26 nov 2015
2006- CRIMINAL – Ed Brubaker y Sean Phillips (1)
Aunque el adjetivo “Negro” aplicado a la ficción fue utilizado por primera vez en el cine para definir un tipo de películas americanas post-expresionistas de temática criminal, los comics no tardaron en adoptar plenamente tal denominación para las historias del mismo corte. Desde que en 1931 debutara en la prensa “Dick Tracy”, creado por Chester Gould, y en 1942 apareciera el comic book “Crime Does Not Pay” bajo el sello de Lev Gleason Publications, el panorama viñetero americano no ha dejado de contar entre sus filas con mujeres fatales, gángsters grotescos y duros detectives privados.
El calificativo “Negro” no solo hace referencia a una temática criminal sino también a un estilo visual en el que las sombras y el paisaje urbano más descarnado proporcionan un telón de fondo cargado de simbolismo para la exhibición de amargo estoicismo de sus héroes y villanos. Es por ello que los puristas argumentan que no existe el cine negro en color.
Pero, ¿quién se preocupa por los puristas cuando resulta tan fácil encontrar excepciones a sus teóricas reglas? Especialmente en el terreno del comic, que no sufrió las limitaciones técnicas del cine en el primer tercio del siglo XX, incapaz de utilizar el color en su beneficio. Naturalmente, comic books como el mencionado “Crime Does Not Pay” y sus imitadores se antojan hoy estridentes y simplones, pero se trataba sólo de los primeros en una ya larga tradición de viñetas de género negro, algunos en color y otros no, pero todos sombríos, implacables, llenos de hombres duros y ambiguas mujeres tratando de sobrevivir en un mundo miserable. Una tradición a la que se han acogido series, personajes y autores tan diversos como el “Spirit” de Will Eisner, los comics de EC en los cincuenta, el “Torpedo 1936” de Abulí y Bernet, “Sin City” de Frank Miller, “Balas Perdidas” de David Lapham o “Scalped” de Jason Aaron y R.M.Guera.
Todos los arriba mencionados y muchos otros son magníficos ejemplos de lo que el comic puede ofrecer en el género negro. Pero quizá el que mejor ha capturado la esencia de “lo negro” en los últimos treinta años, el más fiel a sus más tempranas tradiciones al tiempo que una perfecta reformulación de las mismas para un lector moderno, es “Criminal”, de Ed Brubaker y Sean Phillips. Mientras que otros comics de esa temática tienden al histrionismo, el arquetipo o el enfoque más o menos veladamente heroico, “Criminal” tiene un contenido emocional sólo posible en una historia poblada por auténticos seres humanos; incluso demasiado humanos.
El primer arco argumental, “Cobarde”, cuenta la historia de Leo Patterson, un ladrón conocido en el “mundillo” tanto por su gran talento como por su aversión al peligro. Dos policías corruptos obligan a Leo a colaborar en un plan para asaltar un furgón blindado. Leo sabe que no son de fiar, pero necesita el dinero y rompe todas las reglas establecidas por él mismo para protegerse con el fin de ayudar a una hermosa adicta a la heroína, Greta. Por supuesto, nada es lo que parece y todo sale como no debía, poniendo a Leo en una situación aún más apurada en la que debe demostrar toda su capacidad de supervivencia.
Leo Patterson es un gran personaje que juega con las emociones del lector. Es un delincuente, pero al mismo tiempo no puede evitarse cierta simpatía por él. Se ocupa del mejor amigo de su padre ya fallecido, Ivan, un anciano con Alzheimer adicto a la heroína, con un cariño que sólo puede ser calificado de filial. También se preocupa por la gente con la que trabaja y no está dispuesto a permitir que sufran daño alguno. Leo creció en un mundo de crimen y delincuencia.
En los viejos tiempos, su padre Tommy y su “tío” Ivan controlaban la red de carteristas más famosa de Nueva York. Pero ahora las cosas han cambiado y Leo lucha por acomodarse a la nueva situación. Su padre murió en prisión y Leo siente auténtico terror a acabar de la misma manera. Ivan es lo único en su vida que le ata a una época ya finiquitada, un recordatorio de que nada volverá a ser como antes. “Cobarde” es, por tanto, una historia clásica de hijo que trata de redimir a su padre escapando del destino al que también él parece predestinado.
Brubaker pensaba que la mayoría de los criminales que aparecen en las películas y comics son gente excesiva en su comportamiento violento y con una desconsideración imprudente hacia las consecuencias de sus actos. Es como si supieran que su historia va a terminar pronto y no les importara matar o ir a prisión. Así que cuando pensó en el protagonista de “Cobarde”, Brubaker quiso subvertir ese tópico y crear un delincuente distinto: Leo es muy cuidadoso, evita las peleas y no le importa que piensen que es un cobarde. Es un superviviente, un profesional, y bajo ningún concepto quiere arriesgarse a que le cojan e ir a la cárcel; una actitud más sensata y verosímil que la de muchos “malos” del género negro. De esta forma, Brubaker ofrece un personaje que subvierte las convenciones del género al mismo tiempo que se mantiene fiel a otras, puesto que su drama versa sobre la oscuridad y la violencia que existen en nuestro interior y que tanto tememos.
Greta, por su parte, encarna el papel de mujer fatal que obliga al protagonista a renunciar a su código de valores, pero también se convierte en el catalizador de las nuevas reglas que Leo se autoimpone al final de la historia. Además, es mostrada (y tratada por Leo) como una igual, una confidente y una socia, lo que hasta cierto punto constituye otra revisión de los patrones clásicos del género.
En este mismo sentido, uno de los aspectos más interesantes de la historia es la ausencia de misoginia, tan común en las obras más conocidas del género negro. El anciano Ivan es el único que muestra cierta desconsideración hacia las mujeres, una actitud quizá buscada por Brubaker para poner de manifiesto la diferencia con los criminales de la vieja escuela, para los que las mujeres eran más objetos útiles que compañeros de delito. Ivan representa el fin de una época y su misoginia se antoja tan rancia como infantil comparada con el respeto que Leo dispensa a Greta.
La trama está narrada en primera persona y aunque los monólogos son a veces superfluos, ayudan a mantener al lector en la cabeza de Leo. Tampoco significa esto que los monólogos internos del protagonista nos vayan a revelar todo lo que quisiéramos saber de él. A Leo y a Brubaker les gusta mantener los secretos a buen recaudo.
“Cobarde” es un excelente arranque para la serie, una historia clásica de robos y redención que, aunque cuenta con unos personajes no tan fascinantes como los que vendrían más tarde, maneja perfectamente y manipula a su antojo las convenciones del género , introduciendo inesperados giros en la trama hasta su clímax en el número 5. A partir de aquí, la colección se estructuraría como una serie de arcos argumentales independientes pero situados en el mismo universo compartido: la misma ciudad, Center City, y un plantel de personajes que aparecen con diferentes grados de protagonismo en una u otra historia. Ed Brubaker afirmó que la razón por la que creó “Criminal” fue su interés en escribir varias historias de género negro, cada una con sus propios personajes, pero acogidos todos ellos al mismo mundo ficticio. Así, cada arco argumental, publicado como si de una colección individual se tratara, puede leerse independientemente de los demás, pero gana en textura y profundidad cuando se contempla como parte de un todo. Con cada historia, “Criminal” se va volviendo, como obra completa, más novelística. Los acontecimientos de una historia tienen consecuencias que se extienden a otras
Con toda la calidad que tiene el primer volumen de “Criminal”, los siguientes no harían sino mejorar, una evolución que comienza en el segundo, titulado “Lawless”, elevando la serie a un nivel que ya no abandonaría hasta el final. Tracy Lawless es un veterano de las fuerzas especiales del ejército que tras cumplir sentencia es liberado de una prisión militar en Irak sólo para enterarse de que su hermano menor, Ricky, ha sido asesinado. Regresa a la ciudad de su infancia para infiltrarse en la organización criminal que probablemente mató a Ricky, averiguar quién fue el responsable y ejecutarlo.
Tracy es un personaje trágico, atrapado en una perpetua huida hacia un mundo mejor. Escapó de la tiranía de su padre alistándose en el ejército y cuando, harto de lo que ha visto y hecho allí, se licencia vuelve a encontrarse rodeado del peor submundo criminal. El mismo Tracy es un individuo peligroso y despiadado y, a diferencia de Leo en “Cobarde”, no tarda en dejarse llevar por la violencia. Tracy siembra a su paso un sendero de muerte y traición hasta el clímax, que incluye un emocionante robo.
Por otra parte, el ansia de vengar a su hermano proviene no tanto de un sentido del honor familiar o el amor fraternal sino por la culpa que le atormenta. Siente que traicionó a Ricky cuando huyó de casa para alistarse, dejándolo en manos de su padre criminal y su madre enferma. Como Leo en “Cobarde”, Tracy es un personaje en busca de una redención, involucrado en una situación que no desea pero que debe resolver. Es, sin embargo, una redención egoísta, puesto que cree que vengando el injusto asesinato de Ricky obtendrá su perdón no sólo por haber abandonado a su familia, sino por las atrocidades cometidas en Irak.
Tracy y Ricky comparten el trauma causado por su padre, Teeg Lawless, uno de los individuos más brutales y despreciables de todo Central City. Brubaker profundizará sobre su historia en el siguiente volumen, “Los Muertos y los Moribundos”, pero su terrorífico legado impregna todo el presente arco argumental, explicando en último término las vidas que han seguido sus hijos.
Brubaker se abstiene de utilizar el monólogo en primera persona para la historia de Tracy y elige en cambio la narración en tercera persona. Este punto de vista resulta un poco discordante al principio, pero a medida que la trama progresa, la narración se reduce al mínimo y todo se explica mediante las acciones de los personajes y sus diálogos. “Lawless” es una gran historia de venganza que incluye persecuciones en coche y trabajo detectivesco, con una tensión que va in crescendo conforme Tracy hace sacrificios en aras de averiguar la verdad. El final nos presenta a un personaje que jugará un importante papel en otros arcos argumentales: el señor del crimen de Center City, Sebastian Hyde.
Como sucedía en “Cobarde”, “Lawless” tiene un excelente plantel de personajes secundarios. Regresan algunos del arco argumental anterior, ya sea en papeles importantes o breves cameos. Pero también los creados para la nueva historia son memorables, como los ladrones que efectúan el robo, Sebastian Hyde y, especialmente, Mallory la mujer fatal de la trama. Probablemente relacionada de algún modo con el asesinato de Ricky, desprende apetito sexual, nicotina y verdadero peligro para los hombres que, como Tracy a su pesar, caen en sus redes.
“Los muertos y los moribundos” incluye tres tramas interconectadas que nos retrotraen a los años setenta: “Segunda oportunidad en el infierno”, “Lobo entre Lobos” y “Hembra Primordial”, que narran respectivamente las historias de un boxeador llamado Jake “Gnarly” Brown, un veterano de Vietnam, Teegar Lawless; y Danica, una hermosa bailarina que en un momento u otro se ve relacionada con todos los criminales de la ciudad, la “vieja guardia” del crimen en Central City, una generación tan disfuncional, corrupta y depravada como la que la sucedió en los noventa. En estas historias asistimos a los acontecimientos y las decisiones que acabarían desembocando en lo que ya vimos en los dos primeros volúmenes, descubriendo las complejas relaciones que mantenían los personajes entre sí y con el mundo del hampa local. Jake, Teeg y Danica aparecen retratados con precisión en una de las historias más trágicas de toda la serie; trágica porque, gracias a los volúmenes precedentes, sabemos las terribles consecuencias que para ellos y los que les rodean tendrán sus actos.
Conocíamos a Jake “Gnarly” Brown desde el primer arco argumental, “Cobarde”, como el propietario y camarero del bar Undertow, lugar de cita de todos los personajes en un momento u otro. El primer capítulo de “Los Muertos y los Moribundos” abarca el salto temporal entre su prometedora carrera como boxeador y su caída en desgracia, viéndose obligado a buscar una nueva vida como propietario del bar, tullido y amargado pero sin que sus principios morales se hayan desintegrado por completo. El padre de Gnarly era un matón a sueldo de Walter Hyde en los años cincuenta, quien a su vez era el padre de Sebastian, actual capo de la organización. De hecho, Gnarly y Sebastian fueron durante años buenos amigos, pero su relación se malogró al entrar en escena una mujer: Danica Briggs. No fue ésta la única razón del distanciamiento de ambos: a medida que Sebastian se involucraba más y más en las operaciones criminales de su padre, Gnarly, incapaz de aceptar esas actividades, fue alejándose de él. Su separación se consuma en un torbellino de violencia que destruye su amistad y hurta a Gnarly su futuro como gran deportista.
Teeg Lawless es un representante del fracaso del sueño Americano y su reconversión en forma de violencia pura. Regresa de la guerra de Vietnam a un país dividido, una esposa con la que no tiene ya nada en común y un par de hijos que no conoce. La historia de su vida es la de una caída al abismo del alcoholismo, el maltrato y el abuso. Como hombre a sueldo de la familia Hyde, se dedica a pegar palizas y asesinar mientras es infiel a su mujer y corrompe a sus hijos. Sus actos y la influencia que tuvo sobre sus vástagos, como se vio en el volumen 2, “Lawless”, tendrá una repercusión trágica en el futuro. Teeg representa la generación perdida de los hombres que, aunque volvieron a casa, murieron en Vietnam.
Danica Brigss es la femme fatale de este arco argumental. Una muchacha inteligente, que ha madurado a base del racismo y los abusos que ha tenido que soportar. Empujada a la drogadicción por unos matones, recobra cierta apariencia de autocontrol y poder sobre los hombres sirviéndose del sexo. Como suele ser habitual en los comics de género negro, es un personaje que se define por los hombres que tiene alrededor, pero Brubaker va un paso más allá y nos muestra el papel que sobre la formación de su personalidad tuvieron esos hombres con los que, de grado o a la fuerza, se relacionó. Si no hubiera sido por las atrocidades que sufrió a manos de ellos, habría tenido una vida muy diferente, quizá como pareja de Gnarly.
“Los Muertos y los Moribundos” es una mirada trágica a la fragilidad del ser humano y las posibilidades de supervivencia de la moralidad en un mundo profundamente inmoral. Son historias que nos muestran el precio de aferrarse a unos principios de rectitud cuando se está rodeado de un torbellino de lujuria, brutalidad, avaricia, poder y crimen. El título del volumen no puede ser más acertado porque en “Criminal”, los personajes que no están muertos (física o moralmente) están moribundos.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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