10 sept 2017
1979- DAREDEVIL - Frank Miller (4)
(Viene de la entrada anterior)
Recuperando a Elektra, Miller presenta a La Mano en el número 174 (septiembre 81), una organización mercenaria de ninjas asesinos con elementos místicos. Fueron estos los últimos coletazos en Marvel de la fiebre por las artes marciales que, a raíz del éxito de Bruce Lee en los setenta, había producido comics como “Master of Kung Fu”, “Puño de Hierro” o “Deadly Hands of Kung Fu”. El propio autor era un gran aficionado a ese tipo de películas y los nunchakus, los sais, las katanas y los shuriken pasaron a formar parte integral de su Daredevil. El héroe ciego se convirtió asimismo en un poco ortodoxo artista marcial que combinaba golpes y patadas propias del kung fu con su habilidad acrobática y sus conocimientos pugilísticos. En este episodio, los ninjas recibían el encargo de asesinar a Murdock y Elektra, quien a pesar de su fría actitud todavía guarda espacio en su corazón para su antiguo novio, acude a rescatarlo. Miller intercala suspense y acción con el desarrollo de personajes mediante breves pero eficaces pinceladas y, así, vemos pequeñas pero definitorias escenas que incluyen a Kingpin, Foggy o el Gladiador.
Los ninjas y Elektra continuarán coprotagonizando los siguientes números, 175 y 176 (oct-nov 81), con la introducción de un superguerrero ninja, un gigantón misterioso y aparentemente indestructible. DD-Matt Murdock se ve atrapado en un triángulo amoroso entre Elektra y Heather, dos mujeres completamente diferentes en todos los aspectos. Por ejemplo, en su actitud hacia el protagonista: mientras que la primera se muestra fría e independiente, la segunda exhibe una dependencia sentimental que raya lo enfermizo; Elektra sabe en todo momento lo que debe hacer y no duda en llevarlo a cabo, mientras que Heather se retuerce en la duda y la indecisión. El propio DD no sabe muy bien qué hacer con Elektra y oscila entre intentar la reconciliación, rehabilitarla o castigarla por sus crímenes. Por si fuera poco, pierde su sentido radar debido a una explosión y se encuentra –en todos los aspectos- más ciego que nunca. Desesperado, emprende por los bajos fondos la búsqueda de su antiguo mentor, un temperamental ciego llamado Stick que le enseñó a dominar y controlar sus poderes.
El nº 177 (diciembre 81) es un viaje a la mente de DD de la mano de Stick, quien, en la mejor tradición de las películas de kung fu, lo somete a un despiadado tratamiento físico y mental para que conecte con sus complejos y miedos más íntimos y los venza. Miller vuelve a dar un paso más allá en la deconstrucción del personaje mediante la construcción de su pasado. Así, vemos cómo Matt le guarda rencor a su padre por obligarle a estudiar tanto, sigue teniendo miedo de los chicuelos que le pegaban al salir de la escuela, se arrepiente de haber salvado al anciano del accidente que le otorgó sus poderes y siente remordimientos por la muerte de su padre. Todos esos enemigos mentales, según Stick, son lo que le impiden recuperar el equilibrio mental que le permite acceder a su sentido radar y a los que debe vencer.
Por otra parte y simultáneamente, Miller va colocando las piezas para un nuevo arco argumental a desarrollar en los próximos episodios. Ben Urich descubre que el candidato a alcalde de la ciudad en las ya cercanas elecciones, Randolph Winston Cherryh, es en realidad un títere de Kingpin. J.Jonah Jameson, el director del Daily Bugle, accede a publicarlo aunque sabe que esto le acarreará consecuencias. Jameson era un personaje proveniente de la colección de Spiderman que casi siempre era retratado como un lunático consumido por su odio hacia el trepamuros, un amargado e insatisfecho individuo que anteponía sus prejuicios y obsesiones al trabajo periodístico. Miller, en cambio, lo presenta como un profesional responsable y preocupado por sus empleados, en concreto por Ben Urich. Jameson contrata al bufete de Nelson y Murdock para preparar la defensa ante una posible demanda como represalia a la publicación del artículo.
En el 178 (enero 82), las cosas se complican cuando Elektra es contratada como asesina de cabecera por Kingpin. Sabiendo que el caso que ha aceptado contra la mafia es peligroso Foggy acude a dos héroes de alquiler, Powerman y Iron Fist, para que ejerzan de guardaespaldas de su compañero Matt Murdock, al que, claro está, cree especialmente indefenso por ser ciego. Por supuesto, ello dará lugar a toda una serie de malentendidos más o menos ligeros (a Miller nunca se le ha dado muy bien la vis cómica), tono que no continuará, sino todo lo contrario, en el siguiente episodio, el 179 (febrero 82), titulado “Ensartado” (la trama con Power Man y Iron Fist, no obstante, tendrá su final en la colección de aquéllos, concretamente en su número 77).
Narrado desde el punto de vista de Ben Urich, este episodio es otra demostración de lo bien que manejaba Miller tanto la caracterización como la fusión del género negro con el superheroico. En una intensa escena de apertura, Urich se entrevista en un cine con un confidente de Kingpin acerca del candidato corrupto, Cherryh. Entonces, el soplón es acuchillado por detrás, sin que nadie más que Urich se de cuenta, por Elektra, que amenaza al periodista con correr la misma suerte si continua investigando. Luego siguen dos páginas ambientadas en las desiertas oficinas en penumbra, un espacio que se pierde al infinito y que subraya la soledad de Urich. Éste será quien descubra a Vanessa, la esposa de Kingpin a la que todo el mundo daba por muerta, deambulando como un zombi por los laberintos subterráneos de la ciudad.
Ben Urich es quizá el personaje más centrado y moral de toda la colección. Aunque miope y físicamente frágil, su agudeza y perseverancia, ya lo vimos, le habían llevado a descubrir que Matt Murdock y Daredevil son la misma persona, pero acaba tomando la decisión correcta: renunciar al premio Pulitzer por su investigación a cambio de que Daredevil pueda seguir haciendo su trabajo y salvar vidas inocentes. Prueba del cariño que Miller había tomado por el personaje es que este episodio le esté dedicado casi en exclusiva. Urich es un buen hombre que se esfuerza por hacer bien su trabajo. No tiene poderes especiales ni adiestramiento de combate y aunque tiene arrestos para llevar adelante sus pesquisas, también es presa del miedo al verse en peligro. Otro detalle que lo llena de humanidad es la tierna relación que comparte con su mujer, algo que nos muestra una inusual página en la que ambos van a compartir un momento de intimidad sexual cuando suena el teléfono y él debe salir para atender su trabajo. Esta atención por la vida doméstica de los personajes es otro de los aspectos que elevaba a “Daredevil” por encima de otros títulos superheroicos.
El episodio se aproximaba a su final con otro combate entre Daredevil y Elektra, una secuencia llena de acción, ritmo y violencia que deja claro que la asesina es pero que muy capaz no sólo de enfrentarse al héroe, sino de vencerle. Y el remate es una brutal página en la que Elektra atraviesa con su sai a un aterrorizado e indefenso Ben Urich. El arco argumental sobre la corrupción política en las elecciones llega a su final en el nº 180 (marzo 82), una historia de degradación física y mental que transcurre semanas después del último capítulo. Ben Urich, ya recuperado, ha entendido el mensaje y decide abandonar la investigación…o mejor dicho, toma un desvío, puesto que pone a DD sobre la pista de Vanessa. El héroe desciende a las alcantarillas para buscarla y devolvérsela a Kingpin a cambio de que retire a Cherryh de la carrera electoral y lo entregue a la justicia. En ese submundo urbano el héroe se topará con un ejército de seres deformes liderados por un grotesco villano, una suerte de reflejo del Kingpin de la superficie, más monstruo que humano (un modelo sobre el que Miller volvería una y otra vez en su carrera, desde “Ronin” a “300” pasando por “Dark Knight”). Vanessa resulta ser la gran debilidad del gran enemigo, aquel aspecto de su vida que lo humaniza y por el que está dispuesto a cualquier cosa. La tierna relación entre el villano y su esposa sería el centro temático de una excelente novela gráfica “Daredevil: Amor y Guerra” que Miller escribiría y Bill Sienkiewick ilustraría cuatro años después.
Aparte de encontrarnos de nuevo a Daredevil enfrentado a un dilema moral que le lleva, otra vez, a pactar con su peor enemigo, lo que llama la atención aquí es el tratamiento que recibe Vanessa. Lo que le sucede anticipa lo que Miller le hará a Karen Page en la saga “Born Again”. En aquellos años, a los lectores les encantaban este tipo de giros radicales e inesperados en personajes ya muy conocidos, pero con la perspectiva que nos da el tiempo, hay quien los ve como una cosificación de la mujer. A pesar de que había superheroínas con poderes mucho más llamativos de lo que había sido habitual años atrás hasta el punto de igualar o incluso superar a sus colegas masculinos, ese avance quedaba neutralizado por la insistencia en mostrarlas con cuerpos exuberantes y uniformes que eran poco más que lencería sexy. Todo ello iba dirigido a encandilar a los lectores adolescentes, el tipo de clientes que acudían regularmente a las tiendas de comics y convenciones (donde podían verse a la venta ilustraciones de aficionados representando a heroínas en posiciones “comprometidas”, algo que luego se institucionalizó y profesionalizó en comics como “Lost Girls” de Alan Moore). Aunque eran más que capaces de narrar buenas historias, muchos artistas del comic no encontraban en sí mismos el enfoque que pudiera abrir el género superheroico a todos los sexos y rangos de edad. En cambio, preferían regodearse en sus propias y soterradas fantasías adolescentes. Fue una lástima que el comic-book americano acabara víctima de este enfoque lúbrico porque cerraron la puerta a nuevos lectores que hubieran podido revitalizar el género y, por extensión, toda la industria.
Mientras tanto, Frank Miller se esforzaba no sólo por depurar su técnica narrativa, sino por innovar en el ámbito de los superhéroes. Al comienzo de su etapa en Daredevil, utilizaba los recursos tradicionales del género: globos de pensamiento y cuadros de texto escritos en tercera persona por un narrador omnisciente. Sin embargo, su opinión era que el comic-book era un formato en el que sobraban palabras, algo que fue especialmente cierto en los setenta, cuando los guionistas de Marvel y DC llenaban las páginas –quizá intentando compensar el escritor frustrado que llevaban en su interior- de cuadros de texto, soliloquios y pesados diálogos. Miller, en cambio y tras estudiar los comics japoneses de samuráis, decidió apoyar la narración de Daredevil todo lo posible en las imágenes y dejar que el lector hiciera la mayor parte del trabajo de interpretación. Como preparación a este salto creativo, realizó un experimento: escribir y dibujar una historia corta sin ningún texto de apoyo ni globos de pensamiento. Aquellas diez páginas en blanco y negro protagonizadas por Elektra fueron publicadas en la revista “Aventuras Bizarras” nº 28 (octubre 1981). En los meses siguientes, Miller fue “limpiando” la colección regular de Daredevil reduciendo el texto y dejando que los argumentos se desenvolvieran gracias a las imágenes. También empezó a sustituir la narración en tercera persona por otra en primera.
En 1982, Marvel Comics subía como la espuma. No sólo estrenó nuevas oficinas en Park Avenue, sino que sus ventas aumentaron casi un 20%. Y, gracias al nuevo sistema de royalties promovido por Jim Shooter, se repartió entre los creadores dos millones de dólares en bonus. De hecho, toda la línea de comics de Marvel se estaba vendiendo tan bien que todos los autores recibieron ese plus: ningún título vendió menos de los 100.000 ejemplares que marcaban el límite inferior para obtenerlo. Como era de esperar, la colección más vendida era “Uncanny X-Men”, que vendía una media mensual de 313.000 copias. Los otros títulos que superaban los 200.000 ejemplares por número eran “Amazing Spider-Man”, “Cuatro Fantásticos”, “Los Vengadores” y “Star Wars”. Pero el título cuyas ventas se incrementaron de manera más espectacular fue el “Daredevil” de Frank Miller, que de los 130.000 ejemplares por número en 1981 pasó a 180.000 en 1982.
El impacto que estaba causando Daredevil se explica perfectamente por números como el 181 (abril 82), con el que la colección ofreció uno de los momentos más sobrecogedores de la historia de la editorial. Este número extra de 38 páginas comienza de una manera difícilmente mejorable: una página viñeta impactante tomada desde el punto de vista de un francotirador y en la que se ve reventar la cabeza de Daredevil, con un chorro de sangre que sale disparado desde su cráneo enmarcado por la mirilla de un fusil. Para alivio del lector, esa imagen resulta ser una fantasía de la retorcida mente de Bullseye, ahora cumpliendo pena en prisión. Es él quien, desde su mente de asesino psicópata, nos narra la historia, explicando –que no justificando- su comportamiento violento y sanguinario. Dejando atrás un reguero de cadáveres, Bullseye escapa de la cárcel e intenta recuperar su perdido puesto de asesino de cabecera a sueldo de Kingpin, ahora ocupado por Elektra. Y, ¿qué mejor manera de demostrar su cualificación que asesinando a ésta?
Bullseye encuentra a Elektra y, tras una extensa escena de combate que se extiende cuatro páginas, el primero rebana el cuello de su oponente con un naipe y a continuación la apuñala salvajemente con su propio sai. Es una imagen brutal que en su momento aún lo debió parecer más. Recurriendo a sus últimas fuerzas, chorreando sangre oscura de sus heridas, Elektra se tambalea por las calles de Manhattan hasta la casa de su antiguo amor, Matt Murdock…y muere en sus brazos. Ese detalle y una posterior investigación revelará a Bullseye que Murdock es, efectivamente, Daredevil, una información que transmitirá a Kingpin y que tendrá su crucial efecto años después, cuando Miller vuelva a la colección tras haberse marchado a DC.
Daredevil, enfurecido como nunca antes, persigue a Bullseye, combate con él y lo deja caer al vacío, mandándolo al hospital con la columna vertebral rota, una lesión que equivale a la herida emocional que el héroe experimenta. Y es sólo al final cuando el lector se topa con el principal giro de la historia: Bullseye ha estado narrando todo lo anterior desde la cama de hospital en la que se halla paralizado del cuello para abajo e incapaz de articular palabra.
En el número 169, Daredevil había dejado vivir a Bullseye, rescatándolo inconsciente de las vías del metro ante la recriminación del teniente de policía Manolis. Pero ahora es un hombre diferente. El reencuentro con Elektra lo cambió todo…y su muerte vuelve a trastocar su vida. Ya no le queda compasión y sabe lo que debe hacer con Bullseye. En la viñeta inmediatamente anterior a que suelte su mano y lo deje caer, quizá para no sufrir una previsible censura, Miller hizo que el villano, llevado por su odio, hiciera un último intento de apuñalar al héroe, pudiendo de esta forma interpretarse que Daredevil no tenía más remedio que soltarlo. Pero el lector maduro –y el propio Miller- sabe que no es así, que Daredevil lo soltó adrede, ejerciendo de juez y verdugo.
Fueron momentos tan impactantes como los narrados en este número los que pusieron de manifiesto el tipo de conflictos que Miller había sembrado en su protagonista, conflictos, por otra parte, inherentes al propio personaje pero nunca tan explícitamente descritos. Desde sus inicios en los sesenta, Marvel se había distinguido por abrumar a sus héroes con todo tipo de problemas, pero Miller fue un paso más allá. Por una parte, Matt Murdock no sólo es un brillante abogado sino que cree firmemente en la validez y justicia del sistema legal establecido. Pero por otra, su alter-ego, Daredevil, opera al margen de ese mismo sistema, guiándose no por la ley, sino por la justicia y la compasión por las víctimas del crimen. Esa contradicción es una herida en la que Miller hurgaría una y otra vez, enfrentando al personaje a auténticos dilemas morales y éticos que ponían en entredicho sus motivaciones: su amor por Elektra o su odio por Bullseye pueden más que su respeto por la ley; pacta con Kingping para salvar a un inocente pero al mismo tiempo debe recuperar sus valores cuando se enfrenta al Castigador, alguien quien carece de sus titubeos y doble moral a la hora de luchar contra el crimen.
Fue este episodio 181 el que se convirtió en la base para el argumento de la película sobre el héroe que se estrenó en 2003 y con la que se intentó recrear la vertiente más oscura del trabajo de Miller en la colección, hasta el punto de que se trasladaron algunas escenas de manera literal. Sin embargo, al carecer el film del trabajo que durante meses había ido permitiendo caracterizar a los personajes, dar forma a su particular universo y aumentar progresivamente la tensión, el director sólo pudo ofrecer una insatisfactoria y superficial sombra de lo que los aficionados habían podido disfrutar en el comic.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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