7 mar 2022

1998-LA LIGA DE LA JUSTICIA: EL CLAVO – Alan Davis

 


Durante 1998, la serie más popular de DC siguió siendo la imprevisible JLA escrita por Grant Morrison, que seguía incorporando nuevos héroes y explorando fascinantes recovecos del universo DC en sagas hiperbólicas. Y cuando los fans reclamaron más Liga de la Justicia, la editorial respondió con una avalancha de títulos derivados: “JLA: Year One”, “JLA Secret Files”, “JLA 80 Page Giant”, “JLA: Paradise Lost”, “JLA: World Without Grown-ups” o “JLA/Titans”.

 

La mejor de entre ellas fue “El Clavo”, una miniserie de tres números escrita y dibujada por Alan Davis y que se insertaba en la línea “Otros Mundos”, esto es, fuera de la continuidad oficial del Universo DC. La idea la propuso Davis tiempo atrás, en la Convención de Comics de Glasgow de 1994, cuando el editor Archie Goodwin les propuso a él y a Mark Farmer una serie de posibles proyectos de colaboración. El único que llamó la atención de Davis fue una historia alternativa de la Liga, ambientada en la época de la Edad de Plata y con la alineación original. Envió la propuesta, pero la editorial la congeló por no considerarla adecuada en un momento en que la Liga de la Justicia no atravesaba su mejor momento, ni creativamente ni en ventas, y la recuperación del espíritu clásico del grupo que proponía Davis no parecía tener buen encaje.

 

Pero resulta que la idea de Davis sí era buena, tal y como demuestra el éxito que Grant Morriston en su etapa con la JLA. A la vista de éste, como he dicho, se dio luz verde a la propuesta. Eso sí, aunque Davis volvió a presentar una historia de 64 páginas, el editor KC Carlson le exigió una miniserie de doce números. Ambas partes llegaron a un acuerdo intermedio: serían tres episodios de 48 páginas que Davis disfrutó llenando de ideas que satisfacían su propósito de “contar una historia sencilla y accesible, que no tuvieras que ser un científico de cohetes o un historiador de DC para comprender lo que estaba sucediendo”.

 

Justo cuando van a coger su furgoneta para ir a Smallville, Martha y Jonathan Kent descubren que un clavo ha pinchado uno de los neumáticos y deciden quedarse esa noche en su granja. Este suceso aparentemente insignificante provocará, sin embargo, un cambio monumental en el universo DC tal y como lo conocemos, porque la amable pareja de Kansas ya no descubrirá la nave en la que esa noche se estrelló Kal-El en la Tierra tras la destrucción de Krypton y nunca se convertirá en Superman. Lo que se va a explorar, por tanto, es cómo será el mundo sin el Hombre de Acero y el título se inspira en un poema del siglo XVII escrito por George Herbert y que recogía un viejo proverbio: “Por faltar un clavo, se perdió la herradura; por faltar la herradura, se perdió el caballo; por faltar el caballo, se perdió el caballero; por faltar el caballero, se perdió la batalla. Y así, se perdió un reino, sólo por faltar un clavo”.

 

En ese mundo alternativo que Davis nos describe, 25 años después del pinchazo de los Kent, aún existe la Liga de la Justicia, compuesta por Batman, Wonder Woman, Aquaman, Flash (Barry Allen), Hawkwoman, Atom (Ray Palmer), el Detective Marciano y Green Lantern (Hal Jordan). Pero se encuentra acosada por una atmósfera de xenofobia contra los “metahumanos”. Perry White lidera públicamente esa campaña como hombre de paja de Lex Luthor, que ha sido reelegido alcalde de Metrópolis. Un enloquecido Green Arrow, que quedó parapléjico tras un dramático combate contra Amazo y en el que también pereció Hawkman, acusa en una entrevista televisiva a sus antiguos compañeros de ser unos invasores alienígenas. 

 

Mientras tanto, uno tras otro, los superhéroes están siendo misteriosamente eliminados o capturados, incluyendo a la Patrulla Condenada y los Outsiders (ahora liderados por la antigua pareja de Green Arrow, Canario Negro). Un punto de inflexión se produce cuando, utilizando un arma devastadora, el Joker libera varios reclusos del Asilo Arkham. Batman llega al lugar acompañado de Robin y Batgirl, pero estos últimos son horriblemente torturados y asesinados por el villano con un Batman paralizado y obligado a contemplarlo. La intervención de Catwoman lo salva y ambos escapan, pero no sin que antes las cámaras de televisión capten a Batman rompiéndole el cuello al Joker (no queda muy claro si en defensa propia o por venganza). Esa imagen, sacada de contexto, exacerba aún más el odio contra los metahumanos y Bruce Wayne, traumatizado por la muerte de sus amigos, se recluye en la batcueva.

 

Gradualmente, la Liga descubre que se enfrenta a una vasta conspiración contra los superhéroes. Lex Luthor toma medidas drásticas para detenerlos enviando un ejército de robots voladores dotados de inmenso poder, los Liberadores. Sólo escapan Batman, Catwoman, Flash y Atom. Lois Lane, que apoya a los héroes, se cita en una base militar -en la que se hallan detenidos los metahumanos- con la doctora Lana Lang, que discretamente la orienta a Smallville, donde los Kents están acogiendo en secreto a fugitivos con poderes.

 

La aventura irá transcurriendo hacia su previsible pero emocionante final, con el descubrimiento del objetivo y responsable de la conspiración, la infiltración de algunos héroes en las instalaciones secretas, una gran batalla y la intervención final de un granjero amish que, naturalmente, resulta ser Superman y que se verá obligado a intervenir y exhibir públicamente sus poderes.

 

“El Clavo” está en las antípodas de los clichés y narración descomprimida de los comics de la época: es un concentrado de acción, épica y heroísmo dibujado de forma excepcional por un virtuoso del género. De hecho, podría decirse que esta miniserie se cuenta entre los mejores comics de Davis –lo que ya es decir mucho-. Es fácil comprender por qué Davis, como tantos otros autores con algo que contar, se siente cómodo en este contexto de “Otros Mundos”: al distanciarse de la mitología y continuidad clásicas, tiene libertad para reescribir a su gusto los personajes icónicos y sus hitos vitales. El resultado es una visión poco convencional y algo caustica de aquéllos.

 

Davis recupera deliberadamente la estructura de las primeras historias de la Liga de la Justicia en los años 60: el grupo descubre una amenaza de proporciones globales y se divide en equipos para combatir diferentes frentes de la misma antes de volver a reunirse para el clímax de la aventura. Y como anzuelo nostálgico para los lectores más veteranos, añade el bonus de utilizar las viejas versiones de algunos conocidos héroes. Así, Green Lantern es Hal Jordan y Flash es Barry Allen; incluso en un cameo de la Patrulla Condenada aparece la alineación original de ese grupo. Obviamente, leído este comic un cuarto de siglo después de su publicación esto ya no parece tan obviamente nostálgico porque DC se las ha arreglado para devolver al servicio activo a Hal, Barry, etc… pero en su tiempo “El Clavo” sí pretendió ofrecer un regreso a la Edad de Plata de los personajes.

 

Pero ojo, porque esta nostalgia hay que ponerla en perspectiva. Estamos ante una historia moderna con elementos oscuros y a veces incluso incómodos. Mueren personajes familiares y queridos, en ocasiones de manera particularmente cruenta, como es el caso de Batgirl y Robin –aunque se produce fuera de cámara, sigue siendo un momento impactante. La historia justifica ese exceso en particular dado que sus muertes causan un trauma en Batman que, probablemente, no podría haber sido provocado de ninguna otra manera.

 

“El Clavo” bebe en sus temas y elementos narrativos de los X-Men, pero también de otras obras seminales anteriores, como “Batman: El Caballero Oscuro” (1986), “Watchmen” (1986) o “Kingdom Come” (1996). En realidad, Davis había explorado ya este camino en algunas de las historias que hizo con Alan Moore en “Capitán Britania” en los años 80. Pero mientras que los trabajos mencionados (y otros similares que aparecerían después del que ahora comento) trataban de elevar el estándar del género en argumento y dibujo, Alan Davis se muestra menos ambicioso y, por tanto, evita caer en la pretenciosidad. Donde “Watchmen” utilizaba una trama de conspiración como excusa para describir un mundo futurista y el pasado y personalidades de los héroes que lo poblaban, aquí la investigación de una conspiración se convierte en el auténtico motor de la trama. Los héroes pasan casi todo su tiempo en uniforme, enfatizando el carácter épico de la historia –y perdiendo, eso sí, parte de su lado más humano-.

 

Puede caerse en la tentación de considerar “El Clavo” como una aportación menor, más modesta, en relación a sus ilustres predecesores, pero esa apreciación es injusta y no tiene en cuenta sus auténticos valores. El problema con “Kingdom Come” o “Watchmen” es que parecen estar demasiado interesados en transmitir “realidad” o “verosimilitud” con sus mundos alternativos y personajes torturados. En el entonces aún reciente “Kingdom Come”, por ejemplo, los metahumanos se distanciaban de la gente ordinaria hasta convertirse o bien en dioses inalcanzables o bien en amenazas letales. Casi parece que escritores como Alan Moore, James Robinson o Mark Waid se sientan intimidados por los superhéroes que ellos mismos imaginan. No es ni mucho menos el caso de Alan Davis. Él nos facilita la identificación con la humanidad de los héroes y los prejuicios que tienen que afrontar evocan los que existen en nuestra propia realidad. Pero no tiene la pretensión de crear un mundo “realista” –lo cual no es lo mismo que incoherente, ojo.- y tiene muy claro que su historia pertenece claramente a la sensibilidad y esquemas propios del comic book. Por ello, “El Clavo” es un comic de superhéroes más luminoso y cercano que otros intentos de insertar problemas del mundo real en el género.

 

Mientras que “Kingdom Come” (1996) ofrecía un vistazo al futuro del Universo DC, “El Clavo” opta por reinventar su pasado. Paradójicamente, es viendo un  mundo sin Superman lo que le da verdadero valor al emblemático personaje. Su ausencia permitió que Lex Luthor ganara las elecciones a la alcaldía de Metrópolis, Jimmy Olsen se transformó en un auténtico monstruo, Lois Lane ha pasado a ser una periodista independiente y contestataria, Lana Lang cómplice de terribles experimentos… Al ser una ciudad sin superhéroes –y orgullosa de ello-, Metrópolis es una urbe intolerante que vive bajo el yugo de un gobierno policial.

 

Davis sugiere asimismo que el mundo privado de los superhéroes está también perdiendo su equilibrio y brújula moral, permitiendo que entre sus filas cale la desconfianza y cierta prepotencia que les lleva a apartarse de los ciudadanos, descuidando las relaciones públicas y dejando el campo preparado para que los demagogos siembren la sospecha primero y la paranoia y el odio después. Eso es precisamente lo que Lois Lane le reprocha a Batman, quien siempre ha considerado más importante actuar que caer simpático. 

 

Pero es que es precisamente eso, simpatía, lo que inspira de forma natural Superman, el Buen Samaritano por excelencia, el más valiente de los valientes, protegiendo a su mundo adoptivo sin esperar nada a cambio. Sin el faro que es Superman, los otros héroes pierden brillo, parecen incluso monstruos, rarezas. El Hombre de Acero, según Davis, no es sólo el Superhéroe, sino un ejemplo, un guía. 

 

Pero, sobre todo, Davis sabe contar una historia. La trama va desarrollándose con interés, encadenando sorpresas y giros alrededor de un misterio central. Como guionista, a Alan Davis le gustan las historias engañosamente complejas que integran multitud de personajes, pero en ningún momento se tiene la sensación de desorden o confusión. La esencia de la historia es muy sencilla, pero entrelaza tantos personajes, escenarios, subtramas e interacciones que parece más complicada de lo que en realidad es.

 

No sólo sabe cómo enganchar al lector colocando a los héroes en situaciones verdaderamente apuradas, sino que le imprime a la historia un ritmo dinámico a base de escenas cortas, cambios de escenario y momentos de gran impacto. La identidad del conspirador se mantiene hábilmente oculta durante tres cuartas partes de la historia. Llega incluso a encajar el inicio de una subtrama sobre el estallido de una guerra cósmica entre los Nuevos Dioses y Apokolips que será ampliada años después en la secuela de esta miniserie, “Otro Clavo”, de la que hablaré en otra entrada. Es, en definitiva, un comic para gourmets del género de superhéroes. A veces la densidad de información y acontecimientos y el acelerado ritmo amenazan con apabullar al lector, pero de lo que no hay duda es de que es imposible aburrirse con este tebeo.

 

Y por si eso fuera poco, “El Clavo” tiene un dibujo prodigioso, pletórico de elegancia y energía. Davis, en pleno dominio de su talento y todavía con buenas reservas de entusiasmo por su trabajo, juega con las composiciones de página para obtener la máxima fluidez narrativa. También nos regala bastantes páginas viñeta con las que aumenta el dramatismo de un combate singular. Sin embargo, no abusa gratuitamente de este recurso y lo utiliza para darle a sus personajes su momento heroico especial. Algunas de las composiciones son también muy acertadas, como esa doble página-viñeta al comienzo del comic en la que se muestra una multitud vitoreando la reelección de Luthor como alcalde y que conforme nuestra mirada se desliza de izquierda a derecha pasamos de las caras sonrientes y felices a la ominosa presencia de la policía escondida tras unas armaduras de combate.

 

Y, por supuesto, es obligado citar y reconocer el mérito del entintador habitual de Davis, Mark Farmer, uno de los más hábiles de la industria y quien mejor ha sabido entender y potenciar su arte. El resultado de su colaboración nos vuelve a recordar lo importante de la complicidad y confianza entre dos artistas de comic que forman equipo estable, algo que en la mayoría de las ocasiones no permite la dinámica de la propia industria norteamericana.

 

El comic no es perfecto, pero las pegas que se le pueden poner son, en mi opinión, menores. Los diálogos son eficaces pero a veces poco verosímiles y carentes de frases memorables (debilidad que comparte con muchos de los guionistas importantes del género, que no parecen tener demasiado oído a la hora de dar a los personajes su propia voz). Se percibe también cierta semejanza entre todos los miembros de la Liga. No es que se traicionen sus personalidades, sino que no están lo suficientemente bien perfiladas y diferenciadas. Desde el punto de vista de la historia, hubiera sido quizá deseable un mayor esfuerzo de equipo en el clímax, así como la sensación de que Batman tenía un plan algo más sólido (después de todo, la trama está estructurada para que el lector se la pase esperando que el héroe de Gotham vuelva a la acción). Asimismo, hay ciertos agujeros de coherencia en esta realidad alternativa, por ejemplo: si Alec Holland –que aparece en un cameo- nunca se convirtió en La Cosa del Pantano, ¿cómo conoció Matt Cable a Abigail Arcane? Pero como digo, son pegas menores porque el comic se lee con gran fluidez, los giros funcionan y la revelación final es una sorpresa gracias a las pistas que a lo largo de la historia han ido diseminándose para confundir al lector.

 

“La Liga de la Justicia: El Clavo”, es un comic que bien podría calificarse de la quintaesencia del género de superhéroes. No sólo porque sabe comprender su espíritu en su vertiente más clásica e ilusionante, sino porque, siendo un trabajo muy personal ejecutado por un maestro, también ofrece entretenimiento de primer orden sin caer en manierismos ni pretensiones metafísicas o intelectuales.

 


1 comentario:

  1. Este me lo releí hace poco. Ha envejecido mucho porque es muy simplón. A. Davis sabe como mantener el interés pero sus finales son siempre flojísimos. En mi opinión no está entre lo mejor de lo que ha hecho como autor completo.

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