8 feb 2015
1997- LIBERTY MEADOWS – Frank Cho
Frank es el nuevo veterinario de Liberty Meadows, una reserva para animales con problemas cuyos internos incluyen a Leslie, una rana hipocondriaca; Ralph, el oso enano e inventor hiperactivo; el cerdo Dean, exmascota de una fraternidad universitaria, machista, vago y adicto al tabaco, el alcohol…y las mujeres; el dulce y educado patito Truman y el cariñoso perro salchicha Oscar. Todos estos animales, mayormente de forma involuntaria, convertirán la vida de Frank en una continua carrera de obstáculos, pero quien verdaderamente le hará perder la cabeza será Brandy, la impresionante psicóloga de animales. Mezcla de la actriz Linda Carter y la pin-up Betty Page, Brandy es el único personaje de todo el reparto que parece mantenerse cuerdo. Sus magníficamente dibujadas curvas adornan las portadas de todas las recopilaciones y comic books de la serie.
La incapacidad de Frank para superar su timidez y declararse a Brandy será uno de los recurrentes subargumentos de la tira. Los otros dos son las cómicas interacciones de los animales entre ellos y con los humanos que los cuidan; y la divertida y dulce amistad entre el patito Truman y el perro Oscar. Todos los animales pueden hablar, claro, excepto Oscar, que actúa como un verdadero perro. Hay otros escenarios y personajes que van apareciendo con regularidad, como la inextinguible enemistad entre Julius, el despistado gerente de Liberty Meadows, y Khan, un gran siluro al que lleva años intentando capturar; los múltiples e infructuosos intentos de Dean por ligarse a las chicas que acuden al cercano bar de Al; la maliciosa forma en que Jen, compañera de piso de Brandy, juega con los hombres; y, por supuesto, la genial Vaca Loca (“¡William Shattner está tratando de salir de mi cabeza! ¡Está sobreactuando dentro de mi cabeza! ¡Oh, el dolor!, ¡EL DOLOR!”), afectada por la enfermedad bovina que le da nombre y que produce en ella una propensión a secuestrar celebridades.
En “Liberty Meadows” Cho se revela como un auténtico amante de la cultura popular. Nació bajo el nombre de Duk Hyun Cho en Seúl, Corea en 1971 pero a la edad de seis años emigró con sus padres a Estados Unidos, convirtiéndose en un ávido consumidor de todo lo americano. En sus tiras hay muchísimas referencias, algunas sutiles y otras clarísimas pero siempre divertidas, a personajes y películas famosos: Dilbert, la Sirenita de Disney, Terminator, Snoopy, Star Wars, Indiana Jones, Steve Canyon, Dick Tracy, Xena, Wonder Woman y multitud de películas y programas de televisión.
“Liberty Meadows” tuvo una peculiar trayectoria editorial. Cho comenzó dibujando en el periódico del instituto la serie de gags “Everything But the Kitchen Sin”. Cuando entró en la Universidad de Maryland para estudiar Enfermería, colaboró para las publicaciones de esa institución con varias series hasta que una de ellas titulada “University 2”, publicada en The Diamondback, se convirtió no sólo en su perfecto vehículo de expresión personal, sino en todo un éxito de público. Tanto fue así que tras su graduación en 1996, recibió una oferta del Creators Syndicate para, tras realizar algunas modificaciones y bajo el nombre de “Liberty Meadows”, reconvertirla en una tira diaria de circulación nacional. El sueño de todo autor.
Sin embargo, cuatro años después, en 2001, Cho estaba harto de las ataduras de los sindicatos de prensa y sus exigencias para rebajar el tono de los contenidos. “University 2” había estado dirigido a estudiantes universitarios, pero cuando accedió a transformarla en “Liberty Meadows” debió ajustar su tono a un público más familiar. Sin embargo, ello entraba en contradicción con su espíritu un tanto iconoclasta y provocador y las discusiones con los responsables de los sindicatos empezaron a ser tan habituales que decidió reconvertir la serie a la modalidad de comic book mensual, primero autopublicándolo y luego, a partir del número 27, acogiéndose al paraguas del sello editorial Image que se encargaría de imprimirla y distribuirla. Con ello esperaba obtener un control total sobre el contenido y las fechas de entrega y, no menos importante, mejorar sus ingresos.
Fue un paso no solamente honesto desde el punto de vista artístico, sino arriesgado, porque el número de lectores sería inferior al pasar de una exposición nacional en periódicos de todo el país a aparecer en un tebeo que era necesario comprar ex profeso y con una distribución más limitada. Pero dio igual, porque Cho ya había acumulado una popularidad y prestigio inmensos. Sus fans estaban dispuestos a pagar considerables cantidades de dinero por sus dibujos originales y las reediciones de Liberty Meadows se suceden una tras otra. Incluso su primera serie, “University 2”, está acumulando ya varias ediciones. Por supuesto, tampoco han faltado los premios en reconocimiento a su talento. Cho, ocupado por proyectos de ilustración y comic books para las grandes editoriales mainstream, dejó en 2006 congelada su serie más famosa con el número 37, el primero que contenía material original –no publicado anteriormente en periódicos-. Por mucho cariño que le tenga, el dinero manda.
Hay que decir en primer lugar que “Liberty Meadows” no es uno de los comics más originales de la historia. El género de los funny animals tiene una vertiente infantil y aventurera (léanse las aventuras de Mickey Mouse o el pato Donald) y una adulta en la que los animales sirven de intérpretes de comportamientos y actitudes humanas (desde “Peanuts” hasta “Omaha” pasando por “Shoe”). En el caso de “Liberty Meadows su autor bebe generosamente de lo ya establecido con éxito por series de “funny animals” como “Bloom County” o “Pogo” en cuanto al tono y estilo general. Sin embargo y paradójicamente, Frank Cho decide prescindir precisamente de uno de los elementos en los que se apoyó el éxito de esas tiras: el comentario social y político. A cambio, situó en el centro una historia de amor (entre Frank y Brandy), optó por un humor menos intelectual –pero en absoluto infantil- y mejoró sustancialmente el nivel gráfico. Así, lo que obtuvo fue una serie con referentes claramente identificables y, al mismo tiempo, personal.
El humor de Cho es bastante convencional, pero si “Liberty Meadows” no es capaz de arrancarte una sonrisa de vez en cuando, probablemente necesites tomarte un descanso e ir a tratamiento desestresante. Es un humor principalmente blanco y situacional, carente de denuncia política o social o pretensiones intelectuales. Hay, eso sí, cierto grado de picardía erótica y violencia, nunca de mal gusto, atenuadas por el estilo caricaturesco con que habitualmente se expresa, y que originalmente fue mantenido a raya por la censura del sindicato encargado de distribuir la tira (interferencias sobre las que frecuentemente bromea el autor en la propia tira).
Más tarde, cuando todo ese material se reimprimió en recopilaciones y comic books, Cho rehízo las páginas a su gusto sin las cortapisas de un editor obsesionado por lo políticamente correcto y temeroso de las demandas judiciales.
Cho utiliza ciertos recursos que, aunque no son totalmente originales, sí resultan poco habituales en las tiras de prensa y, por tanto, refrescantes. Por ejemplo, rompe la cuarta pared retratándose a sí mismo como un chimpancé que se dirige al lector para hacerle partícipe de las desgracias propias del creador: bloqueos de escritor, encontronazos con la censura, pereza a la hora de dibujar, autosafisfacción… Y, dando un paso más en esa dirección, el mismo Cho/chimpancé, llega a entrar en su propia tira para interactuar con los protagonistas.
Asimismo, no tiene reparos en introducir otros personajes de tiras famosas, mostrando tanto cariño y respeto hacia aquéllos como poca consideración por la ortodoxia imperante en los comics sindicados. Así, vemos desfilar por sus viñetas a Steve Canyon, Snoopy, Blondie, Tarzán, Fearless Fosdick (de Dick Tracy), Mr.Magoo, Cathy, los Simpson, Li´l Abner, Family Circus…
La brillantez, originalidad, locura y surrealismo de los primeros años van apagándose un poco en la siguiente etapa, aunque sigue habiendo gags hilarantes. Cho empieza a repetir algunas situaciones, cayendo ocasionalmente en la autoindulgencia, abusando de la aparición de sus espectaculares chicas y alargando los arcos argumentales de forma un tanto descuidada (como aquel en el que se abre un portal a un mundo paralelo a través del cual se cuelan versiones alternativas de Frank y Brandy, o el de la tormenta de nieve en el que casi perece Frank).
Cho es un dibujante de primera línea que aporta a sus viñetas un nivel gráfico pocas veces visto en el formato de tira diaria. Sus influencias son tan variadas como las de Alex Raymond, Frank Frazzetta, Dave Stevens, Barry Smith, Walt Kelly, N.C.Wyeth, Norman Rockwell, J.Allen St.John, Wally Wood o los animadores de la Warner, por nombrar solo aquellos fácilmente identificables en un momento u otro de la tira. Su línea es clara, dinámica y flexible y es capaz de variar el estilo de forma radical, de lo humorístico a lo hiperrealista, de lo surrealista a lo clásico. Dibuja con la misma maestría lo cotidiano y lo extraordinario, lo elegantemente naturalista y lo abiertamente caricaturesco. Y ello sin que moleste la convivencia de ambos estilos no ya en la misma serie, sino dentro de la misma viñeta. Es imposible no leer “Liberty Meadows” y no maravillarse ante la suavidad con la que los personajes parecen moverse por las viñetas.
Su dominio de la anatomía es excepcional, y no sólo la humana, porque sus dibujos realistas de simios e incluso dinosaurios hacen las delicias de biólogos y paleontólogos por igual. Y, luego están sus mujeres. Cho se ha labrado una merecida reputación de dibujante excepcional de mujeres bellas y voluptuosas sin perder verosimilitud: sus pechos son grandes pero no desafían la gravedad, sus caderas son esbeltas pero realistas y sus poses son más naturales que las que dibujan la mayoría de dibujantes americanos de comic-books. Curiosamente, esa perfecta mezcla de realismo y caricatura fue, según declaró el propio Cho, fruto de su propia incapacidad artística: no conseguía dibujar una mujer en estilo cartoon que satisficiera sus necesidades gráficas y narrativas, por lo que decidió mantener a las mujeres realistas y caricaturizar todo lo demás.
También juega con la composición y los límites de la tira, rompiendo la tradicional serie de tres o cuatro viñetas para insertar varias de ellas en una mayor, ocupar todo el espacio con una sola alargada o dejando alguna en blanco u ocupada por un aviso o anuncio publicitario ficticio. Su paso al formato del comic book no supuso un cambio en la estructura de la serie, que siguió narrándose a base de unidades narrativas de cuatro viñetas.
“Liberty Meadows es una serie muy recomendable que oscila entre lo ameno y lo genial, rebosante de personajes poco desarrollados pero entrañables, un humor ligeramente irreverente y un dibujo magistral del que nunca se sabe qué esperar en la siguiente tira.
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