8 dic 2015
1994- POWER AND GLORY – Howard Chaykin
En 1992, un grupo de ocho autores descontentos con el trato que recibían por parte de Marvel en lo que a ingresos por royalties se refería, deciden crear Image Comics. Fue el comienzo de un terremoto en el mundo del comic book que atrajo a muchos otros autores y dejó a las grandes editoriales en una situación difícil.
Pero lo cierto es que Image –al menos durante sus primeros años y hasta una posterior diversificación- no aportó nada desde un punto de vista estrictamente creativo. Sus comics tenían un fenomenal éxito comercial, sí, pero ello se debía a un movimiento especulativo que terminaría por reventar. Los títulos que publicaba favorecían la espectacularidad vacía por encima de la pericia artística –ya fuera literaria o gráfica- y sus páginas contenían poco más que figuras masculinas hipermusculadas y femeninas con pechos y curvas imposibles.
Uno de sus principales críticos fue un autor que en su momento también había sido considerado como el “enfant terrible” de los comics: Howard Chaykin. Él mismo había originado en los ochenta pequeñas revoluciones en la industria con obras como “American Flagg”, “La Sombra” o “Black Kiss”, pero a pesar de que sus comics siempre tuvieron mayor calidad narrativa que cualquiera de aquellos títulos fundacionales de Image y que así se le reconociera desde la crítica, nunca recibió la misma recompensa financiera que, por ejemplo, Todd McFarlane o Jim Lee, convertidos en millonarios gracias a unos comics de escasa calidad. De hecho, desilusionado con el mundo del comic, Chaykin, que se había mudado a California a mediados de los ochenta, pasó buena parte de la década siguiente dedicado a escribir guiones para televisión –actividad de la cual acabó teniendo una opinión igualmente pésima-.
Chaykin había descrito a las colecciones de Image como “comics de poses” o “trading cards” y ver que esos personajes protofascistas, de escasas luces, malencarados y exageradamente sexuados estaban apoderándose de un género en el que él había desarrollado parte de su carrera, le llevó a escribir y dibujar una miniserie de cuatro números publicada originalmente por la editorial Bravura bajo su sello Malibú, “Power & Glory”, en la que satirizaba la figura del superhéroe. No era algo nuevo en él. En sus últimas obras ya había realizado revisiones personales del concepto heroico teñidas de cinismo e histrionismo, ya fuera en el ámbito de la ciencia ficción (“American Flagg”, “Twilight”), el pulp (“La Sombra”) o el comic bélico y de espionaje (“Blackhawk”). En esta ocasión, sin embargo, adoptó un enfoque diferente, contemplando al superhéroe –y, por extensión, a todo el género- como una siniestra fantasía de tintes fascistas bajo la que se esconden ansiedades, debilidades y neurosis.
La historia cuenta los desesperados esfuerzos de un ficticio organismo de espionaje gubernamental, la Agencia Nacional de Inteligencia (NIA), dirigida por el sibilino Malcolm LeStrange, para crear un auténtico superhéroe americano. Literalmente. Por desgracia, el candidato que fisiológicamente resulta idóneo –los otros tres sufren dolorosas mutaciones y trastornos mentales- es Allen Powell, un agente de la NIA superficial, egocéntrico y cobarde con un terror patológico por las enfermedades. Esta obsesión por el contagio no hace sino agudizarse tras las modificaciones biológicas a las que es sometido, por lo que cuando tiene que intervenir, ya en su nueva identidad superhéroica bajo el nombre de A-Pex, en una misión de campo, el suceso acaba en un sonado fracaso. Temiendo perder su empleo, LeStrange recurre a un plan alternativo.
Michael Gorsky, un agente de la NIA tan eficiente como amargado, había sido la segunda opción para el experimento A-Pex y, a regañadientes, accede a adiestrar al ya superpoderoso Powell. Ahora es de nuevo manipulado por su arribista futura exesposa Avis Cutlett–de la que sigue enamorado en virtud de una enfermiza vena masoquista- para encargarse del verdadero trabajo “heroico” de A-Pex. Así, Powell se convierte únicamente en la fachada del proyecto, apareciendo en los programas televisivos, ejerciendo de celebrity y prestando su imagen a innumerables productos de merchandising.
Con tantos individuos inestables en juego, no es extraño que semejante castillo de mentiras empiece pronto a desmoronarse. Avis empieza a acostarse con Powell hasta que éste se cansa de ella y la abandona por la estrella mediática Belladonna. Para complicar aún más las cosas, entra en escena Jean-Paul M´butu, jefe de gobierno de una isla caribeña, estrella del rap y traficante de drogas. Mantiene una relación estrecha –en realidad casi familiar- con LeStrange (a quien llama “Tío Malcolm”) y cuando Powell y Gorsky empiezan a interferir con sus operaciones criminales, decide eliminarlos.
Uno de los temas recurrentes en la obra de Chaykin es la relación que establece entre el fascismo y los comic-books, incluyendo claro está, el género de los superhéroes. De hecho, en algunas entrevistas ha afirmado que el fascismo –no sólo como ideología, sino incluso en su estética e iconografía- anida en el corazón del mundo de los superhéroes ya fuera ésta la intención original de sus autores o no. “Power & Glory” es, precisamente, una defensa de esa teoría.
El gobierno americano –a través de la infame NIA- construye una fantasía protofascista de heroísmo, valor y supremacía encabezada por un superhéroe, A-Pex. Esa fantasía se filtra a la sociedad a través de los periodistas y los medios de comunicación de masas. Como ocurre en la realidad –y entre muchos lectores de comics de este género-, ésta es demasiado compleja como para entenderla con facilidad y poder separar nítidamente lo que es el bien y lo que es el mal. Así que lo mejor es delegar en la figura del superhéroe y abandonarse a la burda simplificación que propone la fantasía que representa. “Power & Glory” describe este mecanismo y las mentiras y manipulaciones que se esconden tras la fachada de brillantes uniformes y heroicas gestas.
En la historia, el gobierno americano ha abandonado sus intentos de competir con China, Alemania y el resto del mundo en la producción de bienes de consumo, y dedica entonces sus energías a aquello que siempre se le ha dado bien: la fabricación de una fantasía nacionalista. Para ello, como he explicado, los científicos convierten a Powell en A-Pex, quien a través de sus intervenciones (falsas y manipuladas pero no por ello menos espectaculares) llena de orgullo los corazones del americano medio. Michael Gorski explicita la conexión entre superhéroes y fascismo cuando se queja a LeStrange: “Afróntelo. El mundo real no es un maldito comic-book. Pero usted tenía que tener su Ubermensch…una solución de fantasía a problemas auténticos”.
A-Pex es inicialmente un tremendo éxito, pero por supuesto hay problemas tras las bambalinas. Gorski y Allan Powell se odian. El primero es otro clon masculino del prototipo mil veces utilizado por Chaykin: cabello oscuro, zurdo y judío, pero también mojigato y romántico respecto a sus propios ideales.
Por el contrario, Powell es un arquetípico ario, rubio y con ojos azules, pero también amoral, narcisista y sociópata cuyas motivaciones para presentarse al proyecto A-Pex nada tienen que ver con la gloria de América: está aterrorizado ante la perspectiva de contraer el sida o cualquier otra enfermedad de transmisión sexual hasta el punto de que no soporta que le toquen (tal y como se muestra claramente en una escena con dos prostitutas en el primer número) y se presenta voluntario al experimento porque éste le hará inmune a todo daño físico. Pero da lo mismo, porque sus trastornos son mentales, y cuando por fin se convierte en un superhombre, sigue sintiendo pánico a ser herido, viéndose incapaz de intervenir físicamente en las misiones, momento en el que Gorski ha de asumir el papel de “héroe en las sombras”.
El contraste entre el físico hiper masculinizado de Powell y su incapacitante terror a las enfermedades constituye una sátira de ese enfoque del comic de superhéroes que combina la celebración de la virilidad física con un nacionalismo simplista. Además, la figura del supersoldado, del defensor varonil y perfecto de la patria, es uno de los iconos alrededor de los cuales se construía la propaganda nazi y fascista de los años treinta. A través de Powell, Chaykin se ríe de las ansiedades y neurosis que subyacen en ese tipo de fantasías.
A pesar de su increíble poder, el supuesto superhéroe huye siempre que cree correr riesgo de contagio o cuando se enfrenta a una situación que, en su neurosis, puede amenazar el ideal de masculinidad que encarna. Cuando una mujer a la que persigue como parte de su primera misión resulta ser en realidad un travesti, su única reacción cuando aquél se aproxima es darle un manotazo que, con su fenomenal fuerza, le rompe el cuello. Semejante despliegue de violencia y cobardía, sin embargo, es aplaudido por el pueblo americano, que prefiere creer la fantasía que se le ofrece. Vanessa Cheng, periodista de “Televacía”, es una profesional de ética despreciable cuyo único objetivo es destapar escándalos para acumular fama y convertirse en guionista de Hollywood. A través de ella, A-Pex se convierte en un fenómeno de masas.
Mediante el personaje de Vanessa Cheng, la insoportable Belladonna –una suerte de actriz-cantante-celebrity- y el recurso narrativo de utilizar viñetas como pantallas de televisión que ofrecen múltiples aspectos de una cuestión de forma rápida y fragmentada –exactamente el efecto que se consigue con un zapping-, Chaykin ataca con más bilis que ironía a los medios de comunicación de masas –desde el periodismo pretendidamente serio a la telebasura pasando por los talk-shows-y la cultura popular en general con su afán simplificador y obsesión por el reduccionismo a objetos susceptibles de vender pero carentes de utilidad.
Howard Chaykin realizó “Power & Glory” mientras trabajaba realizando los guiones de una serie de televisión llamada “Viper”, lo que, según el mismo ha declarado, demostró ser una decisión desastrosa. Tenía que viajar frecuentemente, corregir guiones de otros colaboradores, participar en conferencias y escribir, lo que totalizaba alrededor de ochenta horas semanales de trabajo. Durante un año, ni siquiera tuvo tiempo de ver a su pareja. Por tanto, muy motivado tuvo que estar para, además de todo lo anterior, comprometerse a escribir y dibujar la miniserie que comentamos y en la que había de trabajar levantándose a las cuatro de la mañana. Reduciendo durante seis meses sus horas de sueño a tan solo cuatro, consiguió entregar entre 25 y 30 páginas al mes.
Ese enloquecido ritmo de trabajo tenía inevitablemente que pasar factura en el resultado final de la miniserie aun cuando Chaykin trabajaba con un ayudante. Algunos de los defectos son ya marca de su estilo, como su tendencia a utilizar siempre los mismos arquetipos físicos. Michael Gorsky en particular, es hermano gemelo de su Dominic Fortune, Reuben Flagg de “American Flagg”, el Lamont Cranston de “La Sombra”, Janos Prohaska de “Blackhawk” o Cass Pollack de “Black Kiss”, lo cual resulta algo cargante. Ello además resta pegada a la pretendida sátira por contraste entre Powell y Gorsky, puesto que éste, aunque no es rubio ni de gran estatura, tampoco puede decirse que tenga un aspecto poco fotogénico.
Asimismo y como suele pasar en el caso de muchos autores, Chaykin invierte la mayor parte de sus energías en el planteamiento de la historia, perdiendo el interés hacia el final. Como el mismo afirmó, “Power & Glory” nació con la intención de ser vendida a algún estudio o productora televisiva y en este sentido resulta evidente que Chaykin puso cuidado a la hora de presentar a los personajes, las situaciones y la trama en general. Pero una vez que todas las ideas estaban ya puestas sobre la mesa, desarrollarlas hacia una conclusión satisfactoria era algo que o bien no tenía tan claro o bien le aburría. El resultado es que el último número es claramente inferior a los anteriores en todos los aspectos.
Y uno de esos aspectos es el gráfico. Los dos primeros números, a pesar de un coloreado poco acertado, aún tienen buenos momentos. Pero después, y especialmente en el último episodio, el descuido del autor en este sentido raya lo inadmisible para alguien de su talla. En demasiadas ocasiones las figuras están mal terminadas y los fondos, cuando los hay, son esquemáticos y realizados con desgana.
Por lo demás, Chaykin utiliza ese estilo narrativo tan personal en el que utiliza composiciones de página a veces desconcertantes, abundantes miniviñetas con primeros planos (casi no hay página sin ellas), elipsis, globos de diálogo que saltan de viñeta en viñeta, un uso peculiar de las onomatopeyas… Es un método que aunque originalmente resultó novedoso, fresco y dinámico respecto a las composiciones y estilo tradicionales del comic-book, hoy se ha convertido para el autor en una forma de ahorrar tiempo (las viñetas pequeñas, por ejemplo, no requieren fondos y las expresiones que utiliza parecen fotocopiadas unas de otras).
“Power & Glory”, con todos sus defectos, es una de las últimas obras verdaderamente destacables de Howard Chaykin, una aguda comedia negra que satiriza el género de los superhéroes, la cultura pop, los medios de comunicación y la política, echando por tierra el reverenciado “Sueño Americano”. Tiene una trama relativamente compleja, diálogos rápidos y cargados de cinismo y la habitual dosis de sexo y violencia –más sugerido que mostrado- que Chaykin imprime en sus obras más personales.
(Como curiosidad, decir que en la última página el autor establece una conexión entre esta miniserie y “American Flagg”, de tal suerte que “Power & Glory” sería una especie de precuela a su magnífica serie de ciencia ficción).
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