28 jul 2015
1993- KANE – Paul Grist
El género predominante en el ámbito del comic book norteamericano es, sin duda, el de los superhéroes. Ningún otro consigue igualar su popularidad, pero el que más se acerca –quizá porque ambos tienen que ver con el crimen, la ley y la justicia- es el género negro. La cercanía entre esos dos mundos se pone de manifiesto cuando consideramos los guionistas que han desarrollado su carrera a caballo entre ambos: Brian Michael Bendis, Ed Brubaker, Jason Aaron, Greg Rucka, Matt Wagner, Frank Miller, Warren Ellis…. Sin embargo, uno de los más originales comics policiacos creados en la línea de la serie negra norteamericana viene firmado por un autor británico, Paul Grist, que nunca ha figurado entre los más conocidos o apreciados por el grueso de los lectores.
Aficionado a las viñetas desde su infancia, Grist debutó en el medio en 1986 con dos comics autoeditados y de corta tirada: “Short Stories” y “The Exploits of Burglar Bill”. Consigue a continuación trabajar para varias editoriales inglesas: Escape, Fox, DC Thomson, Fleetway ( “Insiders in Crisis”) y Trident (“St.Swithin´s Day”, con Grant Morrison). En este punto, el autor se siente lo suficientemente seguro como para convertirse en creador exclusivo de su propia obra, ofreciéndole su personaje Burglar Bill a la editorial Trident. Pero cuando ésta cancela la colección y se niega a devolverle los originales para poder así continuarla bajo otro sello, Grist demanda a la compañía -sin obtener resultado alguno.
Sus desengaños no habían terminado. Tundra, la editorial norteamericana fundada por Kevin Eastman y Peter Laird, abrió una delegación en Gran Bretaña y le propuso a Grist publicar una miniserie de seis números protagonizada por Burglar Bill…con una condición: que el autor la terminara antes de lanzar el primer número. Grist accede y se pone a trabajar; pero cuando llevaba ya varios episodios completados, Tundra le comunica que cancela el proyecto y le entrega una indemnización que en absoluto compensaba los meses de trabajo que el autor había invertido en ello.
Fue la gota que colmó el vaso. Harto de la poca seriedad de las editoriales y su maltrato a los autores e inspirado por la experiencia de autoedición que con éxito había llevado a cabo Dave Sim con su “Cerebus”, en 1993 funda su propio sello, Dancing Elephant Press, bajo el que publicará sus propios comics. Inicialmente opta por abrir esta nueva andadura con su viejo personaje Burglar Bill, pero pronto cambia de opinión. En primer lugar, estima que será más acertado crear un personaje completamente nuevo en lugar de reutilizar uno con una trayectoria previa cuando menos dispersa; en segundo lugar, el marco geográfico y social en el que Bill se mueve le limita en exceso, por lo que traslada la nueva ficción policiaca a Estados Unidos. Ello le permitirá, por un lado, darle un mayor protagonismo a las armas –en Inglaterra la policía va armada en muy contadas ocasiones- y, por otro, aprovechar la rica tradición acumulada por el género negro norteamericano en todos sus formatos: literatura, cine y comic. El resultado sería “Kane”, cuyo primer número apareció en abril de 1993. Pronto quedó claro que la elección de Grist había sido acertada. El nuevo título no tardó en atraer los elogios de la crítica y el aprecio de los aficionados más exigentes gracias a su original combinación de viejos tópicos del género negro y atrevida técnica narrativa.
Este comic en blanco y negro cuenta la historia del detective Kane, perteneciente al Departamento de Policía de la ficticia ciudad de Nuevo Edén. Al comenzar la serie, el protagonista se acaba de reincorporar a su puesto en la comisaría del distrito 39 tras una suspensión de seis meses por haber disparado y matado a su corrupto compañero, Dennis Harvey. Dado que éste tenía muchos amigos en el departamento –igual de corruptos y responsables de la desaparición de las pruebas que incriminaban a Harvey-, Kane se enfrenta a un ambiente hostil, rayano en lo criminal, por parte de sus deshonestos colegas. La única que confía en él y se muestra dispuesta a ayudarle es Kate Felix, una joven policía de aspecto aniñado pero firme carácter, ansiosa por demostrar su valía en un entorno profesional dominado por el machismo.
Como toda buena serie de televisión, “Kane” se estructura en base a episodios mayormente independientes insertados en arcos argumentales más amplios que desarrollan una historia de fondo. Kane resuelve crisis con rehenes, trata de atrapar a un trastornado y susceptible hombre-conejo que responde al nombre de Mr.Flopsy Wopsy (si, no es broma) y que ha secuestrado al alcalde, persigue a un bombero loco, resuelve asesinatos, interviene en intentos de suicidio, investiga los crímenes de un misterioso asesino ciego… y, sobre todo, trata de poner tras las rejas a su némesis personal: Oscar Darke, el señor del crimen de Nuevo Edén. Entretanto, de fondo, los flashbacks van desvelando las circunstancias que llevaron a la muerte del corrupto compañero de Kane y las consecuencias de la misma.
La serie recupera el añorado estilo coral de “Canción Triste de Hill Street”. Existe un claro protagonista (o dos, si contamos a Oscar Darke), pero el foco de atención se traslada con frecuencia, especialmente hacia el final de la colección, hacia otros personajes. De hecho, hay episodios en los que no es que no aparezca Kane, sino que ni siquiera se le echa de menos. Así, el lector acompaña durante una noche de patrulla a Donahue y Pérez, dos policías de la comisaría de Kane; se traslada a la infancia de Kate Félix para contarnos por qué decidió hacerse agente de la ley; nos narra la trágica infancia de Oscar Darke o el origen del desengaño profesional del sargento…. Las historias, sin abandonar su integridad argumental ni distraer su vista del género negro, oscilan entre lo trágico y lo cómico, entre el misterio y el realismo cotidiano, entre la amargura y el humor negro.
Hay quien ha querido comparar (desfavorablemente) “Kane” con el “Sin City” de Frank Miller, llegando incluso a calificarlo de imitación barata. Grist no solo no hace esfuerzos por disimular la influencia de “Sin City” sino que la exhibe con humor y ánimo paródico. Pero la acusación de plagio es no sólo exagerada sino injustificada y basada en una apreciación superficial de sus similitudes: ambos comics tienen temática criminal, son en blanco y negro y cuentan con un protagonismo coral. Ahora bien, mientras que el mundo de Miller es de una moralidad engañosa, teñido por la violencia gratuita, el sarcasmo y los monólogos altisonantes emitidos por personajes patibularios, marginales y torturados, el de Grist abraza sin problemas el humor, se sitúa al lado de la ley –aunque no necesariamente de sus agentes-, y ofrece caracterizaciones más contenidas y, salvo excepciones puntuales, mucho más verosímiles.
Al estilo de su admirado “Cerebus”, Grist introduce en “Kane” varias parodias/homenajes claramente reconocibles de algunas de las obras que le sirvieron de inspiración: ya hemos mencionado “Sin City” (Frankie es un sosias evidente de Marv y uno de los episodios es una deformación incontestable y divertida del estilo de Miller), pero también la serie televisiva de Batman de los sesenta, “Daredevil”, el Castigador e incluso Lobezno. Son guiños al aficionado que salpican tanto episodios cómicos como amargos dramas cotidianos y que no requieren de su identificación para el disfrute de la historia.
Los episodios se cuentan recurriendo a los enfoques más variados: historias lineales, fuertes elipsis, flashbacks, visión subjetiva o incluso puntos de vista fijo (uno de los episodios mantiene en toda su extensión un plano estático desde el asiento trasero de un coche patrulla). La presencia de los medios de comunicación es asimismo abundante, utilizando las pantallas de televisión como ventanas subjetivas a la “realidad” y, en uno de los episodios, reproduciendo el formato de un periódico.
Algo sí tienen en común todas las historias: la ausencia de textos de apoyo (uno de los episodios, incluso, carece de textos de ningún tipo). No es esta una alternativa sencilla para el autor, porque prescindir de ellos significa que sobre el dibujo, la composición y el montaje recae la tarea de localizar espacial y temporalmente la acción y transmitir lo que pasa por la mente de los personajes. Por ejemplo, los flashbacks no están señalados con el clásico “Hace cinco años…”, sino por variaciones en la composición de página o la introducción de sutiles cambios en los personajes, por ejemplo un corte de pelo diferente o la ausencia de una cicatriz…
“Kane” es un libro temática y argumentalmente interesante, pero buena parte de su fuerza reside en el dibujo; o, mejor dicho, en la acertada combinación entre la historia y los recursos utilizados para narrarla, a mitad de camino entre la flexibilidad del cartoon, la tradición de la línea clara y el lenguaje experimental. El estilo de Grist encaja perfectamente en la imaginería visual que para el género negro establecieron films como “El Tercer Hombre” o “El Halcón Maltés”. Las suyas son figuras sencillas, casi esquemáticas, de líneas claras y fluidas, perfectamente delimitadas por la afilada contraposición de masas negras y blancas. Y es que aunque la edición en blanco y negro obedezca en último término a las habituales consideraciones económicas propias de la autoedición, ello no hace sino beneficiar a la capacidad evocativa del comic. El talento de Grist en el uso del blanco y negro le permite crear toda una diversidad de atmósferas que van desde el humor hasta el suspense, y su capacidad para simplificar el dibujo hace que en las viñetas se incluya todo lo necesario -pero sólo lo necesario- para que el lector pueda entender perfectamente la escena.
Un vistazo superficial puede hacer pensar que estamos ante un tebeo gráficamente simplón y poco atractivo. Nada más lejos de la realidad. Grist demuestra ser un perfecto conocedor de los recursos narrativos del lenguaje del comic. Utiliza la composición de página y viñeta, las onomatopeyas, los raccords (éstos quizá en exceso), los volúmenes de blanco y negro, los cambios de plano y punto de vista, la página como unidad narrativa… para crear ambientes, variar el ritmo y el tempo de la acción y ofrecer planchas que aúnan la originalidad, la belleza plástica y la fluidez de lectura. Grist se aleja de la habitual aproximación a la narrativa gráfica y en lugar de utilizar viñetas convencionales, deja que sean las propias escenas las que definan la forma y disposición de la página. En resumen: su talento, capacidad técnica y valentía a la hora de experimentar –pero siempre al servicio de la historia y sin estridencias-, lo sitúan sin ninguna duda muy por encima de otros artistas menos diestros (y, por ello, más propensos al efectismo vacío de contenido) pero, injustamente, más conocidos y apreciados por los lectores.
“Kane” totalizaría 33 números antes de ser traspasado a Image junto a otra creación de Grist, el superhéroe retirado “Jack Staff”, un personaje al que desde 2001 dedicó toda su atención a la vista de sus resultados económicos. El autor afirmó que retomaría a Kane en una serie de novelas gráficas pero tal intención nunca se sustanció hasta la publicación en 2009 de una historia corta publicada en una de las antologías “Noir” de Dark Horse. Y aunque la trama principal quedó inconclusa, sigue constituyendo una muy recomendable lectura.
“Kane” es un gran drama criminal sobre lealtad y traición, corrupción y honestidad, honor y familia, engaños y secretos, obsesión y humor absurdo, frustración y esperanza, magistralmente narrada en un estilo rico y brillante que recompensará al lector exigente y atento y le demostrará que no siempre los mejores comics son los más conocidos.
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