13 mar 2017
1994- DIARIO DE UN ÁLBUM – Dupuy y Berberian
¿Cómo se produce un comic? ¿Los dibujantes y guionistas nacen o se hacen? ¿De dónde sacan sus ideas? ¿Su creatividad es fruto de la genialidad o del duro trabajo? ¿Cuánto de ellos mismos vierten en sus historias? Son preguntas que todo aficionado se ha hecho alguna vez y a las que cada creador responderá de una forma diferente. En el caso de Dupuy y Berberian, además, esas respuestas son más complejas porque ambos trabajan juntos en los principales aspectos creativos de cada uno de sus álbumes: escritura, planificación, montaje, dibujo, entintado...
De su principal obra conjunta, “El Señor Jean”, ya hablé en una entrada anterior, por lo que no me extenderé más sobre ello. Es, eso sí, una serie que –al menos hasta su tercer episodio- es necesario leer para entender el álbum que ahora voy a comentar; un álbum muy inusual, tanto en su formato y producción como en sus metas. Supone, también, una ruptura respecto al habitual sistema de creación de sus autores. En lugar de dibujar y escribir a cuatro manos, cada uno de ellos se ocupa aquí de sus propias historietas.
El contenido es asimismo heterodoxo, puesto que Dupuy y Berberian trataron aquí de documentar sus respectivos procesos creativos a la hora de abordar lo que iba a ser su mencionado tercer álbum de “El Señor Jean”, titulado “Las Mujeres y los Niños Primero” y publicado en Francia en 1994 por Los Humanoides Asociados. No sólo quisieron revelar los pecadillos de la profesión y algunos de los problemas, recelos e intrigas editoriales que pueblan ese reducido mundillo, sino abrirse verdaderamente a los lectores de un modo muy personal, mostrando las turbulencias de sus vidas privadas, la relación con sus esposas y la amistad mutua que les une ambos, confesar sus temores, inquietudes y frustraciones, la forma en que les afectan los comentarios ajenos y la incomprensión del público, la amenaza de la cotidianidad y la rutina sobre la creatividad….Todos los aspectos que, en fin, acabaron de una forma u otra pasados por un filtro y plasmados en esa entrega de “El Señor Jean”.
“Paridas”, escrito y dibujado por Charles Berberian, sirve de introducción al álbum. Una anécdota banal e intrascendente con un taxista pero narrada de forma muy divertida es seguida de una reunión literaria en un campamento de verano en la que el dibujante decide tomar parte. Allí nos enteramos de la forma en que ambos autores se conocieron, la forma que tienen de trabajar y la incomprensión o incluso indiferencia a la que, como creadores de un medio “marginal” como es el comic, tienen que hacer frente.
“Confesiones de un eterno adolescente”, también escrito y dibujado por Berberian, nos lleva a París. Tras el interludio campestre de la primera parte, el autor trata de concentrarse en el trabajo, pero sucumbe continuamente a las tentaciones de salir de compras para satisfacer su bulimia de discos y libros, una manía que justifica por su ansia de retener de algún modo los recuerdos de una infancia que transcurrió en Irak y Líbano. Mediante sus ensoñaciones diurnas –muy parecidas a las que experimenta el señor Jean- en las que conversa con una versión infantil de sí mismo, nos revela rasgos no siempre positivos de su personalidad y carácter: se nos describe como disperso, impulsivo y dividido entre su obligación de comportarse como un adulto maduro y su deseo de aferrarse a la adolescencia.
Dupuy toma las riendas en el siguiente capítulo, “Lunes, 23 de agosto de 1993”. Angustiado por la falta de ideas a la hora de abordar tanto el Diario como el tercer volumen del señor Jean, Dupuy se debate entre el sentimiento de inferioridad respecto a su compañero, las dudas que le generan los comentarios de sus colegas, el bloqueo creativo, las ocurrencias insatisfactorias…y la muerte de su madre. En el pasaje siguiente, “Señor Jean: Las mujeres y los niños primero”, una diferencia artística con Berberian sobre un detalle insignificante del álbum que ambos están preparando lleva a Dupuy a una reacción exagerada y a una reflexión sobre su obsesiva relación con sus peluqueros.
“El año pasado” nos cuenta el dilema de los autores acerca de si conceder la publicación de su Diario a Los Humanoides Asociados (que ya venían editando la serie de “El Señor Jean”) o a La Asociación, una pequeña editorial especializada en obras pequeñas y atípicas y con la que tenían una mayor sintonía artística y personal (esta última sería la que se llevaría el gato al agua. En España el comic fue editado por Planeta DeAgostini). Por otra parte, Dupuy trata de avanzar en su trabajo enfrentándose a todo tipo de problemas ajenos al creativo: una vecina trastornada que le impide dormir, los problemas de salud de sus padres, una crisis matrimonial con su esposa Tessa y la muerte trágica de una sobrina. Dupuy se encuentra sumido en una crisis vital: no puede digerir que ya ha sobrepasado los treinta años, que no puede seguir viviendo como algún tiempo atrás y que debe madurar y decidir lo que verdaderamente quiere. Finalmente, sanará sus heridas, se reconciliará con su vida y aprenderá a reconocer sus demonios y a enfrentarse a ellos –aunque, eso sí, sin garantías de éxito-.
Berberian firma las siguientes catorce páginas, recogidas bajo el título de “Batman”, y donde se nos cuenta cómo los autores, con el álbum de El Señor Jean ya prácticamente terminado, se enteran de que la editorial, Humanoides Asociados, está experimentando serios problemas financieros que amenazan con paralizar la aparición de aquél. Berberian trata de recuperar la inspiración y el optimismo interiorizando el pasaje de un libro, reconciliando así su deseo íntimo de escribir y dibujar con la vertiente más comercial y más detestada por él pero que es la que le permite ganarse la vida. Las doce páginas finales de “Diario de un Álbum”, dibujadas por Dupuy, ilustran el desagradable frenesí que supuso para ambos autores la terminación y publicación de aquél álbum: la editorial atrapada en una lucha legal y su fondo de publicaciones congelado, un incendio que devora el almacén de aquélla, la incapacidad del colorista habitual para enfrentarse a su trabajo y la necesidad de encontrar otro nuevo, el descubrimiento de que se está utilizando material dibujado por ellos sin su autorización…
Es cierto que “Diario de un álbum” adolece de cierta dispersión, pero ello obedece a su propio planteamiento de base. Para empezar, se trata de una obra de metalenguaje, inclasificable y arriesgada en el que los autores dan un paso atrás y se contemplan a sí mismos, su trabajo y su entorno con mirada crítica, incluso burlona, mezclando realidad y fantasía. Es, también y al mismo tiempo, una autobiografía, un diario y una meditación sobre el proceso creativo.
Por otra parte, ambos autores, en lugar de trabajar juntos y compenetrados como es lo habitual en ellos, desarrollan según su propio criterio, con un estilo suelto, rápido y espontáneo, los episodios de sus respectivas vidas inmediatamente anteriores y simultáneos a la creación del álbum del señor Jean y que ellos creen han sido más relevantes. En este sentido y aunque publicado de forma conjunta, es un trabajo individual, muy personal…y también desigual. Por un lado, Berberian tiende más al humor ligero y simpático, la autoparodia y la ensoñación. Aparte de algunos placeres culpables, cierto sentimiento de inferioridad por la profesión que ejerce y la propensión a aferrarse a su niñez, su vida parece relativamente idílica. Los capítulos de Dupuy, en cambio, son más introspectivos y ácidos. Nos ofrece una visión más profunda, clara y honesta de sí mismo a la hora de relatar sus crisis existenciales, los bloqueos creativos, la agitada relación con quienes le rodean (su mujer Tessa y su amigo Berberian, con quien se plantea seriamente romper su asociación) y los vaivenes entre la euforia y la depresión que van marcando su vida, todo ello producto de sus complejos e inseguridades: miedo a envejecer, miedo a no tener el suficiente talento, miedo a asumir compromisos... En un momento determinado esa turbulencia emocional se traslada incluso a la narrativa gráfica, rompiendo la monótona composición de seis viñetas por página para ilustrar la angustia que le invade. Además, su línea, más rotunda que la de Berberian, irá mutando, oscureciéndose y difuminándose al compás de sus cuitas personales, mientras que la de su compañero Berberian mantiene un aspecto más homogéneo, ligero y luminoso.
Los diálogos son verosímiles; las situaciones extraídas de la vida misma y pasadas por un filtro de ironía y aderezadas con una pizca de fantasía, hay humor pero también drama e incluso tragedia. A pesar de tratarse de un álbum con un alto contenido emocional en ningún momento se cae en el histrionismo o el sentimentalismo. Como sucede con “El Señor Jean”, ambos autores saben mantener sus confidencias y tono general dentro de los límites precisos para que el lector no se sienta un simple voyeur. No es fácil exponer ante una legión de desconocidos las intimidades sentimentales, las inseguridades y los defectos. Hay que reconocerlos, aceptarlos y luego elegir la mejor forma de exponerlos sin caer en la autocompasión o la vanidad.
En resumen un álbum modesto pero plenamente sincero y, por tanto, valiente, que nos da una nueva perspectiva acerca de lo que se esconde tras las viñetas que tanto disfrutamos y con el que se sentirán identificados todos aquellos que saben lo difícil que resulta la labor creativa.
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