, iba a heredar en solitario la cabecera “Tales of Suspense”, conservando la numeración a partir del nº 100 (abril 68) –Iron Man pasaría a compartir título con Submariner el mismo mes-. Es probable que, llegado ese punto, Lee quisiera el personaje para él solo, sin tener que preocuparse por coordinar sus aventuras con lo que ocurría en Los Vengadores. Al fin y al cabo, también le había vetado a Thomas la vuelta de Thor como miembro activo dado que él era el guionista de su colección en solitario. Apoyando esta hipótesis está el hecho adicional de que el Capitán no volvería al grupo hasta que Roy Thomas lo reincorporara en el nº 93 (noviembre 71), a tiempo para que participara en una de las más recordadas sagas del grupo, la Guerra Kree-Skrull y justo en el momento en el que Stan Lee dejó los guiones del Capitán en manos de Gary Friedrich.

 

Pero, por el momento, su marcha desencadena una crisis en otros tantos personajes. Ojo de Halcón se enfada y tiene una discusión con Natasha que hace dudar a ésta de su amor: “Ahora que ya no soy una superheroina, Los Vengadores son una parte de su vida que no puedo compartir. Me pregunto.. si de verdad quiere a una chica llamada Natasha o solo a la Viuda Negra”. La Avispa, para animar a un deprimido Goliath, organiza un viaje para ambos a Las Vegas a bordo de su nuevo jet privado. Y Hércules decide encararse con su padre Zeus en el Olimpo para arreglar sus diferencias, pero cuando llega allí lo encuentra desierto, un misterio que se desvelará en el nº 50. Los únicos que quedan en la Mansión, por tanto, son Mercurio y la Bruja Escarlata.

 

A todo esto, Dane Whitman recibe una respuesta a su mensaje proveniente del espacio exterior, pero su ayudante, Norris, le deja inconsciente llevado por la ambición de atribuirse el mérito del primer contacto interestelar mediante rayos magnéticos. Desafortunadamente para él, Magneto ha utilizado esa señal para transportarse a sí mismo y al Sapo de vuelta a la Tierra. Norris intenta enviarlos de regreso, pero Magneto le deja fuera de combate.

 

La intención del villano es reconstruir la Hermandad de Mutantes Diabólicos. Está dispuesto a dejar de lado por el momento a Mente Maestra, pero quiere volver a reclutar a Wanda y Pietro de inmediato. Aquí se inserta un flashback que amplía lo ya visto por primera vez en “X-Men” nº 4 (marzo 64) y en el que recuerda cómo los conoció, salvándoles de una turbamulta enfurecida y luego sirviéndose de su gratitud para incluirlos en su Hermandad, donde permanecieron hasta el mencionado “X-Men” nº 11, cuando la abducción de Magneto por parte del Extraño dejó libres a los gemelos para unirse a Los Vengadores en el nº 16 y rehabilitarse ante la opinión pública.

 

Así que utiliza el equipo de Whitman para transmitir un mensaje codificado que los hermanos mutantes captan en los monitores de la Mansión. Thomas deja aquí un considerable agujero en el guion al no especificar el contenido del mensaje (más allá de las instrucciones para llegar al Castillo Garrett) y qué motiva a los gemelos a acudir a la llamada. Una vez atraídos a su trampa, Magneto los pone a prueba haciéndoles luchar contra armaduras controladas por sus poderes. Cuando les propone retomar su vieja alianza y ellos se niegan asegurando que nunca traicionarán su juramento de Vengadores, los deja inconscientes.

 

La aventura continúa en el nº 48 (enero 68), si bien ahora el foco se traslada mayormente al resto de los Vengadores. Magneto tiene prisioneros a los hermanos mutantes (aunque es de agradecer que, para variar, no estén metidos en tubos transparentes) y Pietro finge considerar la oferta de su captor para que les de un momento a solas para discutirlo. Sin embargo, se trata de una artimaña: uno de sus grilletes está suelto y puede sacar la mano para contactar con los Vengadores mediante un minitransmisor que llevaba oculto en el cinturón. El Sapo lo escucha todo y se apresura a informar a su amo.

 

Como se había visto en el número anterior, todos los Vengadores en activo excepto Wanda y Pietro estaban ocupándose de asuntos personales así que la única persona presente en la Mansión es el mayordomo, Edwin Jarvis, a punto de marcharse a su casa. Responde a la señal y Mercurio le pide ayuda antes de que se corte la llamada. Ojo de Halcón deambula por la ciudad con la mente ausente, cavilando sobre la discusión que tuvo con Natasha y la renuncia del Capitán América. Henry Pym y Janet Van Dyne están en un casino de Las Vegas, donde utilizan sus poderes para desenmascarar a un tramposo. Hércules sigue en el Olimpo, descubriendo que la Llama Prometeica, que garantiza la inmortalidad de los dioses, ha sido apagada.

 

Tras recibir el aviso de Jarvis, Goliath, Ojo de Halcón y la Avispa se reúnen en la Mansión, donde escuchan la grabación de la cinta de Pietro. Saben que está prisionero de Magneto junto con su hermana, pero ignoran que su localización es el Castillo Garrett, donde el villano, enojado por el intento de engaño de sus antiguos ayudantes, descarga su ira contra el desgraciado Sapo. A continuación, fabrica una nave magnética con sus poderes y se marcha con su patético ayudante y sus prisioneros hacia paradero por el momento desconocido.

 

A todo esto, un recuperado Dane Whitman decide avisar al resto de los Vengadores. Se viste con su armadura mejorada de Caballero Negro, monta su caballo alado y se encamina hacia la Mansión. Pero los héroes lo toman por su difunto tio, confusión que desencadena la predecible batalla. Cuando se aclara el malentendido, el Caballero les conduce hasta su castillo sólo para descubrir que allí ya no queda nadie. Pym interroga al nuevo héroe sobre su origen, pero Whitman se ofende por esa desconfianza tras haber demostrado sus buenas intenciones y se marcha asegurando que no quiere tener nada más que ver con ellos.

 

Claramente, el propósito de estos dos números era el de añadir un nuevo personaje al catálogo de la casa, el Caballero Negro. Muchos años después, en una introducción a la miniserie que Roy Thomas y su esposa, Dann, escribieron para el personaje en 1990, el guionista confirmó que su intención original había sido conectar al héroe con un personaje anterior, el Caballero Negro de la Edad Media artúrica que había sido presentado en la colección “Black Knight”, de 1955, escrita por Stan Lee y dibujada por Joe Maneely (el predecesor de Jack Kirby como pilar gráfico de Timely/Marvel y cuya temprana muerte accidental a los 32 años propició la entrada de aquél cambiando para siempre la historial del Comic).

 

Pero lo que finalmente apareció explicado en el número anterior fue su conexión con otro Caballero Negro, el ya mencionado villano de Iron Man y los Vengadores. De hecho, Thomas realizó un ejercicio de retrocontinuidad con él puesto que en la última aparición de éste en “Tales of Suspense” nº 73 (que, además, había sido el primer guion de Thomas para un comic de superhéroes) no se le veía morir. Simplemente, caía de su caballo alado y desaparecía, tal y como hacían todos los villanos sólo para resurgir en algún momento posterior. En estos números de “Los Vengadores”, en cambio, Thomas decide liquidarlo para hacer sitio a este nuevo personaje, por lo demás bastante plano y carente de carisma.

 

Thomas no renunció, sin embargo, a su empeño por conectar a Whitman con el Caballero Negro “original” del medievo. Y así lo hizo un año después en una colección, “Marvel Super-Heroes” (antes llamada “Fantasy Masterpieces”), que combinaba reediciones de material antiguo de Atlas/Timely con nuevas historias. En el número 17 de esa cabecera (noviembre 68), escribió una historia –dibujada por Howard Purcell y Dan Adkins- en la que a Whitman se le aparecía el espíritu de Sir Percy de Escandia, el primer Caballero Negro, quien le revela que es su descendiente y declara digno poseedor de la Espada de Ébano, instándole a combatir la amenaza aún presente de Modred.

 

En detrimento de este número de presentación del Caballero Negro está el apartado gráfico. Y es que John Buscema es sustituido por el considerablemente inferior George Tuska –que también se había encargado del entintado del número anterior, demostrándose inferior a Vince Colletta-. En pocos números y aun sin contar con un entintador que le hiciera auténtica justicia, Buscema había elevado tanto el listón de la colección que cualquier otro no podía llenar su ausencia.

 

(Continúa en la entrada siguiente)

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