12 oct 2021

1973- EL MONSTRUO DE FRANKENSTEIN – Gary Friedrich, Doug Moench, Mike Ploog y Val Mayerik (1)


Antes de los años setenta del pasado siglo, en los comics habían podido verse vampiros, hombres-lobo, zombis y otras criaturas del mal, pero nunca como estrellas de sus propios títulos. La implementación del Comics Code Authority, en 1954, los exterminó rápidamente con su autocensura. Las cosas no empezarían a cambiar sustancialmente hasta 1971, cuando se relajaron oficialmente sus restricciones, como la especificada en la cláusula quinta: “No se utilizarán escenas que traten o estén relacionadas con muertos vivientes o tortura. Vampiros, demonios y hombres lobo se permitirán cuando se utilicen de acuerdo a la tradición clásica, como Frankenstein, Drácula y otros personajes literarios de alto nivel escritos por Edgar Allan Poe, Saki, Conan Doyle y otros autores de prestigio”.

 

Marvel, gracias a su historia sobre las drogas de “Amazing Spider-Man” 96-98 (1971) había sido clave a la hora de propiciar avances en el contenido de los tebeos. Pero los vientos de cambio ya habían empezado a soplar algo antes. En DC, el editor Joe Orlando tuvo un considerable éxito con sus títulos de misterio y suspense, “House of Mystery” y “House of Secrets”, donde se rozaban las barreras impuestas por el Código. Marvel, por su parte, ya había hecho incursiones en el terror sobrenatural con antologías como “Chamber of Darkness” (1969) o “Tower of Shadows” (1969).

 

Subiendo la apuesta, a comienzos de 1971, Marvel intentó sortear el Código con el lanzamiento “Savage Tales”, destinado a un lector más maduro y que, al tener un formato de revista en blanco y negro, quedaba fuera del ámbito del sello censor. Aunque la portada de aquel primer –y, durante dos años, único- número era una representación particularmente sangrienta del Conan de Robert E.Howard, la revista también incluyó la presentación del Hombre Cosa, una criatura vegetal grotesca que acabaría obteniendo su propia colección. El personaje fue creado por Roy Thomas como homenaje tanto al cuento “It” (1940) escrito por el famoso autor de ciencia ficción Theodore Sturgeon como al monstruo “The Heap” (1942), publicado por Hillmann.

 

La expansión de la línea “monstruosa” de Marvel que iba a producirse en breve no obedeció solamente a una efervescencia creativa necesitada de una válvula de escape o al impulso transgresor de las nuevas hornadas de guionistas y dibujantes. Lo cierto es que los comics de la editorial cada vez vendían menos. Seguía manteniendo su puesto preeminente en la industria, pero en previsión de un posible declive del género superheroico, parecía el momento adecuado de explorar nuevos territorios. Y el terror, que en el cine volvía a gozar del favor del público, era uno de ellos.

 

Y así, Stan Lee, amparado por la relajación en las directrices del Comics Code, decidió resucitar la idea de las revistas en blanco y negro. El anterior propietario de Marvel, Martin Goodman, decepcionado por la pobre distribución y malas ventas tanto de la mencionada “Savage Tales” como de “Spectacular Spiderman” (1968, con solo dos números) había dado carpetazo a esa iniciativa. Pero en 1973, Marvel tenía nuevos propietarios: Cadence Industries. Con Goodman fuera de la ecuación y pudiendo presentar como aval el éxito que estaban obteniendo las publicaciones de Warren o Skywald, Stan Lee fue capaz de defender que el mercado ahora sí estaba maduro para abrazar su frustrado proyecto. Y así, aparecieron en un corto espacio de tiempo durante 1973, cabeceras como “Dracula Lives”, “Monsters Unleashed”, “Tales of the Zombie” o “Vampire Tales” (además de resucitar “Savage Tales”), todas ellas mensuales y con 76 páginas de contenido.

 

Fue también un momento de relevo generacional en Marvel. Gracias a Roy Thomas, que sucedió como editor en jefe a Stan Lee, y en un momento de expansión del catálogo (la editorial trató de contrarrestar el descenso de ventas con una enloquecida huida hacia delante cuyo objetivo era publicar más títulos que la competencia y copar el espacio de los expositores), la vieja guardia fue paulatinamente sustituida por toda una serie de fichajes provenientes de fanzines. Ya no se trataba de veteranos profesionales con amplia experiencia que se tomaban sus encargos como un trabajo más, sino jóvenes entusiastas provenientes de todo el país que se habían criado con los comics de DC y Marvel y que conocían muy bien a sus personajes. Y no sólo había sitio para dibujantes, también para guionistas, como Steve Englehart, Steve Gerber, Marv Wolfman, Doug Moench, Len Wein, Gerry Conway, o Don McGregor.

 

Roy Thomas, además, fue también y en buena medida el principal responsable de la segunda ola de monstruos de Marvel en los setenta (los primeros habían sido esos extravagantes alienígenas que dibujaban Jack Kirby y Steve Ditko en los cincuenta y primeros sesenta), empezando por Morbius (1971) y continuando con el Hombre Lobo (1971), el Motorista Fantasma (1972), Drácula (1972), la Momia (1973), Blade (1973) y Frankenstein. Eran o bien personajes de nueva creación, o ajenos pero en el dominio público; y fueron insertados en el Universo Marvel, bien como villanos carismáticos, bien como trágicos antihéroes. Incluso la Bestia, el antiguo miembro de los X-Men, fue sometido a un cambio de aspecto convirtiéndole en un monstruo peludo.

 

Thomas, antiguo profesor de lengua en un instituto y enamorado de la literatura, había esperado poder escribir él mismo una traslación a los comics del Monstruo de Frankenstein. A diferencia de otras criaturas terroríficas, en esta ocasión la puerta de entrada no fue una de las revistas en blanco y negro o una antología en formato comic-book, sino nada más y nada menos que con un título propio cuyo primer número apareció en enero de 1973. Por desgracia para él, su ajetreada agenda de editor le impidió acometer el proyecto personalmente y, de mala gana, tuvo que delegar la tarea en el guionista Gary Friedrich y el dibujante Mike Ploog. Este dúo creativo había sido el responsable del éxito reciente de otro personaje “monstruoso”: el Motorista Fantasma, que se había presentado en “Marvel Spotlight” nº 5 (mayo 72), título donde tuvo un serial muy bien aceptado por los lectores (de hecho, obtendría su propia colección en septiembre de 1973).

 

Friedrich era conocido de Roy Thomas desde la juventud (ambos nacieron en Jackson, Missouri) y fue este último quien le contrató como guionista para Charlton Comics, donde, entre otras cosas, escribió “Blue Beetle” para el dibujante Steve Ditko cuando abandonó Marvel. Después, Thomas se marchó a Marvel y lo llevó consigo, encargándole los guiones de los comics del Oeste que la editorial estaba intentando revitalizar. Por desgracia, personajes tan venerables como Two-Gun Kid, Rawhide Kid o el Jinete Fantasma ya habían cumplido su ciclo y nunca llegaron a reconquistar el favor del público, así que Thomas emplazó a su amigo en los comics bélicos. Friedrich se pasó una considerable temporada aportando historias valientes sobre la guerra y la moralidad de los actos cometidos en ella para la tambaleante “Sargento Furia ysus Comandos Aulladores”. Su trabajo allí le haría merecedor de ocuparse también de “Capt. Savage and His Leatherneck Raiders” y “Combat Kelly and the Deadly Dozen”, todos de corto recorrido.

 

Aunque Friedrich también escribió historias para diversos superhéroes de la casa, no fue hasta que unió fuerzas con el dibujante Mike Ploog en el mencionado serial de “Motorista Fantasma” que empezó a llamar la atención de verdad. Después de eso, como he dicho, le cayó en las manos la colección de “El Monstruo de Frankenstein”.

 

Mike Ploog, según él mismo cuenta, se presentó un día en las oficinas de Marvel con unas páginas de muestra bajo el brazo, una historia del Oeste. Le despacharon pronto pero no mucho después, recibió una llamada sorpresa de Roy Thomas preguntándole si estaría interesado en dibujar un tebeo de terror. La respuesta, por supuesto, fue afirmativa y Ploog empezó inmediatamente a trabajar en el primer título de Marvel dedicado a un monstruo clásico: “Werewolf by Night” (el Hombre Lobo).

 

Ploog había empezado su carrera en la animación, trabajó de ayudante para una leyenda como Will Eisner (cuyo estilo le dejó una evidente marca) y realizó comics para las revistas de terror de Warren. Él mismo admitió que tenía todavía muchas carencias cuando empezó a trabajar en el comic del Hombre Lobo y aprender a dominar las formas de objetos básicos, como coches o muebles, demostró ser todo un desafío. Y eso se nota. Su estilo tenía un aire tosco, incluso inacabado (que, de todas formas, recordaba bastante al de algunos artistas de EC Comics) que no consiguió pulir hasta sus últimos trabajos para Marvel. Pero la mitad de sus dibujos que no estaban en el lado regular, eran verdaderamente notables. Sus figuras retorcidas se arrastraban por unas viñetas empapadas de atmósfera malsana cuyas esquinas a menudo quedaban ocultas en las sombras, sugiriendo horrores demasiado insoportables incluso para el renovado Comics Code. Junto a Gene Colan, Ploog fue el mejor ilustrador de terror de Marvel, tanto por su trabajo en el Hombre Lobo, el Motorista Fantasma y Frankenstein como en el Hombre-Cosa o la reconversión de la Bestia (el mencionado X-Men) en una suerte de simio peludo (“¡Siempre me ponéis a dibujar criaturas peludas!”, se le quejaba con sorna a Roy Thomas)

 

Aunque pueda defenderse con buenos argumentos que su mejor trabajo en Marvel lo realizaría para su posterior etapa en “Kull the Conqueror”, no hay duda de que en estos primeros números de “El Monstruo de Frankenstein” ya demostraba su valía. Ploog utilizó como guía para representar al protagonista una ilustración de John Romita, entonces director artístico de Marvel. Se trató de una decisión consciente por parte de la editorial de desviarse de la imagen icónica de la criatura que habían cimentado los films de terror de la Universal. A tal fin, Ploog le dio al monstruo una cara empática y expresiva que en nada recordaba a la imperturbable faz de Boris Karloff.

 

Ploog empatizó inmediatamente con el monstruo que debía dibujar, una criatura inocente que se movía por un mundo que desconocía, un forastero que lo contemplaba todo con los ingenuos ojos de un niño. De algún modo, tal y como él declaró, le recordaba a su propia experiencia cuando se mudó de una tranquila granja de Minnesota a la efervescente California de los cincuenta cuando tenía once años, tras el divorcio de sus padres. O, no hacía aún tanto tiempo, cuando se presentó, inseguro a más no poder, en las oficinas de Marvel con un portafolio hecho a toda prisa la noche anterior, temeroso de que gente como Barry Smith le dirigiera la palabra o intimidado cuando le presentaron a Bernie Wrightson, que, aunque menor que él en edad era ya un talento reconocido.

 

(Finaliza en la próxima entrada)

 

 

1 comentario:

  1. He sido un gran seguidor de Mike Ploog desde niño y me gustaría señalar que, para mí, su mejor trabajo sería la serie Terror en el Planeta de los Simios, dentro de la revista Planet of the Apes, si no fuera por las impresionantes páginas a lápiz de Los Espejos de Tuzun Thune para Kull.

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